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16 CUFw S V NABME44VOW
na y otro & easartar entire dos fgega 1l
hebra combustible del amjr.
La madre vigilaba y dirigit can Ss ,eon-
sejos a la joven, advirtiendola de lo peligrosp
que era jugar con fuego. No desdefaba Cris-
tina las advertencias de la madre; pero el sar-
gento sigui6 en su afici6n al cigarro, y la jo-
ven habia lefdo en no s4 qu6 libro que no se
debia negar a nadie el fuego, el agua y la sal.
La historic no explica bien de que modo
aquellos amores liegaron en su desarrollo A
un punto anorm ,1 y triste, que produjo gran
desaz6n en la famitli. Se not6 que el mozo
dejaba ya de fumar con aquella frecuencia y
afici6n que demostraba en los comienzos del
idilio; s61o se le vefa entonces de tarde eg
tarde por la b6veda, y filtimamente dej6 de ir.
Un dia, al legar Tribilin a la b6veda car-
gado de mendrugos y fruslerias, se encontr6
con una triste escena de reproches y de dolor.
La madre, irritada y Ilorosa, dirigfa frases
tremendas A Cristina, la cual media ahoga-
da por los sollozos gemia en un rinc6n. La
presencia del muchacho contuvo un poco
aquel torrente de quejas y acusaciones:; pero
talgo leg6 a oir de "verguenza y desalpor,"
y estas palabras le impresionaron profjWda-
mente. M6s tarde tuvo que corer Tribiltn
n busca de -un medico, porque Cristixa 4aia
tratado de envenenarre:con un putadg9.4e ea-
hezas de f6sforos. Bespues de, ete.pelieroo
amago de suicidio, la joven habia quedado
16
CUENTOS Y NARRACIONES
postrada, ojerosa, jadeante; no queria tomar
alimento, y lloraba sin cesar. La madre, an-
te el dolor y el trdgico arrebato de la hija,
ya no la acriminaba, sino que la compadecia,
y echaba sobre Mendoza todo el peso de su
indignaci6n. Oy4ndola se enter Tribilin de
que el sargento era el causante de tanto dis-
gusto y desesperaci6n, y pregunt6 con impe-
rio, tratando de averiguar lo que habia
ocurrido.
Ni la madre ni la hermana le dieron ex-
plicaciones, por mds que insisti6; pero la
malicia por una parte y la imaginaci6n por
otra fueron ayudando al muchacho a former
hip6tesis algo aventuradas y confusas acerca
del agravio en cuesti6n. Comprendia que el
caso era peliagudo, y al oir que su madre se
lamentaba de no ser hombre para habdrselas
con Mendoza, lleg6 a persuadirse de que alli
estaba haciendo falta un vengador.
Pas6 entonces un pensamiento sombrio
gor la mente de Tribilin. Aprovech6 un mo-
mento en que la madre habia salido de la b6-
veda, interrog6 a su hermana con habilidad
y energia, y obtuvo de ella, entire ocultacio-
nes y rodeos, la declaraci6n de que Mendoza
la habia hecho sufrir hasta el punto de pro-
vocar en ella el deseo de la muerte. Poco
despu4s salia de la b6veda el muchacho con
la frente nublada por una fiera expresi6n,
bastante rara en aquel semblante picaresco
CUENTOS Y NARRACIONES
que parecia expresamente formado para reir.
-* *
Al obscurecer de aquel mismo dia, baj6
Tribilin hacia el foso de San Crist6bal, subi6
sigilosamente las escaleras del medio, y se
perdi6 de vista entire las vueltas y revueltas
del Abanico. Sabia que el sargento tenia la
costumbre 6 la obligaci6n de inspeccionar
todas las noches la guardia de un pequefio
polvorin que habia hacia el Norte de la mu-
ralla, y de observer si los plantones se halla-
ban en sus puestos, antes del toque de dor-
mir. Despu&s regresaba al Castillo por una
de las galerias bajas, y daba el iltimo vistazo
4 lns tropas de su compaia. Lleg6 el mu-
chacho resueltamente a lo alto de aquel la-
berinto military, en donde hay un estreaho
pasadizo lleno de obstdculos y rodeos, con un
profundo foso 6 cada lado. Tribilin recor-
daba que 4 un hombre que habia caido alli
le habian sacado muerto y casi despedazado
al dia siguiente. Ambos fosos eran bastante
hondos para hacer peligrosa una caida en
ellos; pero ademis habia en el fondo de cada
uno botellas rotas, pedazos de bayonetas y.
otros objetos de corte 6 punta, todo revuelto
entire agua, lodo y suciedad. En medio de
estos dos fosos se situ6 nuestro heroe tras de
un pequeflo parapeto del laberinto, y espe-
r6. El sargento tenia que pasar necesaria-
mente por aquel sitio.
La noche era obscura y apacible. No se
CUENTOS Y NARRACIONES
oia por alli mds que el canto mon6tono de las
ranas y los coquis, interrumpido de tiempo
en tiempo por el alert de los centi-
nelas del Castillo. Por detrds del fuerte de
San Jer6nimo, hacia el Este, clareaba un po-
co el cielo, anunciando la pr6xima salida de
la luna. Tribilin not6 al instant aquel indi-
cio; mir6 con inquietud hacia el lado opuesto
por donde esperaba a su victim, y dijo
para si:
Como no venga pronto, me emtbarro.
Poco despuds se oyeron pisadas fuertes
que se aproximaban, y la pard' silueta del
sargento se fu6 destacando hasta llegar cer-
ca del escondite de Tribilin. Este se irgui6
cuanto pudo, hizo una fuerte aspiraci6n de
aire, y en el moment mismo en que Mendo-
za orillaba el foso por aquella parte, le em
puj6 con esfuerzo sibito y supremo, en el
que hubo de poner en acci6n casi todo su
cuerpo. Mendoza vacil6 un instant, lanz6
una interjecci6n viril y cay6 al foso con gran
estruendo....
**
Tribilin baj6 casi rodando por una de las
laderas del Abanico, y entr6 en la b6veda
medio aturdido y jadeante. Se acerc6 luego
A la cama de Cristina y le dijo con voz
alterada:
-Ya te vengu6; puedes rezar por el al-
ma de Mendoza.
Un terrible grito de angustia contest a
CUENTOS Y NARRACIONES
estas palabras, que Tribilin esperaba que
produjesen en su hermana un movimiento de
gratitud y de alegrfa.
i Asesino exclam6 indignada la jo-
ven, saltando de su lecho y disponi6ndose d
salir en auxilio de su ofensor, si adn era
tiempo de salvarle.- .En d6nde esti, qu6 has
hecho de 61, desgraciado?-Y prorrumpi6 en
suspiros y en quejas llenas de inquietud y
desesperaci6n.
El muchacho, aturdido y lleno de asom-
bro, se dej6 caer en el regazo de su madre, 6
la que interrogaba entire sollozos:
-Dime, mama, por tu vida, .qu6 es lo
que pasa aquif Ella misma me dijo que Men-
doza la habia ofendido; ya viste c6mo quiso
matarse. Ahora clama, se desgafita y se
desvive por el mismo a quien antes maldecfa.
i.Entiendes ti esto, madre?.... iExplicame-
lo, por Dios, que me estoy volviendo loco.
-Cdlmate, hijo--contestaba la madre,
acariciandole. No te inquietes tanto ahora
por los demds, y cuidate de ti mismo, que
bien lo necesitas. Algo se me alcanza de
esas contradicciones mujeriles que tanto te
asombran en tu hermana ; pero no te las pue-
do explicar. Ni tampoco hay tiempo que
perder ahora. Dime, qu6 hiciste con Men-
doza?
Lo zumbe en el foso de arriba.
iAve Maria purisima,- dijo la madre
santiguindose. Luego afiadi6 cautelosamen-
CUENTOS Y NARRACIONES E1
te :-iHuye, hijo, huye y esc6ndete lo mds
lejos possible, porque aqui corres much pe-
ligro. Despues veremos lo que se puede hacer.
--Pero.... .y ustedes?-replic6 el mu-
chacho, sefalando hacia el caj6n de los
comestibles.
-Ya nos arreglaremos como podamos.
Dios aprieta, pero no ahoga-contest6 la ma-
dre con resignaci6n.
Y buscando luego entire unos trapos de
su caja de costura, sac6 dos pesetas, que
constituian todo su caudal; las meti6 en la
mano derecha de Tribilin, cerrandosela
despu6s con fuerza ; le bes6 y le abraz6 llo-
rando, y le empuj6 dulcemente hacia la puer-
ta de la b6veda. Pocos instantes despus,
no se oia alli mAs que el Ilanto de Cristina
por la desgracia de Mendoza, y sus oraciones
fervientes, pidiendo a Dios que hiciera el mi-
lagro de salvarle, 6 si habia muerto ya, que
le devolviera la vida.
*
Carta de Tribilin 6 Flora, desde la
Habana:
"Querida mam6 : Aqui estoy desde hace
quince dias. Esta ciudad si que es grande
icaramba! Le caben dentro cuatro como esa 6
mas. Hay por aqui soldados-como hormigas :
de tantos que son no se pueden ni contar.
Dicen que hay guerra; pero estard muy lejos,
porque aqui no se oye un tiro.
Lo que hay aqui es much lujo, ruido
22 CUENTOS Y NARRACIONES
y sofocaci6n. Dicen que corre el dinero; pe-
ro la corriente esa no me cogi6 todavia bien.
Aqui hay cafes mas grandes que la MIallor-
quina iqu6 tiene que ver! pero ni los mozos
ni los duenos son tan buenos como alli. La
primera jicara de chocolate que cogi para
beberme las sobras me cost un puntapi6, y
esto caus6 risa. Salf a buscar un chino para
romperle el alma al mozo, y ni eso se hall
aqui. En las tiendas son tambien lo mds
estiraos.....
"A todo esto no te cont6 todavia c6mo
vine.
"Pues aquella noche me escondi en el
muelle hasta que amaneci6. De alli me fui a
Catafo, y poco mis tarde vi que sefialaban
el vapor espafol. Venia cargado de tropas
para la Habana. Me pegu6 en un bote que
iba con chinas para el vapor, y subi. iQu6
criteria! A la hora del rancho comic con los
soldados, que se divertian much conmigo, y
me llamaban "granuja". Luego, cuando se
aquiet6 un poco la gente, me envolvi en unas
lonas viejas mientras el vapor arrancaba;
cuando calculd que ibamos bien lejos de
tierra, hice como que despertaba, y pregunt6
azorado por mi bote. Esto produjo entire los
soldados una grqn riseria, y en todo el resto
del viaje fui objeto de bromas y de regalos.
Cuando llegu6 a la Habana tenia ya tres go-
rras de cuartel, una petaca vacia, una navaja
sevillana y un pafnuelo de algod6n con dcs
CUENTOS Y NARRACIONES 23
corazones rojos, bordados en una esquina.
"Aquf en la Habana todo es caro. Las
dos pesetas tuyas s6lo me sirvieron para mal
comer el primer dia. Y como aqui no hay
gangas, tuve que apencar al trabajo. Ms al-
quil de sirviente en un bodeg6n, de donde
no salgo nunca ni a sol ni a sombra, y traba-
jo como un perro. Gano diez pesos mensua-
16s y creo que se me irAn todos sin lucimien-
to. Aqui cualquier cosa cuesta un sentio.
"Te mando un d4cimo de la loteria de aqui,
que tiene buenos premios. OjalA que te cai-
ga el gordo, que buena falta te hace. En-
tonces me avisas y me vuelvo para all, por-
que en teniendo uno dinero nadie le those.
"Me acuerdo del pobre Mendoza, y me
remuerde lo hecho. Creo que me excedi, pe-
ro ustedes lloraban lamentandose, habia que
hacer una hombrada para el respeto, y nadie
podia hacerla en casa mAs que yo. Parece
que tom6 demasiado en serio las lagrimas de
Cristina, pero ya no hay remedio. Dios vera
que obr6 con buena intenci6n.
"Aqui los hombres. mas bullangueros del
pais se van a la manigua, y los de mAs pa-
ciencia trabajan en los muelles; pero yo ain
no tengo talla para la guerra ni fuerza para
la estiva. ;.Qui6res que me meta a i~dnigo?
El cocinero del bodeg6n. lo es, y por eso ha-
cemos un negocio atroz. Si yo me metiera,
creo que haria plata; pero no quiero entrar
en compromises sin conccer tu opinion.
24 CUENTOS Y NARRACIONES
"No digas a nadie donde estoy, porque
si me empufian me escabechan.
"Todavia no sabes cuinto te quiere
tu hijo
TRIBILIN."
De Flora 6 Tribilin.
"Querido hijo: Tu carta nos llena de
alegria, despues de tanta ansiedad sin noti-
cias tuyas. Al6grate th tambien, hijo, como
se alegr6 tu hermana: Mendoza no ha
muerto.
"Al ver que no regresaba al Castillo, sa-
li6 una ronda, y lo encontr6 dando gritos en
el foso. Tenia solamente algunas heridas
-en las piernas, y un fuerte golpe en el hom-
bro derecho. Todo qued6 curado en menos
de ocho dias. Dicen que el capote que lle-
vaba le libr6 de las heridas en el vientre y
el.pecho. Mejor fu4 asi Averdad?
"Creo que sospecha de ti 6 sabe ya de
cierto que le empujaste, pero no se da por
entendido. Ha preguntado por ti dos 6 tres
veces con buena cara. Parece que te tiene
mds bien carifio que rencor.
"Ha vuelto a la '6veda otra vez y nos
visit con alguna frecuencia; pero ya no lle-
ga con las zalamerias y los cumplidos de
antes: entra ahora como en pais conquistado.
iNo le falta mas que proclamar aqui la orde-
nanza y hacer de la b6veda una secci6n del
cuartel! Nos manda rancho todos los dfas
con Canijo, el de la otra b6veda, y le da 4
CUENTOS Y NARRACIONES
Cristina algunas pesetas a fin de mes. Te-
nemos que lavarle la ropa y compon6rsela
con much esmero, y el dia que nota en-ella
alguna mancha 6 algin descosido nos quiere
comer.
"Recibi el billete, y lo tengo clavado a
los pies de la Santa con dos alfileres en cruz,
para que me d4 suerte. Si me pego nos va-
mos de aqui.
"Ya que estds en la Habana haz cuar-
tos, hijo mio, que a eso van ahi todos, como
decia tu padre. Aguza bien el sentio y me-
tete en plata, que bien la necesitamos; pero
si puedes, hazlo sin meterte & ih~digo. Aun-
que no s6 lo que es eso, la palabra no me
suena bien.
"Recuerdos de Cristina y un abrazo de
tu madre, etc.
Cuatro afos despu6s volvi6 Tribilin &
Puerto Rico vestido de military, 6 la cubana.
Traia el uniform algo destenido; pero de-
tente.
Las tres b6vedas estaban ya cerradas, y
nadie supo dar al reci6n llegado noticias de
su familiar.
Mendoza habia sido repatriado dos anos
antes, y no se tenian noticias de 41.
Tribilin no traia plata ni moneda alguna;
pero aseguraba que le debian un dineral. Era
teniente del Ej6rcito Libertador.
MITO.
I
Entre aquella generaci6n de j6venes
puertorriquefos que alegraban con sus chis-
tosas travesuras el patio del Instituto civil,
en espera de que los Catedriticos anuncia-
ran el comienzo de sus lecciones, no se habri
olvidado todavia el nombre de Mito, el estu-
diante triste, el minico entire todos ellos que
no jugueteaba ni hacia maldades, y que se
reia muy rara vez.
Buscaba siempre para arrinconarse los
sitios mds solitarios y sombrios, y alli se
estaba repasando sus lecciones 6 escribiendo
con mano algo convulsa en su cuaderno de
studio, mientras los demis retozaban ale-
gremente en el centro del patio.
Su verdadero nombre era Jer6nimo: Ila-
mdbanle Jeronimito en los primeros meses
de su infancia, y por fin vino d quedar Mito,
en gracia de la mas ficil y rdpida pronun-
ciaci6n.
Era hijo de un viejo artesano y de una
joven histerica, matrimonio poco 6 nada feliz
CUENTOS Y NARRACIONES
a causa de sus frecuentes rinas y desavenen-
cias, y el nino se cri6 y creci6 con dificul-
tad, siempre encanijado, enfermizo y excesi-
vamente nervioso. Sus manos descarnadas
y venosas, con los dedos algo encogidos y
como desviados de su direcci6n natural, es-
taban constantemente frfas. En la adoles-
cencia parecia haber mejorado algo su sa-
lud; pero se mantenia siempre flacucho,
endeble y dominado por una sensibilidad
nerviosa exagerada. Tenia la cabeza gran-
de, la frente espaciosa, los ojos algo hundi-
dos, de mirada inquieta, 6 iluminados a veces
por extrafo brillo. El 6valo de su rostro era
demasiado largo, su nariz demasiado saliente
y un tantillo ladeada; pero aunque el conjunto
de su fisonomia distaba much de ser bello,
no tenia nada de repulsive: era mas bien
agradable y simpitico.
Algo habia de neur6tico en aquel adoles-
cente que ya llegaba a los linderos de la ju-
ventud. Desde pequefio habia revelado gran-
des disposiciones para. el studio, y en el Ins-
tituto habia ganado los primeros premios de
Latin, Historia, Frances y Ret6rica y Pokti-
ca. Sentia gran entusiasmo por estas y
otras asignaturas del program de segunda
ensefnanza, tenia buena memorial y una gran
facilidad de asimilaci6n y generalizaci6n.
Corria ya por la ciudad la fama de la in-
teligencia de Mito, y esto enorgulleci6 6 su
padre de tal suerte que puso desde entonces
CUENTOS Y NARRACIONES 29
su mayor empeilo en darle una carrera cien-
tifica.
El padre de Mito era albanil, con aspira-
ciones A Maestro de obras, aspiraciones fun-
dadas en una larga prdctica del oficio, y en
el esmero y atenci6n que pania siempre en
sus trabajos. Tenia fama de hombre formal
y probo, y cuidaba eficaemente de las obras
y los intereses que se le confiaban. Habia
trabajado en la construcci6n de edificios mi-
litares y civiles famosos en la ciudad. Ma-
nejaba ya el palustre cuando se edificaba la
Intendencia (hoy Tesoreria), trabaj6 tambi6n
en la construcci6n laboriosisimn- del cuartel
de Ballaji; habia tomado parte en las obras
de puentes y muros formidable de la carre-
tera military de San Juan a Ponce, y habia si-
do testigo y cooperador de la admirable au-
dacia. de Enrique Berrocal, cuando transfor-
m6 en pocos dias aquel destartalado y ruino-
so caser6n del Mercado viejo en el esbelto y
s61ido edificio donde A la saz6n estaban insta-
Slados el Instituto y la Diputaci6n Provincial.
Para el viejo albafil habia algo de so-
brehumano en aquellas creaciones y transfor-
maciones que ideaban los ingenieros, en la
concepci6n y direcci6n de aquellas moles que
resistian el empuje aterrador de huracanes y
terremotos, y que parecian desafiar impAvidas
a la demoledora piqueta de los siglos. Para 61,
un ingeniero come algunos que habia conoci-
do y admirado en el curso de su vida, era
CUENTOS Y NARRACIONES
una especie de semidi6s, un Creador ca-
paz de concebir y realizar obras inmortales,
y lo primero que se le ocurri6 en consonan-
cia con esta idea, al saber que tenia un hijo
talentoso, fu6 hacer de 61 un gran ingeniero.
Frisaba por entonces el anciano albafil
en los sesenta anos, y la carrera de ingeniero
civil en Espana exigia pr6ximamente doce
anos de studio; pero 41 se sentia con salud
y resistencia bastante para vivir y trabajar
de firme, hasta que su hijo volviese triunfan-
te. Y con tanto entusiasmo acarici6 esta idea,
que poco a poco se le fu6 convirtiendo en
mania. No toleraba objeciones,. y la resolu-
ci6n de que su hijo habia de ser ingeniero
qued6 impuesta en su casa como un articu-
lo de fe.
Pero lo triste del caso era que Mito, tan
admirablemente apto para los studios lite-
rarios, iba como forzado y cuesta arriba en
todo lo concerniente al calculo y d las opera-
ciones numdricas. Precisamente en aquel
ano sudaba el pobre alumno la gota gorda
con el segundo curso de MatemAticas, en el
que no lograba progress alentadores.
El recuerdo del primer curso en la mis-
ma rama de ciencias le producia escalofrios de
terror. Habia hecho un exdmen flojo en
Aritm6tica y Algebra, y el tribunal le habia
dado nota de suspense. Llegaba justamente
entonces a su m6s alto grado de exaltaci6n el
entusiasmo del viejo albanil, pensantlo en
CUENTOS Y NARRACIONES
que su hijo habia de ser ingeniero, y estuvo
d punto de enloquecer cuando Mito le comu-
nic6, sollozando, la fatal noticia. Con la pri-
mera estaca que hall & mano alli mismo, en
el portal de la maestranza de Artilleria, le
di6 quince 6 veinte golpes terrible en la ca-
beza, en la espalda, en los costados, en las
rodillas, sin reparar en d6nde, y sali6 luego
gritando y forcejeando entire dos amigos que le
empujaban y le tenian sujetas las manos.
Queria volver d la carga sobre el infeliz es-
tudiante, que aturdido, casi derrengado y
con el rostro cubierto de ligrimas y sangre,
yacia sobre las losas del pavimento.
Mas de una hora tard6 en sosegarse el
anciano, y con voz entrecortada referia a sus
companeros el motivo de aquella gran desa-
z6n:
tocaba la frente al decir esto), y era muy
just que aprovechase aquella luz de Dios
Sen dar gusto j su padre, y no en pronunciar
discursos en las veladas de agualoja de la
Caleta. Queria hacer de su hijo un inge-
niero, y el muy taimado lo aprendia todo
menos aquello que le convenia. Bien sabia
61 que su padre se sacrificaba trabajando sin
descanso, y que estaba dispuesto 6 hipotecar
la casita que por sus propias manos habia
construido al casarse, todo para mantenerlo
en el Instituto y despu6s en Madrid, y pa-
garle los studios hasta la terminaci6n de
su carrera; y ahora, a lo mejor, salia con que
CUENTOS Y SARRACIONES
no le entraban las Matem6ticas .... iNo le
entra eso, lo litil, despu4s que le han entra-
do los latines y toda esa balumba de histo-
rias que da gusto oirle contar cuando le tiran
de la lengua !... Pues le entraran las Ma-
tematicas, si, le entraran, de seguro. iLe
entraran, aunque tuviera que agujerearle la
cabeza para met6rselas d martillazos. iCon
61 no jugaria mis su hijo, icaramba! iTodo
aquello que alegaba Mito de falta de dispo-
sici6n para el calculo era mauleria, vagancia
6 ingratitud!"
Y al hablar asi se exaltaba de nuevo el
anciano, y lloraba al fin y se abatia su inimo
bajo la acci6n de una extrafia mezela de ira,
resentimiento y amor paternal adulterado
por el orgullo y la ambici6n. Sentia que se
le iban a desvanecer sus ilusiones, que se le
escapaba de entire las manos aquella inge-
nieria de su hijo, que con tan vivo entusias-
mo habia contado ya como segura.
Entretanto, unos piadosos vecinos ha-
bian llevado el estudiante 6 su casa, lleno de
heridas y contusiones, y en un estado de ani-
mo lastimoso. La madre al verlo lanz6 un
grito de angustia y se desmay6.
II.
Cerca de un mes permaneci6 en cama el
infortunado Mito, victim de una gran crisis
nerviosa, y de un delirio febril. La madre
realize verdaderos milagros: de actividad y
CUENTOS Y NARRACIONES
de resistencia, velando sin cesar en la cabe-
cera del enfermo, y prodigindole toda clase
de cuidados y consuelos. Rayaba en lo su-
blime aquella mujer, tambi6n atribulada y
enferma, olvidAndose de si misma para en-
tregarse i las mis extremosas atenciones del
amor maternal.
Vencida al cabo la enfermedad y cicatri-
zadas las heridas, Mito busc6 de nuevo sus
libros de Aritm6tica y Algebra, estudi6 re-
petidas veces en ellos, fu6d repasar sus lec-
ciones con algunos condiscipulos suyos que
habian triunfado de aquellas asignaturas en
el ultimo curso, y ya fuese por el esfuerzo
extraordinario que hizo para aprender, 6
porque los Catedriticos se hubiesen movido
i compasi6n con la noticia del injusto y bar-
baro castigo, el caso fu6 que en el examen
que hubo al terminar las vacaciones de aquel
aflo le aprobaron el primer curso de Mate-
miticas, y pudo matricularse en el segundo.
El padre se alegr6 much de este triun-
fo, y hasta se envaneci6 un tantillo de 61,
atribuy6ndolo i la oportunidad y energia de
la paliza pasada. Con esto se afirm6 mas en
la vieja y absurda creencia de que el palo es
el sexto sentido de los estudiantes descuida-
dos, y ya no perdi6 ocasi6n de recorder -Mi-
to la escena brutal de los estacazos, creyendo
de-buena fe cumplir- con ello un deber de pa-
dre, y -asegurar la realizaei6n de sus mis vi-
vs-deseos. :- -
34 CUENTOS Y NARRACIONES
La pobre madre sufria cruelmente al oir
estas opinions de su marido, y hasta se
aventuraba alguna que otra vez a contrade-
cirlas timidamente; pero 41 insistia y repli-
caba, repitiendo sus opinions con mayor
vehemencia.
Eso de las aptitudes especiales decia
-son cantaletas de Mito que a mi no me
convencen. 6 tiene 6 no tiene casco (y al
decir esto se tocaba con el dedo indice el
medio de la frente.) Si lo tiene para orador
y poeta, y para todas esas misicas celestia-
les que no dejan utilidad, debe tenerlo para
ingeniero, que es lo mas grande que hay
despues de Dios. Esto es de clavo pasado,
mujer, y que no me venga Mito con mitolo-
gias.... Y ddjate tfi de indtiles lloriqueos,
que bastante culpa tienes de lo que pasa.
Aqui no hay escapatoria, ilefo! 6 gana en
Junio el curso de Matematicas 6 el de coco-
macaco. iY verds como tras de este iltimo
viene el otro sin dificultad!
III
Mito amaba a su madre con verdadera
idolatria. Dotado de una gran sensibilidad,
de una delicadeza casi femenina y de un ca-
racter afectuoso y tierno, habia concentrado
su carifnodesde la infancia en el finico ser
que le coErrspoSpp ., quem aivinaba sus pe-
nas, que sufria y lloraba con 41, y en cuyo
CUENTOS Y NARRACIONES
regazo, siempre amoroso y tibio, habia de-
rramado tantas lAgrimas, y habia reposado
y sofiado tantas veces. l11a era su confiden-
te, su musa inspiradora, su consuelo Inico,
su ainico amor.....
,ITnico?.... Puede que si; pero alli en
lo mas rec6ndito y secret de su ser conser-
vaba Mito el recuerdo de una muchacha pi-
lida, esbelta, de cabello negro y abundante,
de ojos obscuros de dulce mirar.... La ha-
bia visto por primera vez en una velada es-
tudiantil, en la cual pronunciaba e1 un dis-
curso d la fuerza. Varios compaferos suyos
del Instituto le habian llevado alli manosa-
mente, sin decirle para qu6; le empujaron
luego con brio por una puertecilla, y se hall
de pronto sobre una especie de scenario de
teatro casero. Estaba at6nito, avergonzado,
sin poder salir por donde lo habian metido,
y teniendo enfrente un publico predominan-
temente femenino, que le saludaba con gran-
des aplausos.
* Trat6 de excusarse, dijo algunas pala-
bras para explicar el caso, y le aplaudieron
de nuevo y mas ruidosamente. No tuvo mds
remedio que hablar, y habl6.... Su cabeza
en aquel moment le parecia un volcn. No
recordaba despues una sola palabra del dis-
ourso. Vinole a la mente como un asidero
de salvaci6n su tema favorite, la mujer, y de
ella habl6 en general, pero muy especial-
mente de la madre.
CUENTOS Y NARRACIONES
raz6n subi6 A sus labios,> y generaliz6 en
frases de alto elogio el sentimiento que le
inspiraba su propia madre. Llegaron los
primeros aplausos a su oido como oleadas de
simpatia y de aliento, que serenaban su ini-
ma y estimulaban su inspiraci6n.... Enton-
ces vi6 por primera vez d la muchacha de
ojos negros. Estaba en la tercera fila de
oyentes; le miraba con gran atenci6n, y sus
manos pdlidas y finas se movian batiendo sin
cesar, como dos blancas alas de paloma....
Hablaba 61 entonces del amor abnegado y
sublime, del puro amor maternal.
.Qui6n era ella? Mito no la habia visto
hasta entonces, ni pudo mirarla bien siquiera
en aquella ocasi6n. Cuando acab6 de hablar
mir6 tras de si el azorado estudiante, vi6 que
estaba abierta entonces la puertecilla que le
habian cerrado al entrar, y por ella se esca-
p6 dando tumbos, mientras resonaban en la
sala los aplausos y las aclamaciones. Trans-
currieron algunos meses sin que hubiera
vuelto 6, ver 6 la muchacha, hasta que un
dia, al pasar por frente 6 una pequena-casa
de la Meseta, distingui6 6 su p6lida, all.eire
el interior, con la vista fija y el semblante
inclinado sobre una miquina de coser. Mito
reconoci6 al instant el perfil de aquellas dul-
ces facciones, y desde aquel dia pasaba dos
6.tres veces por.l ,cera de la pequefla casa,,
y miraba atentamente hacia el interior: Sus,
amigos y comapareros del Instituto no acer-
CUENTOS Y NARRACIONES
taban 6 comprender por qu6 Mito procuraba
entonces quedarse solo, y daba despu6s aquel
rodeo por la Meseta, que no era precisamen-
te su camino habitual.
Una tarde en que estaba dl1a asomada ,
la puerta de su habitaci6n cuando pas6 Mito,
se saludaron ambos adolescents y cambia-
ron entire si una mirada timid y dulce. Los
dos semblantes pdlidos se tiferon a 1a vez d-
un colorcito rosado, y en ambos se inici6
tambi6n al mismo tiempo una sonrisa.
Aquella tarde se sinti6 Mito mas anima-
do y alegre, y abraz6 y bes6 a su madre con
un cariflo todavia mas intense que el de otros
dias.
Luego.... ocurri6 la escena de los esta-
cazos, cuya noticia cundi6 por la ciudad, y
Mito, avergonzado, no habia vuelto d pasar
por frente 6 la pequefia casa de la Meseta.
iAsi habia fracasado al empezar su candoro-
so y inico preludio de amor!
IV.
Estudiaba' Mito con gran dificultad su
segundo afo de Matemiticas; no encontra-
ba.forma de familiarizarse con aquellos en-
diablados problems de Trigonometria que fi-
guraban-en el program, y aumentaban de
dia en dia sus temores de perder el nuevo
curso de ciencias exactas, a pesar de sus
grandisimos esfuerzos. Y 6 media que ese
CUENTOS Y NARRACIONES
temor aumentaba con la proximidad de los
exdmenes, aumentaban tambi6n las angustias
de su dnimo al pensar en el horrible castigo.
Temblaba al solo recuerdo de aquellos gol-
pes crueles que en el afio anterior habian
estado d punto de comprometer su vida, y
sufria con frecuencia pesadillas muy penosas
con este motivo.
Cuando ya no faltaba mds que un mes
para empezar los examenes, el estado ner-
vioso de Mito lleg6 a una excitaci6n lamen-
table. Cualquier contact inesperado le ha-
cia estremecer, vivia en continue zozobra,
dormia con dificultad y se despertaba sobre-
saltado al menor golpe 6 ruido. Su buena
madre sufria tambien de un modo indecible,
con esa pasividad resignada de la mujer ante
los males que no le es dado evitar.
Algo not6 tambi6n el viejo albafiil acer-
ca del aspect desalifiado y trist6n de Mito,
pero mas que a sufrimiento moral 6 a do-
lencia fisica lo atribuy6 a fingimiento y en-
gano, para cohonestar su pereza 6 terque-
dad de estudiante desaplicado. Asi fu6 que
-para infundirle lo que. 61 llamaba saludable
temor di6 en menudear los alardes de
crueldad, las amenazas y hasta los prepara-
tivos de algin escarmiento deseomunal.
Una noche en que Mito explicaba las
dificultades con que tropezaba en sus lec-
clones de Trigonometria, dijo secamente el
padre:
CUENTOS Y NARRACIONES
-Todo eso que dices se arregla y se re-
suelve con esta varita de virtud.
Y apretaba con su callosa diestra la vara
de medir paredes, en la que brillaban mu-
chas cabezas de clavos.
Mito no pudo dormir aquella noche....
Segiin aumentaban los temores y las an-
gustias del desgraciado estudiante, crecian
en 61 el amor y el apego hacia su buena ma-
dre, inico ser que le comprendia, que com-
partia sus penas y que hubiera sido capaz de
dar por 61 su propia vida.
Durante las horas de fiebre que habian
seguido a la cruel paliza sufrida por Mito,
hacia ya cerca de un afio, su madre le habia
colgado del cuello un escapulario de la Vir-
geri del Carmen, de la cual era muy devota.
Tenia much fe en la eficacia de aquella es-
pecie de reliquia, que ella solia llevar sobre
su coraz6n, y encarg6 a su hijo que la lle-
vara siempre consigo, como un talisman pro-
tector. Y aunque Mito no se habia distin-
+ guido nunca por el fervor de sus creencias
religiosas, recibi6 y conserve cuidadosamen-
te aquel signo de devoci6n, que le recordaba
el mas tierno y sublime de los amores. Pa-
reciale que en aquel escapulario llevaba con-
sigo algo esencial y extramundano de aque-
lla madre que habia sido y era en el mundo
su inico bien.
En los moments de gran angustia y
abatimiento a que solia entregarse Mito en
CUENTOS Y NARRACIONES
los dias pr6ximos al temido examen, sacaba
el escapulario, le besaba sollozando, como
solia besar a su madre en las horas tristes,
y le apretaba luego sobre. su coraz6n, como
un misterioso amuleto del que esperara al-
guna calma en medio de tanta ansiedad.
V.
Lleg6 por fin entire horribles temores el
tiempo de los examenes, y en los primeros
ejercicios obtuvo Mito un gran triunfo en la
Asignatura de Historia Natural. La madre
del estudiante llor6 de alegria; pero el padre
crey6 que era deber suyo no entusiasmarse
ni dar siquiera un poco de flexibilidad a las
arrugas de su cefo.
-Esti bien eso dijo pero yo espero
lo otro, que es lo que interest mis.
Y lo otro era el segundo curso de Mate-
maticas, en el que habia encontrado Mito
escollos formidable. Puso en tension peno-
sisima sus facultades mentales; ley6 y repa-
s6 sin cesar aquellas para 1l aridas lecciones;
hizo nimeros, traz6 lines, y dibuj6 formas
plans en su cuaderno de studio, hasta que-
dar abatido por el agotamiento y el cansan-
cio, y cuando ya iban 6 terminar los exime-
nes de aquella asignatura, hizo un esfuerzo
y se present ante el tribunal.
Era un sabado por la tarde. Mito se
sentia como abatido por las continuadas vi-
CUESTOS Y NARRACIONES 41
gilias y el exceso del studio, y en un estado
nervioso deplorable. Habia estado esperan-
do en su rinc6n habitual hasta que lleg6 el
turno correspondiente. Se hallaba temblo-
roso y azorado; sus manos ordinariamente
frias, estaban entonces como hielo. Cuando
son6 la campanilla y oy6 pronuciar su nom-
bre, entr6 en la sala de examen con paso in-
seguro y desigual.
El examen fud largo, y Mito no estuvo
feliz en sus contestaciones, ni seguro en sus
ejercicios practicos. Las personas peritas que
asistieron al acto aseguraban que Mito no
merecia sin embargo la reprobaci6n que obtu-
vo, porque-- pesar de sus tropiezos prob6
que conocia la asignatura tan bien como otros
que habian sido aprobados en dias anterio-
res. Corrieron con tal motive versions
muy curiosas acerca de la severidad demos-
trada por el Catedritico calificador en el
caso de Mito. Una de ellas decia que horas
antes ese mismo Profesor habia dado nota
de suspense al hijo de un coronel del ejercito,
A consecuencia de lo cual habia entrado el
padre en la sala de examenes & paso de car-
ga, y habia obtenido reform favorable en la
nota de su hijo, a fuerza de amenazas y de in-
terjecciones malsonantes. El tribunal crey6
que este suceso podia establecer precedentes
peligrosos si no se efectuaba una pronta y
saludable reacci6n de severidad en los exa-
42 CUENTOS Y NARRACIONES
menes subsiguientes, afianzIndose de este
modo el principio de autoridad....
Lo cierto del caso fu6 que 6 Mito le die-
ron nota desfavorable, y sali6 como loco,
entire la rechifla de algunos estudiantes ma-
lvolos y las frases de aliento y de consuelo
que le dirigian los demis. Subi6 calle arri-
ba por la del Cristo, tropezando con los tran-
seuntes que hallaba 6 su paso, y asi gan6 la
esquina de la calle del Sol. Acord6se alli
de que su padre trabajaba d la saz6n en Ca-
sablanca, y que estaria impaciente por saber
el resultado del examen. Estremeci6se al
pensar en ello el desgraciado estudiante, y
hubo de apoyarse en el muro del Seminario
mientras le pasaba un vertigo que le acome-
ti6. Llegado que hubo luego 6 la plaza de
San Jos6, baj6 por entire el Hospital Militar
y el Cuartel Nuevo, y por alli anduvo torpe-
mente, como un beodo, hasta llegar 6 la mi-
tad del Campo del Morro.
Alli se detuvo, como dudando de la di-
recci6n que habia de tomar. Mir6 hacia el
cementerio y sus alrededores; parecia buscar
con la vista los sitios mis altos de la mura-
lla y los mas hondos precipicios. Su mirada
tenia entonces una vaguedad siniestra; sus
parpados enrojecidos contrastaban con la
palidez de su semblante desencajado, y se
hacia cada vez mas corta y jadeante su res-
piraci6n. Despu4s de vacilar algunos minu-
tos se dirigi6 con paso algo mas fire hacia
CUENTOS Y NARRACIONES
la part Sur de la roca viva sobre la cual
estA cimentado el Castillo del Morro. Aquel
era el sitio predilecto adonde solia ir Mito
en las tardes claras y apacibles, para admi-
rar el grandiose espectaculo de la puesta
del sol.
Tiene la roca por aquella parte la for-
ma de un muro casi vertical, y abajo el mar
profundo, de un azul purisimo, forma entire
ritmicas y suaves ondulaciones un gracioso
remolino de espuma. Alli enfrente estaba
el astro del dia, pr6ximo a ocultarse ya, y
produciendo con su luz uno de esos maravi-
llosos efectos decorativos tan frecuentes en
las tardes puertorriquefas. Diriase que el
sol moribundo, en esa hora supreme de la
despedida, dejaba caer, como una bendici6n
de padre sobre su hija predilecta, los mas
bellos y magnificos tesoros de su lumbre.
Mito le mir6 con asombro y tristeza. Por
un contrast ir6nico de la suerte, le parecia
mas bello que nunca aquel espectaculo que
41 habia contemplado tantas veces desde alli.
El mar, que por aquella parte parecia un
lago de oro en esplendorosa ebullici6n, iba
perdiendo en grades imperceptibles sus to-
nos luminosos por la parte de oriented, hasta
llegar 6 un bello y puro color azul. Al otro
lado la graciosa linea del literal bordeada
de palmas, la cordillera lejana de suaves on-
dulaciones, velada apenas por tenues gasas
de vapor, y arriba el azul espl6ndido, en el
CUENTOS Y NARRACIONES
que formaban bellisimas gradaciones los re-
flejos del sol agonizante. Hacia el Este des-
collaba la poblaci6n alta, con su conjunto
panoramico de ciudad oriental....
De pronto, y cuando mis absorto pare-
cia Mito en la contemplaci6n de tanta belle-
za, se nubl6 su vista y sinti6 en todo su
cuerpo un escalofrio mortal. Acababa de
distinguir a su padre, que le miraba y le
hacia sefias energicas, destacando su angu-
losa y alta silueta por entire las almenas de
Casablanca.
Volvi6 en si el joven estudiante, como
si despertara bruscamente a la triste reali-
dad despu6s de un agradable suefo. Sen-
t6se sobre la pefa con los pi6s colgantes ha-
cia el mar, dej6 caer por la espalda su som-
brero de paja, sac6 del pecho el escapu-
lario, lo bes6 carifosamente, y con el ademan
de un nifo que se desliza sobre la falda de
su madre, se dej6 caer Mito en el blando
regazo del mar. Sobre el cuerpo del estu-
diante al caer brill6, como acariciandole, un
rojo destello del sol que tambi6n se sumer-
gia; se agit6 abajo el agua, como si celebra-
ra la llegada del nuevo hubsped, y adquiri6
luego la superficie su aspect habitual, ape-
nas alterado por unas levels burbujas que
subian desde el fondo, y por el escapulario
que subfa lentamente tras de ellas, y que
permaneci6 6 flote, como para sefialar alli
el sitio de la catistrofe.
CUENTOS Y NARRACIONES
Cuando lleg6 el artesano a lo alto de la
roca, s61o encontr6 arriba el sombrero de
su hijo, y distingui6 abajo, con gran cons-
ternaci6n y asombro, el escapulario del Car-
men, que l mismo, algunos afos antes, ha-
bia regalado a su mujer.
RlIVAR IA.
A mi buen armigo
el D. F. del Valle Atiles.
No bien el cura del cementerio habia
murmurado en latin ante el cadaver las ilti-
mas palabras de despedida, cuando los em-
pleados de la agencia funeraria se lanzaron
sobre el churrigueresco ata id, como una ban-
dada de buitres sobre su presa. Provistos
de tenazas, pinzas, martillos y destornillado-
res, fueron arrancando con estruendo y vio-
lentas sacudidas de la caja mortuoria gran
nimero de piezas metdlicas que tachonaban
el negro fondo, alterando grotescamente su
luctuosa severidad.
El cortejo ffinebre se dispers6 en segui-
da, para no presenciar aquel triste acto de
despojo. Muchos de los acompafantes to-
maron de nuevo el camino de la ciudad; otros
se desparramaron por el cementerio, ya para
dar un vistazo al nicho que parecia esperar
con la boca abierta el cadaver recien llegado,
ya para visitar alguna tumba querida 6 para
48 CUENTOS Y NARRACIONES
discurrir sin objeto determinado por aquel
erial tristisimo de la muerte.
Yo me intern por una de las zonas mas
pobres (que tambi6n en el cementerio hay
classes por una de esas barriadas de sepul-
turas en las que el dolor estaba expresado
solamente por medio de alguna pequefa plan-
ta, algfin tarjet6n con letras medio destefii-
das por la acci6n de la lluvia, 6 algunas cru-
ces negras y escumlidas, que parecian surgir
de la misma tierra, con los brazos abiertos en
demand de caridad.
La clase media reposaba mas alli, enca-
sillada en el muro con vulgar amaneramiento
y simetria. El nicho, el prosdico nicho con
su abrumadora uniformidad era en aquella
desolada necr6polis la representaci6n del es-
tado llano. En las avenidas y alrededor de
la capilla estaba el barrio suntuoso de la aris-
tocracia, exteriorizado por el mArmol escul-
pido y la mamposteria monumental.
Recorri tambi6n esta parte del cemente-
rio, buscando entire los panteones alguna
inscripci6n notable, 6 alguna estatua verda-
deramente artistic, y algo hall digno de
alabanza en medio de aquel climulo de ange-
lotes con cara de memds, de alegorias dema-
siado comunes de la Orfandad y de la Muer-
te, y otras figures y artefactos propios de la
escultura industrial;
Entre4os monumentos de mds valor ma-
terial y artistic habia llamado especialmen-
CUENTOS Y NARRACIONES 49
te mi atenci6n uno de estilo griego, de labor
esmerada y several, y de muy agradables pro-
porciones. Servia como de pedestal a una
estatua verdaderamente bella. Era de ese
mArmol de Carrara que tiene la nitidez y la
blancura de la cera virgen, y representaba
una deidad olimpica en actitud de esparcir
flores sobre una tumba. La expresi6n dul-
cemente melanc6lica de aquel semblante, la
pureza y suavidad de las lines, los bien es-
tudiados pliegues de la clAmide y del peplo,
la actitud un tanto acaddmica, pero elegance
y majestuosa, y la harmonica irreprochable del
conjunto, decian bien claramente que aque-
lla obra no era de las adocenadas que suelen
expedir (cuando se las encargan sin gran in-
ter6s estetico) los comerciantes y comisionis-
tas de G4nova.
Senti deseos de conocer el origen de tan
apreciable monument, y le pregunt6 a uno
de mis amigos que por alli pasaba:
-S61o sd lo que expresa la inscripci6n,
4que es bien poco- me contest6.- No dice
mds que AMALIA. Pero tu curiosidad puede
quedar satisfecha si le preguntas al Dr.
Babel, que estA relatando ahora, junto al
pante6n de Quintanilla, los m6ritos del que
all yace, y el significado de la lira rota y
del reloj de arena grabados en el frontis del
mausoleo.
-Sentirla molestarle a tal hora y en
este sitio, con una pregunta baladi....
50 CUENTOS Y NARRACIONES
iTodo lo contrario El Doctor es la
cr6nica viva y parlante de la sociedad puer-
torriquefa, y se perece por encontrar oca-
siones oportunas para el recuerdo y la na-
rraci6n. Yo mismo le hablard.
Habl61e, en efecto, y el bondadoso an-
ciano refiri6 la siguiente historic, mientras
regresdbamos i la ciudad :
Amalia era una de las j6venes mds be-
llas 6 interesantes de su tiempo, uno de esos
tipos de mujer, tan frecuentes en las Anti-
Hlas, que reunen en si la dulzura y languidez
inimitables de la criolla, y la expresi6n, do-
naire y gallardia de la europea meridional.
La conoci cuando todavia usaba vestido cor-
to, y aun me parece ver aquel semblante de
nifla, candoroso y dulce, dotado al mismo
tiempo de una movilidad y una expresi6n
extraordinarias, aquel busto escultural de
diosa griega, ostentdndose gallardamente so-
bre un talle esbelto y flexible, poblado de
ritmos misteriosos, de promesas inconscien-
tes y de todos esos admirables albores del
florecimiento femenil. Tenia los ojos gran-
des, obscures y de mirada luminosa, muy vi-
va, aunque semivelada a veces por una lige-
ra inclinaci6n de los pdrpados superiores;
nariz fina, sonrosada y nerviosa; rostro co-
rrectamente ovalado, y boca agradable, fres-
ca y de graciosas comisuras, con labios lige-
CUENTOS Y NARRACIONES
ramente carnosos, hfimedos 4 insinuantes,
que parecian modelados para besar y sonreir.
Una cabellera rica, sedosa, brillante, de co-
lor castano, daba tono y suavidad d tan raro
conjunto de perfecciones.
Fu6 muy celebrada esta belleza entire los
j6venes de aquel tiempo, y no he de negar
aue form tambien en el coro de sus amarte-
lados y plat6nicos admiradores.
Habia quedado hudrfana de madre d los
seis anos, y la cuidaban y asistian dos escla-
vas negras, de edad madura, que la servian
con lealtad y sumisi6n, pero en las cuales no
podia encontrar ella el afecto generoso y
vehemente que necesitaba.
Su padre no podia satisfacer tampoco
ese natural y vivisimo anhelo de la nina. La
amaba a su manera; quizds en lo rec6ndito
de su ser sentia el amor tan intensamente
como el mAs carifoso y dulce de los padres;
pero carecia de expresi6n, de formas y de
palabras propias para exteriorizar tan deli-
dados sentimientos. Era de cardcter adusto
y reconcentrado, aspero en el desir, desabri-
do y torpe en el trato, y d veces impetuoso y
violent hasta la temeridad. Su esposa ha-
bia logrado modificar 6 atenuar por algin
tiempo aquellas cualidades, con ese influjo
certero y persistent de la mujer, tanto mks
eficaz cuanto mds disimulado y apacible; pero
despu6s que ella muri6, ciertas pasiones an-
tes morigeradas 6 latentes se manifestaron
CUENTOS Y NARRACIONES
en l1 con avasalladora energia, y hasta en
detrimento de los mas generosos y naturales
instintos.
La avaricia le domin6 por complete.
Era rico hacendado, y los ping-ies beneficios
que entonces se obtenian con el azizcar le pa-
recian insignificantes. Quiso multiplicar la
ganancia con el trifico de negros, muy en
auge a la saz6n, y dedic6 a este birbaro ne-
gocio todas las terquedades y osadias de su
mal dirigida voluntad.... A los pocos aflos
era ya due'io de una colosal fortune; pero en
uno de los viajes que hizo a la costa de Gui-
nea, en busca de la nueva mercaderia por 41
tan despiadadamente explotada, trajo tam-
bien con ella el germen de una enfermedad
que le mat6.
No habia cumplido Amalia quince anos,
cuando se hall de pronto en orfandad abso-
luta, y duefa al mismo tiempo de uno de los
mayores caudales del pais. Duena tan s6lo
en ciertas condiciones, porque su padre ha-
bia dispuesto que un he'rmano de 41, admi-
nistrase la hacienda y fuese el tutor y cura-
dor de Amalia durante su minoria de edad.
Don Segundo-que asi se llamaba el fa-
vorecido-no era en realidad un perverse en
toda la extension de la palabra, sino mis
bien un hombre de instintos egoistas, no
equilibrados .por los afectos de la familiar ni
por una,educaci6n discreta y previsora. Hi-
CUENTOS Y NARRACIONES 53
jo de campesinos muy laboriosos, pero como
l1 ignorantes de toda ciencia y sin noci6n
bien clara del deber moral, toda su hombria
de bien se fundaba en pagar con puntualidad
lo que tomaba al fiado, en guardar la forma
de la honradez exterior, practicar el culto
externo de su religion, y ajustarse en su con-
ducta priblica & los preceptos rudimentarios
de la formalidad y del orden. Habia sido
negrero con su hermano durante algunas ex-
pediciones, sin darse cuenta exacta del aten-
tado monstruoso que cometia. No dejaba de
sentir cierto pesar confuso, cierta vaga re-
probaci6n en sus horas de soledad y de repo-
so; algin sedimento amargo quedaba en el
fondo de su conciencia despues del infame
alijo y de la despiadada explotaci6n; pero no
llegaba nunca a comprender con verdadera
claridad las proporciones de tal delito.
"Aquello era triste, si, senior; su herma-
no le habia metido en un negocio algo repug-
,nante, pero al fin la cosa no era para andar
con grandes escripulos. Otros que tenian
fama de buenos y hasta disfrutaban de alti-
simos honors oficiales, hacian lo mismo, los
absolvia el cura y dormian bien. &Era just
que 41 s61o se entristeciera y desvelara? No
insistiria en el trdfico; habia ya en la hacien-
da dotaci6n sobrada para las faenas agrico-
las y los trabajos dom4sticos, y no tenia ne-
cesidad de comprometerse en nuevas aven-
turas.. Luego aqu4l clima infernal, y las
CUENTOS Y NARRACIONES
enfermedades que se desarrollaban a bordo
durante la navegaci6n.... En fin, decidida-
mente abandonaria el trdfico aqu4l, y ain
acariciaba el prop6sito de hacer mds lleva-
dera la vida de aquellos pobres series, no ex-
tremando para con ellos las crueldades del
castigo."
Con estas 6 parecidas reflexiones se con-
fortaba don Segundo en las horas de cavila-
ci6n y de tristeza. Luego el ardor y la in-
sistencia en el trabajo habitual, y el tragin
vertiginoso de la zafra, le mantenian por lar-
go tiempo libre y hasta olvidado de todo re-
proche interno y a6n de la m6s leve aprehen-
si6n moral.
Amalia, entire tanto, vivia en el mayor
aislamiento. Desde la muerte de su padre
habitaba en la casa de la hacienda, sin mds
comunicaci6n que la de su invariable servi-
dumbre, alguna anciana amiga de la fami-
lia, que de vez en cuando iba visitarla, y
su tio y tutor, que cuidaba de ella como de
un ave preciosa, ddndole todo cuanto apete-
cia, menos espacio y libertad. La queria y
la consideraba 6 su modo; la reconocia como
duefla tinica de la fortune de su hermano, sin
repugnancias y sin protests; estaba quizA
muy lejos de desear la muerte de la j6ven,
con miras de sordidez y de codicia; pero se
desconcertaba y enfurecia con la sola idea de
que Amalia pudiera casarse, entrar en pose-
si6n direct de sus bienes y dejarle d 41 como
CUENTOS Y NARRACIONES
A un extrafio, cuando mis como a un simple
mayordomo, en aquella hacienda que l1 que-
ria tanto, que le atraia y le sujetaba como si
en ella hubiese echado races; dejarle como
a un cualquiera ante aquella magnifica dota-
ci6n de esclavos que-en parte i lo menos-
habia fomentado 41, y era, por consiguiente,
obra suya.
Y era verdad que don Segundo,sentia co-
mo una especie de traditional apego hacia
gran parte de la negrada de la hacienda. A
tal negrito lo habia comprado 1l personal-
mente, por un pedazo de franela roja, various
pedazos de espejo, y un collar de canu-
tillos y cuentas de relumbr6n; tal negra ma-
dre Iloraba alli en la arena de la costa, en
frente del barco, y el, don Segundo, la habia
dado caza con el auxilio de un grumete muy
listo y un par de perros; tal otra se habia
lanzado al agua despuds del embarque, y 61
solo habia conseguido pescarla y volverla al
Ibote, aturdidndola con un golpe de remo....
Y asi muchos mas, cuya adquisici6n 6 capture
atestiguaba ante los ojos de don Segundo
otras tantas hazafias de su habilidad y forta-
leza, habian concluido por inspirarle un afecto
particular, indefinible, en el que habfa tal
vez algo de carifo 6 simpatia, torpemente
mezclado con interns de dueno y orgullo de
cazador.
-Bien estd que todo esto sea de Amalia,
porque al fin es hija de mi hermano, y es
CUENTOS Y NARRACIONES
buena; pero de otro no icanario! porque esto
no lo ha sudado nadie mas que el padre di-
funto....y yo.
Asi reflexionaba don Segundo cada vez
que le venia d las mientes la idea de que su
sobrina pudiera enamorarse, y a fuerza de
insistir y de habituar su juicio a la monoto-
nia del mismo razonamiento, parecia llegar 6
convencerse de que tenia raz6n. De nuevo se
producian con este motive en su perturbada
conciencia las amalgamas y componendas en-
tre el deber y el provecho, A las cuales pro-
pendia naturalmente la complexidad de aquel
caricter; y, despu6s de haber formado con-
ceptos y planes sobre la base de ese casuis-
mo inconsciente, solia llevar sus consecuen-
cias hasta los iltimos limits, sinti6ndose co-
mo convencido y satisfecho de su honradez.
"No negaba, no podia negar el derecho
que tenia la j6ven a contraer matrimonio;
pero, llegado este caso, 61, nadie mas que 61
debia dirigir 6 su sobrina en la elecci6n de
esposo.... Algo se habia dicho ya de un jo-
venzuelo atrevido, que habia pasado varias
veces por junto 6 la casa de la hacienda, con
pretextos ffitiles, y hasta habia querido man-
dar despu6s un recado amoroso con la criada
de la j6ven; pero ya estaban tomadas las
precauciones para que el tal no volviese por
alli. A otro que di6 tambi6n en rondar de
noche por las cercanias de la casa, cantu-
rreando coplitas de amor, ya se le habia es-
CUENTOS Y NARRACIONES
pantado con un tiro de escopeta cargada con
p61vora sola, y el sereno de la hacienda tenia
orden de repetir el disparo contra el meque-
trefe, sazonando entonccs la carga con pe-
queflos granos de sal. Y amen de estas y
otras medidas andlogas, much celo, much
policia, y continue y redoblado espionaje ica-
nario! que donde menos se piensa brinca la
liebre, y m6s valia prever que remediar."
Asi la desventurada j6ven se encontr6
bien pronto en clausura verdadera y peren-
ne, con mds centinelas de vista que un reo
de muerte en visperas de ejecuci6n. Cuan-
do-aburrida de la soledad de la casa-mani-
festaba deseos de salir a paseo, un criado
fiel, temeroso y obediente d las 6rdenes de
don Segundo, la llevaba con alguna de las
siervas que la asistian, en uno de esos ca-
rruajes de hacienda, fuertes, holgados, som-
brios y cubiertos por todas parties: una espe-
cie de coche cellular. En el solian conducir-
la tambi6n al pueblo, cuando ella lo de-
seaba; pero siempre en compaflia y bajo la
vigilancia direct de los esclavos, y del pro-
pio don Segundo, no tan visible a veces, pe-
ro nunca menos asiduo y sagaz. Era aquel
un verdadero secuestro, ejercido en nombre
de conveniencias mal entendidas, y en su-
puestos motives de recato y bien parecer.
Y don Segundo continuaba relacionando
sus juicios y sus razonamientos sobre la si-
CUENTOS Y NARRACIONES
tuaci6n de Amalia, con los impulses de su
propio carcdter egoista y dominador.
"iNo; impossible! No podia 61 consentir
que la hija de su hermano, tan delicada y
tan graciosa, se casara asi, sin mas ni mrs,
con quien no la mereciera. iPues qu6! e.No
habia mas que'casarse con muchachas ricas,
apoderarse de su caudal 'y hacerlas infelices
para siempre? Ya contaba 61 con que ha-
bian de acudir muchos golosos 6 disputarse
el caudal mis bien que el coraz6n de la mu-
chacha, por mAs que ella iba echando un pal-
mito delicioso y una cara de cielo, que no ha-
bia mas que pedir. iCanario con los atracti-
vos que iban floreciendo en la sobrina!....
Pero eso del noviazgo no era puiafada de pi-
caro, y habia que andar en ello con pies de
plomo. .Casarse? Ella no habia dicho afin
nada de eso. Tampoco 61 trataba de oponer-
se 6 lo que la misma iglesia consagra; pero
habia que pensar el c6mo, el cuindo y el con
qui6n. Sobre todo el con qui6n.... Por
que... vaya, jcudl era el mozo que verdadera-
mente convenia a la muchacha? Ninguno de
los que 61 conocia hasta entonces, y que
pudieran estar animados de amorosa inten-
ci6n hacia ella. Entre los que la "miraban
much" los habia de dos classes: fios y fuer-
tes. Los primeros eran presumidos, curru-
tacos, cumplimenteros, muy 6 prop6sito pa-
ra pintar la cigiefita y hacer el oso con faci-
lidad: sabian al dedillo todos los cumplimien-
CUENTOS Y NARRACIONES
tos del galanteo y todos los requinlorios del
amor; pero eran flojos, encanijados y hara-
ganes; parecian hechos de alfefiique 6 de pas-
taflora, y habia que cojerlos con papelitos.
iCanario con los mufiecos de escaparate!
Ninguno tenia fuerzas para levantar siquiera
dos arrobas pulso. iValiehte arrimo ha-
bia de encontrar en ellos una mujer!.. Los
otros eran recios, vigorosos, trabajadores,
eso si; algunos conocia l1 capaces de conser-
var la hacienda de la chica, y de ampararla
y defenderla con brio; pero....la verdad, pe-
caban por el exceso contrario: eran asperos,
poco expresivos y bastante desmafados; no
lograrian insinuarse bien en el cnimo de
Amalia, ganar su carifo, hacerla dichosa, en
fin.... Seria much crueldad darla un ma-
rido semejante, ella que era una verdadera
sensitiva, como habia dicho el Dr. Aguirre
cuando la cur6 del ataque. Pues digo....
iUna muchacha que llora, pierde el conoci-
miento y parece que va morirse cada vez
que los capataces de la hacienda azotan & al-
gin esclavo!....iNo, no! Si no se presenta-
ban otras proporciones, mejor era que se
quedase libre. Asi seria siempre duefla de
su voluntad y de su hacienda, y ninglin in-
truso torpe 6 botarate la haria sufrir."
Aferrado 6 estas ideas, y revelando cada
dia mayor apego 6 la hacienda que 6l dirigia
y manejaba como cosa propia, insistia cada
60 CUENTOS Y ABRRACIONES
vez mis en la vigilancia y aislamiento de su
sobrina.
Ella, por su parte, sufrfa las amarguras
y tribulaciones de una martir. Dotada de
una gran sensibilidad moral, de un caricter
amoroso y comunicativo, y de un coraz6n
dispuesto a todas las afecciones generosas y
tiernas, sentia en aquella soledad una impre-
si6n penosisima de vacio, de verdadera asfi-
xia del dnimo, que la sofocaba y abatia.
Como no habia recibido educaci6n alguna
racional ni la habian ensefiado ningin arte,
ni siquiera una labor manual que la permitie-
ra distraerse, dar direcciones distintas su
pensamiento, ejercitar cdn alguna fijeza su
atenci6n 6 dividirla en trabajos y cuidados
de varia indole, necesariamente toda su acti-
vidad mental habia de concentrarse y pro-
pender 6 un solo punto: la exaltaci6u de sus
facultades afectivas.
Y todo cuanto alli la rodeaba era extra-
io 4 sus simpatias, 6 sus gustos, a su propia
naturaleza de j6ven impressionable y delica-
da. El egoismo, el miedo, la codicia, la sus-
picacia y la crueldad eran sus linicos compa-
heros en aquel confinamiento lastimoso. No
percibfa en torno suyo una sola nota simpi-
tica que respondiese al caudal inagotable de
ternura acumulada en su coraz6n, en aqu6l
coraz6n que parecia haber sido creado expre-
samente para amar.
A veces buscaba con avidez un niflo, un
CUENTOS Y NARRACIONES 61
ave, una plant, algo viviente, libre y puro
en que emplear sus afectos, sus carifosos
cuidados, algo que pudiera satisfacer de al-
grn modo su anhelo infinite de abrazar y de
querer....
Al cabo de algunos afos de penosa lucha
en aquella situaci6n, tan contraria d las exi-
gencias de su edad y d las inclinaciones de
su naturaleza afectiva, la salud de Amalia
empez6 quebrantarse visiblemente. Las
personas que la asistian notaban en ella una
variabilidad de humor, de la que no habia
dado sefiales hasta entonces. Tan pronto se
mostraba taciturna y silenciosa como vivara-
cha y locuaz; tras de un acceso de c6lera se-
guian en ella demostraciones extremadas de
afabilidad y de ternura. Quedabase algunas
veces como abstraida en una especie de som-
nolencia y de modorra, y de pronto la domi-
naba una viveza extrafa, y revelaba en sus
.dichos y en sus ideas una extraordinaria lu-
cidez. A veces se sentia dominada por un
vago malestar 6 por una gran tristeza sin
motive, que se trocaba de pronto en explo-
si6n de alegria.
Ella, que habia sido siempre dulce y su-
misa, tenia entonces intermitencias de iras-
cible, voluntariosa y aspera, llegando no po-
cas veces 6 la protest y al.insulto. Haclase
cada dia mis. notable en ella la exaltaci6n-de
CUENTOS Y NARRACIONES
la sensibilidad: sus afectos eran cada dia mis
vehementes, aunque de intensidad menos du-
radera. Por lo demds, su estado fisico no
llamaba much la atenci6n de las personas
que la servian. Ning6n dolor agudo la mo-
lestaba con insistencia, y s61o sentia de cuan-
do en cuando alguin desvanecimiento de la
cabeza, flojedad y calambre de corta dura-
ci6n en las rodillas, y lijeras opresiones de
la garganta, como si una bola subiera desde
el est6mago, dificultindole la respiraci6n.
Lloraba a veces sin saber por qud, otras ve-
ces reia sin motive, y en su semblante se su-
cedian tambien con frecuencia el enrojeci-
miento y la palidez.
Don Segundo mand6 que la visitase el
m6dico, y 6ste, en vez de recomendar p6ci-
mas y unturas, dispuso que prociraran al-
guna distracci6n & la j6ven, que la permitie-
sen salir y hacer ejercicios al aire libre; que
la dejasen comunicar con amigas y amigos
de su edad y condici6n, gente alegre y sana
que la alegrase con su jovialidad.
-iBonita receta se le ha ocurrido esta vez
al diantre del medico!-grul6 don Segundo
al enterarse de la prescripci6n facultativa.-
Nada menos que un jolgorio permanent,
una fiesta de todos los dias: soltar a la mu-
chacha en la plaza pdblica 6 traer a la ha-
cienda media ciudad. iDigo.... y gente ale-
gre nada menos, amiguitas y dun amiguitos
joviales por afadidura; diablillos varones
CUENTOS Y NARRACIONES
tarr.bin, como si no bastara el enjambre de
diablillos con faldas! iCanario con la droga
del Doctor! Con semejante modo de recetar,
ya estAn divertidos los boticarios.... Con-
que amiguitos deh?, amiguitos alegres y jara-
neros para una muchacha inocente, sin expe-
riencia, sin madre que la dirija y la cuide...
iHombre parece mentira que se le ocurran
estas cosas descabelladas d un hombre tan
formal y tan serio como el Doctor!....
Pero don Segundo, 4 pesar de sus gruni-
dos y protests, sinti6 no se que preludios de
enternecimiento al contemplar la desaz6n cre-
ciente de su sobrina. y trat6 de darla un po-
co de largura y de gusto en su cautividad,
buscando modo de compaginar en lo possible
la receta facultativa y aquel su criterio parti-
cular, con vistas 4 la honradez y al egoismo.
Mand6 4 la servidumbre que averiguase los
gustos de la j6ven enferma, busc6 una mu-
chacha blanca para que la sirviese d la vez
de criada y de amiga: dispuso que la sacaran
con mds frecuencia 4 pasear, y hasta permi-
t16 que fuera los domingos A misa, y que-
mediante las precauciones acostumbradas-
pudiera hasta recorrer en coche algunas ca-
lles de la poblaci6n,
Algo empezaban A influir en el animo y
la salud de Amalia estas pequefias expansion.
nes; pero bien pronto supo el tutor que cier-
to j6ven segufa con creciente asiduidad.el ca-
rruaje de la hu4rfana, que cambiaba ya con
64 CUENTOS Y NARRACIONES
ella saludos muy afectuosos, que habian lle-
gado d decirse algunas palabras, ella desde
el coche y 6l de muy cerca del estribo, y que
-seguin todas las apariencias -- no eran de-
sagradables 6 la pupila las tiernas solicitu-
des del gain.
Este conato de idilio di6 desde luego al
traste con los nuevos prop6sitos de don Se-
gundo, cuya ternura incipiente reaccion6 en
1l con la violencia propia de aqu6l carcdter
inculto y bronco. Ya no hubo mas paseos,
mds viajes a la ciudad, ni mas expansiones
del inimo: la j6ven volvi6 a sufrir todas las
tristezas y soledades de su confinamiento an-
terior.
Adquiri6 entonces la enfermedad de
Amalia caracteres mas acentuados y alarman-
tes. Sobrevinieron convulsiones, espasmos
y hasta sincopes de muy variable duraci6n.
En el transcurso de estos accidents lanzaba
gritos agudos, se le congestionaba el rostro,
movianse sus ojos convulsivamente, crugian
sus dientes, se le amorataba la lengua y per-
dia por moments la respiraci6n. Despu6s
de vencidos estos ataques, quedaba algunas
horas en un estado de abatimiento muscular
y de somnolencia estert6rea.
El insomnio y la hipocondria contribu-
yeron mas tarde A empeorar el estado ffsico
y-mental de la joven enferma, y poco des-
pu4s'apareci6 el delirio intermitente y extd-
tico, Durante estos nueyos ataques Amalia
CUENTOS Y NARRACIONE 65-
se sentia como transportada a un mundo
ideal, quedAbase por largo tiempo inm6vil, si-
lenciosa y como embebecida en una contempla-
ci6n semejante A la de los ascetas 6 iluminados.
DespuBs hablaba, algunas veces- con incohe-
rencia notable, otras con lucidez y viveza
extraordinarias, siguiendo y relatando los ac-
cidentes del delirio.
"Luis, Luis, el joven que la habia dado
la mano al bajar del carruaje una mafana,
frente a la Iglesia; que la habia recogido el
pafluelo cuando ella lo dej6 caer sin saber
c6mo, en un instant de dulce y desconocida
emoci6n; que despuds, al salir, la habia salu-
dado tan rendidamente, envolvi6ndola en una
mirada de inefable ternura.... el mismo a
quidn habia visto despues, que la seguia con
frecuencia, que la hablaba de lejos con aque-
llos ojos profundos, de mirar firme y expre-
sivo, y con destellos vivisimo que parecian
salir del fondo del alma.... que la habia di-
cho amores y ternezas casi furtivante, desli-
zando por primera vez en sus oidos pa-
labras de dulce y halagadora harmonia....
El, l1 estaba alli, se aproximaba a ella, cada
vez mis enamorado y galin.... Qud arro-
gante y qud simpatico era! Verdad?.....
iChist....! Silencio....! Luis iba a pro-
seguir su plAtica interrumpida aquella tar-
de.... iChist!...... iChist!....."
Y quedaba como por algin tiempo exta-
siada, en actitud de ver y escuchar algo que
CUENTOS Y NARRACIONES
la complacia y la interesaba much. De re-
pente lanzaba un grito de angustia y sufria
convulsiones violentas, y su rostro se con-
trafa y se alteraba con todas las sefiales ca-
racteristicas del terror. Despuds quedaba
en una especie de letargo fatigoso, hasta que
volvia el delirio; pero este ya no era el de la
contemplaci6n extatica ni del didlogo amoroso:
referiase a visions y sensaciones distintas:
"Luis habia desaparecido slibitamente; y
don Segundo, el eterno don Segundo estaba
alli frente a ella, cenudo y amenazador.. .."
Y Amalia hablaba confusamente de don
Segundo, de la hacienda heredada, de los
caudales de su padre.... Tomaban cuerpo
todas estas ideas en la desordenada imagina-
ci6n de la j6ven, y se ofrecian a su vista con
formas fantasticas, mudables, infinitas, pero
representando siempre otros tantos obstdcu-
los que se oponfan entire ella y sus esperan-
zas, sus alegrfas, su amor.... Y el obstAcu-
lo crecia, crecia siempre, se agigantaba, mos-
traiidose cada vez mis imponente y terrible.
De ahf las crisis violentas, los arrebatos de
desesperaci6n, los gritos de angustia, y por
fin e abatimiento y la atonia, signos crecien-
tes d'e una creciente desproporci6n entire las
emociones y la voluntad.
Mis tarde aquel delirio se fu6 simplifican-
do en imdgenes y en matices, hasta quedarse
reducido a las indicaciones de una sola idea
y de un solor color. La joven vefa con es-
CUENTOS Y NARRACIONES
panto que todo lo que la rodeaba iba adqui-
riendo el tinte y los reflejos mettlicos del oro.
Los montes, los arboles, las llanuras, los edi-
ficios, todo cuanto alcanzaba a ver desde su
encierro le parecia que iba adquiriendo
aqu6l mismo tono La luz solar, que tan gra-
ta influencia habia ejercido siempre sobre su
dnimo, entraba entonces amenazadora y sofo-
cante por todos los huecos y resquicios de la
casa, como torrentes y cataratas de oro fun-
dido, que todo lo inundaban y lo tefiian de
aquel odiado color. Efecto andlogo le pro-
ducia la luz artificial. Hasta observaba con
inquietud que ella misma se contagiaba con
el color que tanto aborrecia, y el suave y
sonrosado matiz de sus mejillas se trocaba
en triste amarillez. Aquello era el desborda-
miento universal de lo amarillo, el infierno
del oro que la envolvia y la estrechaba im-
placablemente....
En lo mis desesperado y violent de este
delirio, la joven enferma solia calmarse de
pronto, y sus facciones se animaban con una
viva expresi6n de regocijo.
"Habia descubierto algo puro, agrada-
ble, sereno, y libre a-in de la mancha terri-
ble que la perseguia. iQud bella y magnifica
se ostentaba aquella extension azul alli en lo
alto! Era el cielo.... Alli estaba la espe-
ranza, la alegrfa, el inico bien.... Desgracia-
damente, .de todo el rededqr de la tierra su-
bfan yapores amarillos, audaces, turbulentos,
CUENTOS Y NARRACIONES
que se retor6fan sobre sf mismos, formando nu-
bes doradas, y se extendfan y se arremolina-
ban con aspect amenazador. Quedaba toda-
via en lo alto un gran espacio de cielo azul
puro y luminoso, y hacia alli dirigia con in-
sistencias sus miradas, que hufan de la do-
rada atm6sfera que la enloquecia.... Pero
el espacio azulse iba reduciendo poco 4 poco;
aparecian puntos amarillos y brillante en el
azul puro que tanto la deleitaba, y segufa
subiendo el vapor dorado de la tierra, hasta
que ya no distinguia en lo alto ni en parte
alguna mas que el oro, el oro inplacable que
la envolvia y la aterrorizaba con su fatidica
y repugnante amarillez...."
El doctor Aguirre hizo present 6 don
Segundo la gravedad que iban adquiriendo
los males de su sobrina: insisti6 en su reco-
mendaci6n de que animaran y distrajeran A
la joven por todos los medios posibles, y en-
careci6 ademis la conveniencia de casarla.
Subray6 bien esta palabra para dar 4 enten-
der que lo decia con toda formalidad.
El tfo acogi6 4 regailadientes esta nueva
y mas grave recomendaci6n:
"No se explicaba esa manera de cuiar
enfermedades: hablaria con otro m4dico, sin
darse por entendido con Aguirre, que era
bueno,. pero ..:nadie estaba libre de una chi-
fladura. Consultarfa bien el caso, y si al fin
era preciso..iquB diantre! se haria'el' casa-
mento. iEl casamientol iAhf es nhada! Y
CUENTOS Y NARRACIONES 69
icon quin? iHabia que ver eso con calma!..
La sobrina estaba maluca; no habia mas que
verla: tenia los nervios desconcertados, so-
ilaba disparates, y en aquella disposici6n no
era cosa de salir por esos mundos A caza de
de un novio para un remedio. Ni parecia si-
quiera decente.... Una cosa era recetar y
otra preparar la droga icanario! i Ya quisie-
ra 41 ver al m6dico metido en esos belenes!..
Pero, en fin, Amalia era su sobrina, casi su
hija; no tenia mas amparo que el suyo en el
mundo, y 41 cumpliria su deber. Si el ma-
trimonio era indispensable para la salud de
la rapaza, se haria el casamiento, aunque 41
mismo tuviera que cazar el novio a tiros."
Entre tanto la j6ven empeoraba. Al de-
lirio de palabra habia seguido el de acci6n.
Como huyendo de algo que la perseguia, se
ocultaba en los rincones y escondites, se ras-
gaba los vestidos, rompla los objetos fr.giles
que hallaba a mano, sobre todo los que te-
nfan algfin brillo; estropeaba los muebles, y
* veces habia que sujetarla fuertemente para
que no se escapara por las puertas 6 se lan-
zara por las ventanas. No tardaron en se-
guir a estos ataques algunos sintomas de
perturbaci6n mental.
Don Segundo entonces se mostr6 muy
apenado, habl6 al medico con vivo interns, y
parecfa dispuesto a hacer cuanto fuera nece-
sario para devolver la salud a su sobrina. El
nuevo giro que habia torado la enfermedad
70 CUENTOS Y NARRACIONES
oblig6 al medico a hacer esfuerzos especiales
para devolver la raz6n A la enferma; y acon-
sej6 que la trasladasen sin tardanza a la Ca-
pital, y aquf consult el caso con sus compa-
feros de mds fama y trabaj6 con ellos her6i-
camente en aquel sentido.
Por desgracia, todos los esfuerzos de la
ciencia fueron ya ineficaces. La locura de la
joven se fue haciendo cada dia mds agitada
y penosa, y en ella tuvo siempre un papel
muy principal aquella implacable inundaci6n
de la ola dorada, de la angustiosa y fatidica
amarillez.... Atormentada sin cesar la jo-
ven por esta locura, falleci6.
Don Segundo se conmovi6 de veras con
la muerte de su sobrina, y su aflicci6n, agra-
vada quiza por el remordimiento, se manifes-
t6 entonces en un afin de gastar much dinero
en gloria y memorial de la difunta. Dispuso
unas exequias memorables por su pompa y
esplendidez; mand6 cantar gran n6mero de
misas y de response, y fue 61 mismo casa
de Furiati para encargarle un pante6n de
diez mil pesos.
-Quiero que sea el mejor que se haya
traido 4 Puerto Rico.
-Si ser4, dijo el italiano resueltamente.
Digame de que estilo y forma lo desea.
-No entiendo bien de esas cosas, Lo
dejo todo 4 la elecci6n de Vd., con la condi-
ci6n de que la figure sea tan bella como esta
CUEsTOS Y NARRACIONES 71
(y le di6 una miniature de Amalia), y que el
monument sea vistoso.
--Qud color premiere usted?
-Cualquiera.... menos el amarillo.
Sonri6 Furiati, firmaron ambos el con-
trato, y el artist, all en G4nova, se regoci-
j6 de haber hallado ocasi6n de mandar a
Puerto Rico una obra que diese buena idea
de su talent y habilidad.
ARn no habian transcurrido seis meses.
cuando Furiati recibi6 una carta de don Se-
gundo, en la que se lamentaba de lo malo de
la cosecha, del precio no muy alto del azicar,
y de los recientes rumors de abolici6n de la
exclavitud. Con tal motivo, deseaba que-
si ain era tiempo de modificar el encargo del
monumento-lo redwjese de modo que s6lo
costara la mitad de aquella suma. El italia-
no contest que no era tiempo ya de rectifi-
car el pedido y que el mausoleo estaba pr6
ximo llegar.
Algunos meses despuds se destacaba ya
esta graciosa obra de arte en la galeria prin-
cipal de la entrada del cementerio.
Tal ha sido, segin el relato del Dr. Babel,
el origen de ese hermoso monument, cuya
contemplaci6n habrd hecho exclamar a mu-
chos entusiastas, recordando un pasaje del
Tenorio:
"iMagnffica fud, en verdad,
La idea del pante6n!"
Elt RETRATO
DE JUIJA CGITRON.
A principios del siglo pasado fu4 a los
Estados Unidos un rico propietario de
Yabucoa, pueblo situado en una de las
mas f4rtiles vegas de Puerto Rico. Perma-
neci6 algunos afos en la naciente y ya gran
Repliblica americana, en la 4poca en que lle-
gaba A su apogeo la fama de Jorge Washing-
ton, el gran caudillo y estadista del Nuevo
Mundo. Veiase alli por todas parties el re-
trato de Washington en primorosos grabados
sobre acero y cobre, en artisticas miniaturas,
tan en boga en aquel tiempo, y en grades
Scuadros pintados al 61eo por artists de fama.
El propietario puertorriqueno, que era
hombre de buen juicio, particip6 bien pronto
del entusiasmo de los norteamericanos por
su glorioso h4roe, y al regresar a su pais, en
vispera de Afo Nuevo, nada le pareci6 me-
jor ni mds propio para traer de regalo a su
anciano padre, que un buen retrato del hom-
bre mis grande en la guerra, mis grande en
la paz y mis querido de sus conciudadanos.
CUENTOS Y NARRACIONES
La llegada del viajero y del retrato se
celebr5 en Yabucoa como un gran aconteci-
miento, y la magnifica pintura fu6 puesta en
el sitio de honor de la sala, en medio de dos
ramos de palma bendita, entretejidos con
primor, y coronados por la Santa Cruz.
A cuantas personas visitaban la casa en
aquel tiempo se les mostraba con orgullo la
noble efigie, y se les referia d grandes rasgos
las proezas, m6ritos y virtudes de Jorge
Washington.
Mas tarde, el mismo que habia traido el
retrato resolvi6 irse 6 vivir a los Estados
Unidos, dominado por los atractivos de aque-
lla nacionalidad libre y grande.
Antes de despedirse cont6 de nuevo a
sus parientes la biografia del h6roe america-
no, y hasta dej6 escrito en el rev6s del lienzo
el nombre del original.
Habiase acostumbrado ya el anciano ya-
bucoeho & pronunciar el nombre.de Washing-
ton con el acento pros6dico ingl6s; pero al
morir se llev6 consigo la buena y legitima
pronunciaci6n de dicho nombre.
Sus hijos leyeron el r6tulo, pero como la
pronunciaci6n castellana hace agudas las pa-
labras finales de aquella forma, cuando no
tienen acento en la silaba antepenfiltima,
pronunciaron desde entonces "Washint6n."
Andando el tiempo se dividi6 la familiar;
hubo con tal motive reparto de muebles, y en
la mudanza se rasg6 un poco la tela del re-
CUENTOS Y NARRACIONES
trato. El nuevo duefio remend6 como pudo
este desperfecto pegdndole un parche de cre-
tona por el rev4s, con el que se cubri6 el
nombre del original, quedando s61o en la me-
moria de los herederos del retrato.
En el inventario de la testamentaria, el
Notario escribi6 el nombre como lo pronun-
ciaban los herederos: en vez de Washington
puso Guasint6n.
Una nueva corcuptela separ6 mbs
tarde esta palabra en dos mitades, como si
fueran nombre y apellido, y cambi6 la s en c,
siguiendo un vicio de pronunciaci6n muy
frecuente en el pais. De este modo, el que
result ser dueno del cuadro a mediados del
siglo XIX, decia que era el retrato de Gua
Cint6n.
Tuvo eltal heredero, pocos afios despu6s,
una hija inteligente y avispada; la mand6 a
estudiar A un colegio de San Juan, y cuando
ella regres6 Yabucoa sabia casi tanto como
el pueblo entero. Not6 con desagrado los
defects de pronunciaci6n de sus vecinos, y
empez6 a corregirlos por su propia casa.
Al oir que su padre hablaba un dia del
retrato de Gua Cint6n, le interrumpi6 cari-
fosamente:
-Papd, no digas asi, que te oyen los
muchachos, y lo que en ti es descuido 6 bro-
ma se convertird pronto en vicio general.
-Y Ac6mo h6 de decir, hija mia?
-Pues como Dios manda. Gua no es
76 CUENTOS Y NARRACIONES
nombre de cristiano. Falta la n final, y hay
que aspirar la primera letra. No se pronun-
cia Gua, sino Juan, como se lee en el calen-
dario.
-Puedes career que no se me habia ocu-
rrido eso, pero esti bien. Le llamaremos
Juan Cint6n.
-Tampoco se pronuncia asi el apellido.
Falta una r. No es Cint6n, sino Cintr6n.
-Lo cierto es que suena mejor asi como
tu dices; pero ese retrato vino de afuera, y
el nombre lo pronunciaban'de otro modo.
-Porque alli no pronuncia bien el cas-
tellano.
-Tienes raz6n, muchacha. Veo aue sa-
bes mas que las niguas.
-Gracias por la comparaci6n.
-iCintr6n, Cintr6n!.... -qued6 repitien-
do el padre, como si recordara un nombre
conocido. -iAhora caigo! De modo que ese
retrat es....
-El de Juan Cintr6n, que en paz des-
canse.
-Y iquien era 41?
-Probablemente el abuelo de los Cin-
trones.
-dDe los de aqui?
-De los mismos. Tal vea sea el Cintr6n
aqu6l riquisimo, del siglo pasado, que dicen
que fund el pueblo.
Qued6se el padre sorprendido del talen-
CUENTOS Y NARRACIONES
to y penetraci6n de su hija, y exclam6 al fin
con entusiasmo:
-iDios te bendiga, muchacha, que has
hablado como un libro!
Corri6 por el pueblo la noticia, se elogi6
much la perspicacia de la j6ven, se hicieron
sacar y repartir copia del retrato, y todos los
vecinos acudieron de nuevo a contemplarle,
hallando en 61 much semejanza con indivi-
duos de la numerosa familiar de los Cintrones.
Era ya popular y famoso en Yabucoa el
retrato de Juan Cintr6n, fundador del pue-
blo, cuando lleg6 de Boston un joven Cintr6n,
nieto de aquel que 6 principios del siglo an-
terior habia traido el retrato. Reconoci6 al
instant el busto del gran patriota y pronun-
ci6 su nombre con veneraci6n; le corrigi6 la
muchacha; insisti6 61, se deshizo por fin el
donoso quid pro quo, y se le restituy6 al ori-
ginal del retrato su verdadero nombre de
Washington.
Desde entonces, cuando algin' vecino de
4 aquella hermosa comarca encuentra en li-
bros 6 peri6dicos la estampa del ilustre fun-
dador de la Gran Repuiblica, suele decir en
tono de broma, recordando la equivoci6n del
cuento.
Aqui esti el retrato de Juan Cintr6n.
ELl PRIMEIR IDILtIO.
-iAh!, Juan, tengo que darte una no-
ticia.
-Di.
-Que la nifla tiene novio.
-Pero.... ,y Pascual?
-No, si no hablo de Julia; es Luisita la...
-D6jate de bromas, mujer.
-Hablo con formalidad.
-iPero si es una parvulita, un arra-
piezo....!
-No tanto, Juan.
-Todavia no ha cumplido los diez afios.
*k -Bien, pero ti sabes que ahora se vive
de prisa, y se juega i eso en vez de otros
juegos infantiles.... Y mira td, asi se en-
tretienen bien y se sofocan menos que jugan-
do 4 las cuatro esquinas y a la gallina ciega.
Luego el novio no se propasa ni la molesta.
Pasea por nuestra calle, se detiene delante
de ese balc6n, silba de una manera conveni-
da para que ella se some y le yea, saluda
con un gracioso movimiento de cabeza, mira
U8 CUENTOS Y NARRACIONES
con atenci6n, those, hace alguna sefita disi-
mulada, y cuando me asomo yo se esconde 6
desaparece como por encanto.
-Seri algin mequetrefe, algfin gain
con fajuelo y chichonera, algfin don Juan
Tenorio con biber6n.
-No, no creas.... Es un estudiantito
de primer afo, que ya maltrata el latin.
Usa pantal6n corto con tirantes, chaquetita
sin cuello, y sombrero de emp]eita negro y
blanco, de esos que se parecen & un plato de
arroz con frijoles.... Tendrd unos diez afos,
y usa lentes.
-iMenudo puntapi6 el que le voy A dar
cuando se me ponga 4 tiro....!
-No, hombre; seria llamar la atenci6n...
Ademds, 61 es comedido y discrete. Parece
un novio formal... iSi vieras c6mo fuma!
-iConque tambi4n fuma el muy pillo...!
-Y tiene un relojito de 4 diez centavos,
de esos que apuntan y no dan, y cuando pasa
por ahi cerca, lo mira. como para ver la hora
que es.
-6Y Luisa...?
-Sale al balc6n cuando oye el silbido,
sigue con la vista al pequefio novio hasta
que e1 llega 4 la esquina, cambian una mirada
y una sonrisita de querubin, y luego...
-4Qu6?
-Nada, Juan; no te enfades. 91 sigue ca-
lle arriba, jugando el trompo 6 encampanan-
do su capuchino, y ella vuelve 6 su juego de
CUENTOS Y NARRACIONES
muflecas, cose dos 6 tres tiras, adorna su
tocado, canta en voz baja, 6 se sienta a estudiar
su lecci6n. A veces se esconde de mi, saca
adel seno un pequeflo lipiz, y describe en un
papel bonito y perfumado : "Querido En-
rique...."
iCartitas al titere?
Si.
iYo le dare cartitas a ella!....
-No, hombre, no; d4jala, que eso la en-
tretiene y hasta la instruye. iCosas de mu-
chachos, al fin! Ademis, ella noha de ser
menos que otras. APor que? Mucho mds
chica y mis tonta es la de Paz, y tiene su no-
vio. Nina la de Ram6n, tambidn le tiene, y
es una criatura que ni hablar sabe; las de P6-
rez, ahi donde tu las ves, flacuchas, amarillas
y desgrefadas, que parecen inimas en pena,
tienen quien las pas6e la calle y las haga el
oso por el antepecho. Novio tiene tambidn
tu ahijada Lila, que empieza a deletrear aho-
Pa, y Pepita Gonz6lez tiene uno en el Institu-
to y otro en la Escuela Profesional.
Alabado sea Dios!
II
Mientras hablaban asi los padres de
Luisita, despu6s de terminado el almuerzo,
estaba ella en el gabinete particular de sus
amiigas de trapo y porcelana, en el santuario
infantil de la mufiequerfa, establecido entire
CUENTOS Y NARRACIONES
dos pies de una cama, un gran canasto de ropa
y uno de los angulos del tocador. Alli, medio
oculta entire los pliegues y guarniciones del
mosquitero, con una gran mufieca en la falda
y muchas tiras de diversas telas diseminadas
por el rededor, parecfa como abstraida en la
meditaci6n de algunas de esas cuestiones de
indumentaria menuda qud suelen preocupar
a las nifias cuando tratan de hacer algdn ves-
tido A una mufieca, ajustado al iltimo figurin.
Pero no pensaba entonces en estas cosas,
6 por lo menos no tenia concentrado en ellas
todo su pensamiento, ya que en esta primera
edad se suelen confundir deliciosamente los
afectos y los gustos, el carito que inspiran
las personas con el que inspiran los juguetes.
Lo que en aqu4l instant llamaba la aten-
ci6n de la nifa casi tanto como las mufiecas
y sus vestidos, era una carta, en la cual iba
leyendo poco a poco y con cierta dificultad.
Decia asi:
"Mi querida Luisa: por el hijo de En-
gracia la cocinera supe que habfas recibido
la raspadura de mani, pues no compr6 ale-
grfa porque me da dolor de muelas; pero si
te gusta mis, la buscare.
"Hoy te piti al pasar y no saliste, mis
luego volvi A pitar, y el que sali6 fue el pe-
rrito del barbero, que por poco me muerde.
iLlegui a casa lo mis triste! Pues Paco el
del dapitin Martinez, que' Vive aquf al lado,
CUEN10B Y NARRACIONEB
tiene una novia, y cada vez que 61 pasa -pita
y ella sale, y ese muchacho no es mejor que
yo. Si td no quieres que pite, hare otra co-
sa. 6 si de ahi se ve bien el balc6n de casa
hare como Vidal el. monaguillo, que cuando
quiere que Rita se some para l1 pasar por
la calle, pone en su cruceta la serial de vapor.
"Yo hare lo mejor que ti quieras; pero
as6mate, alma mia; que cuando paso y no te
asomas, los amigos me hacen burla y me
gritan "soso," y yo no le aguanto A nadie.
Te digo que un dia me voy a comprometer.
Sabris que pelee con aqu6l muchacho jincho
de la costa arriba, que anda con Araujo, y que
qued6 suspense en el curso anterior. El muy
sinvergiienza se dej6 decir que se queria con-
tigo, y se alababa de que era tuya una hoja
de geranio seca que tenia dentro de la Gra-
matica latina. Yo me vol4, y no pude menos
de estrujArsela en los hocicos. Despuds sa-
limos desafiados para la Meseta, y si no hu-
biera sido por un aguacero que cay6 y por
un guardia que nos miraba, isabe Dios...!
El domingo tenemos maroma en casa,
y si te dejan venir, veris. Yo tengo un tra-
pecito y hago algunas planchas. La sirena
me sale de flor. Pepito hace de payaso con
unas medias largas y un gorro blanco, y es
una risa dando la vuelta de carnero. Merce-
des canta la guaracha, que tW sabes, del Ca-
ramelito de miel. HabrA sangria y horchata
de arroz.
CUENTOS Y NARRACIONES
-" Mdndame una cinta delas tuyas'para
marcr la lecci6n, y que teng-abordadas -tus
iniciales.- Esto se usa mucho- en las classes,
y yo no soy menos que lbs deras'. Si quieres
un clavel blanco, manda al grifito de Engra-
cia a la cochera, antes de oscurecer. Lo ten-
go en agua para ti, y tambi6n te estoy pren-
diendo un gancho de rosa.
Adi6s, escribeme pronto,. .y as6mate
cuando yo pase, no seas ingrata; mira que
si me das que sentir y me dejas en un feo,.
soy capaz de perder el curso.
Tuyo hasta la muerte.-ENRIQUE."
(Sigue luego el dibujo de una flecha en
forma de escoba y de un coraz6n en forma de
pernil.)
III
Cerca de seis meses dur6 el delicioso re-
medo de relaciones amorosas, idilio infantil
de una pureza inmaculada y de un idealismo
ultraplat6nico.
El instinto de imitaci6n, tan vivo y po-
deroso en la infancia, fu4 sin duda el origen
y el m6vil principal de estos tempranos amo-
res, no exentos, sin embago, de las inquie-
tudes y amarguras que acompanan siempre
al amor, aunque sentidas con menos inten-
sidad.
Algunas veces solia entristecerse Enri-
que, pensando que tenfa ciertos motives de
queja y hasta de enfado : "Luisa no le con-
CUENTOS Y XARB]CIONES
testaba sus cartas a tiempo, no las firmaba
nunca mas que con un garabatito, y se nega-
ba obstinadamente 6 mandarle un rizo de su
pelo, cuando. casi todos los estudiantes de
primer anio tenian rizos y hasta trenzas de
sus novias, y habia bolsillosy Diccionarios
que tenian trazas de almacen de peluqueria.
sEra eso digno? c.Era just? !&Que motivos
tenia ella para no hacer como las demAs, y
ponerle en evidencia ante toda la clase de la-
tin? Y iclaro esta! por eso sus condiscipu-
los hacian alarde de rizos delante de 61, y se
burlaban de sus amores, diciendo con des-
d6n: iValiente novia seri la tuya, cuando
todavia no se le ha visto el pelo!- Ademis,
l1 se cansaba de mandar flores a Luisa, y
ella muy rara vez se las prendia en el pecho,
como era costumbre, en seal de estimaci6n.
Una vez habia cogido ella un clavel de los
que l1 la habia mandado, y lo habia prendido
en el pecho de una mufieca. ,No era eso un
marcadisimo desire? Luego aquella obsti-
naci6n de no salir algunas veces, cuando 41
pitaba, era para desesperarse. iQu6 le cos-
taba a ella asomarse, vamos d ver? &No
se asomaban al balc6n las novias de
otros estudiantes mis chicos y m6s feos que
41, en cuanto los sentian pitar? Cierto que
algunos dias se asomaba, sobre todo cuando
tenia vestido nuevo.6 estaba peinada de, ri-
zos, que le sentaban muy. bien; .pero otras
veces no salia, por mas que 41 estuviese lar-
CUNNTOS Y XA1RRAWjOjES
go rato con la boca aguzada, pita que pita,
desde la acera de enfrente, haciendo un tris-
te papel, y expuesto a la burla de los demds
novios, 6 a que saliese algin perro a morder-
le, como ya se habia dado el easo. iEsto no
estaba en el orden, no, sefor....! iPero era
tan linda!"
IV
Tambidn ella tenia, por su parte, algu-
nas quejas de Enrique. "Era bueno y com-
placiente, y le paseaba la calle, y la obse-
quiaba y la queria, eso si; pero tambi4n le
gustaban otras nifias y las saludaba muy zala-
mero, y eso no estaba bien. Ella misma le
habia visto una noche en la retreta sonrien-
dose con una nina mas grande que 41, y
que tambidn tenia novio. El muy taimado
se desvanecia. IVaya que si! Luego esa
costumbre de silbar cada vez que pasa por
debajo del balc6n result muy cursi, muy
fea y hasta impropia de personas decentes.
La mama lo habia dicho un dia en la sala,
sin referirse a nadie, y era la verdad. C6mo
no silbaba asi el novio de Julia? Las nifas
tampoco deben estar a cada moment en el
balc6n lo mismo que las cotorras. Esto lo
habia oido ella decir a su mama y a otras
personas de experiencia. Ademds, no siem-
pre se tenia el traje y el tocado en disposi-
CUENTOS Y NARRACIONES
ci6n de salir, y una no ha de asomarse des-
garbada y cochambrosa. iPues no faltaba
mas! Ella era muy senorita, y no habia de
presentarse en el balc6n & cada rato y de
cualquier manera, nada mas que por darle
gusto al nifo. iY poco change que se ponia
61 A veces, llevando detrds un tropel de estu-
diantes, para que vieran que 11a le hacia
caso!.... Pues, no, senor; decididamente
aquello la encocoraba y la comprometia. Es-
taba resuelta d no asomarse todas las veces
que 61 silbara, aunque la costase un disgusto.
Tambi6n habia tenido con 61 un altercado
muy serio por lo del rizo. iEmpefado en que
l11a habia de cortarse uno de la frente,. nada
menos que de la frente!, para dArselo a 41!
iY poco tono que se daria 41 despu6s con el
rizo, a costa de 4lla.... No: su rizo estaba
mejor sobre la frente donde habia nacido,
que oliendo 6 tabaco en el bolsillo de Enri-
que.... Se lo habia dicho ya, y lo cumplirfa.
Con pelo de 11a no se iban 6 divertir los mu-
chachos del Instituto. Lo que habia pasado
con Nina era un horror. Le di6 a Pepito un
mech6n de su pelo colorado, y por el color de
6ste la conoci6 al dia siguiente la clase en-
tera. Ahora la pobre Nina se pasa llorando
siempre, porque donde quiera que va le salen
con la cantaleta de que tiene un novio al
pelo.... iEl de 11a se le erizaba s61o de pen-
sar que pudiera sucederle una cosa asi!"
CUENTOS Y NARRACIONES
V .
Fuera de estas leves contrariedades y
amarguras, que servian para dar tono y va-
riedad 6 las relaciones semiamorosas de
Luisita y Enrique, librandoles quiz6s de
cierta- empalagosa monotonia, todo entire
ellos era dulzura, regocijo y tranquilidad.
E1 pensaba en lla mas que en los libros, y
gozaba much en verla, aunque no fuera mas
que de la calle al balc6n. No la visitaba
porque.... vamos, no se atrevia. La mama
de Luisita era un pocoo seria, aunque muy
buena'persona, y el padre era un hombre
barbudo y de muy mal genio, al parecer.
Enrique era ',.. ipl, eso si; tenia muy buenos
pufios, y no le "sacaba el cuerpo" a ning6n
muchacho de su edad icaramba! Pero una
cosa era pelear en la calle, romper la cha-
queta, apagar un ojo 6 desollarle la nariz a
un amigo, si 6 mano viene, y otra muy dis-
tinta era entrar y propasarse en casa de la
novia, en donde no habia siquiera muchachos
con quienes jugar, y que sirvieran de pretex-
to para las visits. Por eso iba solamente
de tarde en tarde, cuando hallaba alg6n me-
dio adecuado para ocultar sus intenciones, y
auin asi entraba muy pocas veces sin que le
invitasen 6 ello las personas mayores. De-
lante de los padres de Luisita se hacia con
11a el desconocido y el indiferente, de un
modo que daba ganas de reir.
CUENTOS Y NARRACIONES
A falta, pues, de trato intimo y de
comunicaci6n direct, el agent mas efi-
caz y active de que se valian en sus re-
laciones, era el hijo de Engracia, la co-
cinera, un Mefist6feles de siete anos, con
m~s malicia que ropa, astuto y disimulado
como un felino, y dotado de una vivacidad
ratonil. '11 era el que llevaba y traia los
papelitos y los recados, quien le contaba a
Enrique todo lo que hacia Luisa, y quien
traia para 6sta las flores, las frutas, los dul-
ces, los juguetes, los negritos de porcelana,
las aleluyas, las calcomanias y hasta las ma-
riposas de vivos colors, que el estudiante
cogia para su amada en el Campo del Morro
6 en el jardincillo del Arsenal.
Luisa era mas parca en regalos y en pa-
pelitos, mds reservada y several, menos ve-
hemente y comunicativa que su galdn. S61o
de tiempo en tiempo le mandaba alguna es-
tampita de la Virgen, alguna hoja aromdtica
para perfumar los libros, alguna labor de es-
tambre, de mostacilla 6 de papel picado, y
cuanto habia bautizo de mufeca (fiesta de gra-
to recuerdo, por haber empezado en una de
ellas sus amores) le mandaba la mariquita 6 la
gala en forma de moneda de cobre pendiente
de una cinta 6 pegada A un pedacito de cart6n.
Por supuesto que el diablillo del manda-
dero no hacia estas diligencias de gratis et
more y por la bonita cara de los novios.
iBuea chavito 6 buen par de botones tenia el
90 CUENTOS Y 'ARRACIONES
novio que aflojarle por cada mandado, y bue-
na golosina tenia que darle la novia para te-
nerlo a su devoci6n!
VI
Iba llegando 6 su t4rmino el mes de Ju-
nio, y Enrique se prometia pasar muy feliz-
mente la temporada de vacaciones, viviendo
s61o para su amor, sin pensar en libros ni en
catedriticos, cuando una circunstancia ines-
perada vino s-ibitamente d destruir tan agra-
dables prop6sitos.
A consecuencia de cierto disgustillo ori-
ginado en uno de los bailes de la fiesta de
San Juan, se enfad6 Julia con su novio hasta
el extreme de romper las relaciones y darle
unas calabazas sanjuaneras, que fueron muy
comentadas en la ciudad. Algo de esto lleg6
a saber Luisita, y fu6 lo bastante para que
se diera a pensar muy seriamente en el caso.
El instinto de imitaci6n, la curiosidad, que es
musa inspiradora de las niflas, y tal vez el
recuerdode algun pasado disgusto que se
despertaba en su memorial a causa del de su
hermana, sugirieron a nuestra heroina una
idea tan graciosa como cruel: idar calabazas
al novio!
Todo aquel dia y el siguiente estuvo la
niha preocupada con este motive. iDarle
calabazas!
"Lo que es 1 lastiene bien merecidas,-
CtTEiNros Y-NAERXCIONBS
deefa Luisita para sf.- Es muy alabancioso
y muy change. Ensefa mis oartas a sus ami-
gos, y.... iqui6n sabe lo que entire todos dirAn!
iBuenas piezas son ellos.... !Pero Ay 1l? Es de
los peores, de los mas malos. iDiganmelo a
mi! Por eso ya no le escribo... No tengo nece-
sidad de que mis cartas anden por los suelos
del Instituto, sirviendo de irrisi6n.... Ya
lo he dicho y lo repito: letra mia no la vuel-
ve a ver.... Pero entonces Ac6mo le desen-
gafo?.... No; lo que es para eso hay que
escribirle, hay que mandarle una carta, co-
mo lo hizo Julia. Pero sera la 61tima, y que
la ensefie si quiere.... iCalabazas! Lo que
m6s gracia me hace es el nombre. El darlas
me entristece un poco; pero no es una mala
acci6n. Ahora Julia parece mis content que
antes de darlas, sale 6 todas parties y se di-
vierte mas. iSi, si, yo no soy boba: doy
calabazas tambien! ... "
Despuks de haberse agitado estas y otras
ideas mas 6 menos crueles en el cerebro de
aquella criatura angelical, subian algunas
dulces notas del coraz6n i mitigar la fiereza
de tales meditaciones; y asi fluctuaba indeci-
so el pensamiento de la pequefa novia, ya
inclinmndose a las calabazas por seguir el
ejemplo de Julia y hasta por esa misteriosa
tentaci6n llamada fiebre de lo desconocido,
ya resistiendose 6 causar a Enrique tanta
pena, por consideraciones de carifo, de com-
pasi6n y otros impulses generosos que ella
CUENTOS Y NARRACIOE'S
sentia confusamente, sin. poderlos expresar
ni definir.
En esta disposici6n de. su eqpfritu vino A
decidirla en favor. de las calabazas la confi-
dencia de una amiguita suya, a la cual, ioh
traici6n! habia dirigido Enrique varies re-
quiebros, concluyenda por obsequiarla con
un clavel rojo, que significaba amor. y otras
cosas m6s. iCristo Santo! No bien.se ha-
bfa despedido aquella muchacha, cuando Lui-
sita empez6 a registrar los armarios y cajo-
nes en 'donde Julia guardaba sus papeles,
para ver si hallaba el borrador de la carta
de desengan~o, y tales trazas se di6 en buscar-
la que di6 con ella al instant, y dos horas
despuds ya la habia copiado punto por pun-
to, variando solamente los nombres propios
y alguna que otra expresi6n.
--lAja- decia la nifia, doblando el tre-
mendo papel-ya esto se acab6! La letra no
sali6 buena, porque estoy nerviosa, pero se
entiende. iQue se fastidie, y que aprenda a
tener.... lo que tiene la gente! iConmigo no
se puede jugar!
Y el hijo de Engracia fu4 el conductor
de la fatal misiva, mediante la gratificaci6n
de un muleco de "dulce en palito."
VII
Aquella misma tarde. pas6 Enrique por
delante de.la casa de su exnovia. Iba en com-
CUENTOS Y NARRACIONES 93
pafia de various amigos, quienes miraron
atentamente a la nifa, que desde el balc6n se
hacia la disimulada. 1l no la mir6. Anda-
ba con paso precipitado y desigual, tenia el
cabello en desorden, el semblante casi rojo,
y el sombrero apabullado.
Ella sinti6 de pronto como una congoja
extrafla, un malestar desconocido, una cosa
que....vamos, no sabia explicarlo, y por sus
frescas mejillas se deslizaron dos lIgrimas
que a ella le parecieron mas amargas y mas
ardientes que las que brotaban de sus ojou
cuando sentia algin otro pesar. Despu6s....
se fud serenando, poco a poco, hasta adquirir
de nuevo toda su viveza y alegria.
En cuanto A 6l, cumpli6 su palabra de
caballero.... 6 de estudiante desaplicado.
A los pocos dias hubo exAmenes, obtuvo ma-
las notas y.... perdi6 el curso.
Sus condiscipulos le mortificaron dura-
mente algin tiempo, haciendole sefas de que
.habfa recibido calabazas por partida double.
Lth S PILDOORAS
DE IVJtICIA.
Hacia el segundo tercio del siglo XIX
vivia en Puerto Rico un hombre llamado
Murcia, no s4 si de apellido, 6 porque era
natural de la provincia espanola del mismo
nombre. Habia servido en el ej4rcito en
calidad de sanitario 6 enfermero de un Hos-
tal Militar, y estaba, por consiguiente, fami-
liarizado con el tratamiento de ciertas enfer-
medades.
Era perspicaz y active, tenia fama de
SsimpAtico y decidor, y pasaba por hombre
muy versado en la ciencia medica, gracias
a la habilidad que desplegaba en la asisten-
cia de un enfermo, y a la gran colecci6n de
palabras t6cnicas que empleaba cuando ha-
blaba de enfermedades. E1 mismo solfa fo-
mentar esa fama, contando que habia sido
estudiante de Medicina por espacio de cinco
afios, y que no habia logrado terminar su
carrera, por haberse enamorado locamente
de uria inuchacha de su tierra, por la cual
CUENTOS Y NARRACIONES
muchacha se distrajo de sus studios hasta
que cay6 soldado y tuvo que cargar con el
chopo. .Contaba Murcia esta fibula con tal
colorido y tales visos de sinceridad, que los
campesinos embobados solian exclamar 4 la
terminaci6n del cuento iPicara muchacha,
y qud gran dotol nos ha robado con el aqudl
de sus amorfos!....
No se ha perdido todo contestaba
Murcia modestamente y en prueba de ello
ahi estin los milagros de mis pildoras, que
no me dejarin mentir.
iY digalo, don Mulsia!- decian a coro
los demds oyentes, cada uno de los cuales
salia del corrillo alabando por todas parties,
con gran entusiasmo, las pildoras y la cien-
cia del avispado levantino..
A tal punto lleg6 su fama, que llen6 con
ella durante medio siglo las campiflas y sebo-
rucos del pais, y hasta pas6 4 la historic
popular en forma de proverbio. Todavfa
hoy, cuando se reunen muchos doctors en
torno de algin enfermo muy pilido, muy
flaco y profundamente decaido, suelen decir
las gentes por lo bajo, haciendo un signo de
compasi6n
iHum! iA ese no lo cura ni Murcia!
La Sobriedad en el comer, que se conside-
ra en todas parties como una virtud y como una
excelente media higi4nica, lleg6- ser entire
nuestros campesinos, desde los tiempos de la
CUENTOS Y NARRACIONES 97.
conquista, y quizdis entire los mismos po-
bladores aborigenes de esta tierra, una se-
ria dificultad.
El clima, aunque debilitante, suele ser
aqui de tal manera bonach6n para con nues-
tros campesinos, que no los molesta ni los
apremia de firme con apetitos imperiosos.
Por cada arruga de la cordillera 6 de sus
estribaciones, baja cantando la Boriiquen
un arroyuelo de agua potable, y en frutas
que cuelgan y caen durante todo el afio hay
cantidad suficiente de azdcar 6 de fecula
para entretenerles el apetito, y pulpa bas-
tante para dar algin trabajo a sus est6magos,
por via de distracci6n. Si luego esta vis-
cera exigente da indicios de querer algo. s6-
lido, se echamano al mocho, se escarba la tie-
rra al mismo pie del hogar, y no tardard en
salir una batata 6 otro tub6rculo alimenticio.
Los alrededores de nuestras casas risticas
suelen ser pr6digamente tuberculosis.
Cuando por alg6n fen6meno ativico se
siente el jibaro un poco sibarita y el paladar
le pide regalo, aflade a la batata alguin aren-
que 6 un trozo de bacalao si i mano viene
(que no vendrd con frecuencia), y si logra ro-
ciar estos manjares con algin trago de caf4
puya y echar encima una mascadura de ta-
baco, se rie 61 del festin de Baltasar, de los
banquetes de Sardandpalo y de .los refina-
mientos gastron6micos de Brillant Savarin.
Con este regimen inveterado de alimen-
98 CUENTOS Y NARRACIONES
taci6n tenfa que venir ese estado de miseria
fisiol6gica tan comin en nuestros campesi-
nos, y que sobre ser de por si una enferme-
dad de consideraci6n, da orfgen a otras mu-
chas enfermedades.
M'at ia recorri6 el pafs, not6 aquel vicio
y sus consecuencias, y se propuso aprove-
charse de 41 para adquirir dinero y fama.
Invent6 unas pildoras, y formula el regimen
alimenticio que debia adoptarse para que
ellas produjeran el efecto deseado. Puso al
servicio de su plan el miedo mismo de los
enfermos. Les dijo con gran seriedad que
la material de que estaban compuestas las
pildoras obraba con tal energia en el orga-
nismo, que si 6ste no se tonificaba gradual-
mente antes de tomarlas, y si no se alimentaba
bien durante la medicaci6n, podfan sobreve-
nirle grandes dafios. Di6 conferencias expli-
cando de qu6 modo habian de prepararse los
enfermos antes de tomar sus pildoras, y el r6-
gimen que debfan de adoptar mientras las es-
tuviesen tomando. Gracias A estos preceptos,
( A los que Murcia solia comunicar todas las
energfas de la amenaza) el arroz, la gallina,
la leche, los huevos y la came fresca empe-
zaron A reemplazar a las salazones corrompi-
das en la alimentaci6n de los clients del cu-
randero, y el 4xito no se hizo esperar. Los
jfbaros sometidos al nuevo tratamiento no
s61o enriquecfan sus m6sculos y adquirfan
fuer~t y actividiad a los pocos meses, sino
CUENTSo Y NAMRACIOWEs
que tambi6n adquirfa su semblante mayor
animaci6n y mejor color.
Un guas6n de esos que tanto abundan
aquf, y que exageran graciosamente sus di-
chos, aseguraba que al afio de haber empe-
zado Murcia sus funciones curativas por esos
campos, se podfan distinguir los sitios por
donde habia pasado el astuto curandero, con
s61o mirar los semblantes de la gente; y
afiadfa que era ficil ir formando un Mapa
Murcia, en el que se indicaran con tinta
encarnada los lugares recorridos por nuestro
heroe con su maravilloso especffico.
Lfltimamente ya no se tomaba el trabajo
de peregrinar en busca de sus enfermos: llos
acudian por centenares a casa del famoso
dotol, y cuando no podian asistir personal-
mente. al consultorio, le enviaban sus aguas
en un pequeflo frasco. Esto parece que bas-
taba para que Murcia se diese por enterado
de lo que cada enfermo padecia, y le recetase
las pfldoras correspondientes.
No se sabe de cierto si Murcia lleg6 ,
enriquecerse, 6 si fu4 perdiendo sus ganan-
cias al juego del monte, al que tuvo siempre
gran afici6n. S61o hay noticia de que vivi6 mu-
chos afios, y que solia practicar por si mismo
el regimen alimenticio que aconsejaba a sus
clients. 'Cuando muri6 fu6 muy llorado en-
tre los campesinos del pafs, y se consider
100 CUENTOS -Y NARRACIONES
como una desgracia el que no hubiese dejado
la formula de sus pfldoras.
Un quimico francs, que 6 la saz6n viaja-
ba por las Antillas, recibi6 el encargo de
analizar aquellas famosas pelotillas, y decla-
r6 ante el pais estupefacto que s61o contenian
masa de pan.
Entonces se cay6 en la cuenta de que
todo el 6xito de Murcia se fundaba en el
alimento que hacia tomar 6 sus pacientes
campesinos, y 6stos se llamaron 6 engato.
No obstante la salud, la fuerza y el buen
color que habian recobrado, les doli6 la su-
percheria y tomaron la revancha volviendo
a su primitive alimentaci6n de salazones y
de tub6rculos demasiado acuosos.
Desde ent6nces muestran gran aversi6n
6 las medicines, sobre todo A las s61idas y
redondeadas, que es necesario tragar ente-
ras. Apechugan en casos de apuro con cual-
quiera p6cima; pero se resisten 6 las pildo-
ras, aunque sean doradas.
Recordando la ingeniosa treta del curan-
dero Murcia, sospechan que toda pildora es
una bola, es decir, una falsedad.
LtA GRtITA
DEIL DIIA BIO.
Tradiei6n Pueitot~iqueia.
I
Enel costado Norte del castillo de San
Crist6bal, y formando parte de la roca sobre
la cual se eleva el macizo y formidable muro,
hay un pequefio cabo 6 promontorio que pe-
netra en el mar como a distancia de cincuen-
ta varas, a cuyo extremo se ve una garita de
aspect ruinoso y sombrio. Las olas que se
agitan alli violentamente formando 6apricho-
sas cascadas entire los arrecifes de la orilla,
azotan sin cesar los costados del estrecho
promontorio, como luchando y revolvi6ndose
airadas contra aquel brazo de piedra eterna-
mente extendido por entire el mar.
Cuando arrecian los vientos del Norte,
y el Oc6ano se encrespa y ruge mAs de lo
acostumbrado en aquella parte de la costa,
hay ocasiones en que la garita desaparece
un moment, entire la nube que levantan Is
olas alestrallarse contra el pefasco donad
CUENTOS Y NARRACIONES
aquella se encuentra cimentada; pero bien
pronto vuelve descollar sobre la bruma la
negruzca b6veda de la garita, como la enor-
me cimera de un gigante medio sumergido
entire las agitadas ondas.
Esta garita, cuya costosa y s6lida cons-
trucci6n data del siglo XVIII, se encuentra
hoy completamente abandonada, y la tradi-
ci6n popular cuenta cosas muy peregrinas
acerca de ella, designindola con el siniestro
nombre de la garita del diablo.
II
H4 aqui, en resume. la parte mas subs-
tancial de la leyenda :
A causa de los repetidos ataques de em-
barcaciones extranjeras contra este y otros
various puertos de la isla, pidieron con insis-
tencia y obtuvieron por fin sus gobernadores
la real aptorizaci6n para fortificar las plazas
mas importantes. Siendo 4sta la principal
de todas, se di6 comienzo en ella la cons-
trucci6n del Castillo del Morro y de otros
various fuertes, baluartes y baterias.
A mediados del siglo XVIII, epoca en
que empezaron las obras de fortificaci6n en
San Crist6bal y sus cercanias, se aprovech6
la favorable disposici6n del pefiasco ya des-
crito, para construir en 41 una especie de
atalaya, desde la cual pudiera vigilarse por
la noche toda aquella parte del mar. Un
CUENTOS Y NABRACIONES 103
centinela perteneciente a la guardia del
castillo tenfa a su cargo esta vigilancia, y
cada dos horas bajaban .a relevarle por una
galerfa subterranea que desembocada al pie
del muro.
No declara la tradici6n por cuinto tiem-
po fu6 desempeflado sin tropiezo ni accident
alguno desagradable este servicio military:
s61o dice que una noche, al bajar el cabo de
guardia con el soldado que habia de relevar
al centinela, notaron que 6ste no se encon-
traba en su puesto. La garita estaba desier-
ta, asf como el pasadizo aislado y estrecho
que hacia ella conducfa.
Llamaron, dieron gritos, esperaron du-
rante algin tiempo, y por ltimo subieron
en busca de algunas linternas y mas hom-
bres, que registraron despu6s iniltilmente
todos los parajes de por alli. El centinela
habia desaparecido.
Gran sensaci6n produjo esta noticia en
toda la ciudad, y hasta entire la misma tropa
se lleg6 n mirar con recelo la garita men-
cionada.
Transcurrido algin tiempo, y cuando ya
se iba olvidando aquella lastimosa y sibita
desaparici6n, otra nueva y en id6nticas cir-
cunstancias vino a ocasionar nuevos temores
y a servir de asunto, a infinidad de comenta-
rios. Esta vez se habia encontrado el fusil,
nada mis que el fusil, dentro de la garita.
104 CUENTOS Y NARRACIONES
El centinela habia desaparecido como el
anterior.
Ni el mas leve indicio de lucha ni de
violencia se advertia en aquellas inmedia-
ciones. Las fieras del mar no llegaban a la
garita, ni se podian comer a los soldados
enteros, con gorra, cartuchera y todo: pen-
sar en esto era absurdo.
Segiin la version popular mis admitida,
el mismo diablo en persona debi6 de haber
tomado parte en tan extrafio escamoteo. Y
vino luego 4 confirmar esta creencia la mis-
teriosa desaparici6n de dos 6 tres centinelas
mas.
Desde entonces la guardia de San Cris-
t6bal dej6 de poner centinelas en aquel sitio:
se cerr6 A cal y canto la puerta de la subte-
rrdnea galeria que por alli desembocaba, y la
garita del diablo qued6 sola y vacia como el
cadaver de un rdprobo abandonado a los em-
bates del mar y 6 las maldiciones de la tierra.
III
Una de las muchas veces que of en una
tertulia de campesinos la narraci6n tradicio-
nal de la garita del diablo, se hallaba cerca
de mi un viejecito de humilde porte, de sem-
blante alegre y de mirada viva y sagaz, que
por moments apretaba y contraia los labios
como para contener una sonrisa de burlona
incredulidad.
CUENTOS Y NARRACIONES
Choc6me desde luego el singular con-
traste que ofrecian la tranquilidad un tanto
desdefiosa del viejecito, con la inquietud, la
emoci6n y hasta el espanto que se revelaba
en las fisonomias y las actitudes de los demds
oyentes. Algunas palabras que le of pro-
nunciar despues a manera de comentario a
cierto pasaje del cuento, y la opinion que
expuso al final sobre la reserve con que de-
bian acogerse ciertas narraciones, exageradas
por la supersticiosa fantasia del pueblo, me
afirmaron en la sospecha de que aquel ancia-
no sabia algo mas de lo dicho respect de los
sucesos misteriosos de la garita del diablo.
No tard6 much tiempo en hallar una
ocasi6n oportuna para interrogarle sobre este
punto, y despues de algunas reserves y pre-
cauciones que crey6 indispensables para su
seguridad individual, se expres6 del modo
siguiente :
IV
Servia yo, hace mis de cuarenta afios,
en el Batall6n Fijo, de tropa veteran, acuar-
telado en el Castillo de San Crist6bal, y
habia hecho ya varias veces el servicio de
centinela nocturno en la que nosotros llamd-
bamos entonces < garita del mar No era
muy apetecible que digamos el pasar dos
largas horas en aquel triste sitio envuelto en
las tinieblas de la noche, rodeado de escanda-
losos marullos y combatido sin cesar por
196 CUENTOS Y NARFACIONES
un viento m6s humedo que frfo, y sutil y
penetrate como la lengua de un calum-
niador.
Una noche (la recuerdo como si hubiera
pasado ayer) me toc6 en turno la vigilancia
del lugar citado, desde las once a la una. El
tiempo estaba lluvioso y el rufdo del mar
se ofa mAs fuerte que de costumbre desde
la plaza, del castillo. De buena gana hubiera
dado la mitad de las sobras de aquel mes, por
librarme de tan molesto servicio.
Llegada la hora, baj6 con el cabo de
guardia por la angosta y huimeda galeria que
conduce hasta la orilla del mar. Al abrir la
puerta, un golpe de aire con agua nos azot6
el rostro. El cabo lanz6 una interjecci6n
poco decent y continue su camino hacia
la garita. Pronto se ejecutaron las ceremo-
nias del relevo y qued4 s6lo y expuesto a las
inclemencias de aquel sitio.
Pas6 un cuarto de hora, que me pareci6
sumamente largo.
-iCentinela alerta!-gritaron desde lo
alto del castillo. Y la voz lleg6 A mis oidos
debil y entrecortada por la fuerza del viento
y por el ruido de las olas. Contest como de
costumbre, y segui paseando lentamente desde
el muro A la garita y viceversa.
Aquella monotonia, aquella soledad y
sobre todo aquel aire hfimedo que penetraba
hasta los huesos, me iban haciendo inso-
CUENTOS Y NARRACIONES
portable el servicio. i Y todavia faltaban
siete cuartos de hora !
El centinela del ej6rcito espafol no debe
sentarse ni fumar, y esto iltimo sobre todo
era un gran martirio para mf. Yo tenia dos
cigarros de boliche, que habia comprado poco
antes en la cantina para fumarlos despu&s
que me relevaran, y A cada paso que daba se
movian en el holgado bolsillo de mi blusa,
mostrdndose ante mis ojos las dos agudas
perillas como aguijones constantes del deseo.
Nunca le habia sentido mds vivo y tenaz; no
recuerdo haber luchado nunca con una tenta-
ci6n mis apremiante. La hora, el mal tiempo,
la prohibici6n misma.... todo me incitaba
4 fumar con una avidez irresistible. i Jamds
breva cubana de las mas exquisitas y tenta-
doras, habia sido apetecida con mds dnsia
que aquellas memorables tagarninas!
No s6 cudntas veces se dirigi6 mi mano
hacia el bolsillo, como llevada por un extra-
fno resort, y la volvi 6 retirar luego, recor-
dando la rigurosa prohibici6n de la Orde-
nanza.
Por fin cedi A la tentaci6n, en auxilio de
la cual vino un aguacero que me oblig6 4 re-
fugiarme en la garita. Una vez en ella, y
seguro de que nadie me podia ver, deje el fusil
4 un lado, requeri el yesquero, llev6 A la bo-
ca uno de los cigarrosy golpe6 con violen-
cia el pedernal.
Una oleada importuna vino 4 chocar en
CUENTOS Y NARRACIONES
aquel moment contra la base de la garita, y
un chorro de agua salada que penetr6 por la
tronera vino a caer sobre los chismes de sa-
car fuego, dejdndolos inservibles por aquella
vez.
No hay para qud decir que este fracaso
me produjo una gran desaz6n.
Sali de alli medio ciego de ira, y empecd
a pasearme precipitadamente con las manos
en los bolsillos. Me habia olvidado del fu-
sil y hasta de la Ordenanza.
Poco a poco me fui refrescando (la noche
no era para menos) y lo primero que not6 al
recobrar la calma fue el tabaco boliche, que
seguia fuertemente oprimido entire mis 1-
bios.
-Acrecentado el deseo con la contrarie-
dad, se aviv6 mas ain con la presencia del
cuerpo del delito, y el gusto de echar siquiera
un par de fumadas era en aquel moment mi
principal aspiraci6n.
Seguf paseindome, cada vez mas ator-
mentado por la vehemencia del deseo, y
de pronto se fij6 mi vista en la luz mas inme-
diata, si no era la linica que se distinguia por
aquellos alrededores. Brillaba hacia el Oes-
te de la garita, en una de las casuchas 6 bo-
hios que por aquella 4poca habia disemina-
dos en las inmediaciones del matadero. Des-
puds de recorder aproximadamente la dis-
tancia, calculd que se podia ir a donde esta-
ba la luz en dos 6 tres minutes.
CUENTOS Y NARRACIONES 109
Pocas veces he sido tan active para po-
neren practice un pensamiento, como lo fui
entonces, aguijoneado por el deseo tentador.
Algunos segundos despu&s de haber for-
mado el clculode la distancia consabida, ya
me habia descolgado por la orilla del muro y
caminaba cautelosamente en direcci6n al
arrabal inmediato.
-iCentinela alerta!-volvieron a gritar
en este instant desde lo alto del castillo.
-;A buena hora mangas verdes! -dije
para mi, apresurando el paso y oprimiendo
el boliche entire los dientes, con una ansiedad
digna por cierto de mejor cigarro.
Llegu6 por fin al anhelado lugar. Era
un ventorrillo de pobre apariencia, en el cual
record haber estado alguna vez. Pedi una
copa de aguardiente, y me abalance sin cum-
plidos hacia el grosero mech6n que ardia en
el centro de la estancia.
iQue sabrosas me parecieron las primeras
fumadas de aquel cigarro fementido!
Tal era mi aturdimiento al entrar, que
ni siquiera repar4 en la concurrencia de gen-
te que invadia los departamentos contiguos
4 interiores de la tienda. El amo de ella ce-
lebraba el bautizo de una nifia.
.Un repique de vihuela y giiro me anun-
ci6 en aquel instant el principio de uno de
esosdeliciososjaleos del pais, llamados meren-
gue.s,-sin duda por la dulce analogia.:
Mire instintivamente hacia el lado de la
lia CURETOS Y NARnAC1OOIqt
garita. Todas las sombras de la noche pa-
recfan haberse amontonado sobre aquel lu-
gar. La obligaci6n me llamaba sin embar-
go, y era precise volver al abandonado
puesto.
Me asom4 a una de las puertas que da-
ban A la sala del baile, para satisfacer mi cu-
riosidad de mozo antes de irme.
Yo no s6 si el estado de mi espiritu, la
excitaci6n del aguardiente 6 la fuerza del
contrast entire la negra soledad de la garita
y el bullicioso cuadro que se presentaba ante
mis ojos, 6 quizds todas estas circunstancias
juntas, ejercieron en mis sentidos tan agra-
dable fascinaci6n. Lo cierto es que me sent
como transportado a un mundo ideal, & un
paraiso de deleites.
iQu4 chicas, Dios poderoso....!
(Y al decir esto el nartador juntaba las
manos, animibase visiblemente su fisonomfa,
y sus ojos brillaban por instantes, como en-
cendidos por una chispa de galvanizada con-
cupiscencia )
Habia entire todas una del color de las
gitanillas de mi tierra porque aquf donde
usted me ve soy de Triana habia digo, una
trigueflita de ojos de fuego que era toa sal,
couOse dice en Andalucia. iAquel euerpo,
y aquel air6, y aquel.... qu4 se yo! Perd&-
ne' usted que me detenga en detalles pueriles,
que no vienei al- case, peit~ que Ao he podide
nAnc* olidar,
CUENTOS Y NARRACIONES 111
Maldije el servicio y la guardia que me
impedfan permanecer en aquel sitio; pero era
necesario volver y volvi....
Digo, llegud con her6ica resoluci6n hasta
la puerta de la tienda, y bien sabe Dios que
hubiera seguido hasta la garita, a no ser por
un fuerte aguacero que caia en aquel instan-
te, sonando como una granizada sobre el te-
cho de yaguas del ventorrillo. Bendije en mi
interior el agua que venfa tan oportunamente
a proporcionarme algunos minutes mas de pla-
cer. Porque entonces mas que nunca se me
ocurri6 pensar en lo peligroso que seria ex-
ponerme, acalorado como estaba, a los rigo-
res de un aguacero; Por otra parte, segiin
mis calculos, serfa poco mrs de las doce; te-
nfa tiempo de sobra para volver la garita,
y no habfa cuidado de que d tal hora y con
aquel tiempo se asomase por alli ninguno de
los jefes de la guardia.
Haci4ndome estas consoladoras reflexio-
aes, llegu6 de nuevo hasta la sala de baile,
situandome resueltamente al lado de la en-
cantadora triguena. La dispar6 algunos re-
quiebros a quemarropa, y ella correspondi6
llamindome atrevido, sangrigordo y no s4
cuantas cosas mis, pero sin mostrarse enfa-
dada ni dar sefales de menosprecio ni esqui-
vez. Entonces le habl6 con mis formalidad
y respeto, me esforce en describir todas sus
gracias, dije que estaba muerto por ella y
112 CUENTOS Y NARRACIONES
que s61o me faltaban cuatro meses para cum-
plir (cuando la verdad era que me faltaban
cuatro anios) y afladi otra porci6n de tonte-
rias que no hay para :qu4 recorder.
Llegaba yo A lo mas apasionado y pat6-
tico de mi discurso, cuando of clara y distin-
tamente el sonido de una campana, iEra la
del castillo, que anunciaba la hora de mi re-
levo!
Me qued ufi instant como alelado y
confuso, y sali despues, sin despedirme, si-
guiendo apresuradamente el camino en direc-
ci6n 4 la garita. Cuando llegu4 como a cien
pasos de distancia de ella, ya el cabo y el
compafiero que habia de sustituirme andaban
con linternas encendidas buscdndome por
aquellos alrededores.
El tiempo se me habia pasado sin sentir,
y yo habia incurrido en la mas tremenda de
las responsabilidades.
.La Ordenanza Militar> dispone que sea
pasado por las armas todo centinela que
abandon su puesto.
La pena es rigurosa y excesiva, particu-
larmente en tiempo de paz y con las circuns-
tancias atenuantes de la hora, el tiempo, el
lugar y hasta la oleada importuna que me
humedeci6 los chismes de sacar fuego. .iMal-
dito cigarro.. ..!
Pero Ja .OQrdenanza> me sefalaba ya
como reo de muterte, y en aquel tiempo. se
aplicaba esta pena (sobre todo a los soldados)
CUENTOS Y NARRACIONES
con inflexible severidad. No debia, pues,
forjarme ilusiones acerca de mi situaci6n, ni
era prudent desperdiciar el tiempo. Antes
de amanecer debia encontrarme fuera de la
ciudad y en parte donde pudiera sustraerme
a las pesquisas que se hicieran en mi busca.
TomB, pues; la firme resoluci6n de defender
mi vida, y emprendi la march, favorecido
por las tinieblas de la noche.
Cuando pas6 por junto al ventorrillo, aca-
baban de salir las gentes del baile y se iban
diseminando en direcci6n a varias callejas
del antiguo Ballajd.
Alli, en un grupo de bulliciosas compa-
fleras, y talvez refiri6ndoles las aventuras
del soldado requebrador y sangrigordo, iba
ella, la linda cuarterona de ojos de fuego, la
que despu6s del malhadado boliche habia
sido la causa involuntaria de mi perdici6n!
Aquella misma noche llegu6 rendido de fa-
tiga a la playa de Palo seco, en un pequeflo
bote que encontr6 atado en el lugar que hoy
ocupa la Carbonera.
DespuBs.... seria muy largo de contar,
vine a este barrio y pedi posada 6 un pobre
campesino, que me cedi6 el mejor lugar de la
choza y el mejor plato de su mesa; tom6 part
en sus trabajos y me habitu6 a sus costum-
bres; adquiri luego algunas tierras, hice un
bohfo, fund una familiar y h4me aquf con-
vertido en un "jibaro", en unaplatanado an-
daluz.
114 CUENTOS Y NARRACIONES
Poco despues de t i legada e'ste sitio,
ya circulaba la a'oticia de que el diablo
habia hectio otra de las suyas en la ciudad,
llevandose a un 'entinela en cuerpo y alma,
sit 'dejar: d 41 mrs que un pedazo de yesca y
el fusil.: Por eso afiadiia64- ine sonrio A
veces-cuafdo'olgo ue tritIuyen al diablo mi
desaparici6n de la garita,-cAtitihdo la verdad
es que'e41ilc h -no,', llp:fi te ni-iguna enel asunto,
a mInos que no fuera obra snya la tentaci6n
delboliche y el he hizo de la en-anitadora
triguefia de Ball aju.
Y tal como lo cont6 el viejecito, que des-
cansa ya en el seno de la madre tierra, lo
agrego aqui como ap6ndice 6 complement
de lo que dice la tradici6n de la garita del
diMbld.
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