Titulos de la
BIBLIOTECA POPULAR% VENEZOLANA
SERIE ROJA: Novelas y Cuentos.
.-Las Memorias de Mama Blanca, Teresa de la Parra.
.-Tio Tigre y Tio Conejo.-Antonio ArrAiz.
.-Cantaclaro.-R6mulo Gallegos.
.-Peregrina.-Manuel Diaz Rodriguez.
.-Leyendas del Caroni.-Celestino Peraza.
.-Memorias de un Vividor.-F. Tosta Garcia.
.-Las Lanzas Coloradas.-Arturo Uslar Pietri.
.-Las Sabanas de Barinas.-Capitin Vowell.
.-El Meztizo Jos6 Vargas.-Guillermo Meneses.
.-Cubagua.- Orinoco.-Enrique Bernardo N6fiez.
.-Por los llanos de Apure.-F. Calzadilla Valdds.
SERIES AZUL: Historia
y Biografia.
.-Mocedades de Bolivar.-R. Blanco Fombona.
.-Jos6 Fl6ix Rivts.-J. V. GonzAlez.
.-Sucre.-Juan Oropeza.
.-Hombres de Ideas en AmBrica.-Augusto Mijares.
.-Al Margen de la Epopeya.-Eloy G. Gonzalez.
.-El Regente Heredia.-Mario Bricefio Iragorry.
.-Vargas, el Albacea de la Angustia.-Andres Eloy Blanco.
.-Historia de Margarita.-Francisco Javier Yanes.
.-Cinco Tesis sobre las Pasiones y Otros Ensayos.-Ismael
Puerta Flores.
SERIE MARRON: Antologias y Selecciones.
.-Cuentistas Modernos.-Julian Padr6n.
.-Cancionero Popular.-Jose E. Machado.
.-Afioranzas de Venezuela.-Pedro Grases.
.-Poetas Parnasianos y Modernistas.-Luis Le6n.
.-Cr6nica de Caracas.-Aristides Rojas.
.-Poesias y Traducciones.-J. A. Perez Bonalde.
.-Folklore Venezolano.-R. Olivares Figueroa.
.-Muestrario de Historiadores Coloniales de Venezuela.-Joaquin
Gabald6n Mirquez.
.-El Paso Errante.-Pedro-Emilio Coll.
.-Antologia de Andr6s Bello.-Pedro Grases.
.-Geograffa Espiritual.-Felipe Massiani.
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POPULAR
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FELIPE
MASSIANI
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Caracas
DE EDUCATION
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EDICION
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A FELIPE A. MASSIANI
Mi Padre
F. M.
INTENTION
Todos hemos sentido alguna vez, peculiarisimo y pero-
nal, ese hambre spiritual por nuestra tierra, que por 11a-
marle de algiun modo y Ilanamente, a lo mejor acertemos,
diciendolo: apetito de lo venezolano. Apetito de lo vene-
zolano: una comezoncilla interior, y luego un querer ir-
nos por los caminos mAs alli del recinto de las ciudades,
por los inmensop escenarios campesinos donde hay ran-
chos y lomas y decoraciones azulosas de montafias leja-
nas.
Turbaci6n del espiritu; ganas indefinibles de conocer
y comprender el marco geografico donde estA alojada nues-
tra vida, en algo mAs human que en ese lenguaje geo-
mitrico: en esas voces muertas de los maps. Sentimos
hormigueante dentro de nuestro ser la curiosidad de in-
terpretar la geograffa native, de entenderla. Noe provo-,
ca, el transformer cualquier episodio volandero de la an-
danza; incitanos cualquier detalle humilde, y como el pe-
riodista deseamos "hincharlo" en reportaje human. Cual-
quier cosa de las que desembocan de los caminos: la bo-
canada dramAtica saliendo de la puerta del rancho, la
abulia de los ojos del chiquito desarrapado en la plam
del pueblo.
9 -
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1
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4'
* .
FELIPE MASSIANI
sC6mo sera la Patria detras de esos ranchos y de eos
rotros?
Mil voices de una sobria sencillez convincente desembo-
can del cruce de las carreteras. Nos hablan de la tontera
de andar persiguiendo el secret y la doncellez de las
cosas alia en lo lontano ultramarino, por donde la vision
pierde su eficacia y las cosas sus contornos, siendo asa
que esa confidencia virginal estA esperandonos en el fon-
do de los hinterlands, de las "tierras adentro".
La gracia de la aventura, el edcanto de internarse a
descubrir el Continente native encerrado en la Patria, la
aventura fresca de irnos con la recua y el hombre ailen-
cioso a cualquier parte, a cualquier caserfo inopechado,
nos sale al paso. Otra vez las turbadoras voices interiores
hablan adentro con una serenidad honda que sacude e
inquieta el Anima. Una reconvenci6n disciplinante en lo
hondo, en lo entrafiable de la intimidad, repr6chanos el
pecado cometido por nosotros y vuelto luego contra nos-
otros mismos y contra lo native, de no ejercitar de un
todo las potencias, pero ni los sentidoa nuestros. El dell-
to de un no ver sino con los ojos y eso no sin regateo. De
un ver sin rever otra vez y luego abrir bien abiertos los
ojos del espiritu, y despabilarlos. De un oir sin reoir, sin
escuchar bien adentro la resonancia. De un no escu-
char como deben hacerlo los animals en la camplfa
y en el bosque: esas primitivas criaturas tan consubstan-
ciadas con la naturaleza madre que todavfa cuando escu-
chan, lo hacen deteni6ndose, pars tragar bien por los
oldos, y avanzar luego, todos los rumors dispersos y per-
didos, de la montaia, del bosque, de la meseta baja.
II
En la ciudad estis sumergido dentro de la preocupa-
i6n copadora de aquel minute de tu vida actual. Metido
hondo, dentro de lo que colinda en aquel instant eon
- 10 -
GEOGRAFIA SPIRITUAL
el latido de tu coras6n: la neeidad de saumetar "Ul
sueldo", el nacimiento de un chiquillo nuevo. Eatoncm,
en cualquier minute de tu vivir, tropiesas con la notieia
eseueta del Interior, que trae el diario, y tua ojon la reno-
gen al paso.
Un poquitin de inter6s y acercas el peri6dico a los ojos,
to lo acercas a la sensibilidad quizts: -pobrecitoi- "Un
ahogado'en Boca del Pqso"... "Torrencial aguaero tumba
cuatro cassa en San Felipe". Reaccionas afectivamente co-
mo buen heredero racial de blanco, negro, indio, -afecti-
voa.
For un instant se realize el conmovedor procedo de to-
mar cuerpo la noticia dentro de ti, de abultarse alli en la
entrais caliente, de casi mezclarse con el nmnimo salto
de tu sangre. Un cent6aimo de minute, pero en eate -
pacio pequeflfaimo, has metido tu emotividad y tu ima-
ginaci6n, dentro de las cuatro lines de las qlumnas que
hablan del Interior. La noticia provinciana as alza, to-
ma vida como una criatura, y la eaeena, bails ante tus
ojos. Ha sido s61o un instate, eso as de una trascenden-
cia pedag6gica para que los pudieran leer con inteligen-
cia tu rostro, cuando diste aquel vistazo volapdero a la
"noticia". Luego ella se apaga: agonizan sus pulsaciones
de interhs; el resplandor human que la habfa vivificado.
Tu imaginaci6n y tu sensibilidad recobran el reposo.
Si nos atrevi6ramos a ser un poco ingenuos y otro po-
co exigentes, insinuarfamos modestamente: la perioditi-
ca haee algo, pero no la asistAn todos sus recurso cuan-
do me dispone a intereoar, a despertar la atenci6n por el
panorama liliputiense de la enjuta aldehuela. Haem dge
pero no todo lo que podia hacer, cuando manejando un
instrumental familiar en Ia t6cnica del ofiio, apel a sl
dimension truculent de las coa. Reportando entones,
de acuerdo con una filosoffa periodistica la hora etraor-
dinaria, a veces tambi6n la horaa menguada", vivida ua-
-11-
F.ELIPE MASSIANI
tre aquellas casas y entire aquellos. series, donde tambi4n
puede acontecer algo mas que ahogados y fen6menos de
la naturaleza. Trabajando de este modo, el peri6dico es-
ta seguro por lo menos de sacudir las ancestrales races
de lo universal human. De interesar, a ese hombre de
todas las latitudes en su desdoblamiento de "lector perio-
distico", valga decir curioso a la carrera.
Atreviendonos de nuevo a insipuar, nos invitariamos a
arrepentirnos colectivamente del desamor per la provin-
cia, puesto bien a las claras por ese satisfacernos con la
noci6n folletinesca que nos viene de la provinciana pulpa
de la tierra nuestra. Purifiquemonos en santo amor por las
lejanas comarcas olvidadas.
Aquel escueto reportaje, siendo ya un poco, no es to-
davia lo suficiente de lo que podemos saber alrededor de
la convivencia inmensa, de la parentela pobladora de ese
apenas sospechado hueso del fruto national: campos, ca-
serios, aldeas.
Sentimos la desidia aletargante. El lugar comun en
la sangre y en la inteligencia. Sentimos que hemos vivido
distraidos; vueltos de espalda hacia el internado pais ve-
nezolano. Llanadas, selvas, pAramos: hacia adentro. Lue-
go hacia las costas y el rio podemos tambi6n marcar una
serena march caminera hacia dentro.
Deploramos el no haber perseguido sino una vaga ana-
tomia del paisaje venezolano. Y ain deploramos mis agu-
damente, algo mis menguado que haberlo conocido a 61,
al paisaje, tan menguadamente. Deploramos, repetimos,
el habernos tupido las entendederas, -en fabla unamunia-
na-, para conocer al hombre: excelso o misero, blanco,
negro, indio; monosilabeando su vivir por entire los ran-
chos, conucos, cocotales, ventiscas; caliente aliento de la
tierra estirada: venezolanos. De pronto se nos agolpa la
congoja; sentimos un nudo interior, al ignorarlo tanto.
12 -
GEOG AFIA
SPIRITUAL
Nos dolemos de pasarnos hasta sin la levedad insubstan-
cial de un sucedido sobre el indio, negro, blanco, protago-.
nistas de la vida insospechada, de las mesetas altas, de
las lanadas, y de los acantilados donde el mar es amistad
field.
Nos emocionamos saludablemente. Una ola de grave con-
trici6n bate las costas, los picachos, las pampas, la espi-
ritual geografia humana de cads quien.
La tierra venezolana nos gana-a ti y a mi, a 61 tam-
bi6n cercano ahora: blanco, negro, indio- nos gana a to-
dos pars ella: la geografia spiritual de la tierra native,
Y con ella se apodera de nosotros el venezolano su perso-
naje ignorado: el actor de la Conquista, de la Colonia y de
siempre.
-Nos vienen-verdad?-unas iniciales desazones de con-
trici6n: de pronto sentimos una apetencia de echdr a ad-
dar. De caminar la Patria.
.. Un paisaje saboreado apenas, despierta una ham-
brecilla con el humo de sus ranchos y la llamada azulos
de sus montafis.
-183-
- ~-,
CONTINENT
ARBITRARIO
4 '~ s:de~
...
I
MAESTRA, YO VOY AL MAPAt
-Mdrida un lugar donde hace much frio y en el quA
hay infinidad de conventos nos dice Ia vos tierna, baeaa-
do dules mirgenes a las pigines y al grabado de I& CGo
gratia de Villegas Ruiz. Alguien, nifio, barnja mental-
meate la ilustraci6n, y Is imagen con cuya mars ilu-
mina 61 iaismo a is ciudad misterios.
Mdrida. Los chicos hacen geografa por su cuenta, co
la menudencias dejadas en el eapiritu sohador per lam
geogn ifas emsolares. Nosotrog fuimos ventures de lWa
rutas len de claridad en la geografi dispaurt de
los pequelos: Saboretbamom con loW ojos lu IAmines, l
stamps aquella -4 Pico de Is Columna, 5.002 mstra-,
GCthbmos en confundirlo al pica andino con el Cerro de
Los Cautllito, el 6nico dato de "alturs" quoe abasteds
nuetra memory&.
-Si La Column debe ser algo ad c Imo- Lbs-CastE
Ilito lieno de nieve. Pero sla niee. sC6mo ri la nis-
veT.. Quin sabe? Bueno, pus la nieve debia ser alg a-
Smejsate al algodd de los psebres die Nu e6 pm
I-
as mandaban t bumar al "PoaUtl6n dels Rioja".
S17
FELIPE MASSIANI,
--C6mo es la nieve maestra... Asi como el hielo del
botiquin.
Y la voz ronca y maternal:
-Pues la nieve debe ser como tu dices; nunca he pa-
sado de La Guaira mijitos, pero en cambio he lefdo libros
de esos pauses donde hiela, y parece que la nieve es aig
serio!... Fig6rense; cuando hiela de verdad la gente l1eva
manguitos...
-Ah si maestra, como 6stos, pintados en el libro.
-Eso es! Pues bien, otras veces la nieve es muy agra-
dable. Los muchachos de alli se acostumbran a ella y...
ustedes conocen los avances de piedra de que Dios los
salve.
Toda la muchachada: Como n6 maestra. En la Sabana
del Blanco. Piedra y piedra... y sonrefamos recordando-
nos, reclutas ya de los avances.
Pues algo asi mis o menos hacen en Europa. Se re6nen
en grupos y van a pasear en trineo y a caerse a pelo-
tazos de nieve.
-iQu6 sabroso maestra!
Asi fu6 mi primer encuentro con la Patria viva. Eh la
Escuelita donde el Pais native se hacia entrafia caliente
de aquella maravillosa ternura, manadero de afeetos des-
interesados, de intuiciones candidas, que nos abria Ib
caminos venezolanos con la poesia de un reguero de pa-
labras sencillas:
-M6rida un lugar donde hace much frio y en el que
hay infinidad de conventos.
Escuela de las Carreiio, Callej6n de las Mercedes. Una
callecita, empinada, de piedra, con hierba en las junturas
18 -
GEOGRAFIA SPIRIT T AL
Una cass chica de dos ventanas y arriba sobre sl prt
una tabilia negra "Escuela Particular Carrefio". ParUa &
nos y nifas, lea advertia ya en el umbral la- dul pre-
ceptora a los padres que iban a pedfr informed.
Era nuestro Mundo. Desde las ocho hasta las once y de
las dos a las cuatro.
La Escuela. En la sala una console done estaban n-
miniaturas y en viejos daguerrotipoa los pr6cre de a.
familiar. En el fondo de la saita Don Manuel Antonio, 1
professor ilustre qub habia querido el donaire de su pur-
blo. Al lado del grato recibo la anteala pequeia y tibia.
Una antesala angosta donde sin embargo cablamoe todi. .
Al frente una mesita, sitio dilecto de la Maestra para
tomar las lecciones, y allA junto al maps de Vensuel
y al retrato del Libertador la mesa grande en la gqu por
las tardes se hacinaban los libros de los peqaue~f, law
cuentas de las piarras para hacerlas al da signiente en
la primer clause que era la de Aritm6tica.
La aegunda case. &Cuando Uepgaa Is segunda clause de
nueve a dies? Era mi clase de geografa, algo de o qcue
por aquel entonees llenaba el orbe spiritual de un hom-
bre de dies afios.
Mientras el reloj iba tic... tac.. tic.. sofiadores nos di
trafamos en Ia clause de Aritm6tica pensando en la Ia
de Margarita, donde habian tantas perla y en hm As-
des. En aquellas tierraas frf de las que bajaban aq
Has cobijas tan sabrosas y los perraos de Mumeblie
idtnticos l que tenia nuestro veio.
Cinco por ochol nos deeaa ea vozs alts a a etra par
haeerno tender y para traernos del viaje por as regio-
-m devoonocidas.
-Cico por ocho repeta-'. Y amoros tedar a4
Margarita, plando en elmar ya n losa ndemto qma
-19 -
^ \
FELIPE MASSIANI
cibieron a Crist6bal Col6n. -Pues maestra, cinco por
ocho... cinco por ocho.
-Si, muchacho, no repitas mas! Cinco por ocho cuin-
tos son?
Entre la rechifla general y los'ojos asombrados de Jo-
se Bermfdez un Arqufmides nariz6n, trigueiio, de inmen-
sos ojos negros, me descolgaba...
Cinco por ocho son treinta I
Las nueve. El reloj marcaba la hora migica.
-Maestra yo voy al mapa ...
Guillermo, un chiquillo siempre con un gran sobretodo
impresionante; de lindos crespos. Con los ojos curiosos y
mirones.
-No Maestra, yol La ultima vez que fui hasta le se-
fial El Pilar en el Estado Sucre.
-Yo maestra, -y yo, y yo!
A quien no le encanta la deliciosa clase de Geografia
de Venezuela? No s6 si los sabios del tiempo aprobarian
aquel humildisimo curso de la Escuela de las Carrelo,
pero lo cierto es que 61 nos dej6 en el alma matinal loa
primeros presentimientos de la patria, si el mapa era al-
go mas que unas cuantas lines geom6tricas mas o me-
nos coloreadas.
Nuestra clause. C6mo la adorabamos! Los muchachos de
catorce aios del Colegio de los Padres Franceses, euan-
do alguna vez nos ofan charlando en la Placita de las
Mercedes de nuestra close, la despreciaban.. Qu6 vil Eso
no sirve para nada Esas son maestras, mujergs atrasa-
das. Si alg6n dia ustedes lea diera lase de geograft el
-20-
GEOGRAFIA SPIRITUAL
Padre Michaud- y se ponian serisimos y se empinaban
para decir Michaud. Ese si sabe.
-Qu6 va valet Usted no-sabe c6mo enseia geogiafi
Clorinda.
"Ustedes no saben c6mo esefia geograffa Clorinda".
Este es el amble misterio de la pequefa escuela pars ni-
fos y niias. Si que ensefaba bien Clorindal Tenia alrede-
dor de una treintena de afos, la vos un poco ronca, usa-.
b grande batas con un cuello alto almidonado, y uno
severos anteojos de plata. Pero e6mo monrga la aeflorita
Carrelol Noeotroa los muchachitos de todoe los tamaias
"u tribu de indieitos", la llamibam Clorinda a sec.
Cuando eatibamos solos, allk en la soledad de la medi-
taei6n infantil repetiamos sonreidos en voz baja, para
nosotros solos.
-Si que sabe Clorinda! Y lo sabroso que enselal
El Estado Bolivar nos lo debfamos saber como agua.
Para recordable sih maps no hacfa falta sino pensar en
la eara del le6n. El Estado Sucre pareda un yunque. F4a-
c6n y el Zulia con sus dos peninsulas; dos viejitas limos- .
neras conversando. El Territorio Federal Amazonas "'e
mete mijitos, se interns hacia abajo de la Repiblica.. Alli
alejado de la civilizaci6n".
-Qub es civilizaci6n mestra? /
-Pues mijito la civilizaci6n son los tel6fouos, y los
carruajes y el tel6grafo y lo inventos todo; en fin, la
vida eivilizada. Pero d6jenme aeguir:
-Alejado pues de toda civilizaci6n. Figrense que so
grande selva... Ya lea explique lo que son elvasl
-Grandes selvas virgenps que no estin hollad1 por
la plant del hombre. Dede Ciudad Bolivar, la idad dad
Congreo de Angostura se acuerdan? Donde el Libertador
-n .,.
FELIPE MASSIANI
dijo su famoso discurso. Desde Ciudad Bolivar, tambi6n
llnmada Angostura, se sigue hacia abajo en vaporcitos y
an anu hasta San Fernando de Atabapo: un pueblo
pequeio con muchos indioe y muchos mosquitoes. En don-
de cai todas las casas son de paja. Ahl viven los que
se dedican a coger caucho. Caucho ya sabenl
Entretanto, el espfritu infantil se escapaba a bordo del
mejor de loe trasatlAntios. Se dejaba raptar la imagina-
ei6n por la lejana evocada por las palabras ingenuas.
Por su seducei6n. Soiabamos entonces: un pueblecito en
medio de la selva. Eso es, con un rio anchisimo al lado
para bafarse y tirarle chinazos a los caimanes que pa-
ran. Caramba, cuando fuera tiempo de vacaciones le ro-
garfamos a papa o al hermano mayor para que nos lleva-
ra a San Fernando. Sofiabamos. Esp es: un pueblecito
precioso con sus indios como los de las liminas del "Lec-
tor Americano" yendo de alli para aci. La kscuela del
pueblo debia star en una casita de paja llena de mos-
quitos con un caiman en el corral del fondo por el quo
pasaria el Rio.
La voz de Clorinda se metia por entire la ensofiaci6n
y se escuchaba como detrAs de una cortina de niebla y
de distancia: "Si hombre figurense, los misioneros c6mo
serAn los pobres de guapos cuando se meten por esas sel-
vas. Exponidndose a que se los coma un tigre o un cai-
min, para salvar las almas de los pobrecitos indiosl"
Duermevela de la ensofiaci6n. Clorinda dictaba su clase
en un San Fernando curiosisimo, mezcla del verbo tierno,
evocador, de la maestra, y de la ciencia de Saturnino Ca-
Ileja, con el poquito de Villegas Ruiz que se habia que-
dado en la cabeza. San Fernando de Atabapo en nuestra
visi6n aladinesca era un tanto Caracas, con caimanes, mos-
quitoe y ros gigantescos, y otro tanto la Persia especia-
llmma de loa relatoa ilusionados. En un San Fernando
arbitrario Clorinda ensefiaba a distraldos chiquillos con
-22 -
LA CLDAD DORMIDA
DEFINITION DE MERIDA
La mis exacta definici6n de la Provincia tiene que irla
a bascar alti nuestra ensibilidad. S61o a condici6n de que
se sumerjamos en aqu611a con todo nuestro dramatismo
vital a cuestas, obtendremos del orbe provinciano la con-
fidencia que deseamos. Pero si no llegamos dotades de
impatia humana hasta a Provincia, qu6 de hallazgos para
Ia sensibilidad y la iriteligencia!. Entonces, penetrados
todos los poros del espfritu por la emotiva atm6sfera
aldeana, la criatura humana se renueva. Se va efectuando
un extrafio pero verosimil process de transformaei6n, DI-
rfae que renacemos y nos remodelamos por dentro, con
cada tltima sorpresa de este "mundo nuevo". Cuando un
ia cualquiera, ingresamos en la ciudad pequefia y nos
unimos a su parentela spiritual, y la consanguinidad
aldeana nos ha ganado para ella, comenzamos a sentir,
no sin cierta desaz6n interior, que estamos dejando de
ser un poco nosotros mismos.
Al abordar la provincia, la primer seal de su presen-
ie ea la agitaci6n del poco de prbanismo que lRevamos
ea nosotros a rastras, y que nos hace poco porosos al
aliento de tierra adentro, ante el cual la sensibilidad reae-
ama resentida. Pero luego --convalecientes de aquella
aeeida romAntica del alma, ausente de los scenarios
fmiliares y de las vicisitudes cordiales de siempre- el
47 -
600
I t -1> .J6 r
FELIPE MASSIANI
mundo aldeano va alojindose en lo intimo nuestro, leat
pero seguramente. Y es que lo mAs resonante de nuestr
ser, esa poquedad de plasticismo virginal, que va quedaa-
do de nosotros, civilizados, se estremece y da un bote y
nos saca afuera, interesados, con la mis dom6stica mani-
festaci6n de la vida en la ciudad menuda. Lo que en eU,
ocurre todos los dias, lo anecd6tico en toda su pureza, le
eterno tambi6n, cala lo sensorial y punza mis alli de la
superficie del ser, produciendo en lo rec6ndito de 61, Uma
reacci6n de asombro, como ante el sobrevenimiento de le
extraordinario. Y la ciudad pequefia acude con todo lo
que en ella es doncellez para nosotros, adquiriendo sa
mas humildes vicisitudes, calidades nobles de frescura,
de excelsitud, de candores, potenciales en ella, y que qui-
zas vienen a hacer reincorporar en el alma, qui6n sabe
cuintas parejas vocaciones dormidas. Amorosas de estos
hallazgos indefinibles y que no tienen nombre con que
nos regala la villa ingenua.
Llueven para nosotros, toda suerte de hallazgos, de apa-
riciones tiernas en que la ciudad pequefia se pYodiga, y el
ser se conmueve y se relame de gusto, con este univero
provinciano, que se alza integro para el amor curioso del
forastero, en un aire de infancia y en un color de coneja.
El matinal preg6n de las naranjas--el "ipa' profunde
y dulcemente congojado del vendedor popular--que estira
por las calls el muchachito, sabe mAs a convite de miel
en la voz campesina y en los dulzores de la melancola,
que a cantarino reclamo de los naranjales. "Ipa"! "Ipa"!
De este modo desemboca "alli" la madrugada en la ma-
fiana y el campo en la ciudad: linda, dulcemente. El climax
emotional del mediodia, de la prima tarde, lo estn mar-
cando unas campanas graves y las "escalas" musicales de
un piano que suena asordinado a lo lejos. Campanas. Cam-
panas. Campanas a sus anchas y un piano de casa de
munecas le ponen su acento al mediodia. La calle lalga
y un tantin inclinada, montafiesa, se puebla de campam-
S48 -
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
das decaLdas y una estampa escolar y luego otr monjil,
femenina hermosa, se deslisa tranquil, car sin ruido por
las aceras, como por un piadoso monasterio enanchado.
La tarde en MIrlda es a: castiza. La tard en la ciudad
serrana es la mejor lecci6n de historia de ella y la mia
clara intuici6n de su secret y de su encanto. Aquellas
dinas horas ejemplarizan y lo Ilevan a uno recto y hondo
hacia el coras6n de la raza: se aprende a amarla. Es todo.
La noche se mete en las almas con el grillo.
Es ma-
ytsculo en las noches. Hace much que el urbanismo nos
exprimi6 y nos hizo olvidar muchas dulzuras del campo
pero ahora recobramos al grillo, mito en la nifez con todo
su genio y figure. El, el grillo protagoniza las nochs
meridefias. Y para el ofdo forastero, que estrujado hace
tiempo por la vocinglerfa metilica del bulevar recoge eta
experlenias de la nota monocorde, es cast maravilloso este
reencuentro, con la delgada voz animal que nos Ileva sua-
vemente de nuevo a un paisaje matinal. Grillo. Personaje.
Amento y conffn de estas recoletas notches de Mrida, dul-
ces de la dulzura grave y sobria de etas campanada, do
estos luceros, que aquf son tambidn recatados, intmoa.
Luceros asomando apenas por entire el arrebujo de las
nieblas.
El mundo de las cosas es la mAs expresiva, humana
dial6ctica del Islote Nevado. En las ciudades las cosas
tienen que aparecer en las perspectives alejadas y hasta
empdlvadas de las trastiendas. Tiehen por fuerz qua set
gnomos y hasta algo menos: cenicientas. Aquf haeen algo
mis efica: alan sobre ss hombros lo virginal, lo "blla
durmiente" que hay en esta montafesa villa castisa.
Argumento: El universe de las cosas, en la ciudad aldea-
na vive mis acd de nuestro coraz6n que en la urbe. Con
el trato de aquellas humildes qriaturas-bueyes, lueers,
campanadas, grillos- quo allA palpila ma que en la
r6as do la urbe, el sdr va recuperando algo de la criatdia
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GEOGRAFIA SPIRITUAL
guayuoos; risuefifainmoa porque Clorinda apareca con sum
lets de aiempre pero con la cabeza tocada de plumas co-
mo cualquier cacique abuelo. Tontadaa venturoiaima...
De repente paladeando eldisparate eacantador no rela-
mror como unos tontos a solas. Clorinda adivinaba dule-
mente. Sonrela. Sonrefa de aquello. ("Se me Jubila por
ratioos" definia. Despues, man tarde, supe en el buenamo
de Azorin que lo de mi maestra sun cuando no lo supiers
era "sensibilidad"). Ella, la Maetra, no dedl nada, pero
los canallas de siempre -todavfa tengo freso el alboro-
to- gritaban easi, advirtiendo aquella especie de infantil
sonambulismo...
-"Barajo loco! Mire Maestra, mire; se queda peas-
tivo, pensativo, y al ratico suelta la risa como cualquier
paiguato!"
CLORINDA
Senior si usted hubiera conocido a la Maestral FigAprm
-c-mo decla ella- que estando ya de zagaletonea, de ae
tudiantes de bachillerato la visitAbamos. (Nos sentiamoe
otra ve, desdoblnldonos, como si fu6ramos los de entone
ces, como si de nuevo con el bulto a cuestas tornAramo
a ser los discipulos de Clorinda). Cuando nos vela noa
abraaba. Nos llevaba derecho -"derechito per aauf mi
barrito"- a la misma antesala en la que aprendimoe a
quoer al Orinoco como a una persona de la familiar Don-
de supimos a la nieve "una oea muy seria, miny sabroa,
que no Ms podia encontrar en "Los Castilitos" porque e-
tibimos en el Tr6pico". Allf: en la antesalita, sin falter
niauna, estaban, prodigiosamente, nada meno que las
mlas corianas y las mecedorcitas de paja, amarilHIanma
pero las mismas.
SEl goce de volverse a sentar en la sillit de hada euia-'
te ailos. C6mo nos turbaba. El recuerdo so ponla a volbar
-23-
FELIPE MASSIANI
cromos de infancia. Clorinda nos dejaba solos por uno
instantes. Sin embargo, espiritualmente, ella se quedabt
en nosotros sus discipulos, en el encanto de una 6poea
pasada: cuando todavia crefamos en Papa Noel y el Toque
de Animas nos echaba a temblar, porque a esa hora hay
muchaa brujas en el aire y se lo Ilevan a uno hasta en
plena Plaza Bolivar.
Maravilloso retornar a los mediodfas. Mediodias de pe-
dir permiso para ir alUd fuera; de poder conversar en lk
cuartos del fondo con la ?efiorita Amelia, la otra hermana
que cosfa y hacia trabajitos pars la calle. Lindas baraji-
tas las de Amelial Barajitas de la "Flor de Cuba". Las
cartulinas diminutas reproducian camellos, jirafas, pano-
ramas de ciudades, el general Prim, fotograflas de La Ha-
bana, y hasta unas sefioras artists muy lindas, con unos
vestidos hinchadfsimos como inflados por el viento. Qu6
lindas barajitas tenfa Amelia
De pronto en la evocaci6n nos hacia falta la voz mater-
nal, cariciante de Clorinda. La buschbamos entonees en
el pequefio comedor. AllI estaba inevitablemente el nuevo
niAo interno con papAs en el Interior. Nos presentaba on
orgullo:
-Conozca Armandito, a mi antiguo discipulo! El a
muy bueno y viene a ver a nu maestra de vet en cuando.
CharlAbamos.
-Bueno Clorinda y c6mo estA Amelia?
-All! siempre en su trabajo. Sonrela. Ah, a prop6ito...
quieres ver las cartulinas que te gustaban tanto?
Indagibamos la suerte de la Escuela. "SI, siempre mar-
chaba bien. Este afio tenfa muchos muchachos. Catore
varones y quince hembritas. No se daba abasto. Ya se es-
taba poniendo vieja, aAadia dulcemente, pero queria mr
mantra hasta el fin".
- 24 -
CASITAS
CIELOS
CHATAS
AZULES
MARANAS DE TURISTAS
I
Por la delicia de esta maflanu asale y frs, va y
viene el ajetreo alegre de lon hombre de otra rae. Be
alargan los turistaa dede la panza inmensa de ma tra-
sal'Anticos'hasta eatos barrios morens de Amrica. De-
sembocan decade todaa las esquinas de sn graa naci6n ba-
b6lica y tumultuosa. Vienen, con msu cars nialas y amu
ojos reilones. Curiosos y deportivoo; enfundados ex sus
estupendos pantalonsotes, como si hubieran recinteni-
nado en La Guaira una partida de golf. Vinen. De to-
das parties. Ello, allA juegan an suu noches hogareas,
a dejar caer con los ojos cerrados, sl punteria de un
lApiz aventurero, sobre cualquier puntico de una eaera
escolar para boys. Y desembarcan estirando hasta Ve-
nezuela el cordel de su aventura. Vienen. De C tlior-
nia, definida en las nuevas geografia Smiths del tiempo,
como la mandarin mAs aromoaa para sedcir Is ape-
tapcias de los loeos sentidos moceriles. De Nueva Or-
leans, parejos de modales ma saves y de getom menom
nervio o. (TambiMn en Nueva Orleas eetuvo Framdi).
Vienn. Los hombretone fornidoe de test color de tri-
go; algunoa con un mingl igualito al de lo gasers de
las pelculas. Tanto, quo noa lamamo a record el fMm
73
I
FELIPE MASSI A NI
mrn fresco saboreado en la semana, co:a estas figures
tan familiares. Nuevo M6xico y Texas seguramente em-
balaron para aca a otros, mAs cerca de nuestro coraz6n y
de nuestros colors trigueios. Seguramente algtn vs.
quero viejo se dej6 venir. No hay sino entusiasmar un
poquito a la imaginaci6n criolla y atrapar el balance
delator del hombre de pampas o de mar.
II
De Alaska vino, en trineo, rodando por el hielo, hasta
el puertecito donde se comercia con pieles de zorro y
maderas. Desde alli salt6 por entire lagos ancestrales
hasta Nueva York; siempre con su gran sobretodo de
pieles donde qued6 prendido el aroma selvAtico y el 61-
timo rasgufio de un arbusto cayendo. Es un solitario
quo estir6 su itinerario de descanso hasta los cerros es-
cuetos y las costas reverberantes de la tierra #enezolana.
Es un solitario, un taciturno que ha pasada inadvertido
a bordo. El ha gozado solo, la voluptuosidad del aire ar-
diente, y el baile de estrellas en las noches tropicales.
El ha gozado solo este fin de semana tan delicioso. Es-
capa de su gran campamento maderero lejano, en donde
no se ven sino horizontes de pinos y abetos, y estrellas
alguna vez en las notches. Adora el viejecito, el grato
algod6n oscuro del silencio sobre sus sentidos, el grito
human, resonante de las bestias en las inmensidades,
apretadas de un misterio simple y salvaje, el frfo flage-
lador; el encanto indefinable de estirar la vista y esti-
rarla sin prenderla en otra cosa que en abetos gigan-
tes.... Hacla trees afso que este abeto human -tan
mozo por dentro, tan vjejo por fuera- no se tomaba
una vacaeioneita. Hacla trees aflos que su inteligenda y
su impulse de oso viejo no se oeupaba sino de represas
y de campamentos. De Alaska vino y aquf esta en Ame-
rica. Aunque nadie lo sepa ni lo cream a bordo.
74-
GEOGRAFIA ESPIRItUAL
III
No se necesita sino deapabilar un poquito Is delidosa
capacidad de solar y no dejarla dormir entire Ia coQJa,
pars asar castillos de imagineria con esat oleada hu-
Smans, que se vienen de vez en cuando par act en sm
auetana!, con su atropelladora infantilidad y o ale-
gria de escolares jubilados. Cai nada de los amdllo
Sespirituales se require para sofiar con erts buena gente
que so tra por aqui sus ganas de comprar loros y su
mania de tropical tipieism.
El cielo de ests ciudad es impresionantenente uaul.
Insudito. Sobra el venir en barcos mAs o meno8 lujosos,
dede meridianos mas o menos civiliados, para advertir-
lo. No se necesitan pupils abiertas entire nieblas lon-
dinenses, o entire deslumbrnmientos levantinos, para a-
ber a nuestro cielo tan dificil de lograr como un mila-
gro. Este cielo revent6n, en desgaje, fruta madurs de
.azul. Cielo rochelero, obsequiado por Dios en cualquier
moment de buen humor. (Pars los turistas. Y para
los "naturales" tambin).
Tenemos loros y casas bajas como en Andalucfa. Y
cielos tan bellos como esta descripci6n. Colored trigue-
f oe y una porei6n de cosas mas que deben servir para al-
go cuando se embarcan para buscarlas y se las llevan:
en sus ojos claros, en sus cabezas color de trigo y en
las barrigas de las maletas. Repletas de sombrero de
cogollo, de baratijas y hasta de humildes alpargatas.
Sobra. No hace falta senior ser turista para atolon-
drarse con lo suyo, que esta ahf al lado eclnito de los
ojo. Aroma. Estampa. Canci6n lo nuetro si lo que-
remos. Con s61o desprevenirnou un poeo y aligerar li
sentidos de tanta y tantas broda callejera y citadina.
Enjuagarmos las potencias interiores -los oldos y
los ojos del esplritu y de la sensibilidad- con eta agua
75-
FELIPE MASSIANI
refrescante. Seductora alegria de estas razas tan viejas
y tan j6venes, que piratean alegremente como debe ser
la fragancia de estas claridades, de estos climax y de
estas maflanas criollas ablertas como botones.
M6dulas j6venes, necesitamos sin embargo -achaco-
sos paradojales- de sta gente ancestral y juvenilUsima
tambi6n, para aprender a meternos en nuestm paisa
y en las cocas familiares, con la deapreveni6n, el atolon-
dramiento gososo, y la candorosa curiosidad de esto
contingentes desenfadedos de turismo. Si nos aliger-
ramos de nuestra puritans 16gica y de nueutro pavor a
las calaveradas de infantilidad. Si recobriramos la en-
sofiaci6n neeesaria para quereros a nosotros mismos y al
Paisaje!
Nos pie tan poco la geograffa tierns de nuestra tie-
rra para tenoe fe en ella; apenas una miaja de amor y
de lucidez. Desde luego tambidn, ene impetus pra emo-
cionarse que tuvieron todos, cuando fueron pequeflos o
cuando se enamoraron una ves. Un poco de eso nos pi*
de la heredad native para abrirse en nosotros vs eompito.
A lo mejor sea necesario hacerse un tanto turista. Al-
go como ellos. Pero serlo es tan ficil! Qu6 e eser
turista? Vamos a aclararlo, criollos, porque nos intere-
sae.
La tonteria esti en pensarlos millonarios; la historic
es hermosa, y no lo es, pero no es verdadera tampoco.
Somos tontos cuando creemos a cada uno de estos hom-
bres con risa de buen cufo, esperados en Boston o en
Chicago, por un palacio de mirmol, un Rolls y un divor-
cio fabulizante. Y nada de estrellas detrAs do ellos. Pe-
ro es que aun cuando las estrellas les persiguieran. Por
estos tiempos del d6lar apesadumbradol La verdad es
otra. Muchos son, como bste, o como cualquiera de los
que andan en came y hueso eaminandito por af. Broke.
Limpios!
- 76 -
L
GEOGRAFIA SPIRITUAL
Las calderetas; Clorinda me habia dicho ya lo de u
guerto, lugar abrigado donde las embarcaciones se siente
seguras como en au casa. Aquello no estaba mal, pero La
Guaira y sus calderetas me ofrecieron e) Puerto de'cuer-
po entero, hondo y violent.
Las calderetas y otras cosas. Aquellos rudimentos apa-
sionados los recibi por todos los caminos sensitivos que
tlene un nifio para que las cosas en turbi6n se metan por
elao. Primero me entregu6 fervorosamente a la lecci6n
del viento. Luego. Despu6s... Ah!!
Pero es que hay tanto que contar! Bueno no import.
Vamos a echar el cacho como decia el Viejo Ram6nl
EL CONTRABANDISTA
Todavfa lo estamos oyendo, ahi mismito de nosotros, re-
latando mentiras sabrosas. "Mijito cuando Drake entr6 a
La Guira". Unas veces le tocaba a los pirates asaltando
al puerto. Otras: Mijito te voy a echar un cacho, de cuan-
do tenta la pierna sana y contrabandeaba por ahf.
tn hombret6n trigueiio de pelo en pecho, tostado, mar-
garitefio por mAs senas. El Viejo Ram6n venia de la Isla,
de La Margarita. Como 61 mismo decfa habia hecho de to-
do en el mundo. Peacador. Grumete y muchacho de man-
dados. Peoncito de alguna seAora adinerada en La Asun-
ci6n. Luego caletero. Contrabandista. Habfa trabajado en
las salinas. Buzo. De los que sacan perlas sin seafan-
dras y mueren j6venus. Habia sido soldado e una e
nuestras guerras civiles, pero Lqu6 era lo que se habia
eecapado a s vida del Viejo Ram6n? Un hombret6n cur-
tdo con un pie medio reneo. Los ojom de gto, en lo ve-
de y en lo alertas. Las mans inmensa llenas de "ehieo-
taes de lao otros que son malucos" deda 61 mima.r En
el braso moreno, anchialmo de canaletear, con las arenas
29- ,
FELI
M A'S
IANI
eomo los cabestros de su hamaca una cicatriz con historic
y un tatuaje sencillo: una ancla y sus iniciales, RM.
Una bala perdida que abri6 su boquete por todas par-
tes. Una goleta a ]a deriva, con todas las velas hinchadas,
sin br6jula y sin rumbo aquella vida. Habia dado tumbos
siempre. -Mijito, en alpargata, pata en el suelo y hasta
enzapatado es much mundo el que ha caminado el Viejo
Ram6n. Por fin el reuma y este remo cojo me sentaron en
La Guaira como chalupa vieja.
Las noches de luna el Viejo Ram6n me contaba cuentos.
Noches de luna en La Guaira. Frente a la vieja Adua-
na pasaban pitando los trenes que tralan desde los mue-
lies la carga de los barcoe. En los almacenes de vientre
enorme del piso de abajo habia un gran movimiento. ITan
y venian las largas filas de hombres morenos y negros.
Sudorosos, jadeantes. De pronto alguno dejaba caer un
bulto; entonces se oia el grito malhumorado wdel hombre
cansado. CarI!
Estaban medio desnudos los caleteros. Con unos panta-
lones remangados de tela burda, de tela de sacos de ha-
rina algunos. Una blusa con las mangas hasta el codo y
en la cabeza unos grandee paiuelos para no maltratarse
ni llenarse de polvo los ojos.
Pitaba el trencito. De aca para all repetia su mon6to-
no itinerario el cord6n de trabaladores medio desnudos.
Crecia la fatiga de los hombres y menudeaban las barba-
ras interjecciones tropicales. Pitaba el trencito. De lo le-
jos venia de vez en ves montado en la brisa el ladrido de
un perro marinero y el grunido iaeeante del mar. Algu-
na que otra oeasi6n zarpaba del Purto un barco, Enkou-
ces, hundiindose hasta el borirute en la noche honda e
oia auetada la voz de is akna. Eaa nota ronca y s-t -
nida, tan inconfundible, tan liena de depedida, trimula de
nostalgia, llamada del mar.
S30 -
GBOGRAFIA SPIRITUAL
Pasaba jadeando el trencito yendo a parar siempre a Ia
misma escena igual, desesperante: los caleteros sudoroms
transbordando los bultos plomises dead la barriga de los
trenes hasta allA en el fondo de los almacenes, donde uma
limpara mineral bregaba con la obscuridad, y un hombra-
ch6n con una libreta sucisima en la mano hacia el recuen-
to medio dormido con una voz estropajosa.-Van cator-
ce, van quince, van diez y siete. Caray ya se me pasaron
various. Cuantos van ahora?
Esto era en la tierra. Del mar venfa su canci6n, la del
mar. Y alzada en la brisa, mas refrescante que ell mis-
ma, desembareaba alguna coplilla de sabe donde qud pue-
blito de la costa.
A yaya.. Ayayay!
TA alid lejos en la sila
yo aquf cerquita del Mior.
Quien te pudiera beswr,
ayoyay... Gyayay...
Mi lucerito en la tierra,
mi iucerito en el marl
Noches de luna en La Guaira. Cuando la luna se agraa-
da en el cielo, desde Araya hasta Paraguana y Goagira,
desde Puerto Sucre hasta Maracaibo, today la costa ven-
zolana brufiida por la plata lunar vuelve a tefiirse de co-
lor colonial. aEl Color Colonial? La noche obacura les man-
tiene a nuestroe puertecitoe anochecido y callados. Ape-
nas hacia dentro; en el coraz6n del puerto, de alguna que
otra casita se sale a deambular el tic tac de un reloj, el
lUoro de alguna criatura despierta. Algn perro noctM
acompaia al tranochador, mientras un gallo desveldo
pone su acento a la noche. Pero al ratio, todo vune al
silencio; el intername n las porte s callecitas dewol
daes entone emwpoarue en un ailendo espeso; sunm -
gire en una spede de s oniente infantile en agit
81 -
p
*
* -I
ai
*
I~
FELIPE
MASSIANI
poblado de brujas y de recuerdos, y de pirates que stor-
mentaron a los marines de Espafa. ZEl Color Colonial?
Los puertecitos nuestros vienen algunos de la 6poca de la
Guipuzcoana y de sla Real Hacienda. Se levantaron para
un gale6n que venia cads trees meses y para un bucane-
ro que se esperaba siempre. Tienen los puertos, algunos,
retiradas callecitas de piedra
Aduan4 y de las called cent
el trAfago trasatlantico. Por
donde antes sin barcos y sin
gena, las callecitas trepan an
sas apretujadas que escapan
en la callecita, la casa que
lejos del movimiento de la
rales por donde desemboca
la line quebrada, elastica,
puerto estuvo el cerro indi-
gostas, con un ahogo de ca-
hacia arriba. AllI, varada
dejaron los espafioles para
siempre. Musculosa, anchota de paredes para resistir con
denuedo el empuj6n de los temblores del Tr6pico. La casa
de un piso bajo, pulperia y estanco de tabacos; vents de
fritos y chucherias, aguardiente, y utensilios para los ma-
rinos. Con un piso alto y un largo balc6n con una especie
de romanilla o reja en las que las muchachas criollas so
divierten mirando a los que pasan, o cuchicheando de to-
do pr6jimo detris de la celosia.
La noche obscure las deja, a las callecitas, anochecidas
y calladas. Todas con un suefio pesado del que se levan-
tan con los madrugadores pregones portefos de Is maia-
na. Pescao fresco... Y va fresco el pescao... Los hue-
vos de lisa!... Se desperezan las calleeitas, cuando la
mar esta cubierta de velas y el cielo de azul, y el aire as
denso, y el sol arde sobre las pieles morenas.
Noches claras. Ruinas de castillos. Caflones viejffimos,
con su bala de plomo al lado, enorme, absurd. Esperan-
do al enemigo; al pirata que ya va 'a aparecer. Noches
de luna en La Guaira.
En tiempo de luna llena los perros se alborotan. LA
goletas sacaban rumbo al puerto sus ladridos de perro,
82 -
FELIPE MASSIANI
candorosa. De lo angdlico que aun no se ha Ilevado lo
ultracivilizado tonto.
Y el tiempo: Cuando internamos en lo aldeano, alcan-
zamos a percibir por desconocidas zonas de lo virginal
venezolano, el singular dominio que aquellas altas comar-
cas ejercen sobre el tiempo. Lo comandan y manejan a su
antojo: Cuando estas cachazudas parentelas humans, leI
dan posada por aquf no lo hacen sino a hurtadillas y con
reserves. No olvidandosele nunca, a la labriega idiosincra-
cia el exigir, al hospedarlo, la mesura en su paso por aqui,
por entire ellos! Dios libre si al Tiempo -despubs de todo
un forastero mas -se le ocurre ser veloz y adoptar el
paso violent y desaforado como es de moda en las ciu-
dades. Aqui, por estas alturas, se puede quedar recatadito,
a condici6n de: "no ser nunca veloz".
El Tiempo, atado por las recomendaciones aldeanas, se
arrellana en ellas, y las manecillas se paralizan por la
fuerza de su magia: Hoy sera menos ayer que mafiana.
Amanecer cada dia con la vivencia que dejamos atrAs.
Reencuentro con el que fuimos. Reaparici6n inesperada de
las horas que creimos exangiies y caducas.
Pero ni paradoja ni milagro: es s61o el vivir aldeano de
la pequefia ciudad castiza y nevada.
GRANDEZA Y PEQUEREZ DE LA CIUDAD
MENUDA
La mafianita amaneci6 nubladona. Hacia la Sierra y el
PAramo de los Conejos paseaban nubes trasnochadoras.
Una gran paz envolvia la Ciudad de los Caballeros en una
densa tranquilidad monacal. Por un instant la sensibili-
dad placi6le la vocaci6n de aquellos minutos. Tan colma-
das las cosas todas de una suave emotividad que apaci-
guaba el alma porosa, empozando dulcedumbre adentro.....
Por en medio de esta calle, que en la ciudad chica tiene
-50-
GEOGRAFIA SPIRITUAL
rumbo y rango de bulevar, desemboc6 una vaquita nera,
con el andar mesurado de persona que, dede hae tiem-
po, desdefia cuerdamente el apresuramiento. La vaquita
la vemos todos los dias, casi con exactitud britAnica a la
misma hora en que vamos siempre a la plaza, acompafa-
dos del libraco y del suefio fresco todavia. Alg6n dia soy
yo el que se retards y esa vez no tengo la vision confor-
tante de este animal tan human, deF paso lento y del
mirar resigned. Porque debemos saber, que es esta de
las excelencias del campesino universe provinciano: aqui
muchas veces el sentidor puede acercarse fAcilmente al
piano confidencial de las criaturas inadvertidas. Alg6n
dia es la vaquita negra, la amiga mia, la que qe le pegan
las sabanas, y entonces, como ella es ya un camarada para
la sensibilidad sentimental, me provoca sonreirle y armarle
la chanza con lo del despertador al que debe de apartar
de una patada, y todo lo demas.
Esta no es la historic de la imaginaci6n sentimental. Es
apenas el verosimil cotidiano eslab6n de esta cadena emo-
tiva, germinaci6n que avienta vigorosa, de los pequefioa
sentimientos, de las sensaciones menudas, 4el sentir agu-
zado, y que en la pequefia ciudad no tiene nunca soluci6n
de continuidad.
La vocinglerfa arrebatada y fren6tica de la urbe, ahoga
todo este manadero de la sensibilidad, que en la via tumul-
tuosa carece de voz. Aqui la sensibilidad, en cambli, se
gasta sentido critico, imaginaci6n creadora de autor, en- -
tido de la interpretaci6n, y hasta sus pequefios arrests
de dramaturgia... La confidencia de un alzado alero que
esti trepado arriba como engallado e ir6nico el mirar de
un buey cualquiera, pat6tico de cansancio, invitan a ima-
ginar, a desenvolver la acci6n de menudos dramas conmo-
vedores que son intensamente presenciados puertas aden-
tro del espiritu.
Caracteriza a la ciudad pequefa aquel sileqco de li-
dad, al que el meditador elogi6 maravilloso. Maravilloso
61 -
$4.
FELIPE MASSIANI
tiene quoe Umarlo en la noche emeritens todos los que
gusten de esta serena embriagues de la soledad.
Soledad no es otra cosa. sino apenas una alteraci6n e
el personaje quo puebla nuestra intimidad. Y squl opor-
tuno el aclarar la existencia de todo un repertorio de sole-
dades. De una categoria en la soledad a la que podemos
perfectamente, redlmidndonos de superficialidad, alcansar
en aquellos parajes serranos tan poblados Ie aqudlla.
En el alborotar desenfadado de las rdas en que los pa-
seantes simulan actors en trance de incordura violent,
con el ademAn y las voces estridentes, nuestra intimidad,
la que vive mis allS de la charla volandera y de la noticia
spectacular, siente el tumulto agresivo de la calle como
algo que la prime y acogota. Precisamente es nuestra
mis fina humanidad, el acento indefinible que subraya
nuestra fisonomia interior, la que tiene que desplazarse
y esconderse en la trastienda de los mis alejados plans
espirituales.
En la provincia: en el contorno de su discreta perpec-
tiva, donde se agrupa un conjunto human que reacciona
de una manera muy especial ante las cosas, nos acostumn
bramos a nosotros mismos, y el experiment no carece de
cierta gracia y sabor de aquellos que se encuentran espu-
mantes de lo inesperado y lo curioso.
Carecemos los mas de los hombres de la mas ligera
noci6n de lo que forma la contornada -la vecindad, dirfa-
mos locales- del poblacho interior que llevamos con nos-
otros. De pronto nos comienza a ser familiar la comdre-
rla, la mirada alargada. informada y bufda para el vecino,
y hasta la socarroneria desconflada ante las cosas nuevas,
que ilevamos con nosotros sin saberlo. Llegamos hasts
conmovernos, a sonreir con delete pr dentro, ante la
aparicl6n ea el esplritu, de un "pueblerino" al que no
sospeehAbamos.
- 52 -
GEOGRAFIA SPIRITUAL
Cuando nos cereamosa la pequefia eluded, non trope-
samos ballando en el ambient eae signo confidencial de
la pequefia villa, quo se define en el mirar desconflado al
forastero. Se neceaita much do aquella vieja simpatia
inteligente hacia'el hombre, para no asombrarse con la
mil menudencias quo acompafian al Angel, dentro de aque-
lla pintoreaca intimidad humana en la quo hallaba sagas-
mente el Escritor un aire encantador de bric-a-brac.
Hace falta much de ese acomodamiento interpretativo,
aintoma de Jugosa humanidad en la criatura, para no' mo-
lestarse con ese paseante socarr6n de la pequefa ciudad
que desliza con cautela sus ojos hasta el extrafo, evitando
el tropez6n de frente, como si fuera un bache. Y ean '
efecto, 6sta, realmente, Ja experiencia que se opera en el
viejo cludadano de la ciudad. El sufre el malestar; tiene
la sensaci6n de choque, con el sobrevenir de aquella pre-
sencia con la quo no contaba. Cotno estA acostumbrado
a revistar su grupo familiar; a regodearse con el tragulto
de caf6 del amigo de las barajas, a echar un palique con
el conpadre a la llegada del peri6dco, eate rostro que nt
le promote nada, sobre el que las pupils al pesquisar rau-
damente ingenuas no saludaron algo conocido, le moleats.
Aquella iicomodidad del parroquial con el recin Ilega-
do es una confidencia para la caracterologfa de sl pequefia
ciudad. No hay que molestarse, por lo demas.
Aqui, el recorder al paso, -en este minute tan colmtao
de serenidad, tan proclive a la aparici6n de filos6ficos equi-
librios ecuinimes-, aquello de que la intenci6n y acttud
oposicionista frente a los paisajes a lon que todavia eta-
mos recin Ilegando, denuncia entire otras cons mengua -
das, poquedad de simpatfa humans, spiritual eojera de la
quo impide eate goce del reencuentro con nosotros miamos,
con las naderfas y las excelsitudea, del intermante pero-
naje; paradoja animada, mfi ftcilmente atrapable confi-
dencial por estos vivientes Islotes nevadoe de la sereniad
-- 53 -
S
GLOSAS
DEL
DIA
CAMPESINO
FELI
MAS
IANI
damente los hechos que luego aseveraba bravamente el
Viejo Ram6n.
-No mijito. Crealo por esta cruz!.. Juraba besando
con un inmenso dramatismo que impresionaba; cruzados
los dos dedotes de caletero.
-Ahi mismito en
ii pelearon ellos. I
puntazo se daban!
Ae caracoles! Se lo
puntalando sus test
tenia. -Se lo digo
lo que hoy llaman la Calle del Le6n.
)rake y el CapitAn General. Puntauo
Que Historia, Virgen del Carmen, ni
digo yo!, exclamaba cindidamente,
imonios en la admiraci6n que el niio
yo que asi sucedi6!
-Pero Viejo Ram6n, usted esta seguro?
-Como
esas cosas,
ellos en esa
n6, piratal Ademas mire!, como van a saber
los sefiores contadores de la Historia, cuando
epoca no estaban vivos.
Malicioso. -Y usted Viejo?
-Gui! Yo se los h6 oido contar a los viejos de aquel
entonces.-Asi es como se saben las cosas!-terminaba.
EL BALCONCILLO DE LA ADUANA
VIEJA
El balconcito de la Aduana termin6 las lecciones del va-
gabundo. Estaba arriba en el tercer piso del edificio el
balc6n. Casi frontero con las tejas altfsimas y con los es-
pacios por donde pasaron las brujas de La Colonia. Un
balconcillo mindsculo, un tiempo antes de convertirse en
mi refugio, con la puertecilla que subia hasta 61, cami ta-
piada de telarafias. Con los travesafios de la baranda de
madera, lamidos por el salitre del mar. -Se abria, el bal-
c6n, sobre un horizonte de tejados guairefios. AllS mismo
cerca se oteaba la platabanda de la casa Perret con la
bandera de la Hamburguesa-Americana ondeando a ua
-36-
GEOGRAFIA SPIRITUAL
lado. Los zincs y las chimeneftas de Celedonio P6rez, co-
misionista de embarcadores. Hacia un lado estaba el cerro
pelado, desnudo, colorado, con sus cardos, sus chivitas fla-
cas, y sus regueros de casitas, de esa tipica vivienda guai-
refia de las afueras, destartalada, pintada al temple, con
sus matas al frente y su palizada colgando, abalconada
sobre el vacfo,
Arriba del balconcillo, casi echindosele encima, estaba
El Vigia, la fortaleza antafiona que domina el puerto, con
sus centinelas que se divisaban liliputienses marehando
de un lado hacia el otro. El Vigia y su iemiforo con cu-
yas sefiales gritAbamos.,-Barco a la vista! Barco de Gue-
rra... No, es un francs... Miralo. Americano mis bien.
Ahora va entrando al puerto.
El mirador aquel, el balconcillo, atalayaba igualmente
su. paisaje de puerto y su horizonte de mar. Cerca, casi
se nos metfan por los ojos los velimenes de las goletas.
Casi nos arafiaban los erizados mastiles de los tres polos.
"La Mano de Dios", "El Neptuno", "La Isabel". El falu-
cho 'Estrella del Mar". Yodo y azul ascendiendo revueltos,
bulliciosos hasta la barandilla de mi refugio.
Mi balconcillo. Cuinto se dominaba desde allf. Era un
pequeio mundo diminuto colgado sobre el otro, sobre el
Mundo grande; espectfculo feerico para los candidos ojos
agrandados.
SCuinto se vefa desde el balc6n? Me castigaban. De-
jibanme en casa sin ir a un pequeno circo de saltimban-
quis, entonces en el puerto, y me escondia yo en mi bal-
c6n. Desde allf nuestra mirada iba de aquf para alli De
la tierra al mar. -Para d6nde irA aquel hombreeito que
va por los muelles con el perro al lado. Va apuradisimol
& Qui6n sabe lo estAn esperando en el barco aquel quo
eta al salir? -Complacfame con un camarada.invisible
a el buen daito de alguna de mis predicciones. --S, mira
lo chivato que soy: el hombre iba para el birquito. Ahora
-37
FELIPE MASSIANI
se van qui6n sabe para Cumani o para Barcelona. Quied
sabe para d6nde ir1 ese bergantin tan lindo. Lo sabroso
que es meters aqul en el balconcito este. Se parece al
puente de mando que me ensefi6 el capitan del vapor
espaiol. Desde aqui tambidn yo soy un capitAn!
Abajo corria de un lado para otro el asmitico trencito
de la Corporaci6n. Se agitaba, gesticulaba, hacia mil ges-
tos y lanzaba mil voices ese cuajo social que vive al lade
de los muelles. Come si siempre acabara de salir con ropa
y todo del mar. Con su olor y su sabor. Con su ansiedad.
La -de estarse siempre descargando barcos, charlando con
los marines surgidos de todos los rincones del horizonte.
Hombres, mujeres, niflos; eternamente condenados a esta
viviendo a costillas del mar. Pescando, sacando el pan
de sus mismas entrafias. Cargando bultos de los que vie-
nen a buscar vida mejor sobFr sus lomos elisticos y feli-
nos. El mar. Y alli mismo pegada a sus costados ]a mrl-
titud ululante y cobriza del Puerto. Tr6pico. Y como
bocanadas del clima asediador, del aire denso, los gritos
y los gestos de todos. La multitud que hace los mil mb-
nesteres de los muelles. Los marines de tierra que 'no me
embarcan nunca. Los donjuanes del mar: oficialitos de
la Corporaci6n y del Resguardo, flamantes de blanco cox
la gorrilla de visera negra. Mujeres del pueblo solicitando
unos centavos para sus granjerfas; para sus arepas coy
pescado y sus huevas de lisa. Pescadores. Muchachitos,
todavia con el tamanio suficiente para estarse montando
en velocipedo en las ciudades, aqui, de grumetes de lem
que van a resistir el humor brusco y el empell6n del mar.
Bara6nda 4e colors y de gesticulaciones que deslumbraba
y aturdia la amanecida spiritual en los ojos del nifo.
Primeros temblores de mi continent arbitrarlo. Deade
el mirador aquel nos asediaba sin saberlo la luamad
misteriosa. sQuidn ha ido a la plays y soportado sin eon-
moverse la seducci6n del mar? Es un irse tslaindo emo
la mirada per sobre esa ola hasta mis alli. MiA all do
S36-
GEOGRAFIA SPIRITUAL
donde ahora da un coletazo aquel pes. Mis all& del boq
aquel que se esti metiendo por entire la lejania. Mis aA,
mis alli, repetimos en lo hondo varados en tierra.
El Mar. Era tdntas cosas entonces! A los doce aes.
Nos desasosegaba y nos rebosaba el alma. A esa ead lon
chicos de mi tamafio comienzan, en las plazas de la, k-
dades, a sentir la ternura de los crespos de las muchweli-
tas de catorce. Pero dramos nosotros otra cosm. omo
esa transformaci6n que el barco va hacienda poco a pme
en su hombre, hasta que 4ste siente la nostalgia de relve
a 61, a su dulsura fosca, yo igualmente aquerenciado, em.
brujado a mi manera. Deade mi balconcito.
I t
Algo terrible! Estirar los ojos desde la barandilla, ms-
balando con la mirada por allf cerca, por donde phinab
fAcil los botecitos de pesca que regresaban por las tades,
o las canoas que bogaban hasta el cercano puebleelto de
Naiguati. Hasta alli mismo resultaba simple, ]o de
Ilegar con los ojos. Pero mis alli si que resultabas difid
Eso era justamente lo que apetecfa la imaginaci6n vaga-
bunda, del hombrecito embarcado en el balc6n. Falmr
por allf. Penetrar per un boquete, por un claro del heri
zonte, resbalar sobre el lomo azul y escaparse haceia l
ciudades y los puertos donde atracaban los vaporeitos de
la Red D' Line.
Por aquel entonces la Geograffa de Smith nos incitaa
a descubrir continents. Tierras que se ollateaban ea el
paladeo de ciertos vocablos llenos de aroma y resonanca:
DINAMARCA. Aquella palabra magnifeca era come is
calconalna, como 'el portal de un esplindido cuento geo-
grifico. Dinamarca repetfamos, regastando la lemng la
exquisite de los sabrosos sonidos mdigco. Sueda. Nol-
* ga. Fabulosasf Holanda est llena de molinitos por tla
parties. Los holandesitos y las holandsitas sn af... y
nos mostrabqn el hombre y la mujerdta que pared-
etar esperando alli, lists, para una ilusi6n.
39 -
FELIPE MASSIANI
-Distantes. Mis alli de estas islas, mis lejos de Los
Roques, much mis -nos decia la voz maestra- cami-
nando (y el alma infantil segufa ansiosa, sonambula, una
escondida' chimenea, un invisible humo viajero) mis alia
se encuentra Cuba y el dedo gordezuelo, femenino,
rosado, que parecia una criatura de puro tierno, detenfase
frente a una isla del mapa. Un punto negro: La Habana.
Otro borroncito: Santiago (la imaginaci6n capturaba la
manchita de tinta y la poblaba: por el puntico comenzaban
a correr chiquillos negros y blancos).
Por aquel entonces... --CtBA es una isla muy grande,
muy parecida a Venezuela. Con cocotales igualitos a lon
nuestros. Hay much cafia de azdcar, sabenl Mucho tra-
piche que los cubanos Ilaman ingenious. Ah, y a ellos los
Ilaman cubiches! Aquello es lindo. Es el tr6pico como
nosotros! Gente blanca y negra como aquf. Frente a La
Habana existe un castillo hist6rico que Ilaman El Morro.
DINAMARCA. Al pais maravilloso irfa yo si fuera
montado alli. Bien embarcado en el vaporcito aquel de Is
Red D Line, que se escapaba tras del camino de humo del
horizonte. Dinamarca. El infinite de azul tembloroso, se
tragaba como siempre el barco, y yo me quedaba a mitad
de camino, anclado en el balconcillo de la Aduana.
Aquellos tiempos. Mi padre me Ilevaba de madrugada
a visitar los barcos que atracaban en el puerto. Era su
visit de aduanero y yo tenfa el privilegio de ir con 61. Ya
en el barco podia preguntarlo todo. -Para qu6 sirve esa
chimenea... y esos palos grandes que se ven detrAs del
toldo? Y aquel motorsote? .
Los capitanes hablaban mi lengua curiosa y mimaban
al pregunt6n. Disponia igualmente del derecho de desayu-
nar a bordo y de interrogar sobre la future march. Sobre*
el itinerario del barco que salia al dia siguiente cuando
toda la carga estuviese dispuesta. I Que para d6nde salfa
el vapor? Se me contaban cosas fabulosas. Detris de*la
40-
GEOGRAFIA ESPIRJTUAL
vimra negra y de los bonachones ojos azules sonrefa y...
-Mira, hoy vamos para New York.
-Sabes New York (delante de los ojos bobalicones de
asombro y de encanto el capitAn rubio sonrefa mas, casi
sofiador) New York. Cerca de mi tierra sabes! Un pals
tdo de casas doce veces mas altas que la Aduana, donde
vives, figirate!
Iuego se regresaba fatalmente a tierra. Sin embargo.
Todavia nos quedaba el acompafiarlos, a los marines, hasta
el horizonte. Justamente desde nuestro balconcito... --MA
alIl... miralo!... Ahora va much mis lejos de las
beas dialogabamos con nosotros mismos cuando el
barco zarpaba.
-Fijate, ahora emparej6 con aquella goleta que viene
eatrando ql puerto.. -I Qu6 bonita la goleta! Van arrian-
do las velas! Pero todavia se v6 el vapor. Qu6 chiquitico;
parece como si se lo va a tragar el mar. El mar por fin so
egullia de veras el barquito. Para entonces casi siempre
la tarde morfa en el puerto. Llegaba el Angelus. El bal-
eoncillo se iba quedando totalmente a obscuras. Entonces
estAbamos solitarios; hundidoe en el silencio y en la pI-
aumbra de aquel pequeiiisimo pals fronterizo con los teja-
dos. Robinsones dentro de la elevada islita rodeada de
telaranas y de tejados por todas parties.
Las seis y media. La campanita del vetusto temple de
San Juan de Dios se venia rebotando de campanada en
campanada, de techo en techo, de teja en teja, hasta el
oido y la emoci6n del niiio. Ya casi la noche tomaba por
aoalto las cosas. Las aprisionaba en su negrura. El mun-
do portefio se arrebujaba entire las sombras y apenas que
de vez en cuando, se acercaba a nosotros la exclamaci6n
de alguien que pasaba por el piso bajo; subia el pito de
alg6n tren o la presencia constant y humana del mar
tropical. La noehe ya, tens y profunda y yo todaviaun
vagabundo del mar. Paseaba, enfilaba la vista ppr entire
41 -
At r
GrOGRAFIA
SPIRITUAL
ramo de los Conejos. En el cielo bate a todo vuelo el mis-
mo gavilAn dramAtico y mas ack pasa el verde de una
Sperica, rumbo a alguno de estos ranchos
construldos levantados a la orilla del rfo.
-LC6mo dijo que se 11
-Alvarregas, Creo que
blancos recin
lamaba el rio?
se lo dije ya, verdad?
pero ya lo habiamos olvidado.
desde d6nde, hasta d6nde,
perdone, pero
es que ilega esta ciudad?
Indulgente, desde los ojos socarrones y los labios agos-
tados, el viejecito --el ayer y el hoy de esta su gleba na-
tiva- nos dirM solemne
simplemente:
-Desde el Llano Grande hasta Milla, senior!
-Desde siempre?
-Desde siempre!
Desde siempre. Desde el Llano Grande hasta Milla.
Y desde estas campanadas melanc61icas hasta el inte-
rior hogareho donde
se borda
se comenta la lluvia, la
cosecha de trigo, y el porvenir de la moza casadera; pa-
sando por la alegria triste del rostro sin expresi6n que
desyerba en la calle empedrada.
Pasando tambi4n por la
habitaci6n del senior cl6rigo, que vive parcamente, metido
entire los anaqueles de latines, llenos de polvo, las sotanas
viejas en el colgador del rinc6n, y la limpia alegrfa del
turpial que canta en el patio.
AMANECER
Ya ban cantado los gallons de la Ciudad.
El qu estA
alejado casi a la vera de los caminos y el que esta en
pleno recinto dentro de la vida emeritense y por eso se
engalla ciudadano.
- 59
FELIPE
MA
S SIANI
Todos los gallos han cantado y ahora la misica de sus
voices es lo primero que se echa a poblar la calle. Hay,
dando vuelta por el aire, una voz de viejo gallo achaeoso
por la' edad, de quien siempre estA de mal humor y a
quien nadie debe aguantar en el gallinero. Y suena tam-
bi6n agradable, fina, penetrante, la afilada palabra del
presuntuoso gallito adolescent.
Eso es lo primero en met6rsele por los oldos a la devote
ancianita de la Capilla de Belen, para que piense en los
buenos oficios de las Animas que la despiertan porque ya
es la hora de la misa de cinco.
Los gallos se van a deambular las calls, y son'los pri-
meros madrugadores, pero no despiertan antes que las
campanas. Las campanas no duermen nunca. Aunque
sean ellas lap que despu6s llenan la ciudad con sus voices
roncas y graves.
Ahora comienza el desfile de las viejecillas hacia la
misa, por las estrechas callejuelas laterales. Bien embo-
zaditas dentro de sus abrigos negros, dejan afuera apenas
la punta de las manos blancas sujetando el breviario. Van
apresuradas, musitando bajito entire ellas las desgracias
del trasnocho: "la noche estuvo como casi siempre lluvio-
sa, el perro estaba aullando en el solar de enfrente, el
nietecito llor6 en la madrugada y las mantuvo sin pegar
el ojo hasta la hora del primer repique". Van y vienen, y
por un moment no se consigue sino eso en la ciudad:
viejecitas. De todos los tamafios. De todos los aspects.
Alguna brotando inverosimil del mis inesperado rinc6n
ciudadano como el ultimo, personaje de su conseja de
antenoche.
Esta es la hora de las campanas y de lam neblinas y
apenas queda en el Ambito el delgado eco de algin corral
alegre... Ahora es el tiempo del rezo y del comensar a
levantarse los dependientes de las pulperfas. Alg6n chico
vendedor de frutas reparte su "i pa" por loa eonfiados a-
-60-
GEOGRAFIA SPIRITUAL
goanes; cualquier ampesino resagdo, caminero de adl-
quier pueblo, pasa, legalando a los ojos, con eeta delldios
estampa de hombre, forrado en su pimpante "chmarra"
de lindos colors; y estampa s61o alcanada por estas
altas comarcas montafesas. Ahora se adelanta saliendo
del arrebujo de la neblina, la masa de un buey campesino,
cargado de frutos de la tierra y de abalorios de barro,
de la burda y sabrosa alfarerfa indfgena. Puna al senti-
miento esta figura buena y resignada, tan de estas tie
rras, del buey de ojos mansisimos, de boca jadeante y
espumosa y de argolla en los belfos Grupos de campesi-
nos, algunos con sus hijos peqiefios bajan hacia el Mer-
cado. Frecuenta la calle la line noble del rostro Indlo.
La madrugada esti recogiendo ahora todo su suave uni-
verso de cosas leves y penumbrosas para ceder el campo
a la animaci6n de colors y formas de la amanecida, que
estA bajando lentamente por los confines de la Sierra.
Clarea.
Algunos estudiantes que ya ban torado caf6 y vienen
bien embozados van a prisa para alcanzar la salida de
misa de la Catedral, hurtar al paso el calordllo tierno en
los ojos de la mocilla, -la mirada candorosamente prome-
tedora-, sentir el dfa serrano jocundo y confortant dl-
ciendo luego, ya sabremos por qu6, torpemente, la lecl6n
de anatomfa en la Universidad lustre y vetusta. Clarea,
Clarito ya. La voz serrana saldri serenamente cordial
dcualquier part:
-Mahanea Ud?
En seguida se le recordarA en tono amable al forastero,
que ya la Catedral ha dado las els, los comerelos esat
abiertos todos, y por tants ya ea la hora d dedesayunar.
Echaremos a andar por eata empedrada calle de Ro-
driguez Suirez. Y habri en la ealleeta emetue, y en
el glorloso minuto escapado al imperlo del tempo naevo,
-61--
FELIPE MASSIANI
tal conjunci6n de signos evocadores, colmados de la gra-
cia y de la fuerza de otra edad, que ior an moment, el
forastero tranaeinte, gustara delicadamente la ventura,
de sentir integra sobre su sensibilidad, la presencia de
una hora finada. Mil cosas impalpables y mil esencias
intrascendentes se reincorporarin: descolgndose de este
largo balc6n colonial, canoso de recuerdos y empavonado
de vetusteces; asomado siempre sobre la callecita como
escuchando todavia el trajin de otros hombres y de otros
afanes. Asomindose, el minute de ayer por la boca de
este zaguan penumbroso, que tiene colindantes una comar-
ca de sombras en el umbral, donde vive embotellado el
pasado, y una frescura de claridades dentro que estA
diciendo la confidencia cotidiana de un present familiar.
Habremos llegado, y nos meteremos apresurados en la
casa hospitalaria e hidalga, donde estA siempre suspense
una acogida sobria y una frescura de tinajero colonial y
republican.
-Muy buenos dias! Durmi6 bien el senior?
Esta sefiora ancianita, de cabellos nevados, es como la
Sierra un puro deleite visual el miraria, tan llena de una
dulce y penetrante dignidad estA, la madurez graciosa de
una presencia, en la que se presiente la punta de un dolor
llevado con seiorio.
Entramos al comedor. En cualquier otro moment nues-
tro zapato habria sonado con rudeza, nuestras manos ha-
brian torado el diario provinciano de sobre la recolta
mesa del fondo, negra y escueta, cubierta por el pulcro
mantel bordado, sobre el que hay unas colniadas vinaje-
ras y un devocionario, am~n de un reciente ealendario de
la casa Reuter. En cualquier pomento y ea cualquiera
otra parte, nuestras manos habrian ido mAs allA del pe-
ri6dico hasta la entornada madera de la ventana y la hu-
bieran abierto del todo, para que se colara a lo interior,
alegrindonos, el jfbilo de un torrente de sol contenido
-62 -
GEOGRAFIA SPIRITUAL
a duras penas en el umbral del postigo. Nuetro calsado
habrla hablado mal de nosotros y nuestras manos babrfan
sido muchachos atolondrados... Pero ahf est la viejeita
dulce y ejemplarizadora.
Y asf, nos hemos sentado ahora, sin haber hechb ruido,
frente a esta mesa donde comemos solos y en donde estin
ya esperAndonos, una gordezuela pimpina de agua frees,
una bandeja de humeantes legumbres de huertas frailu-
nas, y unas ricas acemas emeritenses.
Entretanto gozaremos glotones la deliciosa acema y
luego haremos miguitas a hurtadillas. Pero... la senior
ancianita estA trajinando alli al lado, en su jardin dimi-
nuto, frontero al comedor. La ancianita sefiora tan hidal-
ga y sufrida. Ella ha visto mermar uno a uno sus hijos;
las habitaciones se le ban quedado huecas, calladas. Ape-
nas ella y las hijas mantienen siempre con sus cuidados
renovados, en las habitaciones aun pulcras hermosas y
Ilenas de sol, el culto de los que se fueron.
Desde aquf desde el comedor, saboreando las legumbres,
contemplamos a la sefiora a hurtadillas tambinn. Presen-
timos. Adivinamos: ahora se ha quedado junto a la en-
tornada puerta del cuarto, chiquitfn como un camarote.
Se ha quedado detenida junto a la puerta cOn las manos
cruzadas atris. Se distingue desde aqul, de espaldas, toda
vestida de negro, como esperando a alguien que va a
salii por el umbral.
Algfn que otro suave suspiro...
Ahora, la active ancianita, trajina calladamente al,
lado. Mis alli del tabique frontero. Porque este c-
medor donde nos desayunamos es acaso el sal6n de/los
mejores tiempos, transformado hoy en comedor por artes
de un tabique de ooei6n. La viejecita trabaja sin ruido,
disponiendo el hogar para todo el dia. Ella es la dul-
ce y sabia, omnipotente providencia de euatro existen-
6'3
-t
FELIPE MASSIANI
cias sencllas; ella sl adolorida viejecita, tan golpeada
en la vida de sus afectos por la muerte; la estratega y
ductora; sl que todo lo sabe y lo puede en esta exqul-
sits familiar que hospeda al forastero. Va y viene la
animosa sefiora y tras de la delgada separael6n de ma-
dera, el forastero siente el ir y venir de una aguda, ex-
quisita, congoja.
Nos desayunamos tan silenciosamente! Sin' embargo
cuanta animaci6n y alegrfa vital, promupven la delicia
de estas legumbres humeantes, de esta leche reci6n or-
defiada, de este trigo de tan acadciante sabor. Bullen
y alborotan en la mente del mozo una alegre poblaci6n
de modestos proyectos. Realizara un editorial sobre el
desamor por el campo, ahorita mismo, al terminar. Ter-
minari aquel articulo que le estaba quedando tan bienI
Escribira a la capital. Hoy es dia de correos ademis.
CuAntas carts!
No obstante es silencioso el yantar. Nunca se ban
malizado tan refinadamente, estos menesteres prosaicos
de la pitanza, como aquf en esta habitaci6n tan parea y
sobria, flena de rumors y de voices de otros tiempos y
de otras cosas. Todo, en esta habitaci6n, le reclama al
hu6sped una actitud y un tono sosegado, sin bulla, lim-
pio de ademanes torpes. Todo en eata habitaci6n le die-'
ta al ser una grave y sin embargo grata lecci6n de se-
renidad, de seriedad y de comedimiento. Desayunamos.
La india lleva y trae las viandas, desde el mantel
blanquisimo hasta la cocina, que se adivina tambien sin
trabajo una cocina singular: hasta donde el hollin no ha
llegado nunca; la cbeina blanqufsima tambi4n.
El friillo confortador se mete siempre por la entreabier-
ta ventana que no esta ablerta del tado, acaso porque la
buena sefiora le letima tambidn el sol estruendoeo, de
ests hora en que no hay neblinas.
-64
GEOGR.AFIA
SPIRITUAL L
No e tan dditfll Por qu6 no itlmtuaos serloT Ta-
ristu aqua mismo. Con lo numtro. Para esab oaf
cerlo -lo mucho que tengamos- dmede h o gallarda
mate. Como noe anefiaroh los qua s vineron en lo
galeones y s quedaron en l earse prita O en a ramn-
te viva. Gentiks como lo saMa or al de hi plmma.!
El que era hidalgo en indio antes de que el vocablo ma-
drugara en espafoll Ser turista no es sino eso: ama-
necer un dia cual si desembarcAramos por primer vez
en las tierras calientes. En las tierras per doide cmn-
pean ranchos y cielos mozos y rostros de todas la' pin-
tas. Amanecer un dia como si fu6ramos los de las Ca-
rabelas. Los de los trasatlinticos tambi6n.
Amaneeer un dia con un Rodrigo de Triana dentro del
coraz6n!
HUMOR MATINAL DE CARACAS
Es en diciembre, y atn cuando est ya metida en lin-
dos reclmnos luminosos y en lucerillos timidos de prima
noche, Caracas, la ciudad triguefa, con sus jugueterfas
y su aire anifiado de visperas pascualesr as sabe todavia
ella misma, la villa alegre, de un grato humor matinal
Cuando la ciudad vuelve al Nif i Lomar, el lugareo,
estt en' ella mis que nunca. Le place y encanta, Ie eo-
mueve y hae saltar de pso interiormete. Ie "sam d
quicio" la despierta senibilidad la eiuad doe A vid,
cuando ella an ciudd, so mete en la gracia y deali de
un mes por el que la delidosa hora matial disurre d-
rante todo el di, confortando el inima y amanamdo le
sentido. Disdiplnando- lI sangre del caraquefo, ritali-
dad ea put, sands rdal do Mrbbaas tg idades.
Saborme realmente s ciudad Lomar, an este mes pas-
cuaL Par et tiempno m sabes fatimamate mie. hn-
tomce, eo Lomars par m va pl o, el Nit, l pro
wN -
FELIPE MASSIANI
tagonista de mis rango y figure de su recatado teattillo
espirituak ae atreve contra todo el elenco ario y adult
de la vida interior de Lomar. El actor infantil del es-
piritu de este sentido, no se aguanta ya circ pecto y
retraido, y se alza a pedir poderes e inidiativas pueriles
para acometer "calaveradas" de infantilidad.
Caracas -se dice para 61 solo- se anifi en Piciem-
bre y acaso le caiga bien este pasajero aire de candor,
que adopt en esta madurez dulce del aso, zapadora en
la ternura soterrada de las ciudades. Pero esta lagenui-
dad, 6ste como caricter dulce y fresco de su paisaje y
de su ambiente, este temperament inocente, no es lo que
caracteriza y define el genio y figure de una ciudad mis
bien moza sensual y decidora. Mujer con gancho.
En Caracas se hunden mil corrientes raciales -mil
idiosincracias- que acaso vengan de sabe d6nde. No es
esta ciudad el nervio sereno ni la cabeza quiet. Es el
torrente, el potential aturdido de las sangres inquietas
en la plasmaci6n de una Sangre 7 de un Espiritu. Por
eso, sobre todo lo demas, la urbe morena es la risa y
malicia de su limpiabotas. Rasgo saliente de una mo-
vediza psicologia en formaci6n: nivel de la Fortuna. Ahi
viene a derivar la novelty humana de los venidos a menos
y la de los que siempre tuvieron poco. A la caja de
lustrar llegan un dia finuras sin cuajar, bin timpo ni
fortune para disciplinarse mis de una rusfcidad noblota,
de algun mestizaje que di6 tumbos. Que todo en el lim-
piabotas esti en trance y espera de mezcla buena y de
cauce director. Aqul y alla brota para demostrarlo, en el
arco humilde de su cotidianidad, la rumbosidad pintores-
ca, la fraternidad de buena ley, la sagacidad inteligente
intaidora del lado flaco human de la clientele, para al-
canzar mas diestramente de ella la pitanza, y lasta la glo-
ria de vacaciones del Cinema.
Ahora -en este instant -Lomar comiensa a rum-
bear, distraida por el vuelo y retuelo por el gio desor-
78 -
0
GEOGRAFIA SPIRITUAL
denado de sus meditaciones, alrededor de los nervioos
contornos de esta ciudad y de dsta su gente poldaoa.
El sentidor ama de vers la ciudad que Be ha eguido
casi toda su vida sentidora. Por so eta eomplaseia
suya en el gusto de hallar la expresi6n, el rictus, hats
el melindre y el bostezo, y la sonrisa habil dde ets ciuad
juvenile.
Baja Lomar distrafdo, casi sonAmbulo por entire la ca-
lie tender, el preg6n de los vendedores de peri6dicos y la
vocinglerfa de los autos.
Ahora enfila por esta castiza avenida caraquefa que
rompe en la esquina de Las Gradillas: entrafia confiden-
cial de la ciudad. Por aquf entire zumba y donaire y
alegria cordial se internal por una vivificante atm6sera
caldeada. Per entire este alargado corridor familiar del
Pasaje Ramella.
El caraquefio siente en 61 algo indefinible cuando llega
a este pasaje tan unido a 61. Siente como si se le dten-
dieran los resorts interiores que reclaman la serenidad
y la cordura. Parece que cuando aborda este vrtice de
alegria, alcanza plaza cordial donde todo contribute a ha-
cerle sentir la vida holgada y dichosa. En el "Pasaje",
el hombre de Caracas, siente bien instalada su humanidad
de optimist, y de despreocupado, y hasta de burlador
sin cAustico. Cuando llega a este rinc6n de casa propia,
Caracas y su caraquefio concuerdan en hallazgo de sim-
patfa' reciproca.
Se ha ido ya la tarde y Caracas tiene ya todas sus
luces listas. Lomar tropieza ahora, lo mis naturalmente
del mundo, con un chicuelo limpiedor de botas, que le ha-
ce graciosas invitaciones para lustrraelas. LoWar ac-
cede, y entretanto contempla cars a cara, en came y hue-
so, cualquier sugestimo protagonist de Is rpesac popular.
En este instant las vitrinas de los almacneie clan
las atenci6n de este hombre infantil, queredor de su ciu-
-79 -
SONRIE
*
Apenas acaba de amanecer. Todavia tienes fresco en
los oldos el kikiriki de los gallons de la madrugada, y el
canto con que los pijaros se alegran de contar una nueva
mafiana. Es delicioso, es dulce, verdad! Es un regal
de Dios una nueva amanecida. Sobre todo si no afron-
tamos el dia, si no nos metemos en essa faena que nos estA
aguardando a todos impaciente, con la carol amarrada
como si el trabajo fuese una mala persona que nos estu-
viese esperando.
-Ya lo s6, ya. lo s6; desde allA me sonries con malicia,
como si yo de antemano no adivinase lo que ests rumian-
do en tu humanisima socarroneria... Ya lo s4, amigo
querido que es un poco, bastante duro, el despertar para
el ajetreo afanoso... Para el diario bregar! Pero que-
rido hazme el regalo de oirme un poquito mAs, hermano!
.El dia es duro para el que tiene que trabajar. Y se ade-
mis, que t6 lo haces de veras. Pero amigo, poor sera
si lo afrontas con el rostro ileno de arrugas, con un gesto
agrio en la cara, robAndole su sitio a la sonrisa. El dia,
como decia anteriormente, es alguien que nos estA spe-
rando... Y por qu6 llegarle con desplantes descompues-
tos, asi no tendril nada de particular que 61 se decomn-
ponga tambi6n; y tengamos en la noche que acstarmo
a- 93 -
FELIPE
MA SIAN I
con una mala opini6n del dia: afirmando entonces que
aquel ha sido un dia duro!
Amigo querido, hermano que estis oyindome, escucha
lo que te propongo, o
serva en tus ofdos, el
pijaros. La bondad
ha amanecido cordial
cielo azul tambi6n en
si con la novia lejan
como era el color del
ten para todo el dia
nana. ,Y no seas exi
pertar lo mejor de q
jaros, el cielo sonreid
todos lon dias, Dios
Y porque precisamen
tarn fatigosa tu tare
reir en la amanecida
nerle pues, el gesto
lo que propongo pars los dos. Con-
kikiriki de los gallos, el canto de los
de un cielo, que muy generosamente
Isimo: azul, para ti. Cons6rvalo al
tus ojos, tan cuidadosamente, como
a, tuvieras que decirle exactamente
cielo cuando pensabas en ella. Re-
el encanto con que te recibi6 la ma-
gente; ella te ha dado para tu des-
ue ella disponfa: sus gallons, sus pi-
o: su amanecer. Desde el amanecer
nos saluda con los brazos abiertos.
te sabe que estAs aquS, y que resul-
a, ha tratado amorosamente de son-
de su Universo. No vayas a po-
agrio al dia. Por eso: porque Dios
esta detris de l1. Dios que ha tratado de que tus cosas
-"sus cosas"-tambien, estin to mejor pargti.
Oyeme todavia hermano, antes de irte a trabajar. An-
tes de recibir el beso de tu mujer, y tus chicuelos. DAse-
los dulce. Un beso de veras! CAlido, confortante; de
manera que les dure para todo el dia, mientras llegues
otra vez, a ofrecerles de nuevo tu carino fresco.
Oyeme todavia, hermano, antes de irte a trabajar!
En todo
Ilo que se
dulzura de
nas de los
el consejo
cantando.
hermanitos
el dia de
meti6 por
I ensuefio
pijaros.
que no te
Y ruega
menores,
hoy, alarga en ti aquel canto de ga-
entre el calorcillo de la cobija, y la
feliz. Alarga en ti las voices bue-
Tan buenos que amanecen, ddndote
puedo dar yo, tan bien como ellos:
al Sefior les guard, a esos dulees
esa tan suave manera de regalarnos
el mejor consejo. Consejo de Dios, y de pAjaro.
**C
-94 -
.4~j -
*, -t
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
Alarga en ti el gallo y el pijaro. Hazte, ya de una vez,
-no eats resuelto- un poco pajaro, y si no puedes cantar
por lo menos sonrie. Y hazlo durante todo el dia.
La sonrisa es un canto silencioso.
Acaso es tambidn una forma buena de pedirle a Dios,
-por intermedio de sus pajaros- que nos haga alg6n
dia sonrelr como ellos.
Para que podamos dar tan buenos qonsejos.
Hermano sonrfe hoy... Alarga en ti el canto del gallo,
la voz consoladora de los pajaros.
Amigo querido, hermano que me estas oyendo: Sonrlel
Y los que trabajan contigo y los de tu hogar, te agra-
dezean mafiana el haberles prolongado el amanecer.
TRISTEZA DULCE DE UNA MARANA ALEGRE
Ha amanecido espl6ndidamente alegre este 'escenario
nuestro de todos los dias. La Concha, El Le6n y La Co-
lumna, nevados, atraen todas nuestras apetencias vidje-
ras. Nos ha provocado, querido, el irnos por alli, por eos
mundos en deliciosa trotada trasatlantica, hacia passes
de colors claros, hacia donde todo debe estar nevado aho-
ra como este piquito de tu Sierra.
Pero nos estamos alejando de lo que queria decirte, en
estas deliciosaA horas frescas, que contagian cordialmen-
te el talma y espantan de la atm6sfera emotiva todos los
nubarrones. Antes, estAbamos sufriendo de esa triteza
que debemos combatir, y que si no se despacha a tiempo,
parece como si nos aduefiAramos de today la melaneolia del
mundo. No queria hablarte bajo el consejo de las nuba
negras de adentro. Es inmoral visitor a un amigd cuan-
- 96
FELIPE
MA
SSIANI
do estamos impresionados por cualquier amargura, y asl
Scomo hay un donaire de la figure hay otra elegancia y
hasta honestidad que consist en no enfermar a los otros
con nuestra agria turbaci6n interior.
Pero me objetaras t :-"Y qu6 haremos camarada, cuan-
do nos sobrecoja esa soledad desoladora, que sobreviene a
veces, y que parece como si se traga today la candelita es-
piritual que nos conforta y defiende de las punzantes ven-
tiscas, de las emparamadas interiorss. Dime Lno la has
sentido td, la tristeza de veras? iTe has fijado en cuando
ha crecido nuestro Chama y viene mortafa abajo tray6n-
dose con la embestida del agua todos los desechos, peda-
zos de lefios todavia con savia, piedras, restos de anima-
les? Pues algo parecido pas
teza que viene rodando esa
todas mis .desilusiones, to(
proyecto se me ha cafdo de
te a mis ojos. Entonces ta
ra nosotros estamos, que h
timos forasteros. Es un
la en mi algunas veces. La tris-
piritualmente, se trae con ella
las las veces en que un bello
sde la altura de mi suefio fren-
n solo, tan extrafios hasta pa-
asta los que queremos, les sen-
sentir como si ellos no pudie-
sen descehder hasta alli abajo, donde esta apresada el
alma misera tiritando de frfo y jadeando y braceando por
alzarse hacia arriba.
-Dice entonces, jc6mo recomiendas ti, el quitarnos del
paso de los otros, cuanio ellos quizAs estin alegres?
-Mira compafiero; asi como paladeando la pulpa de
lo que otro hermano nos ofrece, en miles de tristezas, o
de calentadoras alegrias, en sus paginas blancas, dejamos
los ojos jubilados para que
-Porque he de decirte de
cabalidad, es decir, ancha
tragamos con todas las orej
nos quieren decir con sus
queria decirte ahora es, ql
campesino, al que el sol y I
el espiritu escuche 61 tambidn.
paso, que no escucharenios a
y repercutidamente si no nos
as del alma lo que los hombres
palabras.-Pues bueno lo que
ue mientras ese criollo rostro.
as privaciones ha curado como
- 96 -
GEOGRAFIA
ESPIBITUAL
an eachimbo, me hablaba con lea mecas de log labios y
Ia lumbre un tantin eocarrona y reignada tambin de ts
ojos, yo me escapaba hasta la lejanfa de mis soledades,
pars en cierto modo darte la ra6n. Y yo debo al final
continuarte sosteniendo que debeh quedarte solo cuando
te embarga aquello de lo triste y de lo desoladol Yo qua
me he quedado medio derrotado, con este aire un poco atur-
dido que me ves, preguntAndome yo tambidn, si debemos
negarnos la compaiia de los 'otro, cuando nos sentimos
como dicen en nuestro Llano enantedos! Pero mirat, de-
jame prender un cigarro, para en el caminito de humo
de las espirales, donde.encontrardo tantas coast levels, ha-
liar tambien esa respuesta que sin erlo, te diga a ti y te
deje cententno, c6mo, despues de todo, y a guisa de verdad
provisional, podrfamos no asentar, que ea demasiado ton-
to, sino insinuar apenas: que la mitad y algo mAs de nues-
tras buenas horas intensas-d la especie de las labrado-
ras como tu buey y como td, y no de la especie de las que
resbalan como brisa por enclma de la piel--estAn rebo-
santes, por eso del estar solos, apenas con nosotros mis-
mos, allA dentro, encogidos y tiritando, como si ya el alma
enana no supiera done meterse para no ahogarse en la
creeida amarga.
-Pero bien, con eso has divagado, me has dado la ra-
z6n a media, pero no terminal de responderme nada...
Tienes que confesarte derrotado, amigo que hablas para
mi dia de hoy. Hoy no aciertas adecir nada de una ves
y derecho para mi. Pero la respuest la alcanzo, mrjor que
en las palabras que pudieran manar de tus labios, en la
voices tristes que tienes en lon ojo. Porque he de decirte,
a no lo sabes, que nosotros los hombres de los capos
tantas vces olitarios, desde que el gallo cants hasta que
el l sol acuesta, hemos aprendido a sentir extrafi lla-
mado pot-ti escuchar. De este mado, nsabmo como habla
el trigo ondulante, y lo qu quien deeir el oelae ceando
Spone mrado o rosa o a al eomo I a. mts de a
p97
*
A
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I
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FELIPE MASSIANbI
y del silencio que por los numerosos bastidores alucinan-
tes de la Vfa Luminosa.
MUNDO ALDEANO
Cuando pensamos en la singularidad de lo "aldeano" ve-
nezolano, es decir, en la existencia entire nosotros de co-
marcas recogidas y confinadas dentro de si mismaq, recin-
tos de contornos limitados que mantienen celosamente,
fronteras significativas y precisas, mis espirituales que
fisicas y no por eso menos efectivas y eficaces; comarcas
en el interior de las que alienta y ejemplariza un vivir
personal, un espiritu propio, definido por genuinos tipicis-
mos y por reacciones especiales ante la vida y el tiempo.
Cuando pensamos en aquello, repetimos, sorprendemos
oculta, doblada ya en nosotros la ajena objeci6n; la obje-
ci6n que el "otro" nos pudiera hacer. Y nos extrafia el
que venga anticipadamente del lado intimo, lo que siem-
pre viene de fuera. Pero de este modo, al objetarnos tem-
prano, la afirmaci6n propuesta por nosotros mismos, no
)lacemos otra cosa, sino realizar hibilmente por cuenta
propia la argumentaci6n oposicionista que pudiera venir
de otra parte. Luego hay que contar tambi6n, con que
esta nuestra estrategia mental, con que acudimos a discu-
tirnos desde el fondo del espiritu, no alcanza a ser sino
un fen6meno mas, comprobante indirecto de la verdad de
lo que ocurre. Es decir, que la maniobra de ajedrez prac-
ticada socarrona y previamente dentro de nuestro pensa-
miento para reflexionar libre y claramente sobre lo
aldeano, no es en fin de cuentas sino un resaltante testi-
monio, ofrecido espontineamente por el espiritu para ma-
yor certidumbre, en la existencia de esa realidad -la
aldea- que viviendo alli, contemporanea y vecina de la
vida acelerada y confusa marcada por el tiempo vigente,
mantiene palpitantes y protectors, defendi6ndose de las
arremetidas de las ciudades, sus linderos de silencio y
mesura.
- 54 -
,GEOGRAFIA SPIRITUAL
En la ciudad, apegados al repertorio de maneras de sen-
tir y pensar adquiridos dentro del panorama de la vida
urbana; alejados del encanto y de la sugesti6n de la aldea,
nada tiene de extraordinario que nuestra simpatfa inteli-
gente se aletargue y dude: de la belleza en la rusticidad,
de la sabidurfa en la primitive, de la complejidad y
riqueza en la simplicidad y en la sencillez: de la singula-
ridad y pureza del mundo aldeano.
Dentro del barrio nuevo de Santiago de Le6n, comen-
zamos a sonreir y menear la cabeza dubitativos,,cuando
volteamos la mirada interior, dando media vuelta de retor-
no hacia nuestros recuerdos provincianos. La duda no
tiene nada de particular. La bocanada de banal y anodino
cosmopolitismo trasatlintico, que viene de cualquier part
y desemboca en la citadina criolledad; las falsas virtudes
de una universalidad aprendida a today prisa, nos prestan
superficiales superioridades, ficticias perfecciones; nos
tornan esc6pticos y le arrebatan al ser aquella- inocencia
y lucidez, necesarias para ver claro en lo aldeano virginal
y rec6ndito, que nos asistia cuando estibamos entire los
series y las cosas de alli.
Apartando el anilisis de las influencias de toda especie,
y todo lo demAs, pensamos que desde la belleza y suges-
ti6n de lo aldeano para el deleite viajero, hasta la misma
clave de su vivir, para el filosofar reposado, estAn llf
-saz6n frutal y generosa- esperando a la entrega con-
fiada del pasajero que quiera ir al paladeo amoroso e
inteligente.
No es tampoco asunto -creemos- de la sensibilidad
desbocada, lo de la f6 en aquello. N6. Se puJde sonrir
impune y toQtamente cuando se piensa en estas cosas;
me4itadas y sentidas desde aquI, desde'la ciudad, reaccio-
nando con ellas, y apreciAndolas emplazadas en un Angulo
que no es precisamente el aldean; el tnico desde el coal
cabe ver con' legitimidad las cosas aldeanas. Para spre-
55 -
/ '
FELIPE MASSIANI
ciarlas con inteligencia, y hasta para admitirlas simple-
mente: para presentir la explicaci6n de eate verdadero
universeo" con posibilidades y limitaciones especificas
indefinibles.
Para captar'el orbe aquel, apresando un poco al menos
del ritmo y color de la aldea, tendrfamos que realizar lo
impossible casi La fisonomla spiritual de estas pobla-
clones calladas que han detenido el tiempo a la verd de
sus destinos, hay que perseguirla y capturarla en los per-
files huidizos y leves, nada firmes para el pasajero, que
espuman de la simplicidad del anecdotario provinciano.
Ritmo y color. Temperature especial tambi6n que tiene
aquf la vida: de ingrivido a ingrivido confin. Atm6afera
spiritual de la aldea, que trasciende sumergida entire
tantos y tantos limits impalpables: -"LDesde culndo y
hasta d6nde ilega M6rida, senior?"
Y el viejecito recio -traje verdi-negro, mirada soca-
rrona y cAlida, manos callosas y morenas, alpargatas blan-
cas- casi una reencarnaci6n de otros id6nticos, que vivie-
ron la Independencia y La Libertadora- nos respondera
"que desde que 61 se conoce, la ciudad Ilega, desde el
Llano Grande hasta Milla, senior!"
-Desde cuindo?
-Desde siempre!
-Desde siempre! Siempre. El vocablo escapari de los
labios agostados, y se iri a repercutir alli a lo lejos, en
lontananza, como la campanada de algan campanario
olvidado, escondido en la sombra. La palabra cargada de
afos darE el aldabonazo que esth esperando desde hace
nfucho tiempo la puerta tapiada de la estancia vacia, llena
de frio y de tapices de polvo; el alma de alg6n rostro
metido en la obscuridad saldri de sus cavilaciones. Siem-
pre. La palabra rebosante de infinito estirart sus reso-
nancias por los caminos enmarafiados de las conea. Des-
- 56 -
GEOGRATIA SPIRITUAL
cenderi hondo pdr lo intimo de calquier poso hasta done
no se atreve a llegar el rayo de sol, hasta done stin
acumulados los esqueletos de las hojas, par deepertar
las palpitaciones de las aguas muertas. Todavia recover
al paso el suspiro de alguna cancana que ensays a revivir
el minute dichoso. AMn runrunante, el vocablo transido
de tiempo, se quedari, tenso, on cualquier do esos alero
cobijadores, bajo los cuales se abrigan unas cuantas alas
de golondrinas y el polvo espeso.
Estaremos, ahora, en este balconcillo natural -La Cru
del Rfo- que cae sobre una alargadisima perspective del
paisaje montaf6s. Abajo suena alegre y fresco el rio, y
enfrente, sobre el cerro, se distinguen ranchos y chocita
liliputienses, y cintas de plata camineras que terminan en
pueblecitos labradores.
Noa sumimos en la contemplaci6n de la ancha, deliciosa
visi6n campesina. Nos la bebemos a sorbos lentos con los
ojos, y ya ella -la visi6n- dentro del alma, nos la em-
briaga y nos la emborracha con la danza de colors de
este tierno paisaje exaltado suavemente por el sol. La'
mirada nuestra, brinca, decade la motica de algod6n de un
rancho enano, hasta el tropel de hormigas que es un grun
po de montafieses ascendiendo por los caminos a lo lejos,
lejfsimo.
Todavia tendremos el viejecito montali6a, lugarefo
labrador, a nuestro lado. Aun, cuando ya en nuestra dis-
tracci6n le hubidramos olvidado, y le supusiramo perdido
de vista, 61 esta a nuestro lado. Sin saberlo nosotros, 61
nos ha acompaiiado en nuestra alada excursi6n por el
sabroso pedazo de paisaje andino. De punta a punta nos
ha seguido porque hay que saber c6mo le gusta tambiml!
Ahora estA cerquita, vecino nuestro, content de que a
nosotros nos grade su tierra. En este nomento, quid.
sabe por la brisa paramefia que se mete centre los dos, 61
erta ms ceres. Sentimos el calor y la magia de la pleni-
tud vital del viejo. Sentimos caldeadora, eurloseandoos
57 -
V.
FELIPE MASSIALI
d
los ojos y haci6ndoles preguntas, la agula penetraci6n de
los ancianos ojos, tan bravos y maliciosos y humans. Ve-
mos grandotas, las venas de las manos arrugadas, y casi
sentimos el golpe de la sangre.
Aroma y lejania. Perfume y leyenda; mirada aporreada
pero todavia sedienta de sol; m6sculos llenos de cansancio
pero aun atrevidos. Venas hinchadas; came prieta, ojos
limpios y agudos; el viejecito estA present. Ahora 61, de
los dos, es el 6inico que se ha quedado aduefifndose de
este paisaje campesino, del cual brot6 un dia, como aquel
arbol copudisimo, aquel surco a lo lejos, o aquella vaca
buc61ica. El, tan viejecito, y tan rezumante sin embargo,
que si le destaplramos por dentro, le hallariamos lleno de
vida como el arbol del fondo, se estA entregando lleno de
fruici6n a su paisaje, como quien sabe hiciera el sacerdote
indigena, siglos atrAs, en el cumplimiento de alguna
liturgia.
Ya no miramos sino al viejecito. EstA, ahora con las
manos alzadas, sirvidndoles de pantalla a los ojos; con la
mirada acostada, estirada, a lo lejos tropezando con mon-
tafias y con recuerdos. El viejecito. Arriba en el cielo
pasa un gavilin dramatico, mis alli de su cabeza nevada
y su sombrero de paja. A su flanco, a unos pasos de aqui
por la bocacalle, viene el chirriar de un carro de bueyes;
debajo, zumba el rio alegre en donde se bafia un mucha-
cho desnudo y canta una lavandera. Desde aquf, desde
este minute y este balconcillo natural, envidiamos el bafio
del muchacho que pretend meter en el agua un perrazo
gris de Mucuchies. El animal se debate y alarga sus ladri-
dos, y viene todo junto hacia arriba: el ruido que hace el
ro bajando por entire piedras blancas, donde las lavan-
deras suspended la ropa, los ladridoq del perro, los gritos
del muchacho y las chanzas de las mujeres que lavan en
la orilla. Desde aquf tambien se v6 --qu delicial- el
cielo, azullsimo por esta vez, con una que otra motica de
neblina que se vino de madrugada vagabunda por el PA-
58 -
8
FELIPE MASSIANI
Sdad. Junto a la vitrina rebosate de dulces golouai
y juguetes peacuah euti un aprtado grupo deadmima-
dores, 4e toda clause y color, de infancia y adultez parea-
das. Sata s anciano mendigo de ojos manos, pedigie-
io de loa caminantes, que ha recogido mendrugoe en mis
de un pueblo dede Petare a aqui. Tambi6n la obrerilla
graciosa y chispeante, y el inspector de tranvias y luego
Lomar mismo, asistiendo a la merienda visual de anos
cuantos hombres convertidos en nifios por la fresca com-
plicidad del clima pascual, la leyenda y la noche.
Se estA engullendo con los ojos Lomar esta ilusionada
vitrina de almac6n.
Detras de los vidrios se alza todo el panorama campe-
sino --quintas enanas, cerros diminutos, pesebres de pa-
ja-. Todo el paisaje del campo holgado como dentro de
un universe en la vitrina.
Lomar rie suavemente dentro de 61 y complace el nifio
que Ieva hondo en el espiritu, al actor infantil de mu
vida interior. No sin cerciorarse de que no hay moros
en la costa, cuerda gente amiga que pudiera pensar mal,
Lomar' entra furtivo, solemnemente, a adquirir uno de
estos pequefios "inmuebles", una de estas quinticas para
jugar, cuya adquisici6n no pide felizmente intervenci6a
de escrituras.
LIBRERIAS DE LANCE
I
No supe lo que era una libreria de lance hasta los
doe afios. Entonces hie mi primer definid6n de las
chlveras. Yo era un hombrcito sin voluntad que hada
y deehaca todo lo quo mandaba n terrible efe del Nor-
te: Buffalo Bill. Cabello Largo como lo lamaban los
80 -
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
caciques piele rojas, ocupaba todo el mundo emocinal
de un adolescent.
En la mafiana saboieabamos a escondidas bjo la tabla
del pupitre, desafiando la terrible mirada del prfewr
grufi6n, que tenia el mal gusto de preferir la Arltm6tie
Elemental de Brufio'a los prodigioe de Emilio Salgad.
Despu6s, a la salida de clase, en Ia tarde, lo montiboesa
en escena,
Entonces: en el Puente Dolores, por obra y gracia de
la adolescencia soiadora, cada muchacho encarpabs a
terrible Bill batidndose a pedrada limpia.
Aqunl stbado estupendo no fuimos hacia El Paraiso.
Habianme adelantado mi domingo. Un domingo de trees
limpios reales.' Relucientes como luceros y contantes y
sonantes como mi ilusi6n de doce anos. Entonces....
.-- Td no has ido nunca a las chiveras? me pregun-
t6 el pelirrojo fosco, turbulento y bueno a su manera,
que hacfa de Pawnee Bill en la gloriosa pandilla nuestra.
Y alli nos fuimos los dos. Realmente merec las pena,
alcanzar a conocer una -librerfa de lance. Una chivera
no era apenas sino un angsqta portalito, deenfadamen-
te sucio, en la parte atrAs de las Madrices.
Un portalito deslumbrante. A pesar de sus telarahas,
de su escaparatico de libros con los vidrios rotos. De su
gato flaco, en plena miseria, con los ojos enfermos. .Sin
embargo, el cuartucho tenfa too el uelo cuberto de
portadas de Julio Verne, y en el anaquelito roto habl
aroma y color de aventura para conmovernos.
Aquello era suficiente. El cuartucho estaba atiborra-
do, repleto de Sherlock Holmes, de Salgari,. de Araxio
Lupin. Nosotros no crefamos que pudiera existir tMnto
libro de aventuras. Qu6 grande era el mundol Los li-
brotes seductores y atorrantes iluminaban la covacha s6r-
dida. La dejaban limpia y alegre.
- 81-
4,4-
I *
FELIPE
MAS
IANI
Yo iba de aqui para alli.
La complacida mirada del
tratante en libros sentia nuestra emoci6n y calculaba la
possible venta.
Elegiamos entire dos deslumbrantes titulos truculentos:
El Cacique Loco.
cuAl quedarnos.
Los Siete Pufiales:
No sabiamos con
Silenciosamente tanteaba mis tres rea-
lea en el
bolsillo
junto a la
"china" y al
lapicero sin
crey6n.
Dios mio: cuinto costaria aqu6llo? Por fin di&ronme
animo los confortantes ojos del pelirrojo. Me decide.
-Bueno, bueno.
en cuinto da 6ste del Cacique Loco,
o este otro de los Siete Puiales?
El mago maravilloso de la libreria de segunda mano
se nos qued6 viendo.
Palpaba detras de nuestras blusas
el galope de nuestros corazones.
bia de eso.
El era el chivero y sa-
Cuantos muchachos les habia pasado lo mismo.
emo-
cionaban con los libros aquellos, por los que 61 pagaba
medio
cuartillo.
Lo que es ser muchacho,
pensaba.
"Creen tenq agarrado a Dios po
hombrecito cetrino, chiquito, flaco.
la chiva"
SEra un
Debia
compartir
la fortune
del gato
lacrimoso.
cubria unos cuantos pelos revueltos con una gran som-
brero aln igual al que usaba en sus mejores tiempos el
riflero Santiago Texas.
Nosotros tambi6n le miribamos
al chivero.
'Al fin
se resolvi6.
Mir6 y remir6 kos dos
libros.
Los tuvo bajo sus manos pesando sus quilates.
Era una tken
esaa cosas.
ica.
Pero en aquel entonces no sabiamos de
Ante los dos muchachos anhelantes, 61 dej6
caer la carnada de su voz apagada.
-Bueno por ser ustedes.
Para que se amarchanten,
se los puedo dar en cinco reales los dos.
-8 -
GEOGRAFIA SPIRITUAL
Cinco reales. Las cosas no ban tenido nunca magni-
tudes inalterables. Yo habia oido a muchos seaore se-
rios, much mis grandes que nosotros, decir quo un
fuerte, es decir dos veces cinco reales, no era nada.
Sin embargo, aquellos ctnco reales eran tan grades.
Creclan. Crecian mis en nuestras mentes infantiles.
Cinco reales.
Buffalo Bill y su mas intimo teniente, es decir yo y
el pelirrojo que se habia dejado romper bravament la
cabeza de un advance, suspiramos duro. Tragamos saliva.
La cosa era que ya habiamos hecho balance.
Todo el capital social de nuestra aventura eran mis
tintineantes trees reales. Por hacer algo, volvimos a pa-
sar la vista sobre los libros, acariciAndoles los lomos: qui-
tindoles el polvo.
Curioseamos todo. Le pasamos las manos a los po-
bres pelos del gato. Hicimos viaje con los ojos, a travs
del anaquelito roto, done una Historia de la Revoluci6n
Francesa se codeaba cop un Almanaque de Amor, un fo-
Ileto "Para aprender ingles en diez dias", y una Far-
macopea Indigena.
Tragamos saliva. Cogimos vuelo.
-- Cinco reales los dos?--preguntamos triste y ton-
tamente-, pero esta vez en el umbral del portalito. Ya
casi derrotados, nos pasibamos El Soberbio Orinoco, de
Julio Verne. Se cay6 al suelo para apurar la tragedla
un tomo nuevecito de "Las Panteras de Argel", que no
habiamos visto. Respiramos fuert.
El chivero olfate6 el drama; solemn dee su anrinc,
dindole palmaditas al gatico macilento sentenci6....
-Bueno -tambi6n se pueden llevar al Jorobado por tres
reales.
83-
I,
FELIPE
MA
IANI
-No
lo conocen?
Un libro
buenazo donde
hombre que es un lince tirando espada.
cementerio por su cuenta..
hay un
Debe tener un
. Ah! ylo bueno es que a
cada tercio que mata le mete el estoque entire ceja y
ceja....
Asi! Y el chivero se di6 un terrible pinchazo con un
dedo indice mugriento donde habia una ufia espantosa de
larga.
Nos impresion6.
Nos deslumbr6 con aquel joro-
bado de quien no habiamos oldo nunca hablar.
Adema,
el famoso Enrique de Lagardere tan diestro espadachin
y tan bravo mozo no costaba sino tres reales.
milagro!
Lo compramos.
Era un
El hombre sombrio nos acompafi6, te-
rriblemente serio, hasta la
las, de un libro que "61 se
a rabo".
puerta, dici6ndonos maravi-
habia leido enterito de cabo
-Palo
e libro!
Van a goza much con 61...
Van a
ver lo que les gusta cuando
repartir pinchazos....
se calienta
comlenza a
Todavia clavados en el present
se alza a distancia la
voz opaca de un rostro cetrino, encapotado de sombrero
al6n, que grita a dos adolescents:
-Palo
e libro!
Me pas6 con Buffalo Bill como con
ese transe6nte que
ha terminado por sernos tan familiar cual un pariente,
y cualquier moment desaparecido, evaporado ya de nues
tro scenario vital.
Trasunto del desconocido de rostro
intimo hundido en las sombras, el gran Bill se perdi6 en
la bruma de las cosas.
Se nos qued6 atrAs.
Igual a esos
mitos afectivos, inmensos, mimados por el sentidor y que
pierden al contact con la lija de la vida su eficacia alu-
84 -
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
cinante. Conservando, eso sf, inc6lume, encendido, el ti-
z6n emotivo. De este modo el terrible jefe Cabello Largo
se convierte en una calcomanfa de nuestra historic sen-
timental.
Nos
Ilegos
tando
plejo
vera,
pusimos los pantalones largos. Don R6mulo
nos corrigi6 la primers cr6nica. Seguimos i
las librerias de lance. Guardamos he ellas un c
de impresiones, un sedimento emotional de la
en el que estA sumida mi primer alucinaci6n
fantil. Seguimos comprando libros. Continuaban siendo
tan deliciosos. Ganamos en el conocimiento de lo que
era una chivera. Pero nos continuaron gustando lo mis-
mo. Lo mismo que los librotes de que estAn rebosantes
los anaqueles Ilenos de polvo. Nos superamos sobre las
tiendas de libracos. Adquirimos un poquito de la 16gica
del chivero; nos ilustramos con el. El nos inici6 un tan-
to en la sabiduria de su oficio. Llegamos entonces a ad-
mirarlo de veras. Hoy tenemos noticia de que una ea-
dena de librerfas de lance se alarga sobre el lomo del
mundo.
MacOrlan habla de una po6tica commercial de los gran-
des puertos. Modesto sedentario sin imaginaci6n, yo in-
ventaria una podtica commercial de mis chiveras. Un bae-
deker de ellas, donde estarian las de todas las latitudes
del Mundo. Desde las de Londres hasta las de Paris y
el Cairo pasando por Roma y Viena, y la capital de Suils.
Se podria dar la vuelta al mundo recorriendo chivers.
Entonces irfamos dando tumbos de M6jico a California
y luego a Buenos Aires, Montevideo y Santiago, y Rfo.
Luego a La Habana. A todas parties e podria ir. Se-
rfa tan estupendo, eso de sentir los cambiom de tempera-
tura y los paso de fronteras a travys del repertorio de
fisonomlas y de psicologias que nos ofreen los libro.
Serfa un itinerario atrayente y desuoncertte. Los ti-
piiasmos hondos y los pintoresquismo pimpantes supr-
ficiales y deliciosos, les hallarlamos de pronto en el re-
-85-
FELIPE
MASSIANI
codo de cualquier pagina polvorienta, como eos rincones
que el viajero de vocaci6n husmea y descubre en el fondo
de las viejas ciudades, platicos sabrosos para sus volup-
tuosos sentidos de trotamundos. Entonces, tan bien co-
mo dentro de las barrigas de los steamers, nosotros iria-
mos a hallar el encanto y la magia que siempre ha teni-
do el exotismo, en las lontananzas, en las espumas, y en
las orillas de la letra impresa.
En nuestro gufa de turismo, arbitrario y emotional,
figure el dato, ofrecido por cualquier andariego lector,
de unas deliciosas librerias de lance a las orillas ilustres
del Sena. Exquisitas chiveras de estirpe, Ilenas de una
gracia espiritualisima y de esa popular distinci6n que
tienen las cosas de las razas muy viejas y muy mozas.
Por lo menos las pensamos asi.
Y asi han de ser.
esmalta, alas chiveras de Paris, una estampa caprichosa
de ellas, compuesta desde aquf, desde estos tropicales me-
ridianos de la fantasia. Con esa visi6n que en devoci6n
a mis chiveras urdi para el uso exclusive de mis sueflos
despiertos, he organizado toda una mise en scene, alre-
dedor de la hermosa tienda de libros parisiense. En ese
arreglo esc6nico figure uno de los del orificio perilustre,
un anejo viejo parisiense, chivero hasta la midula de los
huesos, desde su abuelo. Mis alli, acariciando con la
mirada por encima de las paginas del libro, al Sena, mien-
tras hojea la anciana edici6n de "Los Caracteres" de La
Bruyere, otro hombre maduro. Luego hay un corte de
escena, en la cordial decoraci6n de la chivera de Paris,
donde el tratante fuma amorosamente su pipa, y Don Mi-
Sguel, porque es Unamuno en destierro el otro viejo, pa-
ladea dulcemente al Clisico y al Sena. Se quiebra la
tranquilidad hel6nica del moment. Irrumpe en inunda-
ci6n de aturdidora alegrfa, esa deportiva vifieta alegre,
popular en el turismo international gracias a los yan-
quis. Y en mi visi6n fantasiosa de la espiritualimima
libreria de lance parisiense, el episodio epiloguiza en tra-
-86-
-*;P f".,
GEOGRAFIA ESPIRIT'UAL
vesura indiscreta. Un califormiano de cars de mansna
y de absurdos pantalones de golf, le ha mercado al chi-
vero francs, igil mercader, su pipa detartalada y una
linda "girl" con unas bellas carnes de leche reci6n orde-
fada, linda cabeza de alborotada plata y ojos de mar ame-
ricano, persigue a un Don Mighel indignado. La mucha-
cha le persigue al Maestro para atraparle con la kodak
las mis hermosas y varoniles barbas que ha presenciado
en su vida atolondrada y aventurera.
Como en el guia de turismo, en nuestro anecdotario de
chiveras, nos tropezamos con el bontsimo de Azorin, del
% sentidor que se ha afilado las narices y el sentido, me-
ti6ndolos en volumenes empolvados. De Azorin se dice
que cualquier reporter puede hallarle de vez en cuando
en Madrid, realizando su dulce correria matinal, por las
zonas del libro viejo.
Nosotros, los criollos venezolanos, podemos alardear
justamente de una estirpe de libreros de lance. Aristo-
cracia de chiveros con la sabidurfa y el fervor que en to-
das las geograffas despliegan en el oficio los consagra-
dos. Signados por un sino especial. Como en el caao
de los santos o en el de los grande capitanes, los astros
se conjuraron para el destino de ellos, los chiveros: El
de 6stos, consiste en presentir, per una especie de instinto
lucidisimo, la calidad y la prosapia de los autores, que
vienen casi siempre disfrazados. Asi embutido en usanza
flamante puede venir un pobre diablo. El mundo da tan-
tas vueltas, piensa el chivero. Por eso de pronto se 4ue-
da parade, ante una burda encuadernaci6n hecho harapos
el cart6n y unas espesas capas de polvo, por lomo o es-
paldas, detras de las que alienta. acurrucado, la nobleza
de un genuine principle del pensamiento.
Ese es el chivero. Un fil6sofo. Un hombre que ha
convertido en 16gica- de sus actos, aquello de que "la
apariencias engaian". Tan simple y tan cuerdo, y tan
elevado, a&n cuando no lo paresca.
87 -
A
FELIPE MASSIANI
Al chivero pura sangre le ilega un parroquiano con un
libro dealumbrador. Inmediatamente su instinto hace un
respingo. Da un bote. Uuum! El hombre, buen lebrel,
se pone en guardia. Y efectivamente el libro aquel tan
lujosamente trajeado, es un aventurero. Un hortera del
espiritu. Uno de esos embusteros quq forman rueda de
cendidos, y que a lo mejor le atracan, al pasajero, con
lon eternos polvos maravillosos.
No es eso todo. Hay much mis. Existe todo un cur-
so elemental; hasta un tratado de las chiveras, que por
lo demAs ppede hablar de cosas tan series como los otros.
La chivera tiene su climatologia tambi6n. Casi la ha-
ce balneario una temperatura agradable, con el don de
aclimatar a unos sensitivos especiales, que se encuentran
muy a gusto bajo su cielo angosto y su clima grato. Son
los lectores. Un temperament leal les impele hacia las
latitudes del continent libresco. Asi como existe el hom-
bre del "plain air", al que no se le siente sino acabando
de brotar de la piscina o de la cabriola, por muy tran-
quilito y seco que se est6, igualmente discurre por alli
la humanidad del buen seflor, que a menudo anda dis-
traido, como engolfado en la lectura de un libro invisible.
Podemos pues afirmar la existencia del aborigen, del na-
tivo de las librerfas de lances. Del indigent de estas in-
sulas de polvo y libros, donde persisten dialogando, so-
lemnes, graves, como si aquello fuese lo mAs serio de la
vida, dos Robinson o dos robinsones. El chivero y el
lector.
Del mismo modo que se puede hallar el tipo que lleva
con 61 su mecAnica vital, su filosoffa de la vida, y hasta
su modus vivendi, en sus maneras, en su contorno exte-
rior, en el airs inconfundible, tsf tambi4n a puede eap-
turar el huidizo perfil del ejemplar lector. El frecuen-
tador de aquellas chiveras-islas de que hablibamos, car-
a eonaigo su caricter de lector, su airs de ta y por con-
88 -
.
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
siguiente de native de chiveras. Nos pass con su huma-
na corteza, con su signo confidential, como con el case
colonial, con el poncho o con el sombrero poblado del me-
jicano: detrAs oteamos una Tierra.
Dentro de la parroquia de nuestra criolledad, viven unos
cuantos ciudadanos que al perdersenos de vista, al no te-
ner noticias sobre su existencia, lea imaginamos allA: hur-
gando libracos. Nos acontece con ellos como con esos
sempiternos libadores, que cuando pasan impecables, en-
tre la prole tranquil y la matrons vigilante, no pode-
mos menos de sonreirnos, pensando, en la presencia del
traguito invisible que ellos van apurando. Al hombre
lector, en efecto, siempre
un libro.
ve con un libro, o como
Alguien no se imagine de otra guisa, muy cordialmen-
te por lo demia, a nuestro Pedro Emilio Coll. Don Pedro
Emilio es el Robinson de las Librerfas. Un buen dia de-
riv6 hacia cualquiera de ellas. Luego no volvi6 a salir
jams. Y conoci6 al mundo, precisamente, por esa ca-
dena de librerfas de lance, cintur6n de la naranja terrA-
quea.
El mismo se
dida Senda", c'
guramos, como
quier dia debi6
brero negro, su
nos def
omo el
el native
brotar
bigotic
ine en su Ultimo libro, "La Escon-
hombre-lector. Por eso nos lo fi-
o de las librerfas de lance. Cual-
del subsuelo likresco, con su som-
o cano, y su etprno volume en las
manos. Fernando Paz Castillo y su tabaco, se lee tro-
pieza por esos pagos. El fino poets tambidn es otro in-
sular. Y qu6 decir de Don Luis? En Don Luis Urba-
neja Acjelpohl s le clares hasts el corozo, el atralv de
leo Libroa. Suele hallirsele por esos meridianos, con eea
inseparable corbatita bohemia, tan angelica y circunspec-
ta, tan paisaje de 61. Don Luis, sin embargo a vees e-
ranes. Entonces va a saborear el oxigeno fresco de las
librerfas nuevas.
S89 -
FELIPE
MA
SIANI
Podemos reaumir. Al lado de una encantadora tradi-
ci6n de librerfas de lance, existe Is delicadisima del hom-
bre-lector. Si quisi4ramos definirlo, definir esa cauts,
hallarfamos que es tares grata pero de aguda dificultad.
En cambio y para consuelo encontrariamos indagando,
como elements de andlisis, una pasi6n del libro, una ven-
tura de Q], una excelsitud y una raz6n de vivir, que para
el lector manan limpias y vivificantes, y tonificadoras
del hontanar de las paginas blancas. Y un orgullo de
raza del libro, que les permit exclamar sin rubor, como
encerrindose en los contornos de ]a f6rnula de as mis-
mos:
"No somos sino lectores".
a
- 90 -
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
A':
pC^
-Entonces, chico, cuando est6 carranclona, uno do us-
teds quo ya sera congreante pediri la jubilaci6n para
la maeatrica qu e ensefi6 a hacer palote y a sabers
de memorial el Estado Sucre.
Y reaccionando de su emoci6n terminaba zumbona:
"Que tiene una formal' de yunque maestra, al oriented de
la Reptblica, y produce los mejores cacaos del mundo".
No. conmoviamos otra vez. Aunque tenfamos el pan-
tal6n largo y estudiibamos bachillerato. Pero as que sabla
la seflorita Clorinda. A toda prisa:
-Todavia ers el mismo zoquetel Pero lo malo que era
para las cuentas. "Cinco por ocho son treintal"
EL GIGANTE CALDERETA
Uu... Uuuu... ooo
Uuu...oo. El viento marino venta de lejos. UT ... Be
aceraba y cala uobre las maderas de la vieja Aduana. Era
en La Guaira.
Uuu, decfa el viento cuando se nos echabs encma...
Yo, todavfa pequeflin, interrogaba sobre aquel furioso ven
tarr6n.
-Es la caldereta, mijito! se me deefa invariablmaete,
y tenfa que conformarme con sa respuesta que no deda
nada. Aquella informacl6n incomplete me serwa despub
de todo. Cuando a la maflana siguiente paeaba por la
muelles y por la placita frente a la Aduana, oburvando
lor since sacados de su sitio, los cocotales tambaleabte
sobre sus races, pensaba en un gigante llamado Cale-
reta..La adolescencia ilusionada ae complacia entoncea a
imaginar al personaje inform y vago ululando horro-
samente-.uuu....- levantando n vilo eon sue manm invi-
aibl loe since, saoando de cuajo los cocotals.
25 -
S
1
It
br
FELI
M A
IANI
Uuuu, dice el viento todavia en la afioranza, y aia me
acurruco dentro de mi famosa hamaca oriental, colgada
de una arcaica argolla de pared a pared. Todavfa me veo
midiendo mentalmente las paredes anchisiman
construcci6n espafiola que habia desafiaoo vari
toe. Calculaba el grosor de la arquitectura de
ra ver si
,un momen
Sn naipe.
grupa del
callecitas,
los cerros,
c
Caldereta podia llevarnos a todos j
to me sentia levantado en vilo, en el
Gozaba el calofrio de los suefios al
viento pasando por encima de las
de aquella
s terremo-
piedra pa-
untos. Por
aire, como
ir sobre la
empinadas
que trepan por detris de la Aduana rumbd a
hasta los viejos castillos espafioles.
-Uuu. El recuerdo armonium en lo hondo, repite en el
alma como el motive de una sinfonia salvaje, el grito del
viento... Uuu...uuu! Aquellos furiosos ventarrones pa-
recian desplegar misculos de atleta! C6mo. Con qu4 fuer-
za batian las maderas fabricadas por cualquier carpinte-
ro ae Cadiz o de Sevilla, hacia tres siglos. Sonaban las
viejas maderas unas veces todas de conjunto; entonces
parecia tambalearse el s6lido edificio. Otras, venia el vien-
to lento, a paso cansado, cual si le costase trabajo llegar,
hasta nuestra vieja Aduana, desde allA lejos, desde el ho-
rizonte, por donde el mar sorbia el humo de los vapores
de la Red D Line.
De repente el potro del viento tascaba el freno y venia-
senos encima con su estrepito. Mil manos invisibles iban
dando golpetazos y empellones sobre las ventanas de la
vieja Aduana... Uuuu! Pan, sonaba primer la ventana
que daba al corredor. Luego de flanco, caia impalpable
sobre la ventanilla. El erizado cuerpecito de nifio espera-
ba con un enfermizo placer, doblado de curiosidad y mie-
do, que el viento arremetiese a la ventana que estaba oci-
lando. Pan, pan! decia la ventana proteatando de aquellos
modales tan bruscos del senior Viento!
Habia que ver los estragos cuando Ilegaba el.dia. Cuan-
do clareaba ya estaba despierto en mi hamaca, sacando
- 26 -
GEOGRAFIA
ESPIR ITUAL
la cabeza hacia afuera para comprobar los afios causa-
dos por la fogosidad y aturdimiento del viento.
Desde mi atalaya de lona, planeab mis ojos sobre aque-
lla inmensa habitaci6n colonial, today ella de paredes alt-
imam, y encaladas. Y me decia, encantado de las travetu-
ras del aire, muchacho aturdido travieso:
-Mirs, un vaso roto... Y la tasz de mamA que le gus-
ta tinto, porque cabs tints ike... Se cay6 de la repi-
sal 1o qpe dirL otra vezl! Ah, viento bien travieo y
bim maluco; se mete por stre laI ventanas y acaba con
todot Mireme aquella cortina mAs allafta. Caramba la cor-
tin bonita que hizo Carmen!
Terminado el balance de tragoe, volvia a darme dos
vedtas y me enrollaba como ua tabaco en la lona de la
hmaca. Mi hamaca no era t, casino ehalupa desde l
cal emprendfa inverosimile. viajea imaginative. Deade
la hamca, continuaba entonea paando en EL El vien-
to aqu6l, aunque ya me haban-dicho en qu eonsisia, se-
gutfa iendo para mi un gigmt6n marino azado de las
agsa para venir soplando y alborotando sobre loa puer-
tog, con un alegre humor de Io mil diablo. Brotado de
las agua pars caer sobre cass tan altotaa como la nues-
tra para en ellas divertirse en s interior igual a cual-
quier chiquillo rompiendo todas las comas ituadas en as
camino. Todo lo que se divertia el senior Viento!
Ah, viento sabroso. Fueron las caldereta el element
com que construe mi naciente noci6n de Puerto. Ella me
lleg6 por todas parties: por loe oldoa y por los ojo. pot
'todo el cuerpo, y today la tensa nifez maithva, que con-
verta lae menores geticulacione de la coast en iagi-
nerfas, en ingrAvido. adobes con los qu e e ib aimed
ea mi intimidad la estructura de mi mundo mentor, del
cilido universe fntimo a el que por aquello dia un
muchachito gozaba sintiendo batir el vetarr6 adtro.
I :
..4
- 27
4
FELIPE MASSIANI
Uuu decia el viento tambi4n y me alegraba los ojos cuan-
do llegaba porque se me colaba en el espiritu, camarada
de mis juegos intimos; haci6ndome confidencias como
cualquier amigo.
-Uuu... uuuu.- Me paa6 como con las personas que
de chicos atemorizan por lo grande y lejanas y que le-
go ya mejbr conocidas aprendemos amar.
-Pan I El viento regresaba sobre el Puerto.
Mi padre. Mi padre bonisimo, gritAbame desde la otra
chalupa --desde la otra hamaca- cuando llegaba el visea
to batiendo en las ventanas.
-Lo oyes viejo. Lo sabroso que bate esta noche verdad?
Y yo. (Pensando regocijado en los almacenes de zine,
en los cocotales, y en los kioskos de venta de pescado).
Sabroso viejo? C6mo estarin derrengados los cocotale.
Estarin pegaditos al suelo!
Llegu6 a gozarle y a quererle. Me trafa la gran aven-
tura. Me relataba a mi mismo sus fAbulas enrollado en
la hamaca. Lo que haria el buen viento, muchach6n tan
brusco en aquellos lugares misteriosos, Las Antillas, tie-
rras en las que se llevaba las casas como si fueran bara-
jas, nos decia el. maestro, con la cara serisima en la Ea-
cuela, para atemorizarnos. Pero yo me sonrela. Supongo
que mis ojos aguarapados le estarian diciendo al maes-
tro que aquel su tono tragico se quedaba en tontera sin
motivo. Refame en lo interno. Queria a mi viento. Me lo
figuraba rompiendo precisamente la tazota que tanto k)
gustaba a mama. La tazota japonesa donde cabia much
leche. Sonreia en mi soliloquio interior. A lo lejos contem-
plaba a mi viento. Sonreia. Y el maestro -muchacho ua-
ted como que no comprende? Extrafado y sentimental.
C6mo si no le dan aistima los cubanos, los portorriqueios;
IlevAndoselos a unos cuantos todoe los afios el cicl6n como
si fueran hojitas de los Arboles o papelillo.
- 28 -
GEOGRAFI.A E PIITU L
GEOGRAFIA BSPIRI T UA L
Frio y apetito regodn la humaam d de am-
bre oven que sonrfe bendvolamente a ma su aada e'
traflo dualiamo: de an deicado, hondo enter mecia to,
y do un r6stico optimists enthusiasm por la e4plMida
leche natosa y el perio de huevos, tan sabiamente con-
dimentado por las manos de la idia. Entretanto, pien-
sa la meute moceril, me lega hasta aqul el soterrado
dolor de la anciana seflora. De pronto el hombre, in-
conscientemente, epara las viadau a un lado. Le mo-
lesta la flaqueza de su condii6n humana y su apetito
alegre. Se duele de ser ovidadizo y poco atento at
exquisite tema trite de este suspiro do a lado.
Suena la campanilla del hospital y la viejecita ae ha
llegado calladamente, a deeirle de modo suave al mosr
forastero, sumido en sus meditaciones, que ya es tarde y
quidn sabe sea ya la hora de trabajar.
-Escuche joven la campanilla del hospital esti dando
las site y media. Esto no es su hora de marchar acia
el Diario ... Mire! Antes de irse puede llevarse .el
peri6dico i quiere... Trae muy buenas noticiaa del Ex-
terior, sabe! Y viene completito todo el pereance del
hombre que se desbarrane6 por El Acueducto al querer
cazar un fare, se aeuerda?
La vos de la viejecta noa ha regresado de muY aden-
tre de nostros miamos Ha caido hondo, haciando dan-
zar las aguas quietas en el poso profundo de nuestro
Der.
Ahora vuelve a *sonar cargada de musicalidades can-
dorous la eampanita del eerano Hospital.
UN MONTARES
Por las lles largas, cargadas de paado, de esta vi-
Ia motafiem y o yasu vy vkilsel ajetree, val de
este hombre de'ael6n. Una frana aleri de vivir se
65 -
FELIPE MASSIANI
le desborda a 61 que para contrast ha de ganarae este
vivir palmo a palmo.
El mendrugo, la angustia de todos, le preocupa, y no
le preocupa del todo, a esta extraordinaria criator, que
despliega el lujo de olvidarse de la pitanza a la hora
en que los mis se afanan en la conquista de las vias lu-
minosas.
Es un hombre alegre, euf6rico, este hombre enjuto,
con su rostro de fragile batallador y humorist. Esta es
la cara alargada, afilada, sobria de carnes, con el rosado
colorcillo serrano, frecuente por estas tierras altas No
olvidemos que este personaje de borrascas y de resas
se ha pasado sus buenos tiempos castigindose el cuerpo
con el flagelo de los paramos venezolanos.
Estupenda, gitana vida de rompe y rasga la de este
mozo paramefio, de picardia y espumante malicia en los
ojos como en los de los limpiabotas de la Metr6poli.
Aqui le tienen en la maiiana, paganamente azul, de
este cielo grave, frecuentemente aquejado de neblina. A
esta hora le estAn esperando en el hogar la esposa y los
tres chicuelos; esperindole el potaje escaso, todavia sin
ganar. Pero el hombre humanisimo, adorador infantil
de los "crios", esta haci4ndole el chiste a esta ciudad
tranquil y friolenta, a su decoraci6d secular la Sierra,
al gruiido eterno, hombre viejo de todas las epocas,- y
al forastero que, acabando de llegar, rfe ya camaderil
con este lugareiio acogedor. Que a todo el mundo za-
hiere, brava y alegremente, este guerrillero de la palabra.
Porque todo es trance, incitaci6n y saz6n de reirde de
la vida, barainda y bric a brac para su personal filoso-
far y sentir. No cree 61 en la vida seria y organizada.
Para la vida con itinerario no tiene fe, porque seria la
negaci6n de su existencia career en aquello.
Paradoja, colmada de veracidad humana la vida aza-
rosa de este gratisimo ciudadano montafis. Baltasar
S66 -
GEOGRAFIA ESPIBITUAL
Graci, maestro trio y Oeno, agudo y analia le
habra pladdo Is verboe preeeda compafiea de ne
hombre, en la ciudad serran. Henrnoa experienda El
moso de Santiago de los Cabllros le harfa dejado
el coraz6n de par en par aberto; le habria narrdo fr-
ca y demMods la rtim mif picardis o ge odad
de as vida no olvidemos quo de todo hay 0 b- ha-
cimdole su ma cercano amigo y confidence, y lo me-
jor se hubiera encontrado 61 mismo urdiddole linda-
mente la smba y la chanza, desprevenidamente, al Maee
tro majestuoso.
El penetrar crneo adentro, de ete ente singular, ae-
ria experience sugestva en mis de un jugoea npticia
sobre lo documents human. Podramos aventurar qu
la quietud no debe ser, no es el imbito pondeirdo de
esa borracosa test juveniL Nunea hosped6 holgada-
mente la idea fija alli, que todo pensamiepto es ten-
bloroso, movediso y tranefante spena de ella. M6vil,
elastico, felino, alguien apercidria f&cilmente que el pen-
sar de este hombre es recogido a distiempo, todavia pin-
t6n y en agras. Deb da padee en lo inteno del Ani-
ma, 61, el despreoupado, la falta de ese process uldable
de las levaduas y de los npstos, que ofrece a sl material
spiritual la denaidad y el "cuajo", podriamos der. No.
erraramo en la observaci6n. Porque hay algo mas por
apurar todavia: eate hombre no tiene cas tiempo de pen-
ar; de pensar luengo y reposadamente menos.
Peligrosa ventura, la de que en este ser intranquilo y
casi frendtico el pentar no tengs poslego ni repoo. Ca-
si que no reflexiona nunca. Del dintel de la inteligenia
donde casi no se le detiene ni pernocta, el impulo de
lucidez se le va vertgigOso al nervio, y todo el istema'
vital de est ecriatura fogosa, ae reactiva y exalta, es
poleado Por el hkpetu propio como un caballo de ra.,
Admirable, lujosa vitalidadI
67 -
ad
to
gi
P
qu
en
br
tu
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un
y
ga
Es
y
mr
ra
pl
de
su
n
en
m
bi
di
El
FELI*PE MASSIANI
Eate no anel vi gasd por d Tr6pie
ormeeida, *I impulao mansdo. Es a agr
oa, el Mnvie amotiado. l stitema todo, k
co ntegro respondindo con entuammo al m
mriminto. Cualquier incident Io traanornm
empress digna de acometers. Entonoa asu
e no delibera ali an su intimid para recoger
nidad de tendene hacia la acci6n. No llama
a potencia interiors, aino qua Ia traa endea
aucndencia, es apreada al vuelo, y conertid
diestramente en fruici6n y graia de aventura.
cablo altimo nos trae sin casualidad alguns, a
Sespecie de determinismo, el 6nico ritmo, la
vocaci6n de este destino human: la dinimica
l de los caminos, de los puertos, d lan vida
Ldas a cualquier pue4ta; azar, encrucijada,
Sel rumbo recto de estas vidas, el no tener
el vivir, las boras, intensamente.
Y ahora, qud pensar de estas aarosaa existed
Cuando el sentidor tropieza en la andana, co
araderfa de esta inquieta criatura hecha y de
el vivir sin enderezamientos, 61, el sereno, que
eno trance de ajustar y djciplinar el propio
sconcierta. Porque este setidor bastante arm
unidad spiritual, en donde la emotividad es
sorden y rovuelo de s susere turba y casi
n la sensaci6n de ete ir y venir, de stte choq
1o, de este vivir agitado y belfgero del inquie
enudeador del lance y el suceso.
LSerA esto el orden el no tener ninguno?
TendrA 61 en el fondo Ia raz6? El dedefia
ambada como un cauce hada. las empresa
, pero en cambo, derrotros certeros hada
id, el granro provisto y el nirvana mnguado,
kro.
68-
a Mgre
sm a-
StUMol6-
nor n-
tre hom-
la opor-
L conejo
da o in-
a pronto
Yeste
i no por
ola clave
emoeio-
s arries-
aventura.
ningano,
nciasa?
n la ca-
echa pa-
Seati en
Ser, as
6nico aen
el tnico
acomoda,
ue contiv
ito mozo
la vida,
sin him-
la hare-
ero se-
GEOGRAFIA SPIRITUAL
& Quln acertari, el cludadano euya vida ha discurrido
integra, tranquil, quiets y arremansada, sin turbi6n, in
un dia ni una hora que hays traldo la huells honda al
semblante y 1a Animo?
SerA 61 quien la pose, la cordur y ra6n de vivir?
El reposado, el poz6 de cad vivir critalino e ingepuo
decade cuyo brocal se advierte siempre la misms agus
exacta, clara today ella de paz y de reposo.
Sabiduria candorosa quizi pero orientadora, la de e-
tos pacificos varones ordenados y ordenadores de todo
lo creado, a los que no se les olvida nunca darle la cuerda
al relqj de siempre, ni quitar la 6ltima hoja del calen-
dario.
&SerA esta la verdadera vida y en imitar a la natur-
leza pura, cuando tiene el caricter dule de todos. De-
-trota, Indice, brdjula: ha de ser eternamente inspirai6n
saludable para nosotros la fuentecilla, el arroyo, el re-
manso? La naturaless, personaje discrete de actuar
asordinado y recogido.
Toda la acci6n y pasi6n, el drama y hasts el rumbo
y el destino, el ogaflo y el antaflo, y el secret guiador,
la filosoffa que ha de decirnos la verdad de eatos pue-
blo singulares, insulas en la marea cambiante de las
cosas, esta, en la aprobaci6n o desaprobac6n que nos
demos a nosotros mismos, al entregar una simpatia hon-
da t cAlida pars estos roros, pars estom s trdiwario
de las ciudades menudas, que parecen marcar, si es po-
sible, un compas de desacuerdo, desentonando de hecho,
y dando notas aturdidas y alteradas en la sinfonia hu-
milde y conmovedora pero tambi4n admirable y cartsima
para nosotros. En el tranquil y sencillo tema musical
que dede sabe cuanto estAn ensayando estas villas pon-
deradas, a la vera del Camino y del Tiempo.
4 69 -
SFELIPE MASSIANI
muchachas. Ahora veo en tus ojos, mejor dicho escucho en
ellos, algo exacto a lo que vi el otro dfa sobre los ojos
de mi perro de Mucuchies--lo conoces verdad?-y que no
s6 por qu, hizo que estrechara entire mis brazos al ani-
mal, que se meti6 en ellos como una criatura igual cual
si mis brazos hubiesen sido una chamarra de calentita la-
na.
DIAFANIDAD
Te has lanzado de la cama, y preparado a buscar el
caf6 madruguero antes de irte a trabajar. Y la esposa
ha sonreido dulcemente ofreci4ndote sencillamente la sor-
presa grata: IHoy es domingo!
Saboreas la delicia de no trabajar. Te estiras y boste-
zas y por fin estAs de pie para acudir a la misa. Ahora
oyer la diana en el cuartel. Las cinco! Hay que apresu-
rarse. Y has salido con los chicos, el catire y la morena
que son tu orgullo; y todo el grupo tierno, se ha encami-
nado presuroso hacia esa encantadora capillita de Belhn,
que no estoy seguro si lo sabes, que es de las cosas mas
bellas de tu tierra. Pero si; no le encuentras un parecido,
un aire, a esas viejecitas apresuradas siempre andando
de prisa por no perder la misa de la madrugada. Seguro
hombre! Lo que pasa es que a fuerza de mirarla y remi-
rarla, todos los dias sucede como con la madre, la herma-
na o la novia, que ceando vas alla lejos a "Los Neva-
doe" y te pass los dias largos, te echas a recordarlas y
parece que las quisieras mas... El recuerdo logra el lim-
piarte los ojos para verlas mejor. Parece tumbara todas
las basuritas de la vida, para mirar la hermosura de la
sonrisa de la madre cuando te trae el cafd como te gus-
ta a ti; la lindura de las manos de la hermana que fu6
la misma belleza tierna cuando el hacha abri6 el costur6n
de tu frente; la alegria de los ojos de tu novia, de esos
98 -
b"^ *' -y r n pii
-t
GEOGRAFIA ESPIRITU AL
ojos "chirriquiticos" que saben ponerse como una luna
llena cuando llegas td. Y antes, cuando estaban siempre
encontrindote con ellas en la casa, la pasabas discutien-
do y grufiendo. Ha bastado echarlas de menos en la mon-
tafia, para conocer mejor, y mirar y remirar asi, en ess
mirada a lo lejos que es el recorder, aquellos rostros que
ahora te estan pareciendo mis lindos. Y curucuteas en la
memorial entonces, como en un bail viejo, de donde de
pronto, sale de un sitio empolvado, al que no habias re-
parado, una linda seda olvidada, una monedita de plata,
que qui6n sabe de estar durmiendo tanto haya perdido el
retintin. Entonces, sucede cual si tuvieras unos ojos para
mirarte por dentro. Los pensamientos te los ilumina un"
sol de verano. Acontece que en ese minute sabroso a na-
ranja y a lim6n, con aquel iluminar, y con aquellos otros
ojos de que hablo, te vas tropezando con mil pequefios re-
galitos ofrecidos por ellas: no respondiendo a tus grufii-
.dos cuando estaban triste; no tomindote en cuenta la ma-
lacrianza o la injusticia; reservindote el mejor pedazo del
ternero tan gustado por ellas tambi6n; dejando para ti
el sitio donde la limpara alumbra mAs claro para que
vieras claritas las letras del peri6dico. Todo lo que se te
qued6 aqui en Merida, cuando fuiste a "Los Nevados", ha
pasado por tu cabeza volando como un caballo desbocado...
Ha sido igualito cuando diste a curiosear el badl, y salt6
de pronto de muy adentro, la seda linda y la monedita que
ya ha olvidado el retintin. Y si no fuera porque nunca
estamos en confianza los unos con los otros, y perdemos
por eso de ensefiarnos nuestros momentous mis hermosos,
nos mostrarias aquella "crecida" de dulcedumbre, aquella
deAborAda de ternura que tuvo el alma alli en la mon-
tafia, cuando hallaste en ti, en tu recuerdo, una tnadre,
una hermana, una novia, mas linda de la que habias de-
jado... Ahora t6cate el contestar. Hace rato estA calla-
-Pero amigo, compaiero -qu6 hubo de la capillita? .:
Como dice un senor amigo, estis divagapdo. D6nde me de-
-99
FELIPE MASSIANI
Jute?... Estabamo hace tiempo en la Capillita de Beln..
Tanto tiempo has tardado que hasta mi mujer y los chI-
cos se han eaeapado hacia la caa porque el sol ya que-
mabal Ya la campanita de plata estA cascabeleando, pe-
gaditas del cielo sus once campanadas. Figurate! Espero
para que no hables de mi descorteafa. Termina de una vez,
vqud puedes decir con tanta y tanta conversaci6n? Ya s6,-
lo del recuerdo. De eae modo cuando se estA ausente ama-
moa mrs a la familia. Ya lo s4, pero cuAl es tu deseo con.
todo eso. LQue saeard yo? Ademas no estaris nostalgioso?
Pasada ya la sonrisa que espum6 en mi tu sabrosa pun-
ta de malicia cordial, que responde que qui6n sabe tenga la
raz6n,\y sea muy poco, una naderfa, lo que pueda ofre-
certe para tu dia de hoy. QuizAs digas la verdad. cuando
aaegures que la melancolia se ha dado a dar botes dentro
de mf, en ese alborotarse da la tristeza que has dado en
Iamar terrufieramente guayabo.
Pero antes de irte, de irme yo tambiCn.
-Ya calienta el sol--dejame decirte algo. Es lo poquf-
simo que me qued6 cuando la voz de la campanita de pla-
ta se abri6 por entire mi, alborotAndome los huertos inte-
riores y advirti6ndome de paso ese dulce peligro de la
vecindad de limoneros y naranjales.
Es cosa tonta lo que tengo para decirte amigo mfo: ca-
si no vale la pena de hacerte esperar. CuAn torpes somos
nosotros, y cuAnto barro tendremos, al no poder vibrar
como cristales con plata de campanas!
CuAn poco! CuAn poco, amigo mfo! No parece sino que
me ha entrado por un ofdo para jubilarse por el otro.
-Pero en fin!, oye:
La lecci6n ofrecida por aquel dfa de soledad, en donde.
supiste mAs sobre el valor y la lindeza de los tuyos, no
la aproveches -tan mal como yo con el corpanil de Belnn,.
100 -
AV ,-
*L:~ li: I -"* S11 CIIi rl
G
No
clarua
dos loi
3os cat
revolt]
se met
EOGRAFIA SPIRITUAL
se te haga neeesaria esa ausenca quo hace ms
las pupilas para mirar adentro. Limpia los ojos to-
s d!aisJmpialos, y afinate en aprender a limpiar-
a dia niejor. De tanta y. tanta basurta de sl quo
ndo del polvo callejero se trepa por todas parts:
e en la retina, en el alma.
Tu pueblo: sus rincones mas chicos son hermnos. La
*sonrisa de la madre y las manos buenas de la herman,
,no se conforman con manejar la escoba para ti, sine quo
hacen todo lo possible porque tu vida sea ese cuartico a-
3eado, tibio, limpio "como tacita de plata". Mirarlas liem-
pre sin basuritas, emo sil Como los ojos de tu esposa quo
:todavia no has terminado de saber c6mo son de lindoa
.y tiernos
Pero mira en las cosas con los ojos limpios. Entoncea
verAs c6mo ellas, los series mis menudos, que s6lo esta-
ban apenas dormidas, se levantan y crecen para ti, como
*"bellas durmientes". Entonces veris: vi6ndolo claro, to-
-das las claridades de tu Pueblo... Pero eso sil con las
pupilss aseadas... Sin Baurital
i ~A
- 101 -
GEOGRAPIA
SPIRITUAL
sus canciones costefias. El Viejo Ram6n me ofrecia env
tonces las mis deliciosas mentiras del mundo.
-Cuando Drake estuvo en La Guaira!
DRAKE Y EL VIEJO RAMON
El plenilunio actuaba igual
ginaci6n del vagabundo. Su
se volvia un mundo extrafio. U
do hacia afuera las mAs arbit
siones : Drake asaltando a L
Independencia, ofi6ial de la Leg
a un maleficio en la ima-
cabeza de viejo marrullro
rn torbellino mental surtienn
arias y pintorescas confu-
a Guaira, Drake en plena
gi6n BritAnica.
-Pues si mijol... Drake era un hombre altote, blan-
co, con los ojos azules como ese mar que est ahil Blan-
quito y colorao como los musides que vienen de turistas.
Lo mismito que ellos, con la carota blanca como'la leche,
y los ojos azulitos, pero maluco como 61 solo! Maluco'
*.4
La imaginaci6n era de nifio.
mando los turistas en bucaneros.
a todos los que habia visto para
teriosa que les delatara. El sign
los terrible tigres del mar. Ento
m6n.
Yo me gozaba transfor-
Repasando mentalmente
atraparles la seial mis-
o del pirata. El geste de
nces le preguntaba a Ra-
-Viejo, Ly c6mo se conoce un pirata?
-Gui, mijito... Yo nunca loa he visto t6 vesT Pero
los viejos los miraron; los aguaitaron con sus mmitos
ojos y dicen que eran unos hombresotes ast como te he
dicho: del alto de esa puerta -acentuabs- elalando la
puerta de la Aduana.
Drake y el Viejo Ram6n. jQu6 interesaba m6 enton-
ces? Esto era el centro del mundo. Al lado estaba In de
ease pero eran distintoe. Yo Ion queria muchlsmo pero
a
88 -
*
I-
A ii
FELIPE MASSIANI
ello no eran maravillosos como Drake o el Viejo Ram6u,
los dos protagonistas que andaban de aqui para alia dra-
matisando las cavilaciones de un chico. Poblando su mun-
do interior.
En la Escuela del Maestro Recagno. Un hombre juve-
nil, con la cabeza nevada de lidiar chiquillos. Drake y el
Viejo son los culpables de que yo no contest al presents
a la hora de pasar list. Pensando, pensaddo en ellos, mi
espiritu se escape de la clase de aritmetica de Don Ser-
gio. Se fuga del pizarr6n al que apunta reclamando aten-
cien, la regla del Maestro.
Huye con today la velocidad de una fresca imaginaci6n
y a todo vapor se fuga hacia la isla Tortuga de mis sue-
fos. La isla aquella ex que se refugiaba toda la terrible
parentela de los Piratas, la Banda fntegra.
La Toftuga. El Olons. Hombres altisimos, con gran-
des paiiuelos rojos a la cabeza, jugando con el viento tro-
,pical; con afilados y larguisimos alfanjes como los de la
colecci6n de cachivaches que tenia un senior raro, amigo
de Vale, mi hermano mayor. Los pirates, siempre con un
teworo de joyas que esconder y una linda muchacha que
raptar, pasaban volando por el espl6ndido film de la ima-
ginaci6n. Eran preocupaciones antipodas la Aritm6tica y
los pirates. Refiian siempre dentro de mi cabeza, y las
ilustres Matemiticas salian mal paradas, maltrechas,
mientras haciendo fondo a aquella especie de duermevela
del ensuefio, seguia mon6tona y heroic la lecci6n de mul-
tiplicar, en el plomizo mediodia del Tr6pico. Entretanto
per la puerta pr6xima pasaba cualquier vendedor ambu-
lante estirando la queja del preg6n. Cocos... Cocos.. a
locha!, a locha! Dulces... Dulces. Van los dulces buenos.
Van las conservas de coco... Sabrosaaas. Van las con-
servaaas!
Compadecia a los demis muchachos. Me daba un sen-
timiento extrafio, una a manera de tristeza, vfsperas de
- 34 -
GEOGRAFIA SPIRITUAL
oeatidor, de sentidor pequefiuelo, el que ellos por unm ra-
s6n misteriosa cualquiera no tuvieran nuestra ventura: un
Viejo Ram6n. Compadecia a mis compaieros, mrs honda,
mas frecuentemente, que cuando ya hombres contempla-
mos las miserias ilusionadas de los niflos pobres, frente
a la vitrina de juguetes navideia. Todo esto mientras me
distrafa en la clase de aritm6tica. Y siempre: -Juancito
atienda. Pedrito, used como que no le entran los nume-
roe... Se lo voy a decir a su papA para que le ponga
cuentas en su casa.
A ml ni me tomaban en cuenta ya. Me daban de alza.
La felicidad para aquel tiempo era casi gritar de puro
entusiasmo; escalofriarse sabrosamente de miedo con los
relatos del margariteiio. Por eso lea tenia lastima a los
demis. Pobres los otros que no lo tenfan. Felismente el
viejo no tenfa compromises con nadie en la vida. Y me-
moo con esa cosa que llaman la Historia. Cuando en la cla-
se yo mencionaba a Drake en calquiera de sus episodios,
el maestro, aquel hombre de cabellos nevados, alegraba la
cara bondadosa, y refa francamente con toda la tropilla
que velame con extrafieza, a un tiempo divertidos y asom-
brados los muchachos.
-Pero de d6nde has sacado eso?, inquiria festivamen-
te Don Sergio. -Drake, ese pirata que por lo visto te en-
eanta, nunca ha estado por aqui en La Guaira. El nun-
ca visit en sus correrfas a Venezuela.-Refa. Estog mu-
chachos que todos los dias van mis raros... -Ni nunca
etuvo as! tampoco mano a mano con el Capitin General.
Mas infantil que los chicos enarbolaba aquella famous
Historia de Venezuela de Antonia Esteller (se acuerdan?
-D6nde naci6 Miranda? En Caracas, el afio de 1756).
La seriedad del libraco y la autoridad de Don Sergio
--cabellos blancos, mirada inocente-- desmentian xotunr
-u5-
LIPE
A N I
los claros iluminados de las ventecitas del puerto. Por
medio de los farolitos de las goletas. Me prendia de eual-
quier cosa, del ladrido de un perro andariego, del "ah eu-
fiao....ooo!" de un marine oriental que gritaba en la leja-
nia. Capturaba con las pupilas cualquier lucecita que
salia trashumante del puerto. Viajaba a mi modo. Sonaba.
Mi balconcito de ]a Aduana!
CONTINENT
-Pirata, qu4 te haces ahora
ve-me pregunt6 un dia el V
mis frecuentes y raras
derecho a interrogarm<
curruina, al compaiero
tonces fu6 como antes.
de pirates y yo lleno de
toria. Sucedi6 lo mismo
m6n se le antoj6 ser el
ausenc
e: era
que le
Cuando
fM los
. S6lo
ARBITRARIO
Sen la tarde que no se te
iejo Ram6n intrigado con
ias. El margaritefio tenfa
la natural pregunta del
dejaba solo sin causa. Bn-
61 me narraba sus cuentos
largaba en la clase de His-
que esta vez al Viejo Ra-
incr6dulo.
Y tanto que le querfa
al canalla del contrabandista!
-Escuche viejo, le dije. Y le afloje integras las histo-
rias de mar que yo mismo me narraba, desde un viejo bal-
concillo espaliol abierto sobre un angosto y quebrado puer-
tecito del Sur.
Le desovill6 para 61 solo mis lindas confidencias. Le des-
enrolle aquel cordel interminable que partia de una ba-
randita sobre el litoral guairefio y que tenla nudos sufl-
cientes para llegar tranquilamente hasta Cuba y Din-
marca. Y hasta tierras por donde el destino de los hom-
bres rudos es el mar. Y hasta mas alli donde las mujeres
siempre son rubias y usan cofias. Y hasta mis allf.
Habli por los codos! Le llev6 de tumbo en tumbo, de
confidencia en confidencia. Tenia semanas sin hablar de
aquello.. Porque guardaba la misma desconfianza de
-42 -
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
cuando hablaba de Drake. Sin embargo al Viejo Ram6n,
bien que se le podia hablar de. esas cosas. A 61 sif
El Mar. La voluptuosidad de aquellas terrible visperas
de viaje, que sufrfa quedAndome en tierra despu6s de ha-
berme aclimatado en la maianita a la fiebre aventurera
de los barcos me hiceron narrador. Le habl6 pues al mar-
gariteflo de todos mis viajes, mis travesfas en tierra. El
era un vagabundo, y a 61 si se le podfa hablar de esol
Me dej6 terminar el viejo zamarro. Sonri6 en lo hondo
de los ojos de gato. Bot6 la ceniza del cabo, que fumaba.
-Mire nifio esas son cosas suyas! No sabe: no se
puede viajar sino en los vapores.
Sin embargo no pas6 nada seflor! Yo el pequefo vaga-
bundo del mar me qued6 callado. El continent arbitrario
habia comenzado a nacer. .
El Viejo Ram6n el contrabandista, el pscador, el buzo,
el hombre de los mil destinos. Al que admiraba porque
tenfa los tatuajes de las riias en los brazos y por el
ancla que llevaba en ellos. Por las maravillosas fibulas
que hablan esmaltado de vivas estampas la atm6sfera
sentimental del niflo. El Viejo Ram6ni se me quedaba atris.
Continente arbitrario. Cabos y montafas. Rfos y mareo
de lentas navegaciones. Continente arbitrario. La flhuai
sube hasta donde querramos, y entonces esta mAs alta,
mis cerca del cielo, que el Popocatepelt. La ilusi6n -
ensancha, y se abre y palpita inmensa como el pecho de
las llanuras venezolanas. Continente arqitrario.
Desde un balconcillo solitario.
-sLa lucecit de ese barco parece un lucero, la veaT
Continente arbitrario en la soledad de nosotros mismos.
En la tarde. Vagabundos del mar.
-La lucecita del barco se vuelve a ver.
* La vesT
Otra eltal
- 43-
I f 7 '
4
DOS
NOTAS
EMOCIONALES
0
MORALES LARA. "SAVIA"
Todos los pueblos criollos tienen sua secrets a los quo
no ha llegado todavia su narrador. A lo largo de la hilaza
sin nudos de sus dfas parejitos, iguales los unoe a lea
otros, lon pueblines nativos esperan que las voe ezmoeio-
nadas se acuerden de ellos para cantar sus frSgancias
y sau ternuras. Ellos, los pueblerinos, estAn seguros de que
cuantas cosas les encantarian a los sentidore si supieran
hallar la vereda de los pueblecitos que esperan.
-Y por qud no ha de llegar at fin el poeta?--e pre-
guntan los pueblos chicos, con la ingenuidad de los sim-
ple y humilde. -Ya lo creo que ha de topar al fin eon
noaotros, el hombre que traiga los nervios prontos y ge-
neroso. como culrdas de outro. Los pueblecitos e aso-
man por los ojos de sus pozoo en donde etA siempre de
pupila n luero... Todavia no ha llegado el poetas Ls
pueblines deacienden, saltando de sue lomas, bricando
por sus resbl por sus or u torrenteras, por ts que
bradas, par alcanzar las voices que an de exaltar m
beilmas humilde.
-Pero nada se aleansa a ver...
-j
Se 'uperan los pueblitoe alzando emoeionario
d6teo, eon na permerandr que no ea entrA mso
-106 *
'" -
FELIPE
MASSIANI
en estas existencia apagadas. -Pero... cuindo Ilegart
el poeta? El hombre que ha is decir a los otros hom-
bres y a las otras tierras la ternura de sus intimidades,
el encanto recatado de las cosas pueblerinas, el latido de
sus series en puntillas.-Pero, ya lo creo que llegara el
poeta!
Y al fin -jubilosos- como tenia que suceder, los poe-
tas, estos series extrafios, alcanzaron la vereda, por don-
de una trocha escasa lleva a los pueblecitos:
"Tinajero
tienes un coraz6n armonioso.
El agua
que aprendid a cantar en la montaia,
so metid como un pdjaro en tu jaula.
El agua arisca que aprendid
como los pdjaros,
que corri6 por la quebrada,
que ae pintd de cielo,
no olvidd su cantar,
entire tu jdula".
(El Tinajero de
a cantar
"Savia").
El poeta nativista es un caso de rotaci6n atencional ha-
cia sl mismo y hacia su paisaje. No es que antes estu-
viera desorientado sino que estaba desatento en la form
mAs aguda en que puede estarlo un poeta: la desatenei6n
de la sensibilidad. Ahora -desde cuAndo?- se recupera
a as mismo y a la contornada que ha sido su vida, el ve-
cino de al lado de su coraz6n. Y es que se puede estar
ausente de este universe familiar tan caro a nosotros, tan
humilde y a la vez tan hermoso, y que a cada paso, a
- 106
-. I r-- r- -f `F 2 .---li'~F xlq r-1- .w,-~rIRF
GEOGRAFIA
SPIRITUAL
eada instantA, nos roza por dentro y por fuera? Parece
que asi
Ahora todo parece sefalar una vuelta hacia el paisaje
y hacia nosotros mismos. Sin tratar de expliernoslo, sin
pretender pesquisar razones hondas, que acaso no somno
aptos para hallar, palpamos a veces -y esto se agrava
en la individual humanidad de cada quien- Ipocas de
verdadero olvido, de verdadera distracci6n por las coa
y los series que estin al lado nuestro: mns act de ies-
tras alegrfas y nuestras tristezas. No es esto lo poor.
Pensamos, si el descuido del poeta por el vivir de su tie-
rra, no venga a ser, acaso, un parejo sintoma alarmante
de la distracci6n de aquellos que viven, espiritualmente aI
menos, del prhstamo emotivo que sus liricos le ofrecen.
De aqui que exist motivo suficiente para inquietarnos
cuando nos encontramos con una poesia de lirica distral-
da hacia su nativismo. El que observe hondo, presentirM
inmediatamente una clientele popular insatisfecha, de-
'tras de esta podtica extrafia a los secrets vernAculos.
Porque es infitil todo cuando se diga alrededor de la te-
sis contraria: Unamuno tiene raz6n cuando advierte en
"el pueblo" -en la sensibilidad sin desbastar pero en "es-
tado de gracia"- un certero olfato inconsciente pero me-
guro, para identificar al hombre que le trae realmente
la ralz de'sus cosas y de su paisaje ancestral.
Qui6n sabe si los sentidos ni las luces del rtstico, al-
cancen hasta el piano de las realizaciones conclusas y
de las quinta esencias; pero podemos en cambio, afirmar
la exiatencia de una apetencia popular, en todas las tie-
rras, por la obra po6tica que traiga con ella -no impor-
tan los moldes- un sentido y un asbor de genuinidad na-
tiva. Se dice muchas veces que "el Publo" no entiende
de estas cosas, y acaso tengamos la raz6n. Pero a lo me-
jor, muchas veces no entiend: no ramona sus gustos pero
los tins. /
- 107 -
FELIPE MASSIANI
Porque en d6nde iremos a busear razsonw par career
a ese conquer, hallado a lo largo de los eaminos de su
paisaje campesino, insensible al paisaje. Quien sabe si no
nos podria explicar el por qud le conturba y le opera esta
conmoci6n all en las honduras de su existir; pero es lo
cierto que frente a nosotros se estA efectuando, en esta
fusi6n gozosa del campesino con la naturaleza, en estado
de belleza, una repetici6n de la anecdota eterna, un caso
de coincidencia emotional: el hombre conmovido religiosa-
mente hasta la raiz misma de sus entraias por la suges-
ti6n inefable de la naturaleza y de ]a belleza. Por mu-
eas razones el nativismo americano es un caso de humil-
dad y de lucidez del poeta, por caminos de la sinceridad
y de la veracidad humana.
Vaqueano de sf mismo, el sentidor se ha perdido de
vista, por el caminito olvidado, tupido de hpjas amari-
has y de murallas de matorrales, para alcanzar el cabo
tintineante de sus recuerdos. Y ha empatado ahora tr&
mulo la hora de la escuela, con el alboroto gozoso de Ja
merienda, y el misterio de la maestra sin amor, y el fon-
do opaco del pueblo triste, a esta punts suelta de su me-
moria viva, del hombre de hoy.
Empatando y empatando, el poeta, ha dado con esta
hilaza sin nudo que es el pueblo mismo, su pueblfn vene-
zolano, el de el y el de todos, que le estaba esperando:
Calejdn que vines del ro
y carminSe con tropiezo
y to caes on los beaches.
Calleij6 perfumado de monte
y sembrhdo depasoe.
Por la tarde
to surc el regreo
de los que trabajan;
- 108 -
4' :i
ANDANDO
POR
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CAA/VNOI
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GEOGRAFIA ESPIRITUAl4
el eaballo viejo
la careta-lastrada de past
v los buyers eansados
y eunucos.
(Callejones, de "Savia").
JUAN ESPARA Y SU POESIA POPULAR
Con un collar de vegas, de torreones de trapiches, y de
cerros colorados con sus ranchos en el copito, el pobla-
ch6n, metido en un caliente aire bochornoso, sestea la ho-
ra calcinante. El burro del hombre que trae legumbres y
gallinas de Turmerito se tumba en un descuido del arrie-
ro campesino. Los muchachos van a duras penas a la. es-
cuela con su bulto en la espalda y su cojita (1) en la mano.
La virtuosa sefiora a quien espera su celaduria sube apre-
surada por la calle principal hacia la Iglesia. En la pla-
za hay Unos cuantos vagos sentados silenciosamente en
los bancoo, distrayend6 su tedio con la llegada del tran-
via que regresa de tiempo en tiempo de la ciudad. Por
las calls laterales, hacia el Mufiingal, baja un carro de
bueyes desbordando de malojo. Algfn pianito de colegia-
la hace las eternas escalas de siempre.
Paisaje del pueblo sumergido en la infancia. Seria ne-
cesario retomar entire las manos la cabuya sentimental y
empezar a desexredar nudos... Pero es tan dificil ahoral
Algo re ha encargado de hacer enmarafnado este camino de
retorno, que serial sin embargo tan delicioso de volver a
hallar, Vereda de regreso hacia el paisaje matinal donde
hy un pueblo triste en el fondo, haciendo gestos tiernms,
ecntando canciones tontas, rkboeando el alma de usa dul-
zura indefinable. Retorno por entire una m=sica de -rann-
da y voices familiares que nos bajan hondo al coras6n,
aeariciantes. Regreo por entire el griterfo del girgaro,
el canto alegre del gallo en Ia madrugada y el cbs ichs
(1) Cowerva de coc.
1-.- ,
FELIPE MASSIANI
de las chicharras para el tiempo de agosto, en que nos
pasAbamos las horas muertas, tumbados entire la hierba.
En los fondos de los corrales, mirando hacia el azul del
cielo, viendo pasar las caravanas areas y jugando a ha-
liar figures en las nubes altisimas.
Delicia de despilfarrar las horas castigado en el fondo
del corral, tratando de distinguir los duefios de las dis-
tintas voices entire la poblaci6n cantarina del Matapalo.
Encanto de sofiar despierto a la hora de la madrugada
metido en una aventura de cow-boy por culpa del iltimo
cuaderno de Buffalo Bill. Paisaje de la infancia... Pasa
cerca de la cobija y de la oreja reci6n despierta un tililAn
de arreo. Pasa frente a los ojos el prodigio de un papa-
gayo verde, rojo, y amarillo y morado en forma de caj6n.
En lo alto del Arbol rojo de gallitos, esta un turpial sin ex.
periencia, ignorante de que nuestra china tiene goma nue-
va.
II
Los caminitos ce meten con cuidado por entire los conu-
coa: son como cicatrices color de tierra que tiene el cam-
po. Porque cuando divisamos la campifa no se nos mete
por los ojos otra cosa sino la claridad abrumadora del
verde. Un verde de todos los tonos. Con su vocerlo de
pasi6n y su susurro de candor. En crescendo y pianisi-
mo. Verde en gama estirada, por todo lo largo de las
siembras, de estos pueblecitos labradores con una vega a
la espalda.
Del mismo modo en el paisaje que llevamos con noa-
otros, muy adentro, internado; tanto como para ser afa-
noso el hallarlo sin perderse. Cuando miramos en el fon-
do de nosotros mismos, nos sorprendemos con la variedad
y el lujo de matices de nuestro intimo color sentimental.
Porque, seguro es que disponemos de un precioao paisaje
110
GEOGRAFIA SPIRITUAL
interior, donde tambidn hay madrugadas y puestas i de
Sol. Zonas de luz y comarcas de sombra. Cosas que estin
cerquita, casi al alcance de las manos y por eso parecen
mks reales, y criaturas inesperadas que estan lejfsimo y
por eso nos parecen personajes de fAbulas.
Es precisamente ese paisaje emotivo, que llevamos hon-
do, el que seiala, el que se conmueve con la presencia del
forastero, del poeta. La penetraci6n spiritual sobreviene
de pronto. Subitamente, alguna regi6n de nuestro espiri-
tu, que estaba apagada y como ausente, vuelve a ser, re-
cobra vida, y se incorpora a nuestro dia de hoy. La mule
tiplicidad de verdes de nuestra vega sentimental se tornan
musicales y es que en efecto estAn siendo pulsados como
cuerdas. Con lo po6tico sucede cual si se adentrara, rum-
bo hacia. la care y el espiritu de cada qui6n un nuevo
pulso y una fresca temperature. Se levantan, cbmo unr
calor inusitado y un estado de Animo, distintos de los nor-
males, cuando nos aborda la presencia emocionadora de
lo poemAtico. Cada poeta pulsa en nosotros una nota dis-
tinta .y provoca una reaccj6n emotiva de dfferente signo.
Despu6s, como con el viento y la brisa, siempre hay algo
dentro de nosotros que se queda tenso: temblando.
Con Juan Espafia nos pasa como si 'alguien se echars
a contarle cuentos a la sensibilidad. El poblach6n de an-
tes. El Valle del paisaje matinal de ayer, regress con las
voces confidenciales de otro tiempo, a hablarle al perso-
naje candoroso de entonces. Vuelve. El mismo pueblo:
con sus coleadas de toros y sh excursions en careda de
mariposas por los cerros colorados. Vuelve. El mismo
pueblo sin cine y con veladas pars la iglesia, con sum
adbados de matar cochino de banders blanca, y sus fiel-
tas parroquiales, con una algazara de cohetes y ladridos
de canes asustados. Vuelve, y de nuevo nos damos el gran
chapuz6n pasando el rio, y una cata de azscar nos en*
canta, y un ok)r de trapiche y un canto 'de gallo, vinien-
do de sabe d6nde, n6o esponja el cor 6n de infaniad:
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