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CABLOS MAHQUEZ STEBIING
SION
#UMANA
de
1ARTI
(llustraciour do J. 1.L. l{ipstsatiml Manr)
EDIT 1OR IAL L E X
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Afo del Contenario de Josi~ Mart
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Derechos reservados. Copyright by
Carlos Mrquez Sterling.--1958.
Impreso en 'Cuba
- Printed in Cuba
TALLERES TIPOGRFICdOS DE EDITORIAL LEX
AMARGURA Nos. 259-261, LA HABANA, CUBA..
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OTOO. Hay un calor sofocante en
el Hanbana. La puesta del sol es
hermossima. Tena esa majestad
transparent que el Creador ha
puesto en los crepsculos tropicales,
ri J alegricos y fantsticos, de sueos y
oor de grandezas que suelen realizarse.
El marco que rodea este buclico
scenario, no tiene cosa de mayor inters que un mucha-
cho dbil, plido, los ojos de poeta y la frente poderosa,
que describe una carta a su madre, presidida por ese tra-
tamiento respetuoso y sencillo, que distingue a las families
1, .\
ms modestas. "Estimada Alam: deseo antes que todo
que Ud. estc buena, lo mismo que las nias". Mostraba,
al firmar, un detalle atractivo de personalidad: "su obe-
diente hijo que la quiere JOS MARTI".
A estas "tierras de azcar, de fincas caeras, sitiera
poco propicia a correras de montunos", de la provincia
de Matanzas, en la Isla de Cuba, haban llegado, haca
algunas semanas, don Mariano Mart, capitn juez-pe-
dneo del partido y su hijo Pepe, acostumbrndose
pronto a la monotona del campo. En estos das el ro
Sabanilla, crecido, entorpeca el paso hacia la Nueva
Bermeja; y el correo se retrasaba dos das. Pero la vida
apenas sufra variaciones. El domingo, bajo la mirada
benvola de su autoridad, don Mariano jugaba a los
gallos. Molesto por una picazn, que no lo dejaba pegar
los ojos por las noches, se rascaba violentamente, mien-
tras a su alrededor aquellos sencillos y buenos guajiros,
apostaban frenticos al pico y a las espuelas de sus res-
pectivos campeones alados.
Padre e hijo se parecan notablemente. Los mismos
ojos, el mismo aire al caminar. En ambos, las facciones
denotaban fortaleza de carcter, convencimiento ntimo
de ideas y de principios. Lo que en el nio respiraba
dulzura y bondad, en el padre tena un sello inconfun-
dible de dureza. El gesto era agrio. Los cordones de
la mandbula inferior se apelotonaban rudos al apretar
las quijadas. Al hijo no le gustaba verlo en esa forma,
la mirada extraviada, la mano por el aire, gesticulando
y protestando.
El nio haba cumplido nueve aos, y de todas sus
pertenencias la ms important era su caballo. Don Lucas
Sotolongo, vecino y dueo de una de las fincas colindan-
tes, le haba regalado un gallo fino que su padre cuidaba
much, en espera de algn expert que le cortara la cresta
para pelearlo. "Pap, asegura que este gallo vale ms
de dos onzas; pero a m me gusta ms mi caballo, y
lo cuido, engordndolo como si fuera un puerco cebn.
Ahora lo estoy enseando a caminar enfrenado, y todas
las tardes lo monto y lo paseo, pues cada da march
ms bonito".
Su madre permaneca en la Habana, viviendo pobre-
mente al cuidado del resto de la familiar (cinco hijas
hembras) y mostraba la angustia de sus responsabili-
dades. Aspiraba a que el nio, en el que presenta extra-
ordinaria inteligencia, se educara. Y escriba sin cesar,
en un estilo desgobernado, no exento de originalidad,
inundado de faltas de ortografa. "No debemos poster-
gar a Pepe". Pero don Mariano tena otras ideas. Y el
matrimonio discuta.
Don Mariano Mart era valenciano. Tena 34 aos
cuando lleg a la Isla de Cuba. Lo debi al destino, no
a la voluntad. Alto, fuerte, robusto, de facciones duras
y rectas, en las que sobresala el bigote tremendamente
negro, era un hombre muy hombre. No tena suerte. Hijo
de un modesto fabricante de sogas, contaba con diez
hermanos, y deba ser l (Mariano) quien cayera en
quintas. El servicio military obligatorio se apoder de su
vida. Hilar hebras de camo, hacer de sastre de cuar-
tel, y ascender a cabo lentamente lo amargaron. Anhe-
laba confusamente la provisionalidad de todo aquello.
Cuando lo enviaron a Cuba comprendi que la cosa iba
en serio. El traslado le vali el ascenso al grado inme-
diato de sargento de artillera.
La Habana, con su puerto amurallado de negras pie-
dras sobre las que batan los aires del Norte, sus palacios
coloniales y sus paseos rumorosos, lo confort. A los
dos aos, no obstante "el servicio extraordinario de la
poca, en la que funcionaba, como smbolo sombro, el
garrote vil", se diverta en bailes y reuniones, atrado
por el bello sexo, en el que causaba frecuentes estragos.
Apena se acordaba de Valencia, del taller de su padre.
Era limpio y presumido; y su cuerpo, dentro del dril
de gala, se balanceaba con elegancia, despreocupada-
mente.
Por las noches, cuando estaba franco de servicio, se
escapaba al "Escauriza", o al caf "La Bola" a danzar
desenfrenadamente, en busca de aventuras galantes. En
uno de estos bailes conoci a Leonor Prez, "tipo moru-
no, agraciada, gentil y hermosa, de ojos algo prendidos
hacia la sien, de talle de avispa, bucles negrsimos y una
gracia un poco chinesca en el alto pmulo". Vesta la
joven un traje de anchos vuelos, ceido a la cintura por
un corpio que destacaba el esbelto talle en los encajes
de una Mara Antonieta. Llevaba un broche muy de
moda en 1850.
Fu un amor a primera vista. Ella era canaria. Esta-
ba en much mejor posicin econmica que l. Viva en
la calle de Neptuno. Sus padres, don Antonio Prez
Monzon y doa Rita Cabrera, haban comprado el in-
mueble con el imported de una lotera. Mariano, alegre
y solcito, se detena todas las tardes al pie de la hermosa
enredadera que cubra la reja de la calle. La joven,
desde el patio, en el que se levantaba, esbelta, una pal-
mera, rea apasionadamente.
Se casaron. Y el 28 de enero de 1853, en una mo-
desta y limpia casita de la calle de Paula, les naca el
primognito, al que bautizron el 12 de febrero con el
nombre de Jos Julin, oficiando en la pila de la sal y
el agua el presbtero Toms Salas y Figuerola.
Abundaban en Mariano Mart grandes cualidades.
Era leal, honrado y enrgico. Mirando hacia otros hori-
zontes, en los que se confundan las reclamaciones del
hogar, lleg a aborrecer el ejrcito. La idea lo domi-
naba. Al nacer su cuarta hija, a la que dieron el nombre
de la madre, largas cavilaciones acicateaban su espritu.
Quera dejar el servicio. No obstante, se senta un poco
esclavo por el juramento que haba prestado a la nacin.
En su oscura capitana, Mariano Mart, recordaba,
ahora, un poco sorprendido, que la satisfaccin de sus
ascensos, en gracia a isabel II, en 1855, en que alcanz
el grado de subteniente, no haba sido bastante a
cohibirle sus afanes. -Se senta harto de sus obligaciones
castrenses. Aquellos ejercicios constantes, aquellos tras-
lados de un lado para otro, no se compadecan de sus
afecciones asmticas. No existi, en realidad, llamada
alguna del destino, "para que su hijo no viera un solo
da a su padre siervo de otros hombres". Su cansancio
moral y material fue la causa verdadera. Un da, al re-
gresar extenuado de unas maniobras militares en Matan-
zas, le dijo a su mujer: "Leonor voy a dejar el ejrcito".
Fue un error. La vida, despus de la cuarentena, no
es fcil de rehacer. La suerte, como siempre, le fue ad-
versa. Se senta a la deriva. No tena estrella. Largos
meses de penuria le abatieron. Y despus de ensayar
intilmente, la recurva estaba indicada. Solicit una pla-
za de "aventajado en el cuerpo de carabineros". En la
modest vivienda de la calle de la Merced todo eran
esperanzas. Leonor, rodeada de sus hijos, no mostraba
amarguras. Sus ojos eran dulces y opacos. La Coman-
dancia General informaba que "no era just emplear a
Mart, perjudicando a un crecido nmero de carabineros
que deban ser preferidos".
Al mes de aquel fracaso, haca girar el timn hacia
otros rumbos ms modestos. Peda una plaza de celador.
Se la dieron. Le agitaban extraas melancolas patri-
ticas y familiares. Le atraa fuertemente el deseo de vol-
ver a ver a sus hermanos, y a su paire, casado en segundas
nupcias. Cinco meses despus, aprovechando que Leonor
heredaba al bueno de don Antonio, renunciaba, embar-
cndose en compaa de esposa e hijos rumbo a Valencia.
Fu un desengao lleno de amarguras este viaje im-
premeditado. Su familiar lo crea poderoso. Su padre lo
imaginaba rico. Amrica era una maravilla. El secret
se desvaneci. Mariano era un pobrete. Las relaciones
se enfriaron. Desconsolado con este descubrimiento,
Mariano decidi regresar a la Colonia. Dos aos des-
pus, en 1859, aun estaba en Espaa. Les naci Carmen
su quinta hija, a la que apodaron la "valenciana". Se
pregunta el bigrafo con ansiedad, en presencia de estos
vaivenes, cual hubiera sido el destino en la esplndida
vida del hijo, si Mariano Mart decide definitivamente
radicarse en Espaa.
Instalados ahora en la calle de Industria 32, los Mart
no sentan agobios. Los bienes del suegro haban resuelto
la situacin. Ya Pepe (como lo llamaban sus padres)
estaba en edad de colegio. Aprenda las primeras letras.
El padre, no obstante aquella modest renta, quera tra-
bajar. "La honrosa carrera de las armas que supone el
servicio de su soberana, la reina de Espaa, al que viene
dedicado desde hace ms de seis aos, le abre nueva-
mente las puertas". Al mes de su llegada a Cuba ocu-
paba una modest plaza de celador en el barrio de Santa
Clara. Tena el andar seguro; se haca acompaar de
una pareja de salvaguardas, que lo ayudaban a espantar
vagos y holgazanes. Su bigote negrsimo le haba valido
un sobrenombre: Boca Negra. Al verle venir se escurran
aquellos que no sentan muy limpia la conciencia. Infun-
da grandes temores.
Porque don Mariano era mal genioso. Sus frecuen-
tes ataques de asma lo inferiorizaban. Incurra en graves
faltas. Conoca del robo de seis cajas de champn, y
olvidaba instruir "el oportuno sumario". Con motivo del
envenenamiento del cochero de don Antonio Daz Al-
bertini, se negaba a recibir declaraciones. En la cuadra
comprendida entire las de Teniente Rey y Muralla, le
haba dado una tremenda paliza al caballo de doa Ade-
laida de Villalonga, porque la bestia detenida por el
cochero estorbaba el paso a un carretn, y los aurigas
discutan apasionadamente. A las autoridades les pare-
ci inverosmil que le diera la razn al carretonero. En
fin, lo dejaron cesante. La elegant y aristocrtica doa
Adelaida se haba quejado... de "aquel brbaro ce-
lador".
Su compare Arazoza lo ayudaba en estos das
aciagos. El padrino haba descubierto en el hijo d su
amigo un ejemplar muy superior al medio en que haba
nacido.
Don Mariano no encontraba trabajo permanent.
Viva de comisiones: remates de paos en la calle de la
Muralla; venta de bozales. Viendo a su hijo, ya mayor-
cito, que escriba admirablemente, se lo llev al interior
de la Isla. Recorrieron algunos ingenios en tiempos de
zafra. El nio, abandonados los studios, compona cuar-
tetas, escriba a hurtadillas, preguntaba, hablaba desen-
vueltamente, sugera a su padre cosas que ste a veces
no entenda muy bien.
Un da, Pepe lleg a su casa. "Vena empapado,
y temblndole en los ojos el possible regao". Vio a su
padre muy alegre, de frente al patio, "mirando como las
gotas chispeaban rabiosamente sobre el enlosado". Doa
Leonor, lo besaba. "A tu padre lo han nombrado capi-
tn de partido en Matanzas, y quiere que t te vayas
con l".
Por la maana padre e hijo se levantaban muy tem-
prano. Se vestan de prisa; recorran el casero. Que
placer contemplar el da inundado de sol! Sentir en la
cara el golpe fresco del aire cargado de la pureza del
campo. Luego regresaban a despachar los asuntos de
la oficina.
Las vacaciones de septiembre de 1862 haban pasa-
do, y don Mariano no hablaba del retorno de su hijo.
Doa Leonor escriba insistiendo en la educacin de
Pepe. Verdad era que el propio muchacho tampoco se
preocupaba. Montaba a caballo, visitaba la finca de
Don Jaime por la que pasaba un riachuelo, o la de don
Domingo, "en la que el agua haba llegado el sbado
hasta la cerca de la casa". No se acordaba de la escuelita
del barrio, en que las penas que solan imponerle no
haban ido ms all de suaves tirones de oreja, o de aspa-
ventosos regaos verbales.
Su padre, aseguraba que era mejor el aprendizaje
de la vida que el de los libros, y que la capitana le sera
muy til. Pero en realidad a quien le era utilsimo el
muchacho era a l. Mientras el nio ordenaba los pape-
les del despacho, el capitn se vea obligado algunas
veces a usar su bastn de mando en "alguna que otra
querella de poco bulto".
Su cualidad superior era la honradez. Cuando el
subteniente Manuel Aragn, capitn de este partido, fu
separado de su cargo por dedicarse a la trata de negros,
Mariano Mart que gozaba fama de honrado, lo susti-
tuy. As como lo haba perjudicado el caso de doa
Adelaida, deseoso el Capitn General, Francisco Serra-
no y Domnguez, future Duque de la Torre, de contem-
pori;zar con la aristocracia, lo haba beneficiado esta pro-
pia administracin que trataba por todos los medios de
poner dique al repugnante trfico esclavista.
No obstante, los Capitanes Generales que se oponan
a este sombro negocio, duraban poco en Palacio. En
Madrid, la reina gobernadora era negrera. La realidad
de la colonia era la injusticia. La buena fe no era un
escudo. Don Mariano, honest y torpe, estaba desar-
mado. Distingua de los dems peninsulares, lo cual era
bastante, una just apreciacin de los valores humans.
Pero se senta profundamente espaol. Su vida era la
tradicin y la lealtad. Su drama ser su hijo, iluso, soa-
dor y poeta. que engendrara en su alma la asombrosa
area de acabar con la dominacin espaola en Amrica.
De octubre a diciembre el campo result un cambio
de colors. El invierno ha llegado yhan perdido su
esmeralda todos aquellos contornos. Una fra maana
de viento y de polvo, Mariano Mart se levanta ms tem-
prano que de costumbre. Desde hace das espera por
una comunicacin. Un, reborde de luz corre por detrs
del monte, dilatando el casero que se levanta en la cla-
ridad. Llegan ecos de voces, rumor de pasos; aqu un
buey que arrastra una chirriante carreta; all un gallo
que da su bronca clarinada; ms lejos, sombras que se
diluyen. Don Mariano, de regreso, caminaba rpida-
mente en el aire sereno de la maana lleno de trasuntos
olorosos a tierra. Vena envuelto en una bufanda. Prxi-
mas las pascuas y el cumpleaos de Leonor se fueron a
La Habana.
Por el camino, repleto de colors, el muchacho re-
peta mentalmente sus primeros versos, dedicados a su
madre:
"Quiero cantar, sentir el roce de sus besos
ardientes, que de otros labios nunca seran
iguales". %
4
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II
UAVE, lnguida, gruesa, y con una
/nube en un ojo, Leonor Prez,
prxima a los cuarenta aos, espe-
,, .' /i raba al esposo y al hijo, rodeada
de sus hijas, en la humilde morada
de Jess Peregrino. No era una
Smujer vulgar. Inteligente, viva de
genio, simptica, haba aprendido
en su juventud a leer y a escribir en casa de unas amigas.
Y senta renovarse, en el vstago, sus ya pasados anhelos
de sabidura.
-Vamos, Pepe, rectame otra vez esos versos.
Lo besaba alegremente, mientras don Mariano, sor-
prendido, se preguntaba ntimamente dequin poda
haber heredado la vena potica aquel fruto de sus en-
traas.
Cuando se terminaron los festejos pascuales y la
celebracin del cumpleaos, disipndose los vapores de
estos das despreocupados que reforzaban el buen humor
de la familiar, Leonor, incansable, con esa insistencia
llena de instinto que distingue a las mujeres, planted
abiertamente el problema del colegio. En la escuelita
del barrio, Pepe, era el ms distinguido. Haca poco
habla ganado una medalla con notas de sobresaliente en
la clase de ingls. Le atraan, con embeleso, las figures
romnticas de la historic. Era un nio brillante y excep-
cional.
Don Mariano ya no encontraba arguments. Se rin-
di de buen grado. Su situacin econmica no era tan
mala despus de todo. La casa en que vivan era propia.
Posean otra en la calle de Pealver. Rita, su suegra,
inconsolable con el deceso de don Antonio, les deiara
los gananciales.
A los pocos das, doa Leonor, entraba con su hijo
en la Academia de San Anacleto. Su director, don
Rafael Sixto Casado, la escuchaba con benevolencia.
Pero hay un inconvenient para admitir al nio. S.
Han pasado tres meses del curso. Podra recuperar el
tiempo perdido? Sus dudas desaparecieron ante la res-
puesta decidida de Pepe. El hara ese esfuerzo.
Pepe era hurao y retrado. Sus compaeros lo cre-
yeron un vanidoso, un soberbio. Esta creencia, contri-
bua a exaltarse con su propia personalidad. Jams se
reuna, en los recreos, con sus condiscpulos. Solitario y
esquivo, estudiaba sus lecciones, dando pruebas en clase
de su gran capacidad. En realidad no haba tales exclu-
sivismos. Sufra.el complejo de su pobreza. Los dems
vestan bien, se hacan acompaar de criados y de sir-
vientes. El llegaba invariablemente solo, enfundado en
su trajecito deslucido y rado, el nico que tena.
Al fin, un adolescent que le mostraba simpata in-
vencible, y lo buscaba a' la salida, y se le sentaba al
lado en las aulas, venci sus desvos. Se llamaba Fermn
Valds Domnguez. Era rico.
Cuando a la cada de la tarde, sus tareas, y las obli-
gaciones que aun le enviaba su padre, desde la capitana,
le dejaban el tiempo libre, lea apasionadamente. "La
Cabaa del To Tom" conquistaba su nimo en favor
de las ideas del Norte. La libertad. La independencia.
Lincoln. Aquello tena un ritmo impresionante de agi-
tada exaltacin.
Fermn, por el contrario, era confederado. Dispu-
taban con frecuencia. Pepe pona en sus arguments
oleadas de fuego. El amigo caa vencido por estas ex-
plosiones prematuras. 'Lo admiraba profundamente.
-Pepe, vmonos al puerto a ver los barcos ame-
ricanos?
Todo esto se derrumb, cuando don Mariano, en
uno de sus viajes a La Habana, no obstante las calurosas
protests de Leonor, se lo llev nuevamente a Matanzas.
O
En la capitana suceda algo raro. El Capitn mos-
traba gran preocupacin. Haba descubierto la pista de
un desembarco clandestine de africanos, y se dispona a
prestar un magnfico servicio. Llev a su hijo?
Al acecho, se trasladaron a la costa. Noche sur-
cada de rayos que iluminaban en el relmpago las nubes
a ras de tierra. "Junto a la orilla se pegaba el barco
del cual iban saliendo, ciento a ciento los negros por el
ancho portn que a flor de tierra abra la goleta". El
viento silbaba; los almcigos copudos arrastrbanse por
el suelo, y la hilera de esclavos desnudos, resbalando en
la negra carne el agua, formaban un ejrcito desolador.
I Qu servicio
Don Mariano sufri, esta vez acaso, la ms cruel de
sus decepciones. Lo cesantearon fulminantemente. Das
despus entregaba las insignias a Manuel Aragn. Y
aos ms tarde, Ibez, un fiel servidor de la Colonia,
explicaba, entire lneas, en una comunicacin, que. la hon-
radez de Mart, y los negocios del teniente-gobernador
de Coln, eran incompatible. Lo haban separado del
cargo sin justificar las razones.
22
9
Despus de aquella arbitrariedad a don Mariano se
le hizo pequea la Isla. Pens en correr fortune. Se
embarc con su hijo hacia Honduras Britnicas. Fra-
cas nuevamente. Decidi educar en definitive a Pepe.
Advertido por Arazoza, a su regreso a La Habana, en-
comend el retoo a la tierna sabidura de don Rafael
Mara Mendive que diriga un gran colegio.
Pepe tena ya doce aos. Los ojos de ensueo; el
semblante agradable en el valo del rostro coronado por
la amplitud del frontal, robusto y vigoroso. Acostum-
brado el professor a descubrir conciencias, le fu fcil
penetrar en la de este nuevo discpulo. Al muchacho le
agrad el maestro. Le impresionaba aquella palabra que
brotaba flida de los labios carnosos y gruesos; la barba
y las cejas pobladas, la mirada triste. .
Despus del maestro, lo ms atractivo era la biblio-
teca, repleta de libros y de folletos, amontonados en
anaqueles, mesas y sillas. Cuando pudo registrar en ella
a sus anchas pareca una mariposa volando alrededor de
la luz. Se apoder de su espritu una rara sensacin;
se sinti dominado por la poesa del professor. No se
parecera l a Mendive? Alegremente descubra estos
estados de nimo. Se aprendi de memorial aquellos
versos, en la soledad de sus horas inquietas. Y lleg a
creerse que eran suyos.
Mendive, ms que un maestro, era un filsofo. Su
niez discurri en la abundancia; en "la paz de un hogar
dichoso y bien provisto a un molde de sosiego". Al
arruinarse su padre, su hermano Pablo fue el encargado
de prodigarle los conocimientos ms elementales. Pobre
y melanclico, cursaba sus studios, en la adoracin del
pasado. Haba comprendido que la vida no era un
cuento de hadas. Al hacer crisis, su poesa se tea
blandamente de ese sentido serenamente triste, que tras-
miti, sin pensarlo, a su mejor discpulo.
A lop cuarenta y cuatro aos Mendive era un desen-
gaado. Llevaba las alas rotas. Antes de sus agridulces
estrofas, "el deseo de visitar Europa; de fijar sus ojos
una vez siquiera en aquellos cielos bajo cuyo soberano
influjo, haban nacido tantos y tan celebrados poetas,
sabios, msicos y pintores", constitua su sueo dorado.
Conversar con l era fascinante. Aunque desesperanzaba
del porvenir, el pasado surga lleno de un colorido des-
lumbrador. Sus viajes eran pinturas de raras imgenes.
En Nueva York haba tenido el privilegio de tratar
al padre Varela. En Italia, la patria de los Borgias y
de los Mdicis, aun misteriosa e inquietante, haba visi-
tado Roma, Florencia y Npoles, saturndose de arte.
Pars era algo fabuloso. All se encontraba cuando el
golpe de estado de Napolen III, y haba visto huir a
Hugo y a Lamartine, que ya eran famosos. Conoci a
Domingo del Monte, colaborando en un peridico que
se editaba en castellano, y que Mendive mencionaba con
fruicin: El Correo de Ultramar.
Las inequvocas inclinaciones a soar bajo otros cielos
de este triste poeta, fu muy pronto advertida por el dis-
24
3 -*
cpulo. Mendive era un sentimental. La cuerda que
mejor sonaba en su lrica era la del amor. Su alma se
dilataba en el seno de la Naturaleza. La inmensidad de
los cielos, el brillo de los astros, la oscura pompa de las
selvas, la plata de los arroyos, eran su inspiracin. "En-
tonces, se aduerme en brazos de una soadora idealidad,
como dice Byron, y canta con la espontaneidad y sen-
cillez con que canta el ruiseor en los bosques".
Cuando los lazos de esa respetuosa relacin estable-
cida entire professor y alumno se fueron haciendo ms
ntimos, Pepe, lector insaciable, agitado y curioso, se
haba ledo una gran parte de aquella biblioteca que le
viramos atisbar. En ella, en amable correspondencia al
ejemplar de las Pasionarias de Mendive, exista un libro
de versos del admirable autor de "La Sonrisa de la
Virgen", en que el bardo haba escrito esta dedicatoria:
a Rafael M. de Mendive, con los recados del Autor.
Cambridge, Estados Unidos, 30 de Noviembre de 1847.
Longfellow.
Al joven, le pareca el gran poeta un hombre que
haba domado un guila. Senta a veces una blanda
tristeza, como quien ve a lo lejos, en la sombra negra,
rayos de luna; y otras veces, prisa de acabar, o duda
de la vida posterior, o espanto de conocerce le llenaban
de relmpagos los ojos.
Mendive poda compararse a Luz Caballero, que ya
haba muerto, al Padre Varela, a Domingo del Monte.
Demostraba, como stos, su afn de servir al progress
y a la cultural de la Isla, en el prlogo de sus ms glo-
riosas audacias. Haba obtenido la direccin del Colegio
por oposicin. En los studios, deca el Conde de Pozos
Dulces, hay que armonizar la inteligencia y el corazn.
Mendive lo haba logrado. Su sensibilidad, aliada a su
inteligencia formaran una rara mixture en el corazn de
sus discpulos. L..a emocin de su triunfo, asociada a sus
recuerdos, lo denunciaban en el uso de ciertas palabras,
que no podan aplicarse a la colonia. La patria. .. Qu
patria ?
Al tratar temas tan peligrosos, abordndolos con
valenta, hablaba de los hombres del porvenir. Quera
borrar todas las prevenciones, todas las sospechas de la
educacin para que el nio al volver ya hombre al seno
de la familiar no se convirtiera en una sombra, sino en
una estrella que la iluminara.
Mendive estaba casado en segundas nupcias con Mi-
caela Nin. Y este hogar le pareca a Pepe "una casa
toda de ngeles". Se haba acostumbrado tanto al Co-
legio que las tareas le eran fciles y agradables. Las
horas en su casa 'se le hacan interminables. Cuando su
padre lo oblig a trabajar en una bodega, lo que era
vocacionalmente su anttesis, se horroriz, y mostraba
abiertamente su rebelda y su disgusto. Q mundos
tan diferentes recorra a diario!
Don Mariano profundamente amargado no haca ms
que rezongar y gruir. Su maestro, en cambio, lo esti-
mulaba cariosamente, y le celebraba la inteligencia.
Este saldo de actitudes lo alejaba de su casa que era
el reverso de su esplndida medalla de ensueos. Jams
le dir adis a su panorama spiritual, ntimo, y hasta
ahora silencioso; escuchaba voces interiores de lejanas
y ardientes llamadas que lo estremecan, y contemplaba
panoramas confusos y asombrosos. Estaba aprendiendo
a sufrir. Su maestro haba dicho que la salvacin de la
vida estaba en el sufrimiento. La vida sin dolor no era
un poema. Quin sufra ms que l?
Valds Domnguez que se haba matriculado en
el Colegio de Mendive, vea ascender a su amigo a los
lugares cimeros de la clase. Pepe conquistaba, sin grandes
esfuerzos, sus primeros triunfos como escritor, como poeta,
como pensador. Don Rafael que ya lo amaba paternal-
mente, dictaba su leccin de historic, subrayando con
gran entonacin los grandes ejemplos, desde Graco hasta
Bolvar.
"Otras veces, las hijas de Mendive, interrumpan el
bordado bajo la lmpara de la Sala. O escuchaban de-
trs de las persianas, cuando las expulsaban por traviesas,
lo que ante el Tribunal de Valds Fauli, Domingo Aro-
samena, Julio Ibarra, el conde de Pozos Dulces y Luis
Victoriano Betancourt, decan sobre el funesto Alciba-
des, el magnnimo Artaxerxes, o los sublimes Gracos".
"Y cuando faltaba Manuel Selln, professor de fsica, el
director, sin saber much de ciencias, se sentaba a ha-
blarles de fuerzas y los embelesaba".
Con el alma entera en el colegio, Pepe prefera tra-
bajar con Mendive a pasear con Fermin. Su maestro
haba traducido "las melodas de Toms Moore", de-
dicndoselas al virtuoso pianist Pablo Desvernine. El
joven quera traducir a Shakespeare. Aquella ilusin
cay tronchada por un desengao infantil. La escena de
los sepultureros, en la que el gran poeta ingls hablaba
de ratones, le pareci impropia del autor de Hamlet.
Qu desconsuelo! Se olvid de sus precauciones.
Aquel otro poema amoral y hermoso "Cain, a mister'
lo atrajo profundamente. Traducira ste. Con ayuda
de un librito (The American Popular Lesson) comenz
sus labores. El extrao y tempestuoso Byron encabezaba
la primera pgina con una dedicatoria a Walter Scott.
-"Quin, fuera de la oscuridad en que vivimos, pre-
gunta Abel, puede hacer luz sobre las aguas?"
La noche se haba apoderado de la biblioteca. Men-
dive entr en la Sala sin que el discpulo, absorto en la
lectura se diera cuenta. El professor se acerc, y no pudo
ocultar su asombro. El muchacho, de pie, abochornado,
el rostro enrojecido, no tena disculpa que ofrecer. Pen-
saba en los reproches aue mereca la seleccin del inces-
tuoso poema. Pero Mendive se haba quedado callado.
A los pocos das, Pepe tomaba al dictado las obras
inditas de su maestro; las escenas de su drama "La
nube negra"; o algn captulo de su novela sobre la so-
ciedad habanera, "donde estn como flagelados con rosas,
pero de modo que se les ve pestaear y urdir, los hroes
de la tocineta y del chisme y del falso dandismo".
O
Dnde se mete Pepe, cuando no va al colegio?,
--le preguntaba don Mariano a Leonor. Algunas veces
el padre sala en su busca a la calle. Regresaba irritado,
violent, dejando en la puerta las retumbancias de su
genio, mientras la esposa y madre, mostraba en su rostro
los gestos de una rebelda fugaz.
Pepe haba cumplido quince aos, y se haba afi-
cionado al teatro. Era un maestro en encontrar pretextos.
Leonor crea estar en el secret, y lo encubra; "Pero ya
sabes como es tu padre". Fcil a las amistades, de verba
encantadora, sugestivo y cordial, Pepe se ayudaba con
sus muchas amistades. Y se le vea con frecuencia en el
gallinero de Tacn o de Albisu. Al cabo de algn
tiempo haba mejorado de ubicacin. Un peluquero, pre-
cisamente el que peinaba y arreglaba a los artists, se
haba hecho su amigo. Le agradaba el jovencito de ojos
soadores y de ideas brillantes que se las ingeniaba admi-
rablemente. Le facilitaba pelucas, cosmticos, brillan-
tinas, perfumes para que los entregara a los artists, y
una vez dentro se quedar a gozar la funcin.
El no descuidaba sus studios. Mendive, previa au-
torizacin de don Mariano, se haba hecho cargo de cos-
tearle el bachillerato. El da que aportaba el ingreso, con
nota de sobresaliente, rechazaron nuevamente al "viejo"
del servicio por su "poca aptitud, escasa capacidad y falta
de modales". La victoria del hijo qued anonadada ante
este revs del padre, que era uno ms en su vida.
Hechos tan contradictorios tenan ms importancia de
lo que a primera vista parece. El.jovencito progresaba
moralmente. La vida no poda ser aquella rutina dolo-
rosa de sus antecesores. Existan otros horizontes. Por
primera vez se sorprenda, sobresaltndose intensamente.
El quera ser bueno; quera ser culto; quera ser libre.
Las palabras libertad e igualdad las repeta tan a menudo,
que un da su padre mirndole en los ojos, le dijo: "y
crees t que yo emprend tu educacin con otra idea". El
muchacho comprendi el sentido de la frase; aunque l
pensaba en otra libertad que hasta ahora no se haba
atrevido a definir.
Este conflict de deberes, este duelo de conciencias,
surga en su corazn. La atmsfera de la colonia vi-
braba entusiasmada, llena de esperanzas, al calor de la
campaa reformista. Cuando Mendive, rodeado de ami-
gos y compaeros, escuchaba las discusiones sobre las
conveniencias de la Isla, (equiparacin con las provincias
espaolas o integracin de un rgimen semejante al del
Canad) Pepe lo oa rubricar pesimista: "Todo eso son
maneras de perder el tiempo".
La curiosidad se mezclaba a un afn inmoderado de
hablar de aquellas cosas. Mientras estudiaba su primer
ao, se interesaba cada vez ms por la historic de la
Colonia; se envaneca, al poco tiempo, de conocer las
intimidades del rgimen; los continues esfuerzos de los
cubanos en favor de la independencia desde 1823. Es-
taba decidido. Audazmente, acompaado de Fermn,
formaba filas con los bijiritas, y contra los gorriones. Era
asombroso. El, hijo de dos espaoles! A sus hermanas
les pareca un soberbio adolescent. Sus padres, natu-
ralmente, no saban nada de aquellos arrebatos.
En su pasin por estas curiosidades tan peligrosas
haba ido ms lejos que Fermn. Conversaba con el
maestro. Y le preguntaba:
- Qu pas en 1837 con nuestros diputados a Cortes,
rechazados por el Parlamento metropolitano. . Ud.
no cree en un mejor trato para Cuba, por parte de Es-
paa?
-"Yo creo, hijo mo -le deca Mendive despus
de exhalar sus pesimismos- que los cubanos ya mere-
cemos nuestra patria propia. Pero estas cosas no se
pueden hablar con todo el mundo".
Con incansable anhelo, se puso a leer revistas, peri-
dicos y libros. Maduraba aquel pensamiento. Acosaba
a preguntas a Jos Ignacio Rodrguez que se proyectaba
cerca de l con cariosa simpata, invitndolo a almorzar,
o a pasear por el Calabazar o por Guanabacoa. Rodr-
guez, professor del colegio, mentalidad lgica y erudita,
no era capaz de leer en el porvenir de aquel muchacho.
Comprendi que los pesimistas estaban en lo cierto.
No habra reforms. Cnovas del Castillo engaara a
los liberals. Mendive tena razn. Lo contemplaba en
la sala, siempre vestido de dril blanco, oyendo la co-
media que le recitaba Toms Mendoza. O lo vea en
los largos paseos del colgadizo, cuando callada la casa
de la luz de la noche y el ruido de las hojas, en plena
inspiracin compona sus versos. Unas sextillas que eran
latigazos. Otro da, Mendive defenda de los hispan-
fobos y de los "literatos de enaguas", la gloria cubana.
que queran quitarle a la Avellaneda. "Oh, aquel ena-
morado de la belleza la quera en las letras como en las
cosas de la vida, y no escriba jams sino sobre verdades
de su corazn!"
Pepe haba llegado verdaderamente al alma del
maestro. Este no tena secrets para l. Un da le en-
treg su reloj para que se lo empeara. "T sabes, -le
dijo- tengo que socorrer a un amigo en desgracia".
Cuando Pepe regres con el imported del prstamo, seis
onzas, conoca el nombre del amigo: un poeta. Esta ac-
titud de su amado Mendive le inspir una idea generosa.
Reuni a sus compaeros y les propuso una colecta "para
regalarle un reloj al director". Con lgrimas en los ojos
se lo ofreci. Ambos se emocionaron profundamente.
Preocupado por todas las cosas del Colegio, el jo-
vencio vigilaba a Salvador, obligndole a sacudir el
polvo de las mesas, y a pasar la esponja por pizarras y
carpetas. El mismo confeccionaba los recibos; le recoga
la firma a Mendive, y sala a hacerlos efectivos. Pero
era reciprocado por su maestro. Cuando se examine y
obtiene dos sobresalientes y un aprovechado, disputando
ms tarde el premio de matemticas con Anastasio Mejas,
al que derrota, Mendive hace publicar sueltos elogiosos
en "El Siglo" y "El Eco de La Habana", celebrando su
notable aprovechamiento.
Aquel jovencito Jos Mart, dbil y plido, era un
estudiante notable. En septiembre el balance era el si-
guiente: Gramtica y latn, sobresalientes. Aspiraba a
los premios. En latn no tena contrincantes. Pero el
de gramtica era temible. Se llamaba Jos Antoln del
Cueto. Se costeaba sus studios a fuerza de premios.
Tema: Clasificacin de las figures de diccin. Si son ne-
cesarias de serlo determinar los casos. Cueto era l-
gico y metdico. Mart era lrico y romntico. Cueto
ser uno de los ms grandes abogados de la Isla, y har
un gran bufete. Mart ser uno de los ms heroicos pa-
triotas, y fundar una repblica. Triunf el poeta.
Cuando Mendive y su esposa Micaela pasaron por
el gran dolor de perder al hijo varn, Mart y Pancho
Selln les dedicaron dos sentidos poemas. En cierto
modo, el joven haba plagiado al maestro, al decir que
el dolor ennobleca y elevaba los espritus. Las lgrimas
de Micaela le parecan perlas. La muerte de Miguel
Angel era una ascensin al cielo. Lo vea sonrosado,
"inmvil como un lirio blanco que se apaga". En el
verso de Selln, que quera "consolar y esparcir por el
mundo castellano las bellezas", debi intervenir la cen-
sura. El propio Mendive sustituy unas frases. Donde
deca: "de Bolvar y de Washington, la gloria", el deso-
lado director escribi: "de Harmodio y Aristogiton.."
Una tarde, en aquellos das tristes y solitarios, apa-
reci don Mariano en el Colegio.
-"Vamos, no quiero que te presents como un
marrano. Te llevar a comprarte un sombrero y unas
camisas .
El joven le escriba a Mendive esta nota: "Hasta
maana, y made a su discpulo que lo quiere como un
hijo".
Lleg a su casa asustado. La incertidumbre se des-
vaneci. Pero no poda explicarse la enorme inquietud
mental que le dominaba a todas horas. Acompaaba sus
studios con aquella insaciable sed de lectures que sal-
picaba de hermosos versos. Sus hermanas, conocedoras
de su gran inspiracin, le recordaron que la pasada
Nochebuena, les haba ofrecido sus ritmos. Antonia y
Amelia, aparecieron como "dos ngeles que habitan un
pobre nido, por donde ya asomaban los lobeznos. Oh,
hermanas mas, pero no se corten las alas; no lloren por
no ver cielos!" Con Ana era ms carioso, y menos lu-
minoso. "Perdname estas malas poesas. As han bro-
tado y nunca enmendar lo que escriba para ti". "A
Chata, con quien retoza en el patio, mientras sembraban
unas flores," la hiere, sin querer en la frente, con el palo
de una guataca".
N Espaa, el general Prim haba
*l" arrojado del trono a Isabel II. En
Puerto Rico, Lares se pronunciaba
contra la Metrpoli. Y en Cuba,
L Carlos Manuel de Cspedes, se al-
zaba contra la tirana secular el 10
de octubre de 1868.
Al levantarse el teln de este
drama tumultuoso y sangriento, Mart posedo y febril,
senta la necesidad de rimar imaginativos fervores b-
licos. En los pasillos del Instituto, secretamente, repar-
ta "El Siboney", peridico manuscrito, con las primicias
de su lira revolucionaria. Compuso un inflamado soneto
inspirado en las arengas de Carlos Manuel.
-"El pueblo ha lanzado su grito de guerra. El
opresor gime, solloza y tmido se aterra". Al joven le
pareca escuchar el trueno de los caones; vea desbor-
darse el Cauto; matizarse de luz la sierra Escambraica,
en el sol de aquella madrugada gloriosa. A Cspedes
lo buscan por gua los que le ven centellear los ojos. La
tierra se alzaba en montaas y en ellas los libertadores
de pueblos.
Por las noches, profundamente emocionado, corra
a casa de su maestro, donde se reunan el ingeniero Ro-
berto Escobar, el abogado Valds Fauli, el hacendado
Cristbal Madan, y el estudiante Entenza. Mendive de
"codos en el piano, con un mapa de la Isla extendido
ante los ojos, segua la march de Cspedes en la ma-
nigua". Adems, haba compuesto un soneto contra el
Capitn General Lersundi, que "los muchachos recitaban,
en el patio, al pie de los pltanos".
En los moments en que Lersundi organizaba los
cuerpos de milicias voluntarias, asesinos y presidiarios, a
sueldo de la Colonia, para combatir la revolucin, a Ma-
riano Mart lo nombraron celador, destinndolo al re-
conocimiento de buques en Bataban No era aquello un
gran infortunio?
El muchacho no poda franquearse. Su madre, la
buena y dulce Leonor, descubra, en lo ms recndito de
su hijo, esta pgina de filiales ausencias. Si apareca es-
quivo y sigiloso, como ms adelante, rotas las amarras,
sera frvido y exaltado, se deba a que le cerraban el
corazn. No se senta a gusto en su casa. Prcticamente
viva en el colegio, o con los Valds Domnguez, donde
estudiaba ingls con el professor de Fermn y 'Eusebio.
Emocionado, les preguntaba. Hablaba de los progress
de Cspedes. Se entusiasmaba.
Los sucesos eran verdaderas rfagas. Lersundi, ds-
pota y cobarde, fue sustituido por. el general Dulce.
Arrib ste a Cuba enfermo y pesimista. Se mostraba
conciliador: Su recibimiento careci del otrora esplen-
doroso que acompaaba a los procnsules. El da de
reyes, del ao de 1869, se dirigi a los cubanos, aconse-
jndoles unin y fraternidad, olvido de lo pasado (esto
era lo nico que se le ocurra) y esperanzas para el por-
venir. Dict dos decretos importantes concediendo la
libertad de pensamiento, y aboli las Comisiones Ejecu-
tivas Permanentes, de tan odiosa recordacin, restable-
cidas haca un alio por su funesto antecesor.
Un historiador de la poca dijo que Dulce abra la
puerta a vientos furiosos. La pasin por la letra de molde,
y la agitacin exaltada de las ideas, salt impetuosa
sobre el dique de los aos. Setenta peridicos y sema-
narios brotaron enr pocos das. Mart, a quien le pareca
poco su hoja manuscrita y clandestine, colaboraba en
"El Diablo Cojuelo", matizado del sentido irnico y
jocoso de Valds Domnguez.
37
.4<.,
Mart no le tena miedo al pblico. Subrayaba los
apellidos de los Capitanes Generales, y agregaba: "Me
importa poco que me idolatren o que me zahieran". A
Jos Mara Zayas, auxiliar de Luz Caballero en El Sal-
vador, credo en el deber de enjuiciar la Revolucin de
Cspedes, en un mediocre folleto, (Cuba: su porvenir)
lo maltrataba speramente. Y quin le ha preguntado
a Ud. su opinion, ni para qu cree Ud. que la necesite
Cuba!
Cuando Jos de Armas sali hacia el interior de la.
Isla, en una de las comisiones que despachaba Dulce al
campo insurrecto, (a Cspedes el bruto de Lersundi le
ofreca doscientos mil pesos por abandonar la revolucin),
Mart planteaba el dilema. O Yara o Madrid. No
haba otra solucin. Sin disimulo le confes a su padre
que estaba prximo a editar un peridico. Don Mariano,
que en el fondo culpaba a Mendive, se indign con su
hijo. "De ninguna manera. Cuidado con eso!" *
-"1Oh cuntas lgrimas son testigos de mi ansiedad
terrible; del huracn que ruge en mis entraas. Perdona,
oh madre, perdona que de ti me aleje para partir al
campo!"
Pero hasta ahora cuanto exista en l eran chispazos
prematuros de la verdadera significacin de su talent y
de su amor al suelo en que ha nacido., "Soy -le dice
a Fermn- un revolucionario, un alzad ms".
Entregado por entero a sus ideas, y acompaado del
amigo, fueron a la Imprenta, en la calle del Obispo, a
urgir la publicacin de Patria Libre, que sufragaban
calladamente Don Cristbal y Mendive.
En semejante estado de exaltacin, el impresor se
crey obligado a objetar el poema Abdala.
-No creen ustedes demasiado temerarios estos
versos? El que los lea comprender enseguida...
-Djelo como est, replic Fermn bruscamente.
Las campanas de la Catedral repicaban en sus co-
razones. Fermn abrazaba a Pepe en plena calle. Ya
tenemos peridico, ya tenemos peridico! ..
Fueron a retratarse. Ambos estn elegantemente
vestidos: la casaca de alpaca negra, con pequeos fal-
dones, al estilo de la poca; el pantaln gris sobre los za-
patos, el cuello de pajarita, el pelo tendido hacia atrs,
y la juventud sin ira en los ojos soadores y transparentes.
Segn pasaban los das, la fiebre del patriotism
suba como la marea. En Camagey, un joven indo-
mable, Ignacio Agramonte, la figure de girondino y la
estatura heroica, juraba vencer o morir. En Oriente, un
dominicano, Mximo Gmez, la cara de gaviln, el bi-
gote y la pera negrsimas, ascendido vertiginosamente de
sargento a coronel y de coronel a general les enseaba a
los cubanos a usar eficazmente el machete redentor.
Los nimos se exaltaban. En el teatro Villanueva el
21 de enero por la noche, en una funcin, con el pretexto
de auxiliar a unos insolventes que no eran otros que los
alzados de Yara, se daban vivas a Cuba, y mueras a Es-
paa. El gobernador, requiri la presencia del dueo y
director, don Jos Nin y Pons, imponindole una multa
de doscientos duros fuertes, y absolvi a los actors. A
la noche siguiente no se caba en el coliseo. Estaba re-
pleto de pblico. Al entrar las criollas con el pelo suelto
y los trajes en azul salpicados de blanco, tachonados de
estrellas, los "tacos del Louvre" las aplaudan alegre-
mente. A ltima hora, el gobernador Gutirrez de la
Vega, del que Mart haba escrito un suelto punzante
en "El Diablo Cojuelo", reforzaba la vigilan'cia.
Se representaba el perro huevero. Los actors bufos
recitaban con tanta entonacin los versos viva la tierra
que produce la caa que parte del pblico prorrumpi en
gritos de entusiasmo por Cspedes y por la indepen-
dencia. Susto, expectacin; se generalizan los vivas y
los mueras; irrumpen los voluntarios; suenan cristales
rotos; ruedan sillas; se escuchan disparos. Una confusion
enorme agita al pblico que se lanza hacia la calle.
Mendive viva muy cerca del teatro. Aquella noche
se encontraba acompaado del discpulo. Atendan a
Micaela, convaleciente de sus penas. Pensaban darle
lectura al ejemplar de Patria Libre, cuando la velada
qued interrumpida. El rumor de la calle, como un ron-
quido gigantesco se precipitaba en el interior d la casa.
A travs de las ventanas presenciaron asombrados una
verdadera cacera humana. Pblico y curiosos corran
despavoridos en todas direcciones; sablazos a derecha e
izquierda; descargas contra las paredes de la casa.
En el patio, las hijas de Mendive lloraban y rezaban,
oyendo los impacts. Grupos sin uniform iniciaron fo-
gatas junio al portn taladrado por las balas. En los
tejados, envuelto en sombras, algn criollo aprovechaba
la impunidad para disparar dejando en el suelo al abo-
rrecido voluntario. Un coche se detuvo bruscamente ante
la puerta. Retumb la aldaba, y Mart escuch la voz
asustada de su madre.
-Vamos hijo; vamos pronto, la nia est sola.
En la "Gaceta de La Habana", al da siguiente
Mart lea unas vehementes declaraciones del general
Dulce. "Anoche se ha cometido un gran escndalo que
ser castigado con todo rigor. . Algunos de los trastor-
nadores del orden pblico ya estn en poder de los Tri-
bunales. Se har justicia, pronta justicia".
Por la tarde, un nuevo peridico, que se dice estar
influenciado por Rafael Mendive, sorprenda a muchos
habaneros.
La aparicin del peridico no poda tener coinci-
dencias ms graves, ni concomitancias ms difciles. El
nombre, Patria Libre, ya era bastante. Con Patria Libre
en la calle, importa conocer esta arrogante juventud, la
direccin de su voluntad, las impresiones de su inteli-
gencia. En un ser inteligente todo sentimiento obedece
a alguna idea, y recprocamente toda idea est animada
por algn pensamiento fundamental. En Mart, la Patria
ser la razn esencial de su existencia.
Los rasgos distintivos de la Revolucin de Yara
eran la defense del orden y de los derechos humans.
Mart, desarrollaba estos concepts.
"Si las instituciones que representan al Estado
tienen como fin velar por el derecho y dar las
condiciones necesarias para que pueda cumplirse
el destino del individuo y de la sociedad, el orden
no puede ser la ley contraria a la armona entire
las ideas de la sociedad y los hechos del Poder".
El joven, sostena que el problema cubano no descan-
saba en aquella sencilla filosofa del liberalism ingls o
francs. Haba algo ms esencial; algo ms positive.
El hombre piensa, decide y ejecuta; esta series de actos
necesariamente deban estar protegidos por la ley; respe-
tados por todos, singularmente por los encargados de
velar por su cumplimiento.
Donde aparezcan aquellas tres condiciones se ca-
reca de derecho a levantarse en armas contra el poder
pblico; los que aspiraban a reformar el sistema, deban
acudir a la opinion del pueblo.
"Pero donde el pensamiento no es libre y se
le roba a un pueblo su independencia, y se le
priva de su soberana, qu poda esperarse?"
El tema, tan escabroso y audaz, no era el nico que
abordaba el inflamado joven. En su trabajo Patria exal-
taba la confraternidad:
"Unamos nuestros brazos y nuestros corazo-
nes; aunque la tierra de promisin est muy
cerca, ante nosotros se extiende el camino cua-
jado de espinas, y no podremos llegar si la tea
de discordia es la que gua nuestros pasos".
Tal vez, dudaba. Sorteaba los peligros de una
definicin concrete.
"Si la opinion pblica -agrega- no est de
acuerdo con la asimilacin, y se decide por la
autonoma o la independencia, no sera ms
cuerdo penetrar la verdad? No creen los par-
tidarios del statu quo, que la independencia, si
es mayora, sera preferible a conservar la inte-
gridad national? Era preciso resignarse. Por
qu hemos de seguir tolerando que la fatalidad
haya oscurecido a Dios?"
Desde ahora nos damos cuenta de estar en presencia
de un gran renovador del estilo literario que impresiona
hondamente con giros y frases de supreme belleza; y
amalgama el renacimiento y el romanticismo de los si-
glos XV y XIX con la realidad sangrienta de lo social
y lo poltico.
-"Oh, -exclamaba-, trescientos aos de
infortunio son muchos aos. Todo son sombras
donde slo ha debido brillar la luz de un sol,
el ms intenso de la tierra. Sufrimos bajo la
forma hipcrita de un derecho negative, repre-
sentado no por jueces de mano suave, de cora-
zn sensible y juicio recto, sino por manos de
hierro, corazones de fiera y magistrados venales.
Nuestra vida es la del cautiverio; la vida del
pueblo de Israel bajo el peso de los faraones".
O
Viene ahora un intermedio profundamente dramtico.
Don Mariano, trasladado de Bataban a Guanaba-
coa, estaba furioso con su hijo. Leonor, no haba querido
disimular ms, y se lo haba contado todo. Ambos se
sentan culpables, en cierto modo. Seducidos por el ta-
lento de Pepe, se haban mostrado demasiado compla-
cientes, sin medir las consecuencias.
-A ver Pepe, ensea tus diplomas.
Como si un dedo invisible y acusador, implacable-
mente los sealara de sbito, queran remediar aquellos
graves males, que no se saba hasta dnde podan llegar.
La crisis se aproximaba. O el hijo se someta sin con-
diciones, o el padre transiga con el vstago.
Cuando el joven lleg de la calle, se produjo una
escena violent y desesperada. Don Mariano, con los ojos
inyectados, las manos temblorosas, demudado, le dijo:
-Te has vuelto loco... te has vuelto loco.
-Nosotros queremos la razn...
Don Mariano presa de un gran nervosismo le dio un
cachete.
El joven, profundamente lastimado, sali corriendo
hacia el Colegio; encontr a Mendive con los conter-
tulios de siempre, don Cristbal y Fermn, "sentados al-
rededor de la mesa de caoba". Cuando se qued solo
con el mentor le cont su tragedia.
Mendive, a quien se le trasluca el disgusto, lo calm
como pudo. "Cualquiera que sea mi destino puedes con-
tar conmigo". Los hombres jvenes o canosos que lle-
vamos a Cuba en el corazn -deca ms tarde el joven-
veamos la amistad fiera y elegant en aquella alma fina
de poeta.
Era necesario que Mendive hablara a sus padres.
Vinieron don Mariano y doa Leonor, y el mentor le
aconsej ante ellos, pero qu recado era aquel que le
lleg luego? Pepe le escriba desconsoladamente:
-"Yo no s que un padre generoso tenga que
recorder a su hijo, que le adora, sus deberes. Es-
toy asombrado de su actitud, cuando yo a cada
instant dara mi vida por Ud. y otras mil si las
tuviera".
La psicologa de estas pasiones revelan el inicio de
un verdadero calvario, de un largo martirio coronado por
la inmortalidad. Mendive, naturalmente, fu acusado de
auxiliar a la revolucin. Su casa era registrada. En-
contraron en el secretaire de Micaela, a juicio del sicario
persecutor, una escarapela de los mambises. Escondido,
en casa de la suegra, tambin acosada por la "justicia",
detuvieron al professor. Jos Ignacio Rodrguez presenci
una escena de este episodio inolvidable en la estacin del
ferrocarril de Guanabacoa. "Al lado de Mendive, a su
derecha e izquierda, dos soldados de la guardia civil lo
custodiaban con el fusil al hombro, y la orden de hacer
fuego al menor movimiento".
El discpulo se senta desesperado. Se atrevi a pre-
sentarse al gobernador Gutirrez de la Vega, y sin va-
cilaciones le pidi un pase permanent para visitar a su
dcsgraciado y abatido mentor. Acompaado de Micaela,
desfallecida y abrumada, fu hasta la celda. Mendive,
plido y demacrado, los recibi sin esperanzas. Pepe
"quera hacer polvo de aquellas rejas, luz de aquella
oscuridad, libertad de esta agona".
Mendive era un artista de la melancola, simptica
a Dios por el sacrificio, nico camino para conquistar la
felicidad, y pareca humilde en su desgracia". Era la
suya una tristeza apacible y respectable. La inundaba un
dolor muy distinto al de Mart. "El dolor de los enamo-
rados del ideal cuando descubren que en las verdades de
la vida slo esperan al caminante, para salirle al paso,
los heraldos del infortunio".
La compasin y la rebelda se mezclaban en el alma
del discpulo. Si el maestro estaba embargado de au-
gusta resignacin, el joven consideraba que nada era im-
posible al sufrimiento y a la esperanza. El mundo no se
hundira por la fatalidad de la desgracia. En el rbol
de la vida nacan juntas las flores del mal y del bien.
El mbar de su cliz era el incie-nso que matara siempre
a la infecunda raza de los atormentados. Haba que di-
solver aquellas visions db.iles y fugaces.
Por entire los barrotes de la celda, oscura y fra, vi-
gilados de cerca por la mirada hosca y ceuda del car-
celero, se confiaban ambos sus dolores. Misterios de
eterna armona, nubes, estrellas, rayos de oro, poema de
sombras, desvanecidos en labios del poeta del dolor, que
aconsejaba al poeta del sacrificio (asombrado de no en-
contrarse peleando) que sirviera a su Patria de otra
manera.
Por las noches, Mendive, al travs de las rejas, ad-
miraba en la luna, plida y llena de misterios, el san-
tuario inmenso de su vida. Compuso un soneto, y lo
desliz con una carta para Surez Romero, en los bol-
sillos de su discpulo. " Oh, Anselmo, cunto he su-
frido! Mi cabeza est cubierta de nieve y he envejecido
veinte aos".
Despus de cuatro meses clausuraron el Colegio,
condenando al destierro a Mendive. Mart quedaba in-
consolable. Perda la orientacin. El peridico, natural-
mente, desapareci. El se traslad al Colegio San Fran-
cisco de Ass, pero no asisti un solo da a classes. Don
Mariano, que lo haba atado corto, lo empleaba en el
escritorio de Cristbal Madan. Ganaba cuatro onzas y
media. Era un buen sueldo. Trabajaba catorce horas
al da, y entregaba ntegro el product a su padre.
La fantasa potica no poda ser suplantada. Es-
criba versos. Crea que la nica que le comprenda era
su hermana Antonieta. Ella haba nacido como l, so-
adora, idealista, romntica, "hermana del sol, con flores
en la frente". Durante esos das lo dominaba una "tris-
teza inglesa". El la calificaba de estpida apata. Le
escribi a Mendive:
"Mi padre me hace sufrir cada da ms. Me
ha llegado a lastimar tanto que le confieso con
toda la franqueza ruda que Ud. me conoce que
slo la esperanza de volver a verle me ha impe-
dido matarme. La carta de Ud. de ayer me ha
salvado. Algn da ver Ud. mi diario y en l,
que no era un arrebato de chiquillo, sino una
resolucin pesada y mediaa.
Pero estos son simples desahogos exacerbados por el
idealismo de su drama: relmpagos eslabonados en la
gran cadena de luz que es su existencia. El mentor lo
tranquilizaba. describindole, en sus cartas, a Pars.
"Antes era mi lema: A Madrid! A Madrid!
De hoy en adelante ser Pars. Pero Dios quiera que
como el de Espaa, no se frustre el viaje a Francia". Y
agrega: "He buscado cuanto ha sido possible buscar al
hermano de Nogueras y con l el retrato de Ud., pero
nada han valido mis diligencias. Y como creo que esto
ser porque Ud. no me ha credo digno de tener su re-
trato mandado por Ud., yo le mando el de Ud. mandado
por mi. Micaela teniendo (los me neg uno para mi re-
licario. y yo (luiero darle cuatro pj r el uno que lme neg".
.Al fiu parecia sosegarse. Asista a las lecciones de
trances que en casa de Fertmn ofreca Monsieur F1ortier.
..\l padre de Fermn, guatemalleco talladlo en simniata,
y al compatriot de \Victor 1 lugo, les agradaba orlo
hlablar. Se sorprendan de sus ademanes "pulidos como
si hubiera nacido entire sedas y alfombras". No le hacan
caso, cuando se exaltaba y anunciaba su incorporacin a
los ejercitos de Cspedes y de Agramonte. Las ame-
na/as de su padre se agigantaban en su espritu, y le
dedico a Fermn un retrato con estas duras frases:
"Mi tirano las arranc de mi alma, y t su-
piste enjugarlas".
O
En septiembre, don Mariano se dirigi al Gober-
nador provincial, a fin de que admitieran a exmenes a
su hijo. "Curs en el Instituto de esta ciudad las asig-
naturas de los dos primeros aos, y en todas obtuvo so-
bresaliente. Temeroso -agrega, silenciando la realidad
del caso- que la libertad excesiva que sigue a la distri-
bucin de las classes, pudiera distraerlo, cre que podan
admitirlo an despus de abril". La deniegan. A juicio
de don Antonio Blanco, "las preces en que descansa son
nada menos que falsas". Mart perdi el ao.
Pero esto no le preocupa tanto como saber que un
antiguo discpulo de Mendive se haba alistado en un
regimiento espaol.
-i Traidor! i Cobarde !
Escandalizado; vibrant de indignacin, corri en
busca de Fermn, y decidieron escribirle.
"Compaero:
Has soado t alguna vez con la gloria de
los apstatas? Sabes cmo se castigaba en la
antigedad la apostasa? Esperamos que un dis-
cpulo de Rafael Mara de Mendive no ha de
dejar sin contestacin esta carta.
Jos Mart. Fermn Valds Domnguez".
La hiperestesia de estas lneas, que jams leeria su
destinatario, conducirn a Mart al camino que buscaba
desesperadamente. A Fermn, encargado de franquear
la carta se le olvid en la gaveta de su escritorio.
Por la tarde, Eusebio, Fortier, Selln y Santia.go.
conversaban al pie de la ventana. En la acera opuesta
viva una lindsima criatura, que coqueteaba con los j-
venes. Bromas y alegres carcajadas. Acert a pasar,
en esos moments, una escuadra del primer batalln de
ligeros, y los oficiales interpretaron mal aquellas risas.
Despus de golpear violentamente a la puerta de los
Valds Domnguez, detuvieron a Fermn que llegaba a
la sazn. Por la noche, sin mayores investigaciones,
apresaron a Fortier, e inspeccionaron el domicilio. Un
voluntario tropez con la carta de Castro. Y el nombre
de Mendive fu bastante.
Mart, le escriba a ste:
"Todava siguen press los Domnguez y los
Selln. Al francs Fortier lo han soltado a la
primera reclamacin del Cnsul. Esta gente, que
tiene tanto de sanguinaria como de cobarde, cree
inocente a un francs y culpable a un criollo,
que, caso de ser culpables, ambos lo seran. Lo
de Selln se ha complicado al venir a Cuba de
ayudante insurrecto su hermano Pancho".
A los pocos das, con estrpito de fusiles y de bayo-
netas, se presentaron en casa de Mariano Mart, y se
llevaron a su hijo, dejando horrorizadas a Leonor, a
las nias, y consternado al padre. Este se desesperaba
gestionando la libertad. Fu a verlo a la crcel. La
tempestad que los desuna comenz a despejarse. De los
cinco reales que le regal, una de esas tardes, para caf,
Pepe di dos de limosna, y prest otros dos.
Comentando sus propias liberalidades escriba:
"Cuando uno se pasa sin ver a su familiar, ni
a ninguno de los que quiere, bien puede pasar un
da sin tomar cafe".
Aprovechaba las visits de un francs a los Valds
Domnguez, para enviarle a su madre. largas cartas que
no fueran interceptadas "en la cantina por la puerta".
La aconsejaba -a su edad!- la llenaba de nimo,
y comenzaba a mostrar aquella admirable facultad de
sintetizar que posea.
"Es verdad que Ud. padece much -madre
ma- pero tambin lo es que yo padezco ms.
Oh, Dios quiera que en medio de mi felicidad
pueda yo algn da contarle los tropiezos de mi
vida. Lo nico que pido es no estar preso mu-
cho tiempo. Que se ande de prisa, que al que
nada hizo nada le han de hacer. Pero, qu ex-
trao. Ayer me pregunt el fiscal por qu estaba
yo aqu. No es muy raro que el que me va
a juzgar tenga que preguntarme por qu estoy
preso?"
Los ms contradictorios pensamientos se apoderaban
del joven. Crea que "de nada podrn culparlo que l
no pueda deshacerlo". Pero senta la duda mordiendo
en su pecho. "Al fin, los Domnguez y Selln saldrn
en libertad, y yo me quedar preso". Entonces se lamen-
taba amargamente de estar "metido entire rejas", aunque
supone que la crcel, por lo menos, ha de contribuir a
su aplomo y a su experiencia future.
-"Bastantes lecciones ha dado a mi vida que
auguro ha de ser corta y no las dejar de apro-
vechar. Tengo diez y seis aos y muchos viejos
me han dicho que parezco un viejo".
Y con ansiosa ingenuidad:
-"Los que me dicen que parezco un viejo
tienen algo de razn, porque si tengo en su fuerza
el atolondramiento y la efervescencia de mis pocos
aos, teago en cambio un corazn tan chico como
herido".
Que no era, naturalmente, lo que a primera vista
parece querer dar a comprender.
La crcel, le pareca, sobre todo, una fea escuela.
Mirando a algunas mujeres que la visitan, las repudia
por su falta de espritu.
"Podrn ser hermosas, pero ninguna tiene
alma, y esto es lo important. A Dios gracias
-agrega simblicamente- el cuerpo de las mu-
jeres se hizo para m de piedra. Su alma es lo
inmensamente grande, y si la tienen fea, bien
pueden irse a brindar a otro lado sus hermosuras".
Esta polmica consigo mismo no carece de inters
para el future. Qu lejos estaba de cumplir con la sin-
ceridad de sus exclamaciones!
-"Todo lo conseguir la crcel menos ha-
cerme variar de opinion en este asunto!"
En la crcel no haba podido escribir un solo verso.
"Cunto me alegra -deca- porque cmo seran los
que escribiera". Pero le gustaba leerlos, y se los peda a
su madre. Sobre todo, un volume muy grande, "El
Museo Universal". Le pidi, desde su celda, un servicio
a Surez Romero, por algo que "lo angustia". El cos-
tumbrista no le contest siquiera. Cinco aos despus,
en carta a Eusebio Valds Domnguez, comentaba:
"Anselmo es un corazn generoso y nuestro
ms castizo hablista. Creo que una vez desde la
crcel le escrib y no entendi una angustia ma,
que yo -le pagar con el vivo cario que a su
mrito y carcter noble tengo".
- ~ ~
a ~
Si DE MARZO de 1870. Sala de Au-
diencia Militar. Consejo de Gue-
rra. Lo preside Francisco Ramrez
y Martn, Teniente Coronel del
Regimiento de Cazadores a Caba-
S 1o de la Reina, y lo componen
X u-sus nombres nos han de intere-
sar- Felipe Plaza, Jos Carmona,
Juan Bascuas, Florentino Izquierdo, Manuel Hevia y
Carlos Colorado.
Mart, Valds Domnguez, y los dems procesados,
estn inquietos y nerviosos aunque aparentan hallarse
tranquilos. El juicio, fuera de la familiar de los acusados,
55
y de sus amigos y parientes, y de los que luchan por la
Independencia de Cuba, no ha encendido el gran inters
de las clebres contiendas cvicas o de los crmenes sen-
sacionales y espeluznantes. No hay bullicio en los corre-
dores, ni pblico que espere agitado y ansioso en la calle.
La emocin palpitar en la lejana.
Mart, endeble y desconocido, oy la lectura de las
conclusions resultantes de un largo y confuso papeleo.
Qu repercusiones tendr? Este joven representaba a la
monarqua espaola "un ejrcito de doscientos mil hom-
bres destrozados, dos escuadras destruidas, dos mil mi-
llones despilfarrados, la prdida de un imperio colonial,
y el cruento calvario de un tratado de guerra".
Terminada la lectura de las conclusions, el presi-
dente pregunta si los procesados quieren declarar. Fermn
se confiesa autor de la carta. Mart, arrebatado, pro-
testa. "La letra es ma. La firma es ma". El Fiscal
aclara que el ms responsible incurrir en la ltima pena.
Y pide un careo entire ambos jvenes. Al aproximarse
Fermn a la mesa del Tribunal Mart como en los gran-
des dramas de Shakespeare, lo besa en la frente, y ante
la estupefaccin de los que lo oyen, improvisa un discurso.
-"IOh! Si Espaa no rompe el hierro que
lastima sus rugosos pies, Espaa estar para mi
ignominiosamente borrada del libro de la vida".
El president, a puetazos sobre la mesa, ahoga el
manantial de sus palabras.
Las sentencias de los tribunales militares son polticas.
Condenaron a Fermn a seis meses de arrest en la crcel.
y a Mart a seis aos de trabajos forzados en 'el presidio
departmental.
i'Ferm1n!
1 o0l, a lil i c s(1 l ifllellsal
c11 que I"me 1lan dicho lquie es (1 1,ida expitr.
La patri-a alli me lleva.
1'or la patria morir es gozar ilas.
Va a conocer, de una ve,. y para siempre, todo el
horror del sistema colonial.
C on el nmero 1 13 al uniform dc presidiario, pe-
lado al rape, la cadena pendiente de la cintura y
remachada al pie derecho, y el espritu en tension, enr-
gico y potente, comienza a cumplir su condena.
A empellones lo obligan a levantar la palanca cur-
vada para que suba el agua a las bombas. Busca a sus
compaieros y no los encuentra. Pero cuando los vi
llegar se horroriz. No caminaban, se arrastraban, con
las cabezas dobladas, los vestidos harapientos. hmedos
los ojos. plidos, demacrados, sin mirada y sin vida. Se
arrastraron pegndose a las paredes y cayeron desenca-
jados en sus puestos, como cuerpos muertos en el in-
fierno del Dante.
-"Dante no estuvo en presidio! -exclama
Mart-. Si hubiera sentido desplomarse sobre su
cerebro las "vedas oscuras de aquel tormento,
hubiera desistido de pintar su infierno. Las hu-
biera copiado, y lo hubiera pintado mejor!"
La tarde ha bajado. No se distingue en la pe-
numbra. Mart percibe entire los press a uno ms" in-
clinado, ms agotado que todos: un hombre que no tiene
un solo cabello negro en la cabeza, cadavrica la faz,
escondido el pecho, cubiertos de cal los pies, coronada
de nieve la frente.
-Qu tal Don Nicols? -dice uno menos viejo
que le presta su hombro.
Mart corri hacia l, y hablaron. Se llamaba Ni-
cols del Castillo, y era un rebelde mamb. Nada haba
perdido el joven de su natural altivez, nada haba ma-
gullado an su sombrero negro que los criminals lla-
maban estampa de la muerte. Al verlo erguido bajo
aquellas alas, el anciano se compadeci.
- Pobre muchacho! ...
Y cuando le ense su cuerpo llagado y ensangren-
tado por el ltigo y las ventojas, el joven cerr los ojos
estremecido.
- Pero esto se lo han hecho aqu!
La fraternidad de la desgracia es la ms emotiva. Se
olvid de todo su drama ntimo. No pens que quizs al
da siguiente podan hacerle lo mismo. Se agolparon en
su mente mil pensamientos atropellados; sinti un cario
tan acendrado hacia aquel campesino de su patria; una
compasin tan profunda hacia sus flageladores, una tan
honda lstima de saberlos platicar con sus conciencias,
que un torrente de angustias se amarr a su garganta
enmudeciendo.
Al cabo de un rato acostado en su msero pedazo
de lona embreada no poda dormir; le pareca estar
oyendo constantemente los quejidos de los press, pro-
longarse en el vaco y en la oscuridad de la noche. Anu-
dado por la cintura y por los pies con aquellos anillos
de hierro se revolva agitado por las enormes emociones
de esta fecha inolvidable, llena de fierezas, pensando que
Espaa no poda ser perdonada. Ms adelante escribir:
-"Cuando todo se olvide, cuando todo se
pierda, cuando en el mar confuso de las miserias
humans el Dios del tiempo revuelva algunas ve-
ces las olas y encuentre 'as vergenzas de una
nacin, no hallar nunca en ellas la compasin
ni el sentimiento. i Oh, el Len espaol se ha
dormido con una garra sobre Cuba!"
Por la maana gritos destemplados lo despertaron.
-A las canteras! A las canteras!
Calcinados por el sol, del que slo pueden defen-
derse cuando llueve, entire montones de piedra, coc y
cal, estrechos caminos y peligrosos recovecos, sobre los
que ruedan y se desploman aquellas moles apiladas, tra-
bajaban los press, cargados de pesados cajones, huyendo
constantemente del palo que los persigue.
Sus feroces guardianes, los cabos de vara, se rego-
dean cruelmente. Los patean, para cerciorarse, cuando
caen vencidos y desmayados. Y la carrera vertiginosa de
cincuenta hombres, hostigados y aturdidos por los golpes
y los gritos; y una inmunda bazofia, como alimento:
-arroz rodo, patatas ftidas, huevos podridos-, es la
dbil y plida pintura del presidio, dice Mart. espantado.
Hasta el crime de este horrendo cementerio de San
Lzaro, en el que hace amigos, es montono.
Ignacio Montesinos, bravo canario, a quien toda la
ira del pas le chispeaba en los ojos verdes. Echaba a
rodar las piedras, como si echase a rodar la dominacin
espaola. Se asomaba al borde de la cantera a verla
caer. Serva much, y hablaba poco; dio opio a los
guardias y se escap. Y Ramn Rodrguez? Y Lino
Figueredo ?
Mart se sentaba a su lado, cuando este nio, I con-
denado a trabajos forzados! caa exhaust. Apoyaba
la cabeza del imberbe, tiernamente, en su miserable cha-
quetn, y lo consolaba. Los nios ignoraban por qu es-
taban press. No poda hablarles la verdad, deca Mart.
Algo extrao, y todo hombre honrado sabe lo que es,
sublev en m la resignacin y la tristeza, y atizaba el
fuego de la venganza y de la ira. Doce aos tiene Lino!
i Doce aos! repeta sin cesar, olvidando en su indigna-
cin que l slo contaba diez y siete.
Otras veces se le acercaba Juan de Dios Socarrs,
ancha la boca, riendo estpidamente, mientras agitaba y
sacuda los grillos. "Mi amo, que feo suena".
El idiotismo haba sucedido en l a la razn; su
inteligencia habase trocado en instinto; el sentimiento
viva nicamente entero en l. Sus ojos conservaban la
fiel imagen de las tierras y las cosas, pero su memorial
una sin concerto los ltimos con los primeros aos de
su vida. i Pobre negro! Aquello que ms le hera, que
ms dolor le causaba, hallaba en l por -rspuesta esa risa,
franca y llana, peculiar del negro de nacin. Los golpes
slo despertaban la antigua vida en l.
"Cuando el palo vibraba en sus carnes, la
eterna sonrisa desapareca de sus labios y el rayo
de la ira africana brillaba rpida y fieramente en
sus ojos apagados, y su mano ancha y nerviosa
comprima con febril agitacin el instrument del
trabajo".
Mart no se daba por vencido; jams se sentir ven-
cido; en su frondosa generosidad, crea que si los do-
lores verdaderamente agudos y torturantes pueden ser
templados, solamente podr mitigarlos el goce de acallar
el grito de los dems. Inundado por estos pensamientos
razona que es preciso entendernos a nosotros mismos, no
con propsitos egostas, sino con el de ser tiles a la hu-
manidad.
Presencia el intent de suicidio de un joven de ape-
llido Delgado. Trabajaba ste por primera vez, erguido
y altanero. Descuidados los cabos, en lo ms alto de las
cimas, lo vieron lanzar su sombrero y decir adis a los
dems press con ambas manos, al tiempo de arrojarse
decidido al espacio. Pero cay sobre un montn de pie-
dra blanca, y su piel se le desprendi ensangrentada del
crneo. Al salir a trabajar de nuevo, despus de haber
sido curado por uno de los presidiarios que se deca m-
dico, atnitos los brigadas, pudieron observer, cuando se
quitaba el sombrero, tres anchas fajas blancas que cru-
zaban su cabeza, brillando al sol como smbolos de horror
y de miseria.
La tragedia que vivia Mart exaltaba poderosamente
su naturaleza. Sangre! Sangre! No veo ms que
sangre. Dolor infinito es el nombre de este presidio. El
dolor del presidio es el ms rudo, el ms devastador de
los dolores; el que mata la inteligencia y seca el alma;
el que deja en ella huellas que no se borran jams.
Ah! La vida concita horribles sentimientos. El
odio, el servilismo, el rencor, la envidia y la venganza.
Odio al mercenario azotador. Odio al jefe desventurado
a quien pagan por torturar. Odio al gobernante desp-
tico que tiraniza y asesina.
Pero l no poda odiar.
Por las noches imaginaba a la cabecera de su ca-
mastro, la sombra consoladora y balsmica de su madre:
"Oh, no llores madre ma! Soy esclavo de
mi edad y de mis ideas. Yo s que he llenado
tu corazn de crueles espinas, pero piensa que
entire ellas nacen y crecen flores".
Estos versos los describe al dorso de un retrato al cre-
yn, echo en presidio, macerado ya por la cadena y el
grillete que dejaran en su cuerpo y en sus "rganos vi-
tales un doloroso sarcocele". Enva otro a su "hermano
de sufrimientos".
"Ahora, Fermn, s cun libre es el alma en
las tormentosas pocas de la esclavitud".
Don Mariano, Leonor, las nias, todos pedan cle-
mencia. Los nombres de personajes influyentes, los oye
impvido. Lo ven alejarse por las salas descarnadas y
sucias del presidio, apoyndose en sus llagas. Al padre
le llam la atencin, y le trajo, un da de visits, unas
almohadillas, hechas por su madre, para evitar el roce
de los grillos. Al colocrselas se siente humillado. Una
mezcla de sangre y de cieno, de suciedad y de fango le
cubre el pie. Estrechando febrilmente la pierna tortu-
rada, don Mariano se ech a llorar. Las lgrimas caan
sobre el lgamo, mientras el joven enjugaba el llanto del
anciano. Un brazo rudo, sin misericordia, lo arrebat.
El palo lo empujaba hacia los cajones para seis horas
de trabajo. y don Mariano cayendo de rodillas, la ira en
sus ojos hmedos y descompuestos, comprendi la in-
justicia de su patria en la patria de su hijo.
La libertad del hijo era su obsesin. En el fondo
de nuestro organismo es .donde es preciso buscar la ver-
dadera causa de nuestras riquezas o de nuestras alegras;
en el interior de nuestro cuerpo es donde hace buen
tiempo o mal tiempo; donde hay horas de serenidad y
horas de tormenta. Don Mariano pasaba por las ms
borrascosas. Amigo de don Ramn Miguel,. military in-
fluyente, dueo de los baos de mar El Progreso, en el
Vedado, con el que vino a Cuba, y de don Jos Mara
Sard, propietario de las odiosas canteras, no cesaba de
gestionar el rescate de Pepe. Sard se lo promete. Ob-
tiene que pasen al joven a la cigarrera, y a los pocos
das a la Cabaa.
Doa Leonor, por su parte, concurra todos los das
al despacho del Gobernador, capitn general, que no la
recibe. Ha suscrito la pobre madre una splica en la que
ruega el indulto de su hijo, "desgraciado joven que acaba
de cumplir diez y siete aos y ha sido sentenciado por
tres palabras escritas en una carta que nunca lleg a su
destino". ,
Al fin logr la audiencia. Ella y sus cuatro hijas
cayeron de rodillas ante el dueo y seor de la colonia.
-"Seor, veo a mi hijo hoy con los peores crimi-
nales, arrastrando un grillete. Vuestra indulgencia puede
hacer de l un hombre til a la patria; de lo contrario,
si se le trata con demasiada dureza, podr llegar a ser un
malvado".
La alegra fu indescriptible, el da que Sard, sim-
ptico y decidor, se present en la Cabaa, y ponindole
la mano en los hombros, le dice que lo han indultado.
Vengo a buscarlo para instalarlo en mi finca "El Abra",
en Isla de Pinos. Seis meses haba durado aquel infierno.
Lo haban desterrado provisionalmente a la pequea
Isla y ms tarde a Espaa. La vida retoaba al calor
de aquella familiar que lo trataba con cario. Lea desor-
denadamente y asombraba al contratista, a sus hijos, y
a la profesora, con su conversacin llena de imgenes y
de pasajes interesantes. Sard le haba libertado fsica-
mente al quitarle los hirientes grillos. "Le ruego me los
obsequie -le dijo- los guardar toda mi vida". Sinti
un alivio inolvidable, pero la vision de las canteras "eran
lgrimas negras" que se haban filtrado en su corazn.
Lleg el da del verdadero destierro. Momentos
antes de embarcarse escribi a su maestro, siempre en su
corazn.
"Dentro de dos horas embarco desterrado para
Espaa. He sufrido much, pero tengo la con-
viccin de que he sabido sufrir".
Estas palabras son trasunto de las del propio Men-
dive. Y agrega:
"Si me siento con fuerzas para ser hombre a
Ud. se lo debo. Diga a Micaela que si he te-
nido muchas impaciencias, la bondad con que las
disculpe me hace quererla ms".
Don Mariano, destruido, y orgulloso de su hijo al
verlo erguido sobre sus penas y padecimientos, lo abra-
zaba aconsejndolo. "Todo el dinero que le ha sido po-
sible conseguir se lo entrega para que no le falte nada
al llegar a la peninsula".
15 de enero de 1871. De pie sobre la cubierta del
"Guipzcoa", Jos Mart, joven y enamorado y sin
amores, parte rumbo a Espaa. La Habana se aleja,
en la penumbra de tales sentimientos.
En este barco viajaba Palacios, el aborrecido jefe
del Presidio. Mart al da siguiente baja al comedor y
lo encuentra all. Los pasajeros conversan animadamente
generalizndose la charla en la mesa. Hablan principal-
mente de la Revolucin que se mantiene en los campos
ensangrentados de la Isla. Mart tomando la palabra
anuncia que va a contar los horrores del penal. Y los
relata palpitante en sus palabras. Los lgubres pasajes
eran coreados. Qu infamia! Qu cobarda! Qu
crueldad! Quin era aquel asesino, aquel malvado, aquel
chacal. Palacios trmulo espera que Mart no habr de
sealarlo. Pero el. joven, acusador terrible, fiscal que
surge del fondo de los mares, levanta la mano y seala
al terrible comandante.
-Ese hombre por quien sents tan grande y mere-
cido desprecio, es se.
Palacio se desploma cuando escucha los aplausos
que premian al joven. El Capitn del barco -que mo-
mentos antes, sin saber que Palacios era ese aborrecido
jefe, y que habalo calificado duramente, se interpuso.
--Seor Mart, le ruego que no continue.
--No continuar, porque ya he terminado. .
LIBRO SEGUNDO
ESEMBARC en Cdiz, ignorado y
'solitario. En el viaje haba escrito
'.un dramtico episodio sobre Nico-
.. las Castillo. Aunque haca dos
l aci le haba dicho a Mendive que
Pars haba destronado a Madrid,
,E-1' lo cierto es que alentaba grandes
ilusiones, creyendo que el destierro
habra de ofrecerle "alguna hermosa compensacin".
En sus primeros das en la capital espaola, "en
palet muy ceido, paseaba con aire de convaleciente las
calls ateridas", en compaia de Caflos Sauvalle, que
como l, a consecuencia de os sucesos de Villanueva,
se haba visto obligado a abandonar la Isla. Se conocan
de La Habana. Mart apasionadamente, en relatos vi-
vidos, le refera sus penas y sus dolores. Dejaba cons-
tancia de estas conversaciones a travs de una poesa
exaltada, en la que Cuba jams estaba ausente.
Pero cmo olvidar el presidio?
En "La Soberana de Cdiz", publicaba un her-
moso artculo. "Todava vibran en mis odos los golpes
del martillo que remach mis cadenas. Todava quema
mis espaldas el ltigo que en ellas coagul la sangre".
Afirmaba que los hombres de corazn escriban en la
primera lnea de la historic del sufrimiento human el
nombre de Jess, y los hijos de Cuba el de Castillo.
El peridico crea prestarle un verdadero servicio a
la Metrpoli. "Todos debemos conocer lo que est pa-
sando en Cuba, especialmente el ministry de Ultramar,
don Adelardo Lpez de Ayala, poeta mediocre que de
nada se entera". Espaa viva horas de enorme agita-
cin. Prm haba sido asesinado; el trono de los Bor-
bones lo ocupaba precariamente un prncipe italiano,
Amadeo de Saboya; y Serrano y Ruiz Zorrilla, ha-
ban acordado una tregua, integrando un Gabinete de
transaccin.
Agobiado por sus emociones y sus dolores fsicos,
Mart enferm. Sauvalle, "alto, blanco, con todo el
azul de su linaje normando en los ojos dulzones" lo
acompaaba cariosamente, supliendo con largueza la
escasez pecuniaria del amigo. Estaba un poco asombrado
de los constantes delirios de Pepe. Este juraba que se
le apareca el fantasma de Nicols Castillo con sus
llagas, sus ventosas y su cuerpo horriblemente mutilado.
Mart viva excitadsimo, y cometa las mayores exage-
raciones, pareciendo a veces un enajenado. Una tarde
le presentaron a Zeno Ganda, liberal y reformista.
--"Un moment. . como Ud. no me conoce
es preciso que sepa si un hombre ultrajado que
no ha tomado todava la revancha de sus injuries
es digno de estrechar sus manos".
Ganda estaba perplejo. Mart lo empuja al portal
ms prximo, y con un ademn le mostraba sus espaldas,
en las que la cicatriz crdena de un latigazo, haba de-
jado su huella imborrable.
Por las noches, en su cuarto de la calle del Desen-
gao, escriba hasta altas horas de la madrugada una
terrible catilinaria contra el Presidio. Era una formi-
dable acusacin contra el rgimen carcelario de la Me-
trpoli, en que, al destilar sangre y lgrimas, mostraba
ese gran sentido de humanidad que caracterizaba a
Mart. Muy pocas pginas podr componer en lo fu-
turo de tanto sabor filosfico y al mismo tiempo de
vibracin poltica ms ardiente. Espaa no tena corazn.
Qu arrastra consigo este mundo misterioso que agita
cada corazn, nutrido de todas las penas, aumentando
las potencias abrasadoras del alma? Por qu eran los
espaoles tan injustos y tan crueles con los cubanos?
Lo titul as: El Presidio Poltico en Cuba, y se lo
edit Ramn Rodrguez, en su imprenta de la calle de
San Marcos. Fu un xito, un gran xito poltico. Al-
gunas de sus ideas presentaban notable parecido con el
trabajo dedicado a Nicols Castillo.
Don Antonio Cnovas del Castillo, que se prepa-
raba en la sombra a restaurar a los Borbones, y que
voluntariamente estaba ausente del Congreso, tuvo opor-
tunidad de leerlo. Qu lstima -expres- que un
filibuster est dotado de tamao vigor panfletariol
Rafael Mara de Labra se entusiasm. Haca poco
que el insigne abolicionista haba pronunciado su gran
discurso sobre la esclavitud. Comprendi que no era esta
solamente una de las grandes negaciones de la humanidad.
Quedaban todava dolores y sufrimientos que era preciso
extirpar. Y don Calixto Bernal, patriarca de las letras
camageyanas, la ms respetada figure en Madrid, vena
expresamente a darle un abrazo.
Qu pintura haba hecho!
El folleto fu repartido profusamente, entire otros
entusiastas, por Sauvalle. Mart apoyaba algunas de sus
dudas en que el Parlamento, necesariamente deba ig-
norar aquellas grandes miserias, y pretenda llamarle la
atencin.
"Ahora padres de la patria, decid en nom-
bre de ella que sancionis la violacin ms inicua
de la moral, y el olvido ms complete de la
justicia".
Los padres de la patria tenan otras cosas ms im-
portantes en qu pensar. No se ocuparon de Mart, ni
de su folleto. Lpez de Ayala, fatuo y engredo, habase
limitado a hojear aquellas pginas, y a hacer un gesto
de indiferencia. Y quin es Jos Mart?
En el tiempo que el joven llevaba en Madrid haba
ido percatndose de que el problema cubano era una
enfermedad cuyo origen estaba en la peninsula. Qu
dividido y subdividido andaba todo aquello! El reinado
de Amadeo, al que los espaoles, sin distincin, miraban
como a un usurpador, estaba al borde del fracaso. En
las plazas pblicas, en los toros, unas veces apasionada-
mente, otras entire alegres carcajadas, gritaban a todo
pulmn: fuera Macarronini 1! El gabinete formado
por Serrano haba durado seis meses escasos. Lo sustitua
Ruiz Zorrilla, quien a su vez era combatido por Sagasta,
que lograba expulsar de la Presidencia del Congreso a
don Jos Mara Rivero, dejando en minora al gabinete.
Mart conocera a estos personajes. Los escuchara
en las Cortes. Sin duda aquello no dejaba de ser inte-
resante. Sus formas oratorias eran grandiosas y especta-
culares. Su fondo, no obstante, estaba relleno del arti-
ficio infecundo de la ms falsa poltica. Sagasta era
vivo, menudo, hbil y travieso. Castelar ornamental, me-
lodioso y vaco. Moret brillante, ambicioso y simulador.
Martos, alto, barbudo, razonador y elocuente. Romero
Robledo, cnico, politiquero, desaprensivo y astuto. Pi y
Margall honrado, pulcro e idealista. Y Cnovas, una
poca. Total: puro parlamentarismo. Slo Salmern le
inspiraba viva simpata.
Mart se confiaba en don Calixto Bernal; pero mu-
chas de sus ideas tropezaban con aquel espritu "terico
y prctico", partidario de la autonoma, aunque en defi-
nitiva no mostraba gran fe en el porvenir. Otras veces,
el joven se iba a casa de Jos Ramn Betancourt, ca-
mageyano como Bernal, que le reciba deferente y
carioso.
O
A lo largo de aquellas actividades, Mart se di
cuenta de que tena que trabajar, que estudiar su carrera
de abogado. El plan de studios en la Universidad
Central le haba permitido algo que hoy nos pare-
cera sorprendente. Sin ser bachiller poda presentarse a
examen. Se decidi. Hizo un papel bastante pobre, pese
a cuanto se haya afirmado en contrario. Aprob el De-
recho Romano y el Administrativo, y lo suspendieron en
Economa Poltica.
Su situacin econmica se agravaba. Aunque Sau-
valle, de padres ricos, generoso y desprendido, se le
ofreca constantemente, el poeta, aun grandemente re-
sentido con el pasado, le manifestaba que le era impo-
sible aceptar nada que no fuera en beneficio de la
propaganda en favor de Cuba. Al fin, encontr ocu-
pacin. Dara classes. La sombra future de sus mayores
actividades, en su destino, comenzaba a delinearse. Sera
maestro. La cubana doa Barbarita, Vda. de Ravenet,
"alma de ngel", que lloraba leyendo las pginas del
Presidio Poltico, le rog que les diera instruccin a sus
nios. Y don Leandro Alvarez Torrijos, tambin puso
en sus manos la educacin de los suyos.
A veces se le presentaba algo adicional con que ro-
bustecer su esculido bolsillo. Tradujo un contrato del
ingls. Y en lugar de sustituir sus deudas con los ocho
duros que le pagaron se compr unas fotografas. Y unos
libros. Por la noche, en su habitacin de la calle del
Desengao, surga apasionadamente el recuerdo de su
madre:
"Cmo quema mis mejillas la lgrima amar-
gusima de tu memorial! Tantas pierden el brillo
de sus ojos como t lo perdiste!"
Pero en realidad, estas alegoras fantsticas y hu-
manas al mismo tiempo, no eran lo que ms ocupaban
su corazn. Con su camisa desabrochada, sus brazos
apoyados sobre la mesa, llena de libros y de papeles,
abierta la herida del presidio, pasaba las veladas sumer-
gido entire volmenes y peridicos.
-" Cunto tiempo suspir por una buena His-
toria Universal! Ya no leo de limosna!"
En estos das, nadie hubiera podido superarlo en
adquirir conocimientos y cultural. Materialmente se beba
los clsicos espaoles, las "obras inmortales de Santa Te-
resa, Rivadeneyra, Cervantes, Caldern y Quevedo".
O
"El Jurado Federal" haba comenzado a editarse en
el mes de agosto. Mart, entusiasmado, por tratarse de
un diario republican, visitaba la Redaccin, que se en-
contraba en la calle de San Mateo. Pretenda inspirar
con su palabra aquellos trabajos que defendan la cues-
tin cubana.
"La Prensa", al servicio de Sagasta, anunci, al cabo
de los das, que en Espaa se conspiraba en favor de
Cuba. En el artculo La Amnista y los Filibusteros,
malvadamente calificaba de hipcritas, de espurios, a esos
extraviados hijos de la razn. Por supuesto, la respuesta
firmada por Varios Cubanos, entire los que se encon-
traban Mart y Sauvalle, no se hizo esperar.
-"Que sealen los crculos filibusteros; que se diga
quines son las personas que los constituyen. Si entire
ellos hay alguno que pueda tener simpatas por la causa
que bien o mal defienden los insurrectos de Cuba, saben
que no es ni puede ser Espaa el punto que podran es-
coger para sus trabajos".
En este sondeo salta a superficie una diferencia im-
portante. No se habla de revolucin ni de revolucionarios,
sino de insurreccin y de insurrectos, cosa que no cabe
en el pensamiento de Mart, sino en el de alguno de
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aquellos Varios Cubanos, que no estn convencidos de
la emancipacin.
La polmica subi de tono; palpitaba en el subsuelo
la pugna ambiciosa y voraz entire "zorrillistas y sagas-
linos", y "La Prensa" acus a Daz Quintero, director
de "El Jurado" de defender a Ruiz Zorrilla, como ella,
sin duda, respaldaba a Sagasta: "Si se trata de llevarnos
a los tribunales no nos asusta. Hay filibusteros en Madrid,
y as como ellos nos combaten pidiendo el exterminio de
nuestra nacin, nosotros estamos en la brecha arma al
brazo gritando a todo pulmn: Viva Espaa, viva Cuba
Espaola, guerra a los filibusteros!"
Bah!, esos Varios Cubanos no eran ms que una
sociedad annima.
Mart y Sauvalle asumieron la responsabilidad; pro-
testaban del calificativo, autorizando al peridico a que
publicara sus nombres. "La Prensa", los di a conocer,
y con intenciones negras coment: "si ahora lo niegan,
despus de darse por aludidos, all ellos".
Indignacin. "Nosotros sabemos el nombre del que
escribi el primer artculo. Lo sabemos y lo callamos.
Es un triste manchado con la sentencia de un tribunal
por delito comn en causa de negros. Y no toleramos
intenciones extraviadas, ni otras maldades de ese estilo".
Tanto Mart como su amigo crean ante lo clido
de su respuesta, colmada de otros eptetos y califica-
tivos, entire lneas, que tendran que batirse. Pero no hubo
duelo. Para lo que haba servido era para que se alzara
audaz y retadora una Liga de la Prensa Espaola Anli-
filibustera.
Daz Quintero, republican federal, de ideas radi-
cales, de gran independencia de carcter, hombre hecho
a estas luchas, no poda dejar pasar esta oportunidad, y
personalmente tom cartas en el asunto.
"Todas nuestras dificultades con Cuba nacen de.
la oposicin integrista a cualquier idea de reform, de
las brbaras y sangrientas ejecuciones que espantaban y
deshonraban a Espaa. Los asesinatos de Augusto
Arango y de Zenea, probaban que la Isla era tratada
por medio de la infamia. Sigamos, sigamos derramando
ros de sangre y oro por dar gusto a los nicos y verda-
deros filibusteros que hay en Cuba: los malvados con-
trabandistas de carne humana".
"La monarqua y la religion -le deca a Mart-
tienen la culpa de todo este desprestigio colonial". Quin-
tero comprenda las razones y los derechos de los cu-
banos y defenda su libertad. "A su juicio el cambio de
rgimen salvar a la Isla. El da que Espaa proclame
la Repblica habremos ganado a Cuba para la libertad
y la democracia universales".
Pero cunto se equivocaba!
O
En noviembre Mart enferm nuevamente de su vieja
lesin del presidio. A Sauvalle que le propona su cuarto
donde estara much mejor que en el cuchitril de la calle
del Desengao, se le negaba. Pero junto a su cama
no faltaba jams la amistad y la consideracin.
Finalizando el mes ley una noticia que estremeci
hondamente su alma. Los estudiantes de Medicina ha-
ban profanado, en La Habana, la tumba de Castan,
el intransigente periodista espaol defensor de los volun-
tarios, muerto el ao anterior por un cubano. Se haba
incoado process. Entre aquellos estudiantes se encon-
traba Fermn Valds Domnguez.
Fraga, lleg un da con un ejemplar de "El Ju-
rado". Estaba lvido y descompuesto. Esos brbaros
han fusilado ocho estudiantes!
--i Fermn! Qu ha sido de Fermn!
Fermn no estaba entire los muertos, sino entire los
press.
Sin poder andar, encorvado, Mart sala a la calle.
Visit las redacciones de los peridicos y los domicilios
de los amigos influyentes. Daz Quintero y Benot se
solidarizaron con su indignacin. Este, en la plenitud de
su talent, pronunci en el Congreso, un discurso de
poca, emplazando al Ministro de Ultramar.
Aquel crime espantoso se convirti en tema de apa-
sionados y violentos debates polticos. Por qu no in-
dultaban a los que sufran prisin? "El Jurado", que
haba cambiado de empresa pero no de ideas, abri una
gloriosa propaganda. Castelar, Figueras, Pi y Margall,
tres futuros presidents de la Repblica espaola, apo-
yaban la campaa.
Era increble que el asesinato fuera la poltica se-
cular de Espaa en Cuba. "El Jurado", con la colabo-
racin de Mart, sealaba tres absurdos de la implacable
tirana monrquica en la colonia: "El general Crespo se
paseaba por Madrid sin que su arbitrariedad en Cuba
hubiera merecido otro castigo que el relevo. Lpez Ro-"
bert, Gobernador poltico que fue de La Habana, que
prendi a los estudiantes despus de haberse cerciorado
de que no haban efectuado profanacin alguna, haba
sido convidado a las recepciones de Palacio. Y el Au-
ditor de Guerra que mantuvo la condena de fusila-
miento, continuaba todava desempeando su destino".
Prohibieron la campaa.
El da cinco de marzo, el peridico, que no se do-
blegaba, encontr un medio hbil de insistir en la conde-
nacin del crime; insert ntegra, la defense de los
estudiantes por el capitn Capdevila.
El dos de mayo, fecha de la independencia espaola,
Mart haba colgado en el balcn de su cuarto una ban-
dera de Cuba, que intrigaba a la plebe. Sonriente, el
joven, observaba un curioso que miraba las franjas azules
y blancas, y el tringulo rojo estrellado.
-De qu nacin es esa bandera?
-i De la Repblica de Cuba! -contest Mart con
entereza y entusiasmo.
Sauvalle, que lo acompaaba, se alarm ante estos
excess. "Por Dios, Pepe, que esto es una temeridad".
Ocho das despus de este audaz episodio apareca
en la "Gaceta" un indulto, a medias, sin generosidad,
por el' que se ordenaba el destierro de los estudiantes.
Dos meses despus llegaron a Madrid Fermin y Pedro
de la Torre. Mart los escuchaba conmovido.
-"Una madrugada -contaba Fermn- los haban
sacado de las canteras confundidos con un pelotn de
presidiarios comunes que eran trasladados a la Cabaa,
sin saber la suerte que correran". Despus los libertaron
pero a qu precio! Al llegar a los muelles los trasbor-
daron a una lancha de la fragata "Zaragoza", donde el
comandante Federico Lobatn les salv la vida. "A es-
condidas, de noche, aprovechando las sombras, y despus
de veinte das terrible y llenos de ansiedades, fuimos
embarcados en el correo que zarpaba para Espaa. Cru-
zando la baha escuchbamos voces insultantes, impre-
caciones que se perdan en los aires de la noche, disol-
vindose bajo el cetro de aquel cielo inolvidable que los
protega". .
Tantas alternatives, tantos mpetus reprimidos, pos-
traron a Fermn. Y Mart enfermo y espiritualmente
torturado, se entreg en manos de los doctors Candela
y Gmez Pam, para sufrir una operacin quirrgica.
Su convalecencia est llena de fantasas, como siempre.
Cuando piensa en su madre le parece que todo sonre a
su alrededor.
-"Madre, t vives en m. Al dbil resplan-
dor con que me alumbro, te miro y creo en la
vida".
Pobre joven! Se le llenan los ojos de lgrimas.
-"Yo crea que por nada del mundo lo-
rara .
Amaneca todos los das nostlgico, echando de
menos a su madre y a Cuba.
"Qu distintas son estas maanas fras y
secas de Madrid, de aquellas otras clidas y
soleadas de Cuba. Aqu no trinan los pajarillos,
ni hay aquel cielo azul que me enamora, ni
asoman las flores frescas y fragantes, ni los
rboles ofrecen verdores en sus hojas mustias".
En estas exclamaciones ntimas se debate un hombre
que jams ser un gran poeta, no obstante sus asombrosas
potencias lricas que todo lo dominant y conmueven. Su
temperament, asctico y viril, es glorioso. Su talent,
un hontanar inagotable; pero en el ritmo y en la estrofa
no ganar sus ms grandes batallas. Acaso estara olvi-
dado sin su drama maravilloso y patritico que es su ms
slida column. Sin duda, su poema homrico, es su vida,
sus visions profticas, su instinto y su penetracin.
Con sorprendente mirada, escriba, en una composi-
cin que figure en la mediansima Antologa de la Casa
Sopena, de Barcelona, esta prediccin:
"Muera el peregrino, pero no gima la patria".
Su ttulo, "Virgen Mara", nos demuestra, aunque
otra cosa se haya dicho, que no es la primera vez que
Mart se acoge a un credo religioso.
Como todos los que guan y orientan, gustaba de
leerles a los amigos sus trabajos, para gozarse en ellos y
observer sus efectos.
"En el lenguaje de la emocin, como en la
oda griega, ha de orse la ola que estalla, a la
que responded luego el eco".
Lo vemos, sobreponindose a sus enfermedades mo-
rales y materials, escribir artculos que no firma; es-
cuchar las sesiones de las Cortes, discutir y polemizar en
las tertulias de los cafs, y trabajar con denuedo por
todas las causes justas, que estremecen a Europa.
Otra vez se retrata con Fermn. Pero cun distinto
este Mart al de hace algunos aos! Tena en los ojos
pardos y profundos esa mirada extraa de los iluminados
por el destino que saben distinguir en la lejana el fuego
y la pasin de las grandes reivindicaciones humans.
,,? ', N casa de doa Barbarita trataban
": de despejar de su frente las sombras
de tristeza que oscurecan a veces
las grandezas de su talent. Pero
se aburra sin poderlo evitar.. Sobre
todo, desde que se aficion al tea-
-. tro, y a ciertos lugares de aventu-
ras galantes, como las populares
tabernas de "Lavapis" y de las "Vistillas", y a los
merenderos alegres y frivolos de la Fuente de la Teja,
que prefera ahora a los aristocrticos salones de los se-
ores de Villaurrutia y de San Gregorio, o de la mar-
quesa de la Vega de Armijo, donde lo hallaban "inte-
resante y seductor", por su dejo criollo y su encantadora
labia.
Hasta ahora Mart saba poco del amor. Sus juicios,
desde la crcel, donde protestaba de la falta de alma
de aquellas mujeres que vio a travs de sus rejas, e in-
genuamente despreci sus cuerpos, son absolutamente
equvocos. Por supuesto, no se senta un Don Juan, "ni
un atleta del deseo carnaFl"'. Era ms bien "un sensuoso",
y buscaba en lo amable y concrete de las mujeres alivio
a las fealdades del mundo.
En el Espaol una bailarina gallega, de cuerpo
juncal y boca de guinda, de "orejas de nieve" y ojos
oscuros e incitantes, lo suma en vrtigos materials, pro-
vocadores y misteriosos. Decididamente, enseguida "me
seduce la belleza del cuerpo o la del alma, y les rindo
admiracin". .
Qu lstima! No podr seguir saboreando estos
placeres estticos que lo han apasionado. Tampoco con-
versar, en el saloncillo reservado, con Teodora Lamadrid
rindose a carcajadas de su gracia zumbona, y de sus
gestos expresivos. Y todo por culpa de una bandera es-
paola por debajo de la cual no quiere, no puede pasar l.
Buscaba en los ojos de la mujer un consuelo a su
vida abandonada y rota. La soledad, la falta de caricias
y de besos, el ansia reprimida de amar, la necesidad de
endulzar y bendecir, con ternuras femeninas, sus labios,
descargaban en su alma tempestades y desvos. Se ena-
mor de una mujer casada.
"Lo rojo brilla y seduce", y haba visto "unos labios
muy rojos en la sombra". Es amor o lujuria, horror a
la soledad o urgencia de poseer una mujer y gozar ple-
namente de la realidad de su cuerpo?
Sus nervios sacudan sus sentidos con este primer
amor, inconfesable y borrascoso, que le obsesionaba, po-
blando su mente de fantasmas. La excitacin de sus
complicidades ntimas y anticipadas, recorran en su pen-
samiento, con angustia y temblores, la gama de los pe-
cados, y lo dejaban espiritualmente exhaust.
Se liberty de estos "brazos de barro", de este "su-
frimiento brbaro, lbrico y letrgico, clarificado en la
creencia de que un amor verdadero no florece ms que
en el alma".
"Iluminado por el misterioso concept del deber
-expresa-- llev la luz a las tinieblas, y vi de
cerca todos sus horrores. Entonces espantado,
pens en todo lo que haba de sufrir un alto
hombre, si con l se intentase lo que con otro
hombre haba osado pensar yo".
Escribir una tragedia. Adltera. Y se conmovern
de espanto y de amor los que la lean. Llamar Carne a
la mujer. Vileza, al amante. Respeto, al esposo en-
gaado.
Qu alivio! Mart, libre de sus vanidades y de sus
culpas, pudo regresar a su vida interior y a sus ocupa-
clones habituales. Agradeca, ahora, las extremes ter-
nezas maternales de doa Barbarita.
Se iba a discutir un drama con Echegaray, o a es-
cuchar la conversacin del gran poeta aragons Marcos
Zapata, que arrastraba fuertemente las erres, o al caf
"Los Artistas" a dialogar con Calvo o con Burn, o a
la Cervecera Inglesa a pasar el rato, o a sumergirse en
la bohemia veleidosa y verstil de fugaces aventurillas.
"in el recato de su vida encontraremos siempre esa
media luz para las confidencias, o la iluminacin ence-
guecedora de este gran anmanlc de la belleza femenina."
Cuando Fermn lo buscaba para visitar los museos
artsticos e histricos su desmedrado bolsillo le sugera
diversos y vacuos escrpulos.
-Pero Pepe, si somos hermanos!
Entusiasmado, se olvidaba enseguida de sus argu-
mentos negativos, y con palabra erudita comentaba las
perspectives de Van Viteli y de Viviani; las alegoras de
Veronese y de Volterra; las "flores" de Arellano; el
"xtasis" de la Magdalena de Antolnez; la "resurrec-
cin" del Greco; los retratos de Velzquez. Y toda
aquella riqueza de colorido y de vida, de Rubens, Van
Dyck, Tiziano, Tintoretto. ..
En el Museo del Prado qued extasiado. La Maja
Dcsnuda lo arrebat. Permaneci mirndola largo rato.
Goya, delicado, voluptuoso, sin erotismo, haba dado a
su obra maestra un sentido ntimo de complacencia, coin-
cidente con su estado de nimo. "Es inolvidable" -le
dijo a Fermn.
O
Gozoso y sosegado descubri en la Masonera "una
fuerza de relaciones personales". En la logia Armona
eran testigos de su palabra inflamada. Al disertar sobre
el Amor Universal trazaba con vibraciones elctricas la
ausencia de sentimientos espaoles en Cuba. Los esta-
tutos prohiban estas libertades polticas. "iOh, estoy
hablando de mi patria!" Sonrea cuando el msico Max
Marchal o el general Pierrad, discretamente, venan a
recordarle al "querido hermano" que estaba infringiendo
el reglamento.
Al salir de la crcel una tarde que visitaron al cu-
bano Lencho Jimnez, preso por organizer su duodcima
expedicin con destino a la revolucin de Cspedes, ha-
blaba Mart clidamente con Fermn de conmemorar la
cada de sus hermanos muertos el 27 de noviembre.
-"T hars un libro que coronary dignamente
tus lgrimas y tu martirio. Y yo escribir los
versos, malos como mos, pero fundidos indisolu-
blemente al cario que nos une a Cuba- para
siempre .
Se encerraron largos das a trabajar. Mart perciba
ms que un mundo, much ms, rotos los barrotes de las
prisiones, que al fin comenzaba la vida en brazos de la
patria victoriosa.
La vspera del aniversario apareci una hoja en las
paredes de las principles calls de Madrid, firmada por
dos nombres absolutamente desconocidos: Pedro de la
Torre y Fermn Valds Domnguez. Su lectura denun-
ciaba una prosa vibrant que recordaba la del autor de
"El Presidio Poltico".
"No graba cincel alguno como la muerte los
dolores en el alma; no olvida nunca el espritu
reprimido el da tremendo en que el cielo rob
ocho hijos a la tierra, y un pueblo llor sobre la
tumba de ocho mrtires, en el altar ms hermoso-
de la honra".
Por la maana, durante los servicios religiosos que
en la Iglesia del "Caballero de Gracia" se celebraron
honrando la memorial de los estudiantes, repartan unas
hojas impresas citando a reunin en casa de Sauvalle,
donde generalmente se verificaban. Orden del da: "un
casino con diversiones y temas patriticos, a fin de crear
un nexo permanent entire todos ellos".
A Mart le desagrad la idea. Cuando lleg a la
Junta pidi la palabra. Fu a colocarse debajo de un
mapa de la Isla colgado en la pared principal, para que
Cuba presidiera aquella reunin. Estaba plido y de-
macrado; en su rostro se reflejaba aquella sombra de
tristeza que muy pocas veces le abandonaba.
No era un contrasentido aquella proposicin en la
fecha del da? Aquellos ocho mrtires vivan ms desde
que murieron y ahora estaban entire ellos para grabarlos
en el corazn y en la conciencia como smbolos de una
generacin. Cuando se ha matado, cada hora es de
pavor, cada da es de duelo, cada ser un remordimiento!
Cmo concebir un casino de diversiones?
El mapa se haba ido desprendiendo de la pared sin
que nadie lo hubiera notado, y de repente, cuando Mart
inflamado exclamaba "Cuba llora, hermanos", se des-
plomaba, quedando plegado sobre su cabeza.
Las carcajadas y el ridculo le estremecieron. Con
un gesto enrgico los detuvo vigorosamente: "Cuba, es
la madre de todos nosotros, y Cuba tambin llora". .
Los votos fueron adversos al Casino.
A partir de entonces cada vez que vean a Mart
decan: "Ah viene Cuba-llora".
O
Despus de un largo paseo por el Retiro, en que
analizaron la situacin insostenible del reinado, efmero
y vacilante, de Amadeo, Mart y Fermn, entusiasmados
con la posibilidad de la Repblica, quisieron escuchar
la lectura del proyecto de ley de Ruiz Zorrilla en que
se abola la esclavitud en las Antillas.
En tan interesante estado de transicin poltica era
possible que la media alcanzara a Cuba, la mayor de
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aquellas Islas y la ms necesitada de todas. Fermn,
alto, distinguido, los pmulos salientes, la corbata a lazo,
los espejuelos de oro, aplacaba en las tribunas, las vehe-
mencias de Mart. Este descubra en todas aquellas ac-
tividades la influencia de Labra, apstol de la esperanza
y de la libertad.
Cuando se termin la lectura, a la que los diputados
no haban puesto la menor atencin, el desconsuelo .fu
enorme. La esclavitud no se abola en Cuba porque la
insensatez de unos cuantos rebeldes pertinaces, impeda
dispensar a la Perla antillana el mismo beneficio.
Bajaron las escaleras, cruzando por entire los dos fa-
mosos leones del Palacio legislative, y ya en la calle
dieron rienda suelta a las palabras.
-iQu fraude!
-Don Nicols Estvanez me ha asegurado -deca
Fermn- que la Repblica es cuestin de horas .
-La saludar entusiasmado si es democrtica y li-
beral -exclamaba Mart exaltndose- pero he de mal-
decirla si ella ahogara a la de "Cuba Libre".
El atentado contra Amadeo, ileso milagrosamente; el
retraimiento de Cnovas, Sagasta, Serrano y Ros Rosas;
la agitacin revolucionaria de las provincias vascongadas,
Navarra, Valencia y Castilla, al grito de "vivan los car-
listas", y la disolucin del Arma de Artillera, el 9 de
febrero de 1873, sealaron la culminacin de esta crisis
histrica, en que Espaa dominada por facciones incon-
ciliables, quedaba a merced de minoras irritadas y fu-
riosas. El Rey present su abdicacin, no obstante exi-
girse una ley especial. Tuvo palabras admirables. Ca-
balleroso y abnegado, deleg sus poderes en la Asamblea
Legislative, y se despidi dirigindose a Lisboa para vivir
en lo future como duque de Aosta, olvidado y oscurecido.
Dos das despus, desde la tribune de la prensa, en
el palacio congressional, Mart y Valds Domnguez
aplaudan la proclamacin de la Repblica. Una amplia
mayora, 258 votos contra 32, pareca asegurar la esta-
bilidad del nuevo rgimen. A Mart le mortificaron pro-
fundamente unos concepts de Martos relatives a la
integridad. Quiso levantarse y gritar. Pero las solem-
nidades y el protocolo ahogaron sus impulsos. Y se
consol pensando que aquel plebiscito encarnaba la su-
premaca del Poder Civil.
-"La hora de trabajar ha llegado, -le dijo
a Fermn-. La repblica espaola carece de t-
tulos sobre Cuba. Si ella ha surgido por la vo-
luntad del pueblo en hombros del sufragio uni-
versal, Cuba se levantar tambin con esos mismos
atributos. Su plebiscito es su martirologio, y el
sufragio su revolucin".
Y se dedic a la tarea, febril y audaz, de escribir
un folleto, exigiendo la redencin de su patria. Fu en
busca de Calixto Bernal y lo consult.
El anciano, que dos aos antes, publicara su famosa
"vindicacin", en favor de Cuba, oy con placer su
formidable alegato. Con los cinco botones de su levita
abrochados en fila irreprochable, sus manos finas y
blancas, sus ojos claros y bondadosos, su calva amplia
y reluciente, y cierto rictus amargo en los labios escp-
ticos, admiraba aquel vigor polmico que era una ver-
dadera massacre del antiguo rgimen.
Despus de una hora de lectura inflamada, Bernal
lo abraz efusiva y paternalmente. "Ojal, hijo, ojal".
Pero los nuevos mandatarios no eran ms lgicos ni
ms justos que los monrquicos. Don Estanislao Figue-
ras, jefe del Poder Ejecutivo, benvolo y tolerante, un
da encont sobre la mesa de su despacho un extenso ar-
tculo titulado "La Repblica Espaola ante la Revo-
lucin Cubana" que firmaba Jos Mart. Pase glida-
mente la vista por aquella inflamada defense de Cuba.
Y guard el folleto en su escritorio.
Fermn se lo saba de memorial y recitaba prrafos
enteros. El patriotism de los cubanos se encenda r-
pidamente; pero la Repblica no les haca caso.
-"Patria, --deca Mart-, es algo ms que
pedazos de terreno sin libertad y sin vida; algo
ms que unidad de tradiciones; es fusin dulc-
sima y consoladora de amores y de esperanzas".
Le escribi a Nstor Ponce de Len a Nueva York.
"Le envo este folleto en pro de la Independencia de
nuestro pas, y deseo recibir sus indicaciones".
La importancia de estas lneas, no es otra que la de-
cisin de Mart de trabajar nica y exclusivamente por
la libertad de Cuba. Si pretendiramos trazar una lnea
en su vida tendramos que dibujar una recta hasta lo
infinito.
"La felicidad de mi patria lo es todo. Por
eso lo molesto, para rogarle que distribuya los
ejemplares que le remito, a los que me he tomado
la libertad de sealarles dueo. La energa de
mi voluntad se pierde por no tener esfera real
en qu moverse".
En el peridico "La Cuestin Cubana", no eran ar-
gumentos los que empleaba sino amenazas.
"Los hijos de la Repblica espaola aho-
garan en sangre la peticin de los cubanos?
Infames, malvados, fratricidas!; por qu demo-
ran tanto tiempo la solucin, si ya nada podr
evitar que al fin Cuba logre su independencia?"
Los republicans de la peninsula comenzaron a
atacar. "Tenan razn los cubanos cuando se alzaron
contra la monarqua, y carecan de ella ahra contra una
Espaa liberal, demcrata y republicana.
Mart preguntaba:
-"Por qu no os alzasteis al mismo tiempo
que nosotros? Por qu no tuvisteis siquiera el
valor de decir que tenamos razn? Por qu
fuisteis complacientes con el crime?
"Yo tendra eterno remordimiento en conser-
var aquello que me costara verter sangre noble
y vigorosa de hermanos mos. Mi honradez me
exige que os lo diga, ante el clamoreo de los
soberbios, ante el estigma del pasado. Cuba no
quiere nada que no sea su libertad".
Aunque dice que ha perdido ya todas las esperanzas
(la esperanza es en Mart fuerza creadora) le animaba
la presencia en el gabinete de don Nicols Salmern.
Ilusionado con la pureza de carcter y la honradez
inequvoca del ministry de Gracia y Justicia, prctica-
mente le dedic su trabajo "Las Reformas", en el que
combata estos intentos inadecuados y caducos.
"Las revoluciones no pasan en vano por los
pueblos; no puede ser el mismo el estado de un
pas devorado en silencio por la sinrazn, que
el pas potente y vigoroso que se ha lanzado a
las armas, y las ha sostenido, y las ha arrancado
para pelear".
Pero todos sus esfuerzos caern en el precipicio es-
tlido de aquellos flamantes dignatarios preocupados casi
totalmente de sus ambiciones personales, de la gloria
egosta y fugaz, del brillo falso y fogueado de los cargos
pblicos.
En la Academia de Jurisprudencia se celebr una
gran asamblea de cubanos residents para tomar deci-
siones. La mayora se mostraba partidaria de adherirse
a la Repblica. Fiaban el porvenir de Cuba al triunfo
de las ideas federales. Se conformaban con una auto-
noma que se pareciera a la libertad.
Mart se lanz apasionadamente al ataque, en el es-
pacio reducido de aquel improvisado parlamento.
-"Oh, no entienden! Autonoma? Nada
de eso. Cuba haba decidido ese dilema en
Guimaro al escribir su primera Constitucin Re-
publicana. Aqu en Madrid, lejos del teatro de
la lucha, no es done se pueden comprometer
los destinos de la guerra.
"Cuba quiere ser libre. Y como los pueblos
de la Amrica del Sur lo lograron de los go-
biernos reaccionarios, y Espaa de los francos,
e Italia de Austria, y Mxico de la ambicin
napolenica, y los Estados Unidos de Ingla-
terra, y todos los pueblos de sus opresores, nosotros
por la ley de voluntad irrevocable, por ley de
necesidad histrica, conquistaremos la indepen-
dencia.
"Acaso Salmern no entiende que ha lle-
gado para Cuba un perodo de emancipacin
como para todas las colonies que saben morir
durante aos ante el ejrcito numeroso de una
potencia que no los vence ni los doblega, ni los
humilla, ni altera su decision?"
Siete horas emplea en defender, y en defenders.
Siete horas de pie, nervioso, sin vacilaciones, vibrant,
elocuente, impresionante, maravilloso de palabra y de
voluntad.
Fermn y Eusebio situados a su lado lo tranquilizaban
y lo sosegaban, cuando exasperado se agitaba de un
lado para otro. Cuando le interrumpan, y l, fuerte de
frases, replicaba enrgico:
-"No. No. Cuando se quiere ser libre, es
infamia combatir a los que merecen serlo.
"Nuestros cadveres se levantarn contra esas
reforms. Esta lgica es terrible para Espaa,
pero es lgica".
Era impossible que una asamblea sin autoridad lle-
gara a acuerdos, Se disolvi cansada de aquel esfuerzo
inadvertido e intil. Los jvenes quedaron convencidos
de que "la Repblica" no resolvera jams la situacin
de la Isla. Luego, cuando mbarcaron tropas con des-
tino a Cuba, se indignaron.
-"No comprendo esta obstinacin, Fermn.
Yo no puedo permanecer tranquilo; el silencio es
criminal. Cuba ya est perdida para Espaa".
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Pero qu lejana, qu llena de sangre, de herosmos
y de miserias, estaba la senda que conduca a la Libertad
y a la Independencia l
VII
S, ENfA ya veinte aos, pero por efecto
.... e sus desconsuelos pareca un hom-
bre de cuarenta.
SSu turbulencia ntima, que a mu-
Schos parecan raras y quijotescas
J / 1.|! extravagancias, le hacia sufrir pat-
,S l, ticamente los dolores y las enfer-
medades de su Patria, al punto de
oscurecer, durante cortas etapas, al Mart enrgico y de-
ci'dido que jams se mostr pesimista.
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