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AL AMOR
DEL BOHIO
BEin(sana de
Bibli ims, l.
El d6cimo titulo de nuestra Colecci6n de Cultura Dominicana
es AL AMOR DEL BOHIO de Ram6n Emilio Jim6nez. Esta obra
fue publicada originalmente en dos tomos en 1927, y en 1929 se
public en version corregida por el propio author. Ahora se public
nuevamente con la autorizaci6n de la familiar Jim6nez Reyes.
SOCIEDAD DOMINICANA DE BIBLIOFILOS, INC.
COLECCI6N DE CULTURAL DOMINICANA
1. La Repdblica Dominicana: Directorio y Guia General*
Enrique Deschamps
2. Lira de Quisqueya: Poesia Dominicana*
Jose Castellanos
3. Vida y Viajes de Crist6bal Col6n*
Washington Irving
4. Santo Domingo: Su Pasado y Presente* Tomo I II
Samuel Hazard
5. La Isla de la Tortuga*
Manuel Arturo Pefia Batlle
6. Historia de la Dominaci6n y Ultima Guerra de Espafia en Santo
Domingo*
Ram6n GonzAlez Tablas
7. NotasAutobiogrdficasy Apuntes Hist6ricos* Tomo I I 11I
Gregorio Luper6n
8. La Sangre: Una vida bajo la Tirania*
Tulio M. Cestero
9. Anexi6n y Guerra de Santo Domingo* Tomo I II
Jose De la Gandara
10. Al Amor del Bohfo: Tradiciones y Costumbres Dominicanas*
Ram6n Emilio Jim6nez
11. Indigenismos* Tomo I II
Emilio Tejera
* Edici6n agolada.
12. La Segunda Campafa de Santo Domingo*
J. B. Lemonnier Delafosse
13. Gregorio Luperdn e Historia de la Restauracidn* Tomo I 11
Manuel Rodrfguez Objio
14. Reconocimiento de los Recursos Naturales de la Republica
Dominicana*
Carlos E. Chardon
15. Descripcidn de la Parte Espaiola de Santo Domingo*
M. L. Moreau E. Saint-Mery
16. Folklore de la Repdblica Dominicana*
Manuel Josd Andrade
17. Diario Histdrico*
Gilbert Guillermin
18. Estado Actual de las Colonias Espafiolas* Tomo I II
William Walton
19. Boceto Histdrico del Descubrimiento y Conquista de la Isla de
Santo Domingo* Tomo I- II
Casimiro De Moya
20. Los Estados Unidos y Santo Domingo
Charles Callan Tansill
21. Frey Nicolds de Ovando
Ursula Lamb
22. Los Yanquis en Santo Domingo*
Max Henrfquez Urefia
23. Santo Domingo, un pais con future
Otto Schoenrich
24. Narraciones Dominicanas*
Manuel De Jesis Troncoso De la Concha
25. Santo Domingo, Pinceladas y Apuntes de un Viaje*
Randolph Keim
26. Historia de la Isla Espaiola o de Santo Domingo* Tomo I II
P. F Xavier De Charlevoix
27. Santo Domingo, Estudio y Solucidn Nueva de la Cuestidn
Haitiana* Tomo I -
M. R. Lepelletier De Saint-Remy
28. Episodios Imperialistas*
Enrique Apolinar Henrfquez
29. Diario de una Misi6n Secreta a Santo Domingo*
David Dixon Porter
30. Compendio de la Historia de Santo Domingo*
Jos6 Gabriel Garcfa
31. Manual de Historia de Haiti*
Jean Crisostome Dorsainvil
32. Los Piratas deAmirica*
Alexander Olivier Exquemelin
33. Historia Eclesidstica* Tomo I II Il
Carlos Nouel
34. Obras Completas* Tomo I- I- Ill -IV
Fabio Fiallo
35. La Vida en los Tr6picos*
Warren Fabens
36. Folklore Infantil de Santo Domingo*
Edna Garrido de Boggs
37. La Ciudad de Santo Domingo*
Luis E. Alemar
38. Los Americanos en Santo Domingo*
Melvin M. Knight
39. La Patria en la Canci6n*
Ram6n Emilio Jimenez
40. Estudios Mineraldgicos en la Repdblica Dominicana*
Willy Lengwiler
41. La Novela de la Caia*
Caiias y Bueyes: F. E. Moscoso Puello
Over: Ram6n Marrero Aristy
El Terraterniente: Manuel A. Amiama
42. Episodios Dominicanos*
Max Henrfquez Urefia
43. Trilogia Patri6dica*
Federico Garcfa Godoy
44. Vibraciones en el Tiempo y Dias de la Colonia*
Fldrida de Nolasco
45. Reliquias Hist6ricas de la Espaiiola*
Bernardo Pichardo
46. Historia de los Caciques de Haiti*
Emilio Nau
47. Resumen de la Historia de Santo Domingo*
Manuel Ubaldo G6mez
48. Un reconocimiento Geol6gico de la Republica Dominicana*
T. W. Vaughan: Wythe Cooke; D. D. Condit; C. P. Ross; W. Woodring
y F. C. Calkins
49. Historia de la Restauraci6n*
Pedro M. Archambault
50. Segunda Reincorporaci6n de Santo Domingo a Espafia*
Tomo I I III
Adriano L6pez Morillo
51. Merengues*
Luis Alberti
52. Antologia de la Poesfa Dominicana*
Vicente Llorens
53. Monumentos Arquitect6nicos de la Espafiola*
ErwinWalter Palm
54. La Nacidn Haitiana*
Dantes Bellegarde
55. Hombres Dominicanos*
Rufino Martfnez
56. Gallos y Galleros
Jos6 M. Pichardo
57. Episodios Nacionales*
Casimiro N. De Moya
58. El Pueblo Haitiano*
James Leyburn
59. Medina del Mar Caribe
Eduardo Capo Bonnafous
60. Los Restos de Col6n en Santo Domingo
Emiliano Tejera
61. Historia de las indias* Tomo I III
Bartolom6 De las Casas
62. Antologia de la Prosa Dominicana
Vicente Llorens
63. Las finanzas de Santo Domingo y el Control Americano
Antonio De la Rosa
64. Escritos
Ulises Francisco Espaillat
65. Historia de la Cuestidn Fronteriza Dominico Haitiana
Manuel Arturo Pefia Batlle
66. Obra Dominicana
Pedro Henrfquez Urefia
67. D6cadas Tomo I- II
Pedro MArtir De Angleria
68. Obras Lexicogrdficas
Manuel A. Patfn Maceo
69. El Pais de las Familias Multicolores
Arthur J. Burks
70. La Cuesti6n de Santo Domingo
Dexter Perkins
71. La Historia del Nuevo Mundo
M. Girolamo Benzoni
72. Reseiia General, Geogrdfico, Estadistica
Jose Ram6n Abad
73. Historia de la Divisidn Territorial (1492-1943)
Vicente Tolentino Rojas
74. En la Estela de Col6n
Frederick Ober
75. De Lils a Trujilo*
Luis F Mejfa
76. Descubrimiento y Dominacidn Espafnola del Caribe
Carl Ortwin Sauer
77. Ramdn Lacay Polanco. Antologia
Ram6n Lacay Polanco
78. Antologia de la Oratoria en Santo Domingo
Di6genes CUspedes
79. Antologia de Cuentos
J. M. Sanz Lajara
80. La Repiblica de Haitt y la Republica Dominicana*
Dr. Jean Price Mars
81. Un Estudio sobre Psicologfa y Educaci6n Dominicanas
Fernando Sainz
82. Viacrucis de un Pueblo
F6lix A. Mejfa
83. Sangre en las Calles
Albert Hicks
84. La Repdblica Dominicana y sus Relaciones Exteriores
Charles Christian Hauch
85. La Repdblica Dominicana 1906
Jose Ram6n L6pez
COLECCI6N BIBLI6FILOS 2000
1. La Dictadura de TFujillo
Lauro Capdevila
2. Navarijo
Dr. Francisco E. Moscoso Puello
@ Derechos Reservados por la familiar del autor.
* Segunda edici6n facsimilar de la
Sociedad Dominicana de Bibli6filos, Inc.
Dep6sito Legal: B. 45.072
I.G. Manuel Pareja / Barcelona
Impreso en espafia / Printed in Spain
R. Emilio Jimenez
AL AMOR
DEL BOHIO
Sociedad Dominicana de Bibli6filos, Inc.
R. EMILIO JIMENEZ.
AL AMOR DEL BOHIO
TRADICIONES Y COSTUMBRES DONINICANAS
TOMO I.
SANTO DOMNQO . D.
VIRGIL1O MONTALVO.-EIrTOw.
1927
Edici6n al cuidado de:
Eleanor Grimaldi Sili6
Fotografia de portada:
Victor Cortina
Diseio de portada:
Irina Miolin
Impresidn:
Editora Bdho, C. por A.
SOCIEDAD DOMINICANA DE BIBLIOFILOS, INC.
CONSEJO DIRECTIVE
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Comisi6n Asesores Permanentes
(Ex-Presidentes)
ELEANOR GRIMALDI SILIE
Director Ejecutiva
Introducci6n a la edici6n de la
Sociedad Dominicana de Bibli6filos, Inc.
La Sociedad Dominicana de Bibli6filos, Inc., se complace en
publicar, dentro de nuestra colecci6n Clasicos de los Bibli6filos,
el libro "Al Amor del Bohio", original del distinguido escritor
costumbrista don Ram6n Emilio Jim6nez.
La primera edici6n de esta obra vio la luz pdblica en dos
tomos, en 1927 y 1919, respectivamente. En el afio 1975 fue
publicada en un solo volume por la Sociedad Dominicana de
Bibli6filos.
"Al Amor del Bohfo", que reeditamos en edici6n facsimilar
de acuerdo con la de 1975, es una de esas obras clAsicas de la
literature dominicana que constitute lectura obligada para quienes
deseen adentrarse en el studio y conocimiento de las mis
aut6nticas costumbres y tradiciones dominicanas.
ClAsicos de los Bibli6filos es una nueva colecci6n constituida
por aquellas obras pertenecientes a nuestra Colecci6n de Cultura
Dominicana, conformada por 86 tftulos, que han resultado mis
leidas y solicitadas por nuevos socios y por el piblico en general.
En nombre de la directive y de nuestros apreciados socios,
agradecemos a la familiar Jimenez Reyes, en la persona del senior
Ram6n Emilio Jim6nez, hijo, por su gentileza al cedernos los
derechos para la publicaci6n de la present edici6n.
Juan Daniel BalcAcer
President
LOS MATRIMONIOS EN EL CAMPO
Este amor en el campo es la felicidad en esencia. En el
campo todo esta diariamente invitando al amor. Cada
hora, cada minute, la naturaleza se nos ofrece como un
desposorio. Vive el agricultor entire animals que hinchan
los buches y arrullan, que hacen, engrifados,, lda rueda*.
y entire guerreros corndpetos que se disputan el sefiorfo
de un hato...
Desde que el joven se siente enamorado, 4le echa el
ojo a un monte* que elige para conuco y suefia en la co-
secha, que es el apoyo de su amor y el prologo de su ma-
trimonio. Un campo sembrado por 61 mismo es la mejor
garantfa de su declaraci6n amorosa.
Y un dia en que la oportunidad le sonrie, despues de
haberla desechado muchas veces porque la timidez le at6
la lengua, se hall solo con la moza de sus suefios. Tal vez
le da alcance una mariana a horcajadas sobre un potro que
fud a bafiar al rio, mientras ella, sorprendida, corrige pron-
tamente el descuido con que va sobre el paciente burro en
que suele hacer provision de agua para la casa.
Asi vimos un dia una pareja que nos servia de modelo
para nuestra pintura. El, turbado, pero decidido, rizando
con la callosa diestra la crin de un
vista*, se atrevi6 a decirle: Daria mi caballo de silla poi
R. EMILIO JIMENEZ
veite to lo dia*. Al decir esto se express como un perfect
campesino. Y valga una explicaci6n. El hombre de campo,
lo que mis estima despuds de la familiar, es el caballo de
silla. Un campesino acomodado presta con mas facilidad
una wonza que su caballo de montar. La mayor deferen-
cia que puede hacerle a un amigo es prestarle el caballo.
Cuando se lega a esta prueba se ha agotado el program
de las distinciones. El caso es por demis curioso, pues
casi siempre al caballo le sobra lo que al duefio le falta. El
peine del caballo es superior al de la mujer. Al duefio podrd
faltarle un cepillo de cabeza o de ropa, pero a la crin del
caballo, nunca.
Por eso el joven enamorado lo primero que hizo fue
recabar la autorizaci6n del padre para
voivew y comprar un caballo y una silla, hecho que consti-
tuye la mis curiosa filosofia de nuestra gente de campo,
segun reza en esta copla muy tipica:
necesita poseei
buen caballo, su revoive,
una silla y su mujei>.
Y volvamos a la frase galante. Nuestro joven se ha
expresado con elocuencia. Asi lo entendi6 ella, limitindose
s6lo a responderle , su desquite favorite.
Y sigue el diglogo:
mfa>. cHombre que va>, profiere ella, sin atreverse a mi-
rarlo, atenta siempre a corregir con mano lista la temeri-
dad de la falda, que sube con el roce de los aperos y el
movimiento de arreo que hacen los desnudos pies recien
lavados.. ccPuedo parai ei rancho? Agrega en el calor de
una acometividad progresiva mientras le acerca mas la
AL AMOR DEL BOHIO
bestia, a lo que ella responded, con un dejo de hurafia y
un tonito de ambigiiedad dulzona: *Va a seyw...
El diilogo se anima. El potro salta espoleado sin mo-
tivo, sin que el jinete lo quisiera. Una nueva frase acome-
tedora hiere el oldo de la bella. Se ha atrevido a pedirle la
rosa que le incendia el cabello; pero la flor se ha triplicado.
Al pedir una han aparecido dos mis, una en cada mejilla,
pendientes del tallo invisible del pudor. Y con un mohin
de indiferencia que le ensefi6 el instinto, la moza se atrevi6
a decirle:
he pensao quereite, y diciendo esto gana la cuesta, a la
vista del bohio, mientras 1l desaparece, mohino, turbado,
por el primer callej6n que se abri6, como vilvula de es-
cape, a su temeridad.
Otro dia, la enamorada, despertando a altas horas de
la noche, escucha. Es I6, que le canta desde un callej6n,
entire dos brazos de mayas lentejueladas de cocuyos. Y el
viento se lleva esta tonada:
Ere chiquita y bonita,
ere como yo te quiero,
que parece campanita
de la mano de un platero,.
Ya es menos esquiva y se atreve a decirle al dfa si-
guiente:
duke y lo espera, bien empolvada, todos los domingos, y
e1, al despedirse de ella, se atreve a decirle por lo bajo:
,Conseivate pa mfb.
Por fin ya se quieren. Reciprocan sobritas de cafd y
cabos de tibano, y cuando van a la cerca a comer man-
gos, la moza se acomoda sobre la hierba dejindole un
resto de falda para que l6 se siente. Los padres de ella disi-
R. EMILIO JIMINEZ
mulan porque el joven
padres de este, a su vez, consienten de buena gana, porque
la muchacha
buca, como la vaca, poi la raza>.
En un transport de jdbilo, el aventurado se lo ha di-
cho todo al papa, debajo de un Arbol, los dos picando la
corteza, insensiblemente, con los largos cuchillos. Los pa-
drinos de bautismo son enterados con tiempo de la fecha
en que se hard el compromise, requisite del que no puede
prescindirse en estos casos.
Un afio de relaciones l1eva la pareja enamorada. El
bohfo fue hecho con el dinero de la cosecha. Es de palma,
raspada la del frente. El mueblaje lo componen
rranas, various taburetes de almicigo, una cama de caoba,
la mesa de comer y una tinaja sobre un tronco de tres gan.
chos invertido, encima del cual se destacan muchos ban-
gafios y coquitos.
Los novios y la madre de uno de 6stos han ido al pueblo
a comprar el velo, la corona, los ajuares de cocina y de apo-
sento y a mandar a hacer el traje de boda.
Se acerca el dfa del desposorio. La novia ha vuelto al
pueblo, a confesarse y a probarse el vestido y retorn6 pre-
parada en espiritu para recibir el iiltimo de los manda-
mientos de la Iglesia.
En la Iglesia del pueblo, despuds del evangelio, sus
amigas oyeron de labios del cura la primera proclama. Nin-
guno de los novios es , sino <
ci6n, frases con que designan en el campo, respectiva-
mente, los hijos naturales y los legitimos. Desde este dia
hasta el de la boda, la novia permanecera encerrada sin
atreverse a salir del aposento. Alli le sirven la comida. S61o
las personas mas fntimas pueden verla en su prenupcial
AL AMOR DEL BOHIO
encerramiento por estarle vedado salir, en prenda de reca-
to, antes del tiempo sefialado por la costumbre.
El dia de la boda ha legado. El ndmero de fogones fue
reforzado desde la vispera, y todos los plates del vecindario
estan defendiendo, como guamici6n de honor, la plaza cu-
linaria. En el patio un pe6n descuartiza a golpe de hacha
various trozos de madera destinados a alimentar la roja acti-
vidad de los fogones. El puerco asado luce la salza o mo-
jo) que le derraman encima con amatistas de cebollas y
sangre de rebeldes ajfes, en espera de la hora del ataque
decisive.
A lo largo de la empalizada se enfilan los caballos. En
el contorno no hay Arbol en donde no haya uno amarrado.
En cada cintura, la culebra de cipsulas hace evocar la risa
descarnada de la muerte. Y el pesado Colt>, el fiero Smith
& Wesson, y hasta el tosco maimita*, rancio de antigiie-
dad, se insinulan debajo de los , dejando ver so-
bre la pierna izquierda del pantal6n, el extreme de la
canana amarilla.
Montan. A pocos pasos ya no se ven, entire las nubes
de polvo. Los caballos mas andadores van delante, infladas
las amazonas de las virgenes. Cae aquf una espuela, rota la
correita cefiidora. La animaci6n es grande. Por fin lBegan al
pueblo, se desmontan lenando various patios de cabalgadu-
ras. Novios, padrinos y testigos, vestidos en caracter, inva-
den la casa del official del Estado Civil. Los zapatos comien-
zan a molestar los pies y algunos se los quitan mientras
dura la ceremonia. De aqui se dirigen al temple y reciben
la bendici6n epitalimica, despues de lo cual la novia guard
las prendas de la consagraci6n del nuevo estado y monta
como vino, al lado de su amante y entire las parejas que
le sirven de guardia de honor por el camino.
Estan pr6ximos a la casa. Ha sonado un disparo. Como
R. EMILIO JIMENEZ
en la madrugada, detris del primer gallo que canta rompen
los demis, a clarinada limpia, el silencio augusto de la hora,
al primer disparo, hecho al divisar la casa, sucede un ti-
roteo nutrido semejante al de un mayal ardiendo. La novia
se desmonta. Los primeros besos son los de los padres y
padrinos, no del iltimo sacramento, sino del primero.
Y luego, la gran mesa, el desquite de las impaciencias, el
pronunciamiento de todas las bocas, el triunfo de los con-
vidados despu6s de un sitio agudo al puerco asado que
deja al fin en las fuentes inexhaustas, los huesos limpios
como sefiales de honrosa capitulaci6n.
Entire tanto, la novia, instalada en su hogar, se encierra
de nuevo, avergonzada, durante nueve dfas y cuando el
amor haya cumplido en ella su destino, no querra dejarse
ver de la madre, a manera de ciertos frutos que disimulan el
hechizo de su fecundidad entire la verde discreci6n de las
hojas.
El auto, la prohibici6n del porte de armas y la influencia
de ciertos hibitos que nos vienen de fuera, han alterado,
en sus lines mas pronunciadas, esta original costumbre
criolla.
LOS BAUTISMOS EN EL CAMPO
El campo es el mejor archivo de las tradiciones del pue-
blo dominicano. Para respirar tradicionalismo y recoger la
esencia animica del ambiente criollo, hay que
campo, asistir a fiestas de familiar, ver entire otras un
bautismo, costumbre deliciosa que brinda abundante copia
de asuntos al arte que se complace en cantar o pintar las
excelencias de la vida sencilla con todas las particularida-
des que le imprimen un sello original y castizo.
El chiquitin hace como un mes que fue alistado para
la ceremonia. Tiene dos o tres meses de nacido y es incu-
rrir en una grave responsabilidad dejarlo moro por much
tiempo. Las ufias no le han sido cortadas por la creencia de
que si esto se hace antes de recibir el primero de los sacra-
mentos, sale cmi ladr6n que un gato.
Desde antes de nacer tenia sus presuntos padrinos bus-
cados entire las personas mas queridas y acomodadas del lu-
gar, pues rara vez los escogen pobres para que no recaiga
tal obligaci6n en individuos que
mueito*.
La madrina mand6 hacer con tiempo la
de gala del nifio, desde la cgalacha* o gorra de satin y
punto con grandes arandelas, hasta los zapatos de hilo bri-
Ilante, tejidos a veces por manos que son como gemelas
R. EMILIO JIMENEZ
bondades campesinas, diestras en el manejo de la agujeta,
que hilan primores como la aguja del sol enredaderas, y
que tienen un dechado con lujosas letras bordadas en calia-
mazo, que las maestras de escuelas ensefiaban a construir
a sus discipulas quince afios atris y cuyo uso ha reaparecido
en estos dias. Otras veces los zapatitos del nifio son mal
hechos y los dedos del niiio saldrian por entire la malla del
tejido, a no impedirlo las medias.
En el patio delantero, donde se elevan Arboles que dan
amable sombr a las cabalgaduras, hay para los padrinos
sendos caballos acabados de bafiar en el rio, uno de los
cuales luce en el lomo la roja silla de pana que descansa
sobre elegant nueva y el otro el inflado galipago
para montar a mujeriegas.
En un tercer caballo, c6modo con fuerte aparejo y buena
enjalma sobre flamante esterilla nueva, con un par de arga-
nitas, tambidn nuevas, dentro de las cuales van los pafios,
la <(cacona) y demas arreos de la criatura, va la abuela o la
partera. El padre del ne6fito, decidor, alegre y cortesano,
desamarra el caballo y a falta de freno le hace un cbarbi-
quejo) con la soga. En seguida
tiempo en que profiere: iHupa! y en dos segundos que-
da, sefiora sobre el lomo del animal, la ya madura hembra,
en cuya posici6n recibe el nifio de manos de la madre y
lo acomoda sobre sus piernas, descansando sobre el brazo
izquierdo la tierna cabecita, y en la mano derecha la jaqui-
ma con honors de riendas.
Se vuelve entonces a la madrina, a quien ya dice co-
madre. Desamarra igualmente el caballo en que 6sta lucira
su elegant sombrero, y con la jaquima de lujo forma tri-
ple collar blanco en el pescuezo de la bestia. Monta. El
caballo brinca al rigor de las espuelas de plata. Brilla en el
saco de paiio azul la gruesa leontina de oro. Se abre el por-
AL AMOR DEL BOHIO
t6n y arrancan. Una nube de polvo los oculta a los ojos de
los que se quedaron en medio del camino...
Llegados a la poblaci6n eligen para desmontarse una
de las casas mas pr6ximas al temple. En ella se instalan por
una o dos horas, el tiempo suficiente para cambiar de traje
la madrina y adornar la criatura que es conducida a la igle-
sia sobre el pafial tipico, hecho de tela fina con encajes; en
el cuello la cadenita de oro con azabache para evitar el
cmai de ojo), regalo especial de la madrina, y en las orejas,
muchas veces, el par de argollitas que le compr6 la abuela
o la misma madrina, que bien hace en Ilevar este nombre,
pues si el ahijado muere es ella la que tiene que dar la mor-
taja y disponer conjuntamente con el padrino, todo lo rela-
tivo al velorio.
La cboleta,, o sea la constancia de la declaraci6n de
nacimiento, hecha moments antes del bautismo, es paga-
da por el padrino en el oficialato del estado civil y presenta-
da al cura antes de comenzar la ceremonia.
Entre tanto, en la casa esperan impacientes la llegada
del nuevo cristiano. Todo esta listo para la gran comida.
Domina la estancia el olor del cpuerco asao,. Sobre el pa-
jizo techo de un rancho se ven, como caricatures del sol,
las tortas de cazabe. Hacia un lado, la ppetaca> donde
pelaron el cerdo, con el pelambre recordando el sacrificio;
cerca de alli los perros atisbando su botin, y bajo un alero,
dos mujeres amigas de la casa, que fueron a prestar ayuda
asumiendo el mando de la cocina, alternan golpes con las
pesadas manoss de pil6n, sobre el utensilio del mismo
nombre, balanceindose muy orondas a cada golpe. Por
ratos suspended esta lucha para que pasen por el tamiz
del cedazo los polvos mas finos del caf6, tostado de ante-
mano para la pilada.
Una voz estentorea anuncia desde el camino real el
R. EMILIO JIMENEZ
moment culminante. iYa vienen! La frase es una chispa
de entusiasmo sobre el polvorin de aquella sangre en fiesta,
y la explosion echa fuera de la casa toda la familiar. Los
caballos, conscientes de su retorno con la vision florida del
past y el limpio chorro de agua, no necesitan espuelas y
vienen alegres, dominado por las riendas el impetu, con
el sudor haciendo espumas sobre los aperos lujosos, entire
la gasa final de la polvareda.
Por fin han legado. El padrino se desmonta, se arma
de galanteria y baja, de la enhiesta montura, el cuerpo airo-
so de su dama. La pareja avanza hacia la puerta en donde
los padres esperan, trdmulos de gozo, el moment sublime
de la entrega. No hay frases con que pintar la emoci6n de
los padrinos al deponer su carga y la de los padres al reco-
gerla, hasta que el estribillo asoma en los labios de la ma-
drina. Comadre, aquf tiene ute su nifio -dice-, ut6 me
lo entreg6 moro, yo se lo entriego critiano. Lo que le en-
caigo e que le ensefie ei catecimo. Y tomando el hijo entire
sus manos, la madre, transportada de gozo, responded:
cha gracia, Comadre; Di6 me le di muchos afio de vida
pa que jaga much moro critiano,.
Y el padrino entonces, haciendo gala de su esplendi-
dez, con orgullo de no pasar por
o la marrana para el ahijado o pone en mano de los padres
la onza o el dobl6n con que ha de comprar el animal, base
de la crianza, y queda, desde aquel moment supremo, con
firmeza de roca, el vinculo del compadrazgo, que ni la muer-
te destruye. Desde entonces los compadres se descubrirdn
al saludarse, no refiiran jamis, y el ahijado tendrai que arro-
dillarse mas tarde ante aquellos que lo hicieron cristiano,
y dird <, poseido de santo
respeto, con esa devoci6n efectiva que s6lo puede hallarse,
con pureza de fuente, con dulzura de miel y con ternura de
AL AMOR DEL BOHIO
paloma, en nuestros campos, en donde no han sido conta-
minadas aun por los extravios de la civilizaci6n, nuestras
bellas costumbres; en donde el hombre es sano y jovial
como la naturaleza en cuyo contact vive, sin neurastenia,
sin pesimismos, pensando en Dios, viviendo del trabajo,
pendiente del cielo, que le da luvias, y de la tierra, que
le da cosechas...
EL RIESGO DE LAS PARIDAS
El progress va desmedrando lentamente los rasgos ca-
racteristicos de muchas de nuestras costumbres, pero el
colorido peculiar de esta que intitulamos EEl riesgo de las
paridaso, mantiene casi todos sus lineamientos psicol6gicos,
y aunque la ignorancia sea en gran parte la proveedora de
tintas en el colorido propio de esta original costumbre crio-
ila, nos seduce amablemente el cuadro porque sabe a cosa
nuestra, ya que de todos los pormenores que lo animan ma-
na, con dulzura de miles, la traditional poesia.
Mucho de patriarcal hay en la vida de esta buena gente
de campo que tiene en el hombre mis grave del lugar por
su edad, su posici6n y su experiencia, un director que da
buenos consejos, allana dificultades e intervene en la ce-
lebraci6n de compromises amorosos.
Pero vayamos a la costumbre. Desde que la ristica da-
ma nota el progress de la hermosura con que la naturaleza
realza la fecundidad de su amor en aras de la Especie, co-
mienza el ajetreo del . Las comadres se aprestan
para los regalos, y empiezan a legar los zapatitos de lana,
rojos como claveles, y las escofietas de arandelas semejantes
a pajaros que han alzado el vuelo.
La partera es avisada con tiempo para que prepare el
bebedizo,, brebaje depurativo que hacen con la substan-
AL AMOR DEL BOHIO
cia del
melao de abeja, aceite y recao duice*, nombre con que
denominan las especias, y que tomar la parida durante el
riesgo* como preventive contra el xtrabo de la criatura,
bien tibio todas las mafianas y al acostarse. El hacerlo con
tiempo responded a una previsi6n de la curanderia tfpica:
que no se tome sin estar bien curadow.
La hermosa dama se sirve de todas las ocasiones para
la compra, en el pueblo, de cuanto necesita para su canas-
tilla de madre. Y a este hace un .encaigo, y al de mas con-
fianza una encomiendax, que para el campesino no es la
misma cosa, pues encargo supone dinero dado para la com-
pra y encomienda es encargo con promesa de pagar luego el
valor de lo comprado.
Con tiempo es preparado el 4cazabe de parida2, que
es uno especial con ajonjolf, hecho en abundancia para que
no falte durante la cuarentena rigurosa.
El dia del parto ha legado. La alegria es mayor si se
trata de una primeriza, a pesar de los mayores peligros que
amenazan la iniciaci6n de la mujer en los designios de la
maternidad. Bien ganada tiene San Ram6n Nonato la vela
que flame6 al primer aviso doloroso de la naturaleza, ya
que su imagen permaneci6 con la cabeza en tierra mientras
no fue entonado el grito de navidad lanzado por la gargan-
ta de la misma criatura, que tan pronto nace tiene nombre,
siendo de rigor sponeile ei que trajo*, o sea el del santo
de ese dia, al cual nombre se le agrega el de alguno de los
parientes mis cercanos, con preferencia si ya han muerto,
en prenda de fidelidad a su memorial.
Y aquf comienza lo mis interesante: el papel de la par-
tera, mujer irresponsible, con muy escasa o ninguna noci6n
sobre la higiene del parto, que expone al peligro, con su
ignorancia, la vida de muchas criaturas. Lugares hay en
R. EMILIO JIMENEZ
donde bafian al nilio a los nueve dias, cuando eta fuera de
riego) y es cuando la partera lo entrega para recibir cla
paga. El ombligo es guardado cuidadosamente para cuan-
do el nifio cumpla los siete afios, edad en que lo recibe de
la madre para rasgarlo y adquirir por ese medio la virtud
secret que le .abre todo lo camino*.
Durante los nueve dfas quedan rotas las hostilidades
entire el aire y la recien parida. La cama es cubierta con pe-
sadas cortinas; no hay agujero ni rendija que no sean ta-
pados; un pafiuelo protege la cabeza de la hermosa; los
oidos son tapados con algod6n; nadie que se haya aserena-
do puede entrar en el cuarto. El aire es tenido como el
peor enemigo de las puirperas y hay que impedir que la
mis leve brisa entire en aquella cerrada habitaci6n.
Aquella mujer es cuidada como una reina. El agua que
le ofrecen es hervida, a la que agregan astillas de %jigiierow
seco y manzanilla, que preservan del pasmo*, seg6n dice
la gente. La sopa es de gallina, jamis de polio, a causa de
ser ,ste muy frio, sin auyama, porque puede trabarw
al nifio todo lo que proviene de bejucos.
Y hay una escena curiosa, pintoresca, llena de anima-
ci6n, que mueve a hilaridad al que la contempla sin vivirla:
la visits de las amigas y comadres. Algunas se convidan
para llevarle eel favor*, obsequio que consiste en pan, ca-
cao, cigarros y la gallina de rigor, la que ha de ser vieja
para que d6 buen caldo. Tan pronto llegan invaden el apo-
sento y piden que le ensefien el nifio, el cual, no bien ha
nacido, lo zampan en la 4hamaca de caj6n>, remedo de
cuna, que hacen de lona, mantenida en el aire por un par
de sogas pendientes de lo alto.
Y es un gusto el tiroteo de frases por el estilo: eSe dA
un trald a la agiiela*;
ecupi6*; *La boca e puritan de su mAmaN, y asl todas, cada
AL AMOR DEL BOHIO
cual a su sabor, le atribuyen semejanza con algin pariente,
hillenlo o no parecido al sujeto de la comparaci6n, por el
hibito que tienen de hablar much, sin que falte quien in-
tente despojarlo de la escofieta para satisfacer este capricho:
ver si lleva (buen pelo,, lo que hacen cuando el nifio tiene
de quidn heredarlo, o cuando se abriga alguna duda sobre
la fidelidad de la madre.
Y transcurren los nueve dias. La buena mujer toma
ya agua
barra de pesado azufre. Se va lentamente reconciliando con
el aire y sale a recibir la luz del sol. Su vista, reintegrada al
verde de los campos, se innunda de colors. Su palidez co-
mienza a ceder a las caricias de la naturaleza, que siembra
en sus mejillas nuevas rosas. Los perros de la casa acuden a
lamerle las plants, saltando de content, y el gato se le
acerca, mimoso, y vuelto una joroba le roza, con el rabo,
la falda. La cotorra, que estuvo a todas horas llamndola,
Ale da ei piojo*, y las gallinas esperan la suave mano cari-
fiosa que aprisionando en la tosca
de rubios granos, improvisa sobre el patio barrido desde el
amanecer, copiosa lluvia de oro.
Y corre el tiempo, alegremente, recibiendo regalos, tra-
tada como reina: las vecinas, lavindole de balde y plan-
chindole sin interns la ropa, pues todos quieren bien ser-
virla, hasta que un dia, el fltimo del riesgo, reconquista su
libertad y vuelve al conuco, a la cocina, y se bafia en el
arroyo, libre de blancos algodones sus oidos, sin temor al
nublado que la hacia correr al aposento a preservarse del
mal aire, rebelado el pelo contra la tirania del pafiuelo, y
reconciliada con la faena del marido, a quien ayuda a veces
en la siembra de granos el dia que sigue a uno de luvia,
cuando el cielo y las montafias aparecen con nuevo traje
R. EMILIO JIMENEZ
azul, con mis agua el arroyo, como un espejo el pelao,
redondo donde se revuelcan los burros, y el campo todo
enfiestado de trinos y de mariposas...
cletaw, arrojado las medias y coronado el pelo con una
rosa roja como el amor y alegre como el vino.
EL MORTUORIO Y LOS PESAMES RURALES
Es esta costumbre una de las que mejor ponen de relie-
ve la indole bondadosa de nuestros campesinos. Con una
pincelada revelamos su apego a las supersticiones y con
otra su inginita virtud hospitalaria, el culto que tienen de
la amistad, su amor al vecindario y su arraigada disposici6n
a servir.
Pero el empefio de servir no es una forma caracteristica
de desprendimiento. Por el contrario, son interesados pero
hacen, con mejor sentido praictico que el hombre urban,
un uso mis racional de su interns. Tratan bien al vecino
para merecerle igual trato. Dan porque esperan recibir;
ayudan para que les ayuden y resume en esta maxima esa
cualidad de su temperament: <
mi>. Lo cual no quiere decir que no tengan, en ocasiones,
rasgos de generosidad y de largueza. Con ser analfabetos en
su mayor parte, viven mejor que el alfabetizado la vida de
relaci6n.
Los vimos en sus manifestaciones de placer, veAmos-
los ahora en sus manifestaciones de dolor, que nada revela
tanto el sentimiento de la solidaridad humana como el do-
lor, freno contra los excess del egofsmo y drbitro en las
decisions de la conciencia.
Tan pronto enferma un vecino menudean las atencio-
R. EMILIO JIMENEZ
nes, y en los casos de muerte se suspended el trabajo en todo
el lugar y sitios comarcanos. Todos se mudan, por decirlo
asi, a la casa mortuoria, pues como ellos dicen: El amigo
se conoce en la caice y en la caman.
Cuando el enfermo #esti en las uitimas>, apresan
la res o el cerdo destinado a las atenciones del velorio, y
una vez que ha boquiado, se pasa a cuchillo el animal.
En ciertas parties son buscadas con tiempo cocinera y
director de cocina, apalabrados el matador y el que ha de
picar la care. En otras los vecinos se reparten, Ilegado el
caso, estas obligaciones. Manos hacendosas limpiaa la casa.
Una mujer del lugar, expert en carreglar los muertos,,
amortaja el cadaver.
En el acto en que ocurre la muerte se bota el agua que
contienen todas las vasijas, desde el pesado
el rdstico
el cuerpo del espiritu, se bafia 6ste en toda el agua de la
casa.
Las mujeres en duelo se encierran en un cuarto del que
no salen mientras dura el velorio, encerramiento que repi-
ten al noveno dfa, que es el sefialado para la
Durante los nueve dias no s61o estin a cargo de las
buenas vecinas las ocupaciones dom6sticas, sino que los
amigos se encargan de la faena del conuco, cuido de anima-
les y demais oficios ordinarios. Entienden que la pena es
sagrada y debe estar revestida de solemnidad. La reciente
herida no quiere trabajo, que el complement del trabajo
es la decima, el silbido y la i jaranan, y el cuerpo no esta
para eso. El duelo debe ser solemne y pide quietud, reco-
gimiento, como el nublado, luto del cielo, oculta el sol,
empaiia el azul, ahuyenta las aves y enfrena la alegria mien-
tras cumple su gran misi6n de lagrimas.
Y asf durante los nueve dias van por turno, de grupo
AL AMOR DEL BOHIO
en grupo, acompafiando de noche a los dolientes, durmien-
do en la casa en done s6lo se abre la puerta del patio
mientras dura la novena de rigor.
iQue fraternidad mis hermosa! El que no puede ir al
entierro facility el caballo. No va 61, pero presta servicio
su animal. Mientras los jinetes cargan la
tuoria, los de a pie descansan sobre las monturas de los
otros. No es necesario pedir auxilio: cuando uno empieza
a fatigarse, otro se interpone redimi6ndole de la carga, con
una espontaneidad que sorprende. Se disputan el servicio
como las hormigas el entierro de una mariposa caida en
desgracia.
Antes de sacar el cadaver todos tienen que ir a despe-
dirse de il. Si lo detienen frente a una casa, los duefios
arrojan agua al camino tan pronto se reanuda la march,
para evitar que muera alguno de la familiar, y si hay enfer-
mos en la cama es de rigor sentarlos mientras pasa el ca-
daver, para que el muerto no se los lieve, costumbre que
tambien es usual en muchos pueblos del pafs.
Al llegar a la entrada del pueblo abandonan la parihue-
la y llevan en andas el cadaver. La rtistica escalera debe
ser deshecha inmediatamente para evitar que muera pronto
uno de los del grupo. Es esta una superstici6n que mani-
festada de muchas formas: si cruje el atatid es indicio de
que pronto morira otro de la familiar en desgracia, y si la
casa es cerrada por alguno de los dolientes y no por un
vecino, un nuevo luto seguira al primero.
Pero lo mis interesante de la costumbre es la manera
original de dar el pesame, deber que cumplen los mis
distantes, a quienes no les fud possible concurrir al velorio.
Estas escenas son muy comunes. Durante la solemnidad
de la pena los dolientes no cesan de lorar, no por discon-
formes, pues ellos mismos creen que Dios les leva otro de
R. EMILIO JIMENEZ
la familiar si no acatan sus severos fallos, sino porque es
necesario <
no tenerlo quien hace economfa de lgrimas en aquellas
rigurosas pruebas de los nueve dias. Es un caso parecido
al de la novia, que como no lore al despedirse de los suyos,
dejara la amarga impresi6n de que (no siente,.
Por eso, el dia del velorio se convidan las mujeres para
gritar. Algunas hay con tan bien sentada fama de gritado-
ras, que tan pronto como han
segin una grifica expresi6n, se instalan en la cocina, en
donde ganan fuerzas para una nueva tanda gutural.
Es esto un remedo de las plafiideras griegas y roma-
nas, que eran pagadas para asistir lorando a los entierros,
s6lo que aquf es espontinea y gratuita la costumbre. Y asi,
no bien han lHegado a la puerta del patio las mujeres que
van a dar el pesame, se cubren la cabeza, algunas
dose el gaznate para afinar la voz y evitar los gallos impor-
tunos, y una vez en el aposento, en donde los dolientes es-
peran, se abrazan a estos gritando a pulm6n batiente.
Pasadas estas primeras efusiones de cordialidad sobre-
viene una escena muy tfpica en que la madre o la esposa
ponder Ia perdida sufrida al relatar las caricias, bondades
y hibitos del sujeto desaparecido. Recuerda la tribulada
esposa que nunca tuvo con 61
salir de casa no regres6 nunca con las manos vacias; que no
prob6 plato que no le dejara su sobrita, todo esto dicho
con esa ingenuidad del que vive extralio a las formalidades
y exigencias de la vida civilizada.
Dicen lo que les sale del coraz6n, con su adecuada
manera de expresarse, y hay sinceridad en todo aquello.
Recuerda la esposa cuando iban apareados muy de mariana
al conuco, e1 remangado el pantal6n de fuerte azul, ella
recogida la falda para no ccogei saipa. Trae a su memorial,
AL AMOR DEL BOHIO
asimismo, aquellas dulces horas en que ella le levaba el
cafe a la hamaca de soga donde solfa dormir la siesta con la
misma ropa de trabajar untuosa por la miel del tabaco o
afeada por las manchas de plitano.
Hasta las que gritan para demostrar un dolor que
no sienten, son sinceras en lo que hacen. Screen sencilla-
mente cumplir con un deber y ponen en el grito una sana
intenci6n que las redime del mote de hip6critas que injus-
tamente les aplican los que no han estudiado el caracter de
nuestros bondadosos campesinos. Al gritar creen en la ne-
cesidad de hacerlo para agradar a quienes necesitan sus
cuidados. Screen en eso como creen indispensable botar el
agua de todas las vasijas en la casa donde muere alguno.
Y los hombres, que no gritan, pero que se abaten, se
olvidan del trago en la vecina pulperia, y de sus gallos de
pelea por cuyo canto los distinguen de noche uno a uno,
cuando rompen a cantar de madrugada; y andan en el patio,
tristes, mitigando la pena con el humo del cigarro, que se
escapa por la boca de dientes amarillos, en cuyo labio su-
perior se impone la autoridad del bozoo,, donde descansa,
seg6n ellos, el respeto del hombre.
LAS FIESTAS PATRONALES DE ALDEAS
Son una original costumbre tipica. Desde la vispera
rompen el silencio aldeano los bronces de la rdstica torre
en cuya cruz hacen fiestas de alas las cuyayas. Los montes,
ajenos a usos de artilleria piroticnica, se estremecen con
la flecha silvadora del <, cuyo silbo, seco y pro-
longado, fije el modo de indicar silencio, al que sigue
la explosion que espanta potros virgenes de riendas y pone
a aullar mis de un flaco perro del villorrio.
Y la robusta moza campesina, que sube del rio sobre
manso pollino, reina entire cuatro calabazos, suelt a la risa,
fresca como el agua que la moja, al recorder el traje, y la
mofia de cinta, y las finas calcetas que estrenara al dfa si-
guiente cuando oiga la misa del patron en quien tiene pues-
ta toda su fe y a quien le ha pedido por la cosecha y por el
novio.
El alma apacible de la aldea parece entonces despertar
de un largo suefio. La tradici6n que vive en la sangre de la
sencilla gente se deslfe como pergamino enrollado que
desanda las vueltas circulares que aprisionan el encanto de
alguna letra antigua, y todo se prepare, entire aprestos culi-
narios y engalanamiento de calls, a la suerte del pr6ximo
dia.
Ha llegado el suspirado dia. Tras la primera clarinada
AL AMOR DEL BOHIO
de los gallos, el olor del caf6 se impuso a los aires frescos
de la madrugada. El gallo es el reloj del campesino durante
la noche. La juventud, que se acost6 pensando en la fiesta,
le ha discutido su prestigio madrugador a la vejez. De
todas parties llegan, con pelo incendiado de rojos claveles,
unas con cintas, otras encinta y las menos con rollizo nifio
a cuesta, las mas encantadoras mujeres rurales.
Rosarios de vivos colors tiemblan en las manos nervio-
sas de las viejas, que ocupan la parte superior del recinto
cristiano, en espera del pan eucaristico. Comienzan a lHe-
gar los jinetes que van
costumbre que va ya perdidndose a media que el auto
aconseja la jubilaci6n del caballo y da a las sillas de mon-
tar boleta de pase para su acogida en las piedades arqueo-
16gicas de los museos.
Todavia en algunas parties se conservan en toda su
pureza traditional estas carreras, y era un gusto para el
observador inteligente ver aquellas mujeres a piernas suel-
tas sobre los brutos andadores, abultada por el viento
la larga amazona, bello sombrero de paja sujeto al mofio
con pasador elegant, y a su lado montadores de oficio
que hacian gala de su arte levantando densas nubes de
polvo, a
De los pueblos mis cercanos, y a veces de muy lejos,
acuden en peregrinaci6n centenares de personas, unos esti-
mulados por el acicate de la fe; otros por la curiosidad de
ver much gente ridiculamente engalanada, los hombres
con gritonas corbatas de sangre en pechera de camisa en-
durecida a fuerza de almid6n, y las mujeres con largas cin-
tas en el traje abigarrado, y los pies engrillados por incle-
mentes zapatos
Da pena ver rostros angelicales venidos de la montafia,
R. EMILIO JIMENEZ
con los ojos azules como el monte que habitan, no adiestra-
dos ain en el arte de la picardia ocular, que llevan en sus
bocas lindfsimas -rojas porque sf, porque la naturaleza
las tifi6 de rojo- el pesado tuibano que mancha la pureza
de sus dientes.
En la iglesia no caben los fieles, y de sus naves son sa-
cadas, pilidas y sudorosas, algunas j6venes que fueron en
ayunas y cayeron desmayadas. Los atabales, con su repique-
teo tamboril, ensordecen, prolongando el ruido que man-
tuvo en un viejo chiquero alguna pobre cabra que ahora se
ve de esta guisa escandalizando despuds de muerta con
su estirada piel dispuesta sobre unos gruesos trozos de
madera sin coraz6n.
Las pulperias comienzan a vender a porrillo salazones
y pan malo, en cuya levadura no se asom6 la grasa, y este
incesante engullir care salada, el much sol y el largo
ejercicio, conspiran contra la existencia del agua en toda
la villa. Centenares de calabazos caen en las manos necesi-
tadas de frescura; las tinajas se rinden a la voracidad de
los sedientos. Llega un moment en que los forasteros pa-
gan a precio de oro un jarro de agua, sin lograr conseguirlo.
En uno de los tipicos bohfos que lucen como una rubia
melena la amarillez de sus recientes techos de cana, con
los setos sobrecargados de lujosos cromos de anuncios y
de retratos del caudillo predilecto de la casa, el acorde6n
democratic, la ruidosa tambora y el plebeyo giiiro inter-
pretan un <(merengue> que pone al desnudo el alma toda
del villorrio y obliga a los cuerpos a describir las mis osa-
das curvas de la geometrfa caprichosa de esos bailes.
Y cuando terminal el festival con la entrada de la pinto-
resca procesi6n, que recorri6 las principles calls de la
aldea, se ven, bajo los oros del creptisculo, entire las mis
AL AMOR DEL BOHIO
curiosas escenas, a unos pobres campesinos que regresan
cansados, pero contents, con los zapatos colgando del
hombro y los bolsillos llenos de tortas de maiz y otros dulces
con que van a obsequiar a los que se quedaron al cuidado
de la casa y de algunos acreditados gallos de pelea.
LOS ROSARIOS
No nos referimos al instrument de oraci6n y peni-
tencia que invent la ardiente espiritualidad de Santo Do-
mingo para simbolizar los quince misterios de la Virgen
Maria, sino a la costumbre conocida con el nombre de
Rosarios, congregaci6n de files para recorrer los cami-
nos, organizada por el fervor cristiano de alguna alma
temerosa de un castigo del Cielo, o por la angustia supli-
cante de pobres trabajadores que ven malograrse sus cose-
chas por la aciaga temeridad de una sequfa, y en ocasiones
por la audacia de algin embozado que fingiendo ardores
de vocaci6n asc6tica oculta bajo una mascarilla de fe su
judaica intenci6n de especular con la inocente credulidad
del campesino, pues las estaciones de la cristiana procesi6n
en la puerta de cada choza se hacen a cambio de algunas
monedas.
Los Rosarios son regularmente de noche. La concu-
rrencia, en su mayor parte, es femenina. La componen mo-
zas quinceafieras, entire las cuales hay algunas de hechice-
ras vocesitas atipladas que entonan a las mil maravillas
los tipicos aires de los rezos sin graves cojeras de afi-
naci6n; viejas curtidas en practices beatificas, que saben
de memorial el catecismo y libros de oraciones; jovencitos
cortos en medidas de aventuras, apenas iniciados en el
AL AMOR DEL BOHIO
abec6 de los arrests juveniles, y que conservan la timi-
dez propia de los que se han calentado much entire las
faldas de abundante tela con que fueron criados; mocitos
robustos de los que crecieron sin el abrigo de esas faldas,
hechos a vivir a sol y agua; ancianos mas que devotos,
fanaticos, y aun supersticiosos, que ni salen de casa, ni
hacen negocios, ni se casan los martes; rollizas mujeres de
campo, de recia came morena, con mas hijos que cuentas
en una de las <>, y por ultimo j6venes
pueblerinos que presumen de civilizados y que van al
campo con pretexto de penitencia a servirse de ocasiones
para sus planes de conquista, con quienes se avienen las
viejas rezadoras poco avisadas en achaques de mundo, de-
jandolos contraer con sus hijas intimidades que no pocas
veces paran en las mismas fronteras de lo prohibido.
Mis que para alumbrarse, para no rezar sin los cirios,
en recuerdo de las catacumbas, Ilevan las velas dentro
de faroles prismaticos forrados de papel, con un color en
cada cara, adheridos al extreme de un palo como de dos
metros de largo.
Los hombres estrujados por el tiempo cubren su cabe-
za, al no poder llevar sombrero, con el pafiuelo de madras,
amarrado a dos cantos. Uno de ellos va delante del grupo
con la cruz en alto, y luciendo pobre voz de baritone, ate-
norada a veces, va al lado de la cruz el mis circunspecto
y rezador, llevando en las manos el rosario de grandes
cuentas de palo heredado de algun tio con fama de virtuo-
so que tal vez ayud6 a bien morir a much gente y por
cuya camisa desabotonada asoman regularmente los esca-
pularios y medallas que lo libran de tentaciones. Es el que
olleva el tercio,. Por sobre su cabeza flamean los estan-
dartes que siguen a la cruz, y de su boca mal poblada de
dientes brotan, cascadas, las notas que reproduce el eco
R. EMILIO JIMENEZ
y cuya vieja melodia parece armonizada por la orquesta
trasnochadora de los grills.
Como en la 6pera, todo es cantado: salve, avemarfas,
padrenuestros, gloriapatris, letanias y versos compuestos
en alabanza de la Virgen. Es una larga series de arias y co-
ros que se suceden alternativamente entire el que lleva el
tercio y los que le responded. Lo inico que no cantan es
el Credo, acaso por no ser parte del Tercio de Maria, que
rezan ordinariamente despues de terminado aqu6l.
Como tres tercios componen el
quince misterios de Maria, origen del rosario, en cada
una de estas procesiones se canta complete la mistica ora-
ci6n del fundador de la orden de los dominicos.
Da gusto ver el entusiasmo con que esta sencilla gente
eleva sus preces a lo alto al s6n de una melodia de sabor
tipico, mon6tona y ramplona. Uno de los del grupo lleva
una pequefia imagen de la Virgen, por lo comuin mal ves-
tida, con alegre cara lustrosa y aire de mufieca antigua,
que besuquean millares de personas.
Las estaciones o descansos se hacen en los l1amados
G61gota, en donde se elevan tres cruces adornadas con
flores y encendidos papeles. Alli se detienen. La luz tem-
blorosa de los farolillos, que la irreverencia de la brisa
apaga a veces sofocando la elocuencia de los colors, dia-
loga con las estrellas, rosarios de la altura, y las luci6rnagas
unen a la de los cirios su tremula luz fosforescente. Es una
triple solidaridad luminica.
A poco se reanuda la march hasta llegar a otro cal-
vario o a la puerta de una casa, en donde, al resplandor de
un
de una lamparita de hojalata cuya tremula luz zarandea
la brisa, se hacen nuevos descansos.
AL AMOR DEL BOHIO
Los tenorios embozados van detris, cerca de algunas
mozas que con golpes de pecho pretenden compensar la
indiscreci6n con que a veces prestan oidos al requiebro
dicho cerca de la mantilla que defiende del rocio de la
noche la gloria deseable de una cabeza rubia.
A las voces coreadas m6zclase el ruido seco y mon6-
tono de la enagua almidonada, que hasta hace poco deno-
minaban . Muchas van descalzas en serial de pe-
nitencia, cojeando entire los duros terrones del camino,
que dej6 en actitud lastimadora el paso del animal sobre
el pozo que formaron las iiltimas lluvias y que una vez
secado dej6 la tierra en forma de amenaza.
Y asi prosiguen, hasta cerca de medianoche, hora en
que todos se dispersan escurri6ndose por veredas que re-
matan en bohios cuyas cocinas despiden ain el olor de la
batata asada que aguarda centre las cenizas calientes el
retorno de los cantadores, mientras turba el silencio de la
noche el ladrido de los perros al sentir pasos de gente
por el camino solitario y grimoso, o los golpes de alg6n
bebedor impenitente tocando, para que le abran, en la
puerta de alguna pulperfa, en busca de ron y de cigarros.
LA SINGULAR CORTESANIA CAMPESINA
En punto a cortesania nadie aventaja a nuestro hom-
bre de campo. De nifio gasta atenciones con vecinos y
extrafios, prestindose de buen grado a servirles, pues no
bien balbuce palabras se le ensefia a besar la mano a to-
dos los mayores, a quienes dice
arrodillarse. Y asf le vemos antes de que le apunte el
bozozo* y el requisite de la mayor edad decrete el ensan-
che del pantal6n hasta el tobillo, bajar con agil pie de su
montura para asegurar la espuela de la dama a quien le
hace compafiia, un sibado temprano, camino de la ermita.
Si el freno ajusta mal y el bocado baila con ruido
metalico entire los dientes del caballo, desciende del em-
bozalado pollino en que monta y corrige el defecto.
Y cuando la mujer no usa espuela sino vara para arrear
la bestia, es 61 quien gana, de pie sobre su aparejo, la
rama esquiva que le perfuma los dedos en pago del ultra-
je espinoso.
Sabe darle el pie con agil mano diestra; bafiaile el
caballo en el cercano arroyo, y en los sitios pantanosos de
la ruta, tomar la delantera para explorer el camino y po-
nerla a salvo de emergencia.
Y no es s6lo a la dama a quien se le confiara su cus-
todia, nuestro buen muchacho hace extensive su corte-
AL AMOR DEL BOHIO
sania a todas las mujeres que en la ruta han menester de
sus servicios, y a los hombres tambien, y lo hace con na-
turalidad, por virtud del propio hAbito, d6cil a una ley
escrita en su sangre y publicada en el ejemplo que ve desde
que nace.
El viento suave, acariciador de ramas, adulador y cor-
tesano, gasta menos ceremonia con las flores silvestres,
que nuestro hidalgo rustico con las personas de su afecto,
de preferencia si son damas.
En su casa se extrema en ser amable. Espera, prepa-
rado, la visit del amigo. Tan pronto le ve Ilegar corre
a su encuentro con franca risa de bondad, jubiloso ade-
min y aire simpatico. Toma de la rienda el caballo, no
permitiendo que el duefio lo ate a la rama del pr6ximo
drbol misericordiosamente sombrdo. Para el observador
consciente la mala sintaxis pasa disimulada entire la since-
ridad de las palabras como una serpiente por entire flores.
A poco la buena mujer que estuvo balanceandose a
golpe de pil6n para moler el grano, Ilega de la cocina con
sendas tazas de caf6 que los amigos toman alternando sor-
bos con palabras. El humo del liquid aromitico, espue-
la del pensamiento y cebo de la fantasia, lHena el ambien-
te de incitante olor festivo.
El visitante gasta las ceremonies de rigor con la espo-
sa de su amigo, sin omitir el elogio del caf6, que la buena
mujer disimula con el desquite de que otras veces lo ha-
ba hecho mejor, y agotados los cumplidos y el objeto de
la visit, visitador y visitado salen al barrido patio en don-
de el buen potro enjaezado espera la hora de partir liber-
tindose de moscas con la ancha cola batida a derecha e
izquierda sobre las ancas rollizas y lustrosas.
Desata el primero el caballo, tira de la estribera opues-
ta al lado de montar para que el jinete gane ficilmente
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la montura, y por iltimo se despiden con un fuerte apre-
t6n de manos que no cambiarfamos nosotros por los me-
jores ritos de la cortesania aristocritica.
En los caminos su mayor placer es saludar a los pa-
santes y detenerse en todas las viviendas a estrechar la
mano amiga, preguntando por todos los de casa, desde el
abuelo hasta el iltimo vistago de teta. La bestia de mon-
tura conoce esta costumbre de su amo, y quien la monte
que no sea su duefio, se expone a ir al suelo mal de su
grado cuando sdbito tuerza ella el camino para ir a dete-
nerse a la rnstica puerta de un bohfo.
Lo mismo se detendri repentinamente a cada encuen-
tro con un transeunte, por el hibito que hay en el campo,
de detenerse y gastar cumplidos las personas, las que van
con las que vienen, y a la inversa.
Para los campesinos es costumbre ineludible saludar
a todo el que encuentran en la ruta, seale o no conocido.
La omisi6n de un saludo la toman por ofensa inexcusable,
y no es extrafio que quien incurra en la falta sufra la con-
secuencia de ella al cabo de algunos afios, cuando le sea
negado un servicio que esperaba recibir de la persona a
quien un dia, por descuido o ignorancia de esa costum-
bre, dej6 de saludar en una encrucijada del camino.
Otra particularidad ofrece entire ellos el saludo: aun-
que en el trato amistoso se tuteen, cuando responded al
C6mo vamo,, de costumbre, deben decir: Muy bien,
Sy uted? aunque sea muchacho el que salude, pues los
chicos del campo se creen hombres desde que cumplen
los siete afios, a cuya edad no se desprenden el cigarro de
la boca.
En algunos campos se extrema tanto el miramiento y
la atenci6n reciprocos entire los compadres, que a media
que 6stos pronuncian el termino compadre* se descu-
AL AMOR DEL BOHIO
bren automaticamente, habiendo casos en que curiosos
como nosotros han contado hasta ciento las veces que
uno de estos faniticos se ha quitado el sombrero, pues el
empleo del vocativo es una rigurosa modalidad de su len-
guaje.
Siempre gentil, la cortesfa de nuestro hombre de
campo esta en todo tiempo a flor de oportunidad, brillan-
do en gestos, modales y palabras. En reclamo de pago por
deuda retenida mis de lo ordinario, disfraza hibilmente
su temor de perder la acreencia, aparentando tener con-
fianza en su deudor, dicho todo de tan final manera, que
desarma muchas veces la morosidad del tunante, el cual,
herido en lo intimo de su vanidad, se aventura a trazar
un pardntesis de honor a su bribonerfa, respondiendo
gentilmente a la demand.
Despide amablemente a los enamorados de sus hijas
cuando no le conviene aceptarlos en casa, y esquiva cere-
moniosamente todo trato con persona que le fuere anti-
pAtica.
El dar la mano es prenda de indiscutible don de socia-
bilidad. Si Ilega a velorio, fiesta o matrimonio, da tantos
apretones de manos como personas haya en la reuni6n,
y al despedirse repite la escena afectuosa sin omisi6n de
ninguna. A la gente de pueblo, que no se allana a imitarlo,
la tilda de orgullosa.
lo mira con recelo.
Es en extreme cortis con el peregrine que va a 61 en
busca de informes para dar con alguna casa. En seguida
sale al camino y le traza el rumbo, y ve el favorecido, en
aquel cuerpo quemado por el sol, un rostro amable, de sua-
ves Iineas bondadosas y ojos alegres como estrellas. Y si
el viajero fatigado le pregunta si esti pr6ximo al lugar
adonde se dirige, nunca lo desalienta con la declaraci6n de
R. EMILIO JIMENEZ
que esti lejos, antes bien lo reanima con esta t6nica frase:
, a la manera que el maestro de escuela conforta
el interns de sus alumnos diciendoles: <
que no lo sea.
Si es un extraviado que recurre a 61 buscando un prac-
tico para salir del sitio en donde se ha perdido, nuestro buen
hombre abandon su trabajo y sale delante del desconocido,
con la satisfacci6n del bien que hace, y no retorna hasta
haberlo puesto en salvo.
Encanta todo esto. En ocasiones la cortesia se con-
funde con la hospitalidad: es cuando franquea la puerta a
un extrafio que no sabe quien es y lo recibe con vivas de-
mostraciones de agrado. Quizas es un malevolo; pero lo
juzga bueno y le sirve, ofreciendole la taza de caf6, con
asombro del viandante muchas veces, cuando es ex6tico e
ignorance de las costumbres del pais en donde no esperaba
hallar corazones tan bendvolos en los lugares mis aparta-
dos y sombrtos.
Con la cortesanfa se defiende. Con ella triunfa en los
negocios, en el trato human, en el juego, en el amor. Con
ella resuelve conflicts. Habla mal pero piensa bien lo
que habla. Es ordinario y fino a la vez: ordinario como la
tierra que trabaja, pero fino como el fruto que nace en esa
tierra.
LAS ADIVINANZAS
Las adivinanzas son uno de los rasgos que mejor perfi-
lan el talent de nuestra gente menuda. A fuerza de ejerci-
tar la imaginaci6n en busca de analogfas para producer enig-
mas que han de ser descifrados con interns, ha adquirido
expedici6n y soltura en el arte de relacionar ideas. Es bien
curioso e interesante este juego imaginative en el que se
complacen tantas personas, muchas de las cuales han Ile-
gado a crear acertijos expresados con gracia y buen humor.
Persiste en nuestra memorial el cuadro de uno de esos
velorios del campo, en los cuales, para pasar la noche,
necesario es recurrir a medios festivos que conjuren el abu-
rrimiento de la velada, bajo el rancho alumbrado con lam-
paritas de hojalata o en el patio a la claridad de la luna, tes-
tigo de tantas escenas criollas desarrolladas en el scenario
de la noche.
Pintemos ese cuadro para destacar la original costum-
bre. Uno de los trasnochadores ha dicho:
vocid, vocie, vine a mi casa y me arrincon6. qiLa jacha! ,
profiere una linda boquita que perdio su olor a rosa con
la parda groseria de un cigarro, y luego escupe con ruido y
se enfrenta a todos con esta de su repertorio:
oAdivinenme eta cosa
que parece caballd,
R. EMILIO JIMENEZ
ei cueipo se come cru
y la cabecita ashA.
Hay un moment de vacilaci6n. Todos se miran unos
a otros hasta que una voz endrgica rompe el silencio:
cajuf! >' Bien lo sabia el adivinador, que tantas camisas de
listado azul manch6 sorbiendo el jugo del cajuil, y as6 tan-
tas semillas del sabroso fruto, recogidas por cajones ente-
ros debajo de la mata, o ganadas a sus compafieros de tra-
vesuras jugando a
Habla otro de los del grupo. Es un enamorado. Mien-
tras la causa de su tolerable locura -una preciosidad de
muchacha que hay en la salita de oraciones-- acompafia a
la mejor rezadora del lugar, suelta en el corro esta que
oyera de boca de su tfo:
<
negra como ei cafe,
habla y no tiene boca,
anda y no tiene pie*.
Hay una breve pausa interrumpida por una larga series
de incoherencias hasta que todos, picados de curiosidad,
se han atrevido a decir:
ta! dice con aire de satisfacci6n el enamorado, que por
cierto leva 6na en el pecho, olorosa a pachuli, para entre-
garla a la reina de su coraz6n.
En esto liega sifio Juan, el mis tfpico hacedor de adi-
vinanzas, que las invent con la misma facilidad con que
1. Cajuil -mal pronunciado cajul-, es el fruto del anacardo, de for-
ma de coraz6n y provisto de hueso, agridulce, astringente y manchoso (te-
refintdcco).
AL AMOR DEL BOHIO
amuela un cuchillo o canta una dcima criolla, y propone
la siguiente:
Dio con sei Dio no lo tuvo
y un hombre a Dio se lo di6,
y con Dio no habeilo jecho
sin ei no me quiere Dio*.
Esta sf que es profunda. Nadie chista. Repitala* -se
atreven a insinuarle-. El viejo reanuda la cuarteta y el
silencio se impone de nuevo hasta que un osado, un listo,
expert en descifrar acertijos, prorrumpe victorioso:
bautimo! Ciertamente, es el bautismo.
La reuni6n se ha hecho muy interesante. Cada uno se
empeiia por lanzar la suya. La misma nifia adorable que
moments antes encantara con su adivinanza del cajuil,
trajo al corro una nueva:
vine a mi casa, ia bailai se ha dicho!
Es muy vieja y todos han respondido a la vez:
ecoba! Y en efecto, libre del palo que la aprisiona, con
su talle alto y la ancha falda de flecos que hacen un ruido
semejante al de una enagua almidonada, la escoba da la sen-
saci6n perfect de una dama antigua, coqueta y bailadora,
que sale muy de mafiana a danzar en el patio, levantando
polvo con la falda.
De entire el grupo surge esta otra adivinanza que pone
muy en alto la ingeniosidad campesina:
Mientra tuve trip
no sabia comei,
R. EMILIO JIMENEZ
cuando me la sacaron
aprendf a bebei.
JAdmirable! El pensamiento va de objeto en objeto,
buscando, para deshacerlo, el nudo de aquellos intrinca-
dos lazos, hasta que uno de los adivinadores exclama con
aire de triunfo: < iEi calabazo!> Estaba descifrada.'
Y ahora una pausa, la del csancocho*, que dara nuevos
y poderosos motives para continuar la velada, espoleando
la imaginaci6n que pide este incentive para seguir la inte-
rrumpida series de adivinanzas.
Tras el uiltimo sorbo del tipico plato, han proseguido la
interrumpida series. La nueva tanda va a ser deliciosa. Hay
fuerzas para amanecer ode claro en claro,. El muerto no se
iri de donde estA y hay pan, cafe y cigarros suficientes para
desafiar la noche entera... Y viene la adivinanza del coco:
mandao que ei muchacho; y la del cguanimon:
amarrao, depu6 de sueito e que se ve atariaow; y la de la es-
pina:
contrd me puse a bucaila*; y la de la piedra de amolar,
cque da lo que no tiene, porque sin tener filo se lo da al
machete.
iEncantadora noche, a pesar del desencanto de la fami-
lia del difunto! Hay impresiones que duran largo tiempo y
que a veces persisten por toda una larga vida. No podemos
olvidar la linda boquita que de manera tan dulce proferia
sus adivinanzas. Ain nos parece ofrla cuando dijo:
1. Calabazo, fruto del higiiero, pronunciado generalmente con la h
aspirada. Por ser parecido a la calabaza, suele lamarse calabazo, el cual una
vez desprovisto de su gran mass interior mediante un hoyo abierto en la
pate superior, queda convertido en vasija rnstica en que se carga agua para
distintos usos.
AL AMOR DEL BOHIO
metidas, en un compa,
con la pierna para alante
y lo sojo para atra>.
y que no es otra cosa sino las tijeras, que ninguno de los
del grupo pudo adivinar; y recordamos igualmente cuando
lanz6 esta otra, tan original como la anterior:
<
quien lo usa no lo ve,
quien lo ve no lo desea
poi ma bonito que ete>.
O bien esta otra, muy pintoresca:
ceicada de blanca piedra,
la jizo Dio con su mano
y dej6 una mujei presa>.
Es la lengua, y aunque la adivinanza es ingeniosa, de-
cfa uno que no la admitia, porque no pueden hallarse pre-
sas en ningin caso, ni la mujer como lengua, ni la lengua
de la mujer.
Ninguno como aquella nifia para decir adivinanzas.
Prefiere las que estan en verso, porque le saben mejor. El
verso las sazona, les da un gracejo que nunca adquieren
con la burda prosa, y asi ella es quien domina en todas las
diversiones a que asiste. De sus labios brotaron tambi6n
estas otras, que merecen recordarlas: la de la mesa, expre-
sada en la siguiente copla:
R. EMILIO JIMENEZ
En ei monte fuf nacida,
cubieita de veide rama,
pero ahora soy sefiora
nacida de mis entrafia,.
y la de la sombra, que encierra much talent y origina-
lidad:
un gain entr6 con ella,
ni se ha dio ni eti aqui,
Sque se jizo esa doncella?,
Asi transcurri6 aquella noche, entire rezos y adivinan-
zas, el dolor explotado por el placer, mas no el placer a
veces con su rojo colorcito, sino el placer sano, porque
csta vez no habfa junto a la gravedad de la escena mortuo-
ria el cdlebre hacedor de cuentos picarescos.
Todo fue oraci6n, comilona y adivinanzas, y de estas
muchas, desde las mis simples y bobas que escuchibamos
de nifios, hasta las mis reveladoras del talent de nuestra
buena gente criolla, y que son, como ya dijimos, uno de
los rasgos mis salientes de la psicologia popular.
EL CAMPESINO ASTRONOMO
No podiamos dejar pasar inadvertida, en esta series de
trazos sobre las costumbres de la amada tierra, el modo
de obrar de nuestros campesinos en la predicci6n de los
fen6menos celestes que influyen en sus labranzas.
Es de lo mas curioso el studio de los medios de que
se sirve el campesino para predecir los meses de lluvia y
los de seca. El procedimiento adoptado para este genero
de predicciones es el Ulamado Cabafiuelas, que aqui difiere
del usado por el vulgo de otros pauses, pues la observaci6n
de las variaciones atmosfricas no se hace en los veinticus-
tro primeros dias de agosto o de septiembre para <
ticar el tiempo que ha de hacer en cada mes del afio siguien-
te,, sino en los veinticuatro primeros dfas de enero, que
dividen en dos cabafiuelas, Ia grande y la pequefia, para
conjeturar el tiempo correspondiente a cada mes del afio
en que se hacen las observaciones.
Observados los doce primeros dfas de enero, cuyos nd-
meros de orden correspondent a los de cada mes, el estado
atmosfdrico de esos dfas sera el que predominara en los
meses que cada uno de ellos represent, de manera que si
lueve el cuatro y hay ventarrones el cinco, esperan luvias
en abril y tempestades en mayo.
La comprobaci6n de este calculo se hace con la
R. EMILIO JIMENEZ
fia cabafiuela*, que consiste en observer si los dias de lluvia
o seca de la cabafiuela grande* se repiten en la Icabaiiuela
peciuefia*. Si no hay correspondencia queda en pie la duda.
Esta segunda #cabaiiuela) comprende los dias siguientes
a la primera, o sea del 13 al 24 del ya referido mes, ambos
inclusive.
En todos los pauses el hombre de campo hace observa-
ciones que le conducen a determinar, con mis o menos pre-
cisi6n, los cambios atmosfericos, de los cuales se aprove-
charon en la antigiiedad el sabio Plinio, el agr6nomo Pala-
dio y otras celebridades antiguas para dar reglas empiricas
sobre la predicci6n del tiempo.
Como el procedimiento ya descrito lo utilizan nuestros
campesinos para saber qu6 meses serin lluviosos o secos y
cuiles tormentosos, queda en pie la dificultad para preci-
sar en que dias de esos meses ocurriran los meteoros que
se esperan. Para esto se sirven de observaciones que hacen
sobre el aspect del cielo y en los animals y plants.
Tienen diferentes bar6metros. Uno de ellos es el cuer-
po resentido de achaques reumaticos, en el que influye la
presi6n del vapor acuoso, una de las causes de la lluvia, y
de id6ntica manera los calls y los huesos que han padecido
rotura, demasiado sensibles a esta presi6n.
Hace tambidn las veces de bar6metro la lombriz de
tierra, cuando en 6poca de sequfa esti fuera de su cueva,
reptando sobre el blando limo que ha extrafdo del interior
del suelo durante la noche. Tal fen6meno es tenido como
serial de pr6xima lluvia.
Si en tiempo seco el agua de los rios sube varias pulga-
das en la barranca de las margenes, la lluvia no dilata. Si
durante el mismo tiempo el rio ronca much de noche,
el agua esta para caer. El observador rural no tiene que sa-
ber que la atm6sfera sobrecargada de humedad favorece la
AL AMOR DEL BOHIO
trasmisi6n del sonido: le basta con saber que el mayor rui-
do de los ripidos es indicio de cercana lluvia.
Tambien suelen escuchar en determinadas horas de la
noche el ruido de las puertas de trancas en los predios veci-
nos, que s6lo puede escucharse dentro de ciertas condicio-
nes atmosfericas, precursoras de tiempo lluvioso, o el la-
drido de un perro situado a gran distancia del sitio en don-
de se percibe.
Observan, asimismo, que mientras cae much sereno
persiste la terquedad de la sequoia. Si la luna nueva muestra
hacia arriba la plata de sus cuernos, se prolongara la indi-
ferencia de las nubes, y si los cuernos miran al sur, sobre-
vendrAn caricias de buen tiempo.
Otro indicio de lluvia es el vuelo demasiado bajo de la
golondrina; la subitAnea aparici6n de hormigas de alas sin
haber condensaci6n; la presencia de c6mulus en el ocaso
del sol, despuds de haber aparecido estos en el orto; las ne-
blinas cuando ha salido el sol y que pronostican sequfa
cuando le preceden, y otras muchas cosas mis que se esca-
pan a nuestra memorial.
Hace las veces de higr6metro el <
cabello y el pelo de algunos animals en los cuales observan
ellos el efecto de la humedad atmosferica.
Pero de lo mis curioso e interesante que en este orden
de ideas se ofrece a la consideraci6n del que gusta de estas
costumbres, es la observaci6n que del canto del gallo ha
hecho nuestro rdstico habitante. Estando nosotros en el
campo, huespedes de una placida vivienda, en donde bri-
llaba la conformidad, nos dijo sonriendo el duefio de la
casat <
ya yo habia echao do suefio>. Aquello, que parecia una bro-
ma, una humorada, contenia una incuestionable verdad de
observaci6n: los gallos no cantan de la misma manera en
R. EMILIO JIMENEZ
todo el curso de la noche. A media que va perfilindose la
madrugada, van siendo mis dulces las notas del clarfn em-
plumado, mis llenas y mis alegres. La proximidad del dia
va comunicandoles nuevos encantadores matices de expre-
si6n. Esto lo sabe el campesino, y mis adn si es gallery,
y quien no est6 en los secrets de semejante observaci6n
no podra explicarse c6mo el duefio de la rdstica vivienda
donde hallamos una vez carifiosa hospitalidad pudo decirnos
que habia echado dos suefios cuando rompi6 la primera
clarinada galleril.
De noche, no s6lo saben orientarse en el mar de la som-
bra por la luminosa brnjula estelaria, la estrella polar, sino
que precisan las horas de la noche con una exactitud mara-
villosa, guiados por la observaci6n de las estrellas.
Cuando viajan en dias lluviosos la palma les sirve como
instrument de orientaci6n, observando la inclinaci6n del
cogollo, invariablemente al este.
Si en 6poca de sembrar frijoles, el sol
que brillanw, frase que design la conjunci6n del sol con
Las Cabrillas, se abstienen de sembrarlos, porque la cose-
cha se malogra.
Si lueve en luna nueva lloveri igualmente en los
demis cambios del satlite.
Asf, pronosticando el tiempo por el conocimiento em-
pirico de las leyes naturales, nuestro hombre de campo,
a semejanza de los pastores caldeos, egipcios, griegos y ro-
manos, estudia en el libro abierto de los astros, conoce el
lenguaje de las nubes y la voz de los vientos, y diri siempre,
con las pupilas dilatadas en la visi6n de las alturas: cSefia
en ei cielo, novedi en la tierra>.
LOS JURAMENTOS
Es dificil apreciar tanto el caricter de un hombre como
de un pueblo, si no se conocen todas sus costumbres.
El habito de acreditar la palabra con el juramento, co-
mun a todos los pauses, reviste entire nosotros ciertas par-
ticularidades que imprimen valor original a esta costum-
bre. Es de Io mis respetado, por el campesino sobre todo,
para quien el juramento es un culto que rara vez profana.
Es bien curioso: no es grave falta hablar una mentira,
lo grave es jurar en vano para sostenerla. Asi, los tenidos
por embusteros no pueden afirmar o negar lo que dicen si
no lo acreditan con el juramento.
<
semblantes de sus contertulios las sefiales de la desconfian-
za-.
la duda de sus compafieros-. < -dice un
tercero entrelazando sus manos para former cruces con
los dedos, besandolos en serial de reverencia.
amaneca yo vivo con tai que asi no seal --se atreve a pro-
ferir otro, convencido del valor que va a tener con eso su
relato- y asi logran interesar la atenci6n de los demas
hacia lo que dicen, hacidndose escuchar con interns.
Si procede de labios de mentirosos la relaci6n de un
hecho que se ignore, al conocer la procedencia del infor-
R. EMILIO JIMENEZ
me los interesados suelen preguntar: Y lo jur6? Si la res-
puesta es negative, el rechazo es inevitable.
Harto comin es oirle decir a much gente cuando duda
de las hazafias relatadas por alguno:
Si la verdad anda mal parade en la relaci6n, el aludido res-
ponderi en estos o parecidos tirminos:
siempre tiene uno que tai jurando to lo que dice. Al decir
esto, -le responden- y tiene que
callarse.
La trascendencia del juramento estriba en la convicci6n
profunda que se tiene, de que el perjurio conlleva, inevita-
blemente, la desgracia del que incurre en 6l. Asi, el que
jura por la vida de su madre que es cierto lo que dice, vera
la muerte de ella si profana la verdad.
Es imponente y grave el juramento en que se com-
promete la suerte de la familiar. Vacilaria much antes de
jurar en vano el que lo hace por la salud, el bienestar y
el honor de su familiar. Su profunda sumisi6n a la dignidad
del juramento le veda echar carga tan pesada a su concien-
cia. Prefiere delatarse a si propio antes que ver cumplida
en uno de los suyos la desgracia provocada por un acto
de cobardia criminal, como lo serfa la comisi6n del perju-
rio en circunstancias tan odiosas.
Para todo hay juramentos. Los emplea el que se rinde
al impulse ciego de la pasi6n: si ama, si odia, si juega, si
trafica con Ia polftica, si cae en la tentaci6n de una vengan-
za; si lo exalta la fe o lo deslumbra el patriotism. Aun
el mas aferrado a la sumisi6n a la verdad jura a veces, no
para acreditar su palabra, que no lo necesita, sino para
comprometerse a consumer un sacrificio.
Pero hay juramentos mudos, de una solemnidad dra-
mitica terrible. Si el deudo de una victim de asesinato
toma en sus propias manos el arma que sirvi6 para con-
AL AMOR DEL BOHIO
sumar el hecho, se obliga a vengar el crime con la misma
arma. Desde ese moment su vida entra en franca simpatfa
con la tragedia.
Conocida es en esta ciudad la historic de un gallero
de oficio a quien le arrimaron un palo en la cabeza privan-
dolo del conocimiento por algunas horas. Repuesto de su
aturdimiento recogi6 el palo del suelo y desapareci6 del
lugar. Al afio siguiente, en la misma fecha y en la misma
gallery le propin6 a su ofensor un tremendo garrotazo y
luego, con aire de satisfacci6n y de orgullo, arroj6 el ins-
trumento de su venganza a los pies de su victim, y como
si tratara de completar con una frase la elocuencia muda
de su obra, se atrevi6 a decirle: vY coja su garrote.
La vida amorosa del pueblo esti Ilena de las mas cu-
riosas y originales formas de juramentos. En el campo, el
enamorado teme no ser crefdo por la dama de sus suefios y
le hace protests de fidelidad con d6cimas como 6stas:
y pongo a Dio poi tetigo
que me he de casai contigo
si me correponde tdi;
doblao como ei bambui
me vera siempre a tu pie,
te juro poi San Jose
que otra pa mi no ha nacio,
y si tu quiere, amoi mfo,
contigo me casare.
Te juro todavia ma,
poi todo lo que yo quiero,
poi mi mama que venero,
R. EMILIO JIM6NEZ
poi mi querido papa,
poi mi agiielo que me di
dinero pa que trabaje,
poi ete nombre que traje
ai mundo cuando nacf,
que en dicidndome que si
me mando a jasei ei traje*.
Y la enamorada virgen campesina sabe tambi6n, cuan-
do ha dado su amor al elegido de su alma, jurarle que lo
quiere. Mientras sus labios no se abran como bot6n de
rosa para dar el perfume del juramento, el amante temeri
caer en las frialdades del olvido. Entonces ella le diri:
poi ese Dio que me eti viendo,
que como td me siga amando
te seguird siempre queriendo>.
EL COMADREO O EL HABITO DE HABLAR
MUCH
La mayor parte de nuestra buena gente de campo des-
conoce el valor del tiempo y de ahi el hibito muy arraigado
de gastar una o dos horas para tratar un asunto baladi
que no require sino la brevedad de un minute para ser
resuelto.
Los que tienen a su cargo oficinas piblicas en donde
se trabaja much, estin continuamente expuestos a sufrir
la plaga de cuantos no hacen sino volverse lenguas para
hacer una consult, solicitar un servicio, elevar una instan
cia o someter un caso que exige oportuna soluci6n. No
tienen idea del perjuicio que ocasionan con esta mania
agotadora de paciencia. Es su privativa manera de con-
ducirse en el trato human, y en esto no hay afectaci6n
sino naturalidad. Hacen lo que han visto hacer a sus
mayores.
Si van a vender el tabaco, comienzan por decir que no
tenfan posturas, pero que las debieron a la bondad de un
compare suyo. Aquf se inicia la historic de su cosecha.
En seguida, que le cay6 el gusano cSiete de orow, Ulamado
asi por que produce en la hoja del fruto manchas amarillas
semejantes al naipe de ese nombre.
Agregan que tuvieron que gastar much en el rancho
y en la
R. EMILIO JIMENEZ
granizadas, no omiten el dato; si vientos que abatieron mu-
chas plantaciones, tampoco; y asi, cuando vienen a con-
cretarse a la venta, ya el comprador se halla aburrido bajo
el peso de un largo discurso a manera de pr6logo de la
operaci6n commercial.
Si se trata de la venta de un caballo, sale al scenario
oratorio la relaci6n complete de la historic del bruto. For-
zoso es decir que es hijo de la betia mora o baya del
tio, y del caballo trusillow del compare predilecto.
pagud a un montador, --dicen- pa que lo amansara; e
natural, pica bien, no se tranca, ni se resite. No maca freno,
ni recula, ni tropieza, ni se pisa lo pie*. A todo esto hay
que agregar las veces que anduvo con bestias cuando era
centero, los hijos que tuvo cuando fuh encastado, y una
larga series de pormenores que bastan para importunar al
mis valiente imitador de las virtudes de Job.
Hace poco observamos, en el taller de una modista, el
caso de una campesina interesada en la hechura de un traje
para servir de madrina en un bautismo. Comenz6 por ex-
plicar lo que deseaba, y a cada nuevo parrafo exclamaba:
JT: entiende como e? Quiso la modista abreviar el discur-
so y trajo un figurin, pero la parroquiana le interrumpi6
dicidndole:
venfo a que me jagan una faida y una chaqueta*.
Era una de esas virtuosas mujeres del campo, rezado-
ras consuetudinarias, rebeldes a las modas, que dicen ser
inventadas por el diablo para conquistar almas, y que man-
tienen su habitual manera de vestir, porque, seguin una
expresi6n muy usual, ola que eti pendiente de much aran-
dela no eta rezando, y la que va muy empeichi a la iglesia
tiene do pecao encima: ei que ella buca y ei que le jace co-
metei a la dei lao, que no rezari, viendo la privond de la
otra.
AL AMOR DEL BOHIO
El vestido lo quiere
estrecho, ni largo, ni corto, sino ai cueipo>. La chagueta,
y hasta la batata de la pieinaw. Lo tratan a todo costo, y
cuando cree la modista que no hay que agregar una palabra
mas a lo ya convenido, la buena mujer profiere:
le pone el jilo, lo botone, un vivito y lo demia, y hace una
regresi6n a todo lo hablado y convenido, animindolo de
nuevo, hasta que la modista, avezada al trato con gente
de esta calafia, se vuelve a las demas que la esperan y deja
a la mujer plantada en su discurso, con la palabra en la
boca>, segin expresi6n corriente.
Esta costumbre no es s6lo del campo sino tambi6n
del pueblo; pero en el campo es donde adquiere princi-
palmente el sello particular que la perfila. Por eso nos li-
mitamos a este aspect de su colorido.
Como hablan, gesticulan. A la abundancia de t6rminos
correspondent abundancia de gestos, copiosa labia y exage-
rada mfmica. No conformes con la acci6n a distancia, se
acercan al oyente hasta tenerlo al alcance de las manos
y asi, en la viveza de un relate, no s6lo le tocan por las
piernas, si hablan sentados, o por los hombros, si parados,
sino por el vestido, dandose el caso de desprenderle hasta
los botones, muchas veces, cuando se trata de ,ccuento a
lo vivo>.
Hablan much porque son sanos y viven conformes
con su suerte; porque tienen el optimism de la natura-
leza fecunda, la alegria del campo verde en donde habitan,
en el que cada arroyo es una boca reida eternamente.
Amparados en Ia irresponsabilidad de su incultura,
irresponsabilidad gramatical incompatible con toda pre-
ocupaci6n de forma, dicen cuanto les viene a la mente,
R. EMILIO JIMENEZ
sin que la libertad de expresi6n los leve a exteriorizar lo
que pueda comprometerlos o perjudicarlos.
En political hablan much, pero todo lo dicen por ro-
deos, conocedores de que una opinion imprudente puede
traerles disgustos; y en cuestiones de justicia, al ser reque-
ridos como testigos de un hecho de sangre, hablan dema-
siado, pero niegan haber visto lo que vieron, y oido lo que
oyeron. Estaban en el lugar del hecho, pero ocupados en
otra cosa mientras 6ste corria. Oyeron la discusi6n sin
asuntar>. Vieron la victim en el suelo, mas no la vieron
caer. Y todo porque piensan que el declarar en contra de
una familiar es
campo debe estar bien con todos. De ahi lo carifiosos que
son. Como el exceso de hojas es la mejor protest de ro-
bustez y gallardia en el Arbol, inspirador de la sana placi-
dez de los campos, el hablar much es la mejor protesta-
ci6n de fecundidad en el carifio.
TERAPEUTICA POPULAR
La costumbre de dar remedies es una de las cualidades
mas salientes de la psicologfa popular. Todos dan reme-
dios y hay remedios para todo. No sabemos si es de origen
espafiol o de factura criolla este pareado:
todos tenemos un poco
que con frecuencia empleamos para significar lo dados que
somos a las recetas y a las rimas. No hay achaque de salud
que no halle a tiempo su formula de curaci6n gratuita, .o-
mo no hay manifestaciones de afecto que no encuentren
adecuada expresi6n en algunos renglones medidos y ri-
mados.
La idea de lo especifico contra determinada enfermedad
la expresa el vulgo con las siguientes frases: ,
#Es un cuchillo>. Y cuando no bastan los recursos de la
medicine casera, se apela al curandero o al medico. Por
lo general nuestra sencilla gente, tanto la del pueblo como
la del campo, tiene mis confianza en su terap6utica de ba-
rrio o de sabana que en la ciencia m6dica. Afortunadamen-
te han desaparecido muchos remedies sucios y repugnan-
te, tales como la orina, que hasta hace poco fue la panacea
R. EMILIO JIM.ONEZ
contra todas las enfermedades, pues era tanto de use inter-
no como externo, y asi se tomaba para catarros, indiges-
tiones y otras dolencias, y se aplicaba exterlormente en las
Ilamadas xfletaciones* o fricciones en la piel, desde la ca-
beza hasta los pies.
Casi todo el valor farmacol6gico vulgar reside en la
superstici6n y en las cplantas de la tierra>, expresi6n pleo-
nistica muy en boga entre.los campesinos. Asf, para la cu-
raci6n de la erisipela es de uso corriente apresar un sapo y
frotar con 61 varias veces la parte afectada, despues de lo
cual se cuelga de la rama de un Arbol en la confianza de
que el mal ira cediendo a media que el animal vaya dese-
cindose.
Contra el raquitismo es practice conocida hacer un
hoyo en tierra para introducir en 6 la criatura, despues
de friccionarle las articulaciones con manteca de culebra.
El nifio permanece en el hoyo, bajo la ira solar que afirma
el lustre de la grasa sobre el fliccido cuerpecito, hasta que
el sudor le bafie la piel, que el astro del dia enrojeci6 como
un tomate.
Contra la hernia umbilical se hace en un tronco de
almicigo una abertura igual al didmetro del ombligo, en la
que se introduce dicho 6rgano y con ese tratamiento dicen
muchos curar la enfermedad.
Para la disenteria se prepare un
lla de aguacate y jugo de cajuil, dos astringentes poderosos,
y se toma a grandes dosis.
Las fiebres malignas son atacadas partiendo por mitad
un polio vivo cuyas parties se aplican como plantillas al
enfermo. Si la came del polio ennegrece es serial de muer-
te segura.
Contra el lamado
rdticos tales como el agua del coco, infusiones de raiz de
AL AMOR DEL BOHIO
, de ccbarba de maizn, de hoja de patilla y de hoja
de ~bruja> o ; pero el mas active de todos es la
tisana de grillo. Con este remedio,
ponderando su eficacia.
Cuando el enfermo pierde el habla se le aplica estiercol
de paloma en la garganta. Contra la picadura del
pie> se emplea la sustancia del mismo aricnido, con-
servado en aguardiente, con lo cual sigue la gente la mi-
xima de la medicine clasica:
(los semejantes se curan con los semejantes). Asi contra
el ardor de las quemaduras el remedio es acercar al fuego
la parte abrasada, porque, como se acostumbra decir:
clavo saca a otro clavo>.
Contra el orzuelo lo mis usual es aplicar al ojo enfer-
mo el rabo de un gato negro, o un anillo calentado previa-
mente al roce con la mano.
Los nifios graciosos se hallan expuestos a ser aojados
y para evitar el
los pequefiuelos usan en la cadenita cefiida al cuello o a la
mufieca.
Las paridas que dan poca leche toman tisana de hoja
de ram6n, y contra el ahoguio nada hay como el cigarrillo
de la flor
Los quebrantos del est6mago tienen en el campo una
terminologia especial:
ro>, malestar producido por la acidez en el est6mago;
lajo>, empacho gastrico; y
dispepsia. Contra todas estas enfermedades se usan dos ho-
jas de tabaco puestas en cruz sobre el vientre, la infusion
1. Planta solanicea silvestre.
R. EMILIO JIMENEZ
de oregano, la cflor de sabana> o excremento de perro,
seco, y la mar de brebajes.
Todo dolor dificil de localizar lo denominan (viento
con sangre. (Cuerpo cortao> es el malestar precursor de
la fiebre, o la destemplanza que su efecto produce. Contra
la fiebre se toma infusion de borraja, y de raiz de lim6n,
excelentes como sudorifico; las Afletaciones>> de zabila y
un sinndmero de remedies.
El encerramiento por muchos dias es una de las pres-
cripciones mis usuales, asi como la suspension del bafio,
que en los casos de gripe require cuarentena rigurosa, ya
que el <>.
Y vayamos a lo mis interesante: el ensalmo. Son mu-
chas las enfermedades cuyo tratamiento se practice de ese
modo. El ensalmo contra el reumatismo se opera frotin-
dole al paciente la parte adolorida en tanto se pronuncian,
repetidas veces, las siguientes palabras en verso:
su mujei me debe a mi,
yo aprieto a la mujei de Prieto
y Prieto me aprieta a mf,.
Hay otro ensalmo muy curioso contra la pesadilla:
<
que duimiera y depeitara,
que la pesadilla tiene
una mano agujeriada*.
Esto se dice a modo de oraci6n y al acostarse como
preventive magnifico contra la angustia de los suefios pe-
sados.
AL AMOR DEL BOHIO
Pero el mas c6lebre de todos los ensalmos es el que se
aplica a las mujeres que sufren de
nervios. Mientras la insultada es presa de las mis violen-
tas convulsiones se le coloca un peine dentro del seno y
se le dicen al oido, estas palabras:
Dios, que hay Hijo, y que hay Espiritu Santo, que serdn
eficaces si el paciente las ignora; y si se sospecha que el
ataque es simulado, como sucede con frecuencia bajo el
influjo de los celos, se le dicen quedamente al oido ciertas
palabras, dando a entender que algo se le esta viendo y es
lo suficiente para que la enferma se reponga, apresurin-
dose a ordenar su vestido para poner a raya la indiscreci6n
de los curiosos.
Como es natural los ensalmos produce casi siempre
la curaci6n deseada porque obran directamente sobre la fe
de las personas, de la misma manera que la autosugesti6n
consciente del doctor que produce maravillosos resultados.
Podriamos extendernos mostrando, a titulo de curio-
sidad, los diferentes tratamientos seguidos contra todas las
enfermedades; pero tal labor serfa obra de muchas paginas
impresas y nuestro objeto no es agotar toda la farmacopea
popular, sino trazar las lines generals de ella, empefiados
en hacer, con fidelidad de expresi6n colorista, la pintura
original de esa costumbre.
LA LAVANDERA CRIOLLA
No es el mismo en todas parties el habito de lavar ropa.
La lavandera criolla es un tipo de obrera digno de que se
le dedique pagina especial en esta series de trabajos en-
caminados a poner de relieve las costumbres tipicas domini-
canas.
Este oficio propio de la mujer fuerte formada en el
habito de luchar contra la miseria, tiene para los que
observan la parte bella y noble de las cosas, un interns
moral conmovedor.
El cuadro de una lavandera es admirable. Un sello de
conformidad y de resignaci6n que la hace atrayente. Con-
naturalizada con las espinas del camino, tan familiares a
su pie descalzo, no siente la ira solar reflejada en los gui-
jarros de la playa, ni le aqueja el tormento de la luvia, so-
portada a plomo sobre su cuerpo, camino del rfo, con el lio
de ropa a Ia cabeza.
Los primeros rayos del sol sorprdndela casi siempre
bajando la cuesta, al pie de la cual pasa hilando alburas la
corriente. Lleva entire el lio de ropa las de jab6n
de pino, de blanda pasta de oro, , inflama-
ble y aromatico; los cuadritos de azul para acentuar el
blanco mate de la ropa; y el cantaro de lavar, destinado a
AL AMOR DEL BOHIO
hervir las piezas de vestido contra la rebeldia de las man-
chas de polvo.
Y va content, saboreando un (cabo e tubanoo des-
puts de various sorbos de cafe viejo, colado por ella misma
en la afieja cocina enlutada de hollin, por cuyas rendijas
tapiadas de encajes de araila, dibuja el sol figures de oro
cambiantes y grotescas.
Ya en el rio desnuidase, y en vez de cubrir todo el bajo
vientre y parte de los muslos con la traditional pampani-
lla, vela sus muslos con la honest camisa, consentidora
del agasajo libre de los vientos.
La primera ropa que lava es la que llev6 puesta, para
regresar con ella limpia. En las tres piedras del fog6n, con-
denadas a eterno luto, en donde acumula la mejor lefia para
la actividad del fuego, asienta el cdntaro de lavar destinado
a hervir la ropa.
Lo primero que hace es mojar las piezas sin jab6n, para
reblandecerlas. Seguido lde da el primer ojo*, o primera
enjabonadura, en la ancha batea de almicigo, blanqueada
por el continue roce. En la restregadura mezcla el jab6n
con
ticas que imparten color cetrino a la espuma que rebasa los
bordes de la batea.
Luego, doblada hacia Ia piedra de lavar mantenida en
forma de piano inclinado sobre el soporte de otras piedras,
golpea la ropa para libertar la mugre, en un vaiv6n conti-
nuo, acompasado y ritmico, o bien con la paleta, utensilio
de madera, cuadrado u ovalado, provisto de mango, que
nos embelesaba cuando de nifios extrafiibamos desde la
orilla opuesta, sin saber la causa, que el ruido producido
no Ilegaba a nosotros sino despuds de haber observado
el golpe del instrument en la ropa tendida sobre la cara
oblicua de la piedra.
R. EMILIO JIMENEZ
Encantadora edad aquilla, en que no nos explicibamos
tampoco por que se multiplicaba a lo lejos el ruido de la
paleta y nuestro grito en las dulces horas que transcurria-
mos en el liquid, zabullendo y partiendo el agua con las
piernas lanzadas con violencia sobre la superficie del rfo,
al tiempo en que brotaba del herido cristal, como vidrios
rotos, la golpeada linfa que el sol arcoirizaba por un ins-
tante en el aire. A esto le Ilamamos #panqueo>, y era di-
vertido, y placentero, y hermoso, echarnos a la corriente y
embestirnos a pancada limpia con estridencias que ponian
espanto en las garzas, que al oirnos abrian con tardo vuelo
sus alas nfveas para ir a situarse en otro punto de la
playa en acecho de una joya escamosa.
Despu&s, a la maltratada ropa ,
la hierve en seguida, y si con esto no blanquea lo suficiente
para terminar la operaci6n, la
de la orilla, impregnada de jab6n, hasta que, libre ya de im-
purezas, la enjuaga para azulearla y tenderla entonces so-
bre la verde maya o el empedrado natural que se tiende
entire blandos encajes de juncos, de cafias y de helechos.
En la operaci6n de hervir la ropa se sirve de un palo
con el cual remueve las piezas dentro del cantaro. En las
brasas, que armonizan con el dorado
na de ruisefiores, con que se regalan los chicuelos, se cuece
la batata y es asado el arenque.
No es una sola la que pone a la vera del rio su nota de
trabajo. Son muchas amigas y comadres del mismo oficio.
Tienen un lavadero comdin y conservan, sin que nadie las
toque, sus respectivas piedras de lavar. EstAn todas jun-
tas, y mientras lavan gastan su buen humor en hablar mal
de las sefioras a quienes sirven y cuya vida tiene a veces
lados flacos, por donde pueden introducir la tijera de la
AL AMOR DEL BOHIO
maledicencia y cortar de lo lindo en la tela complicada de
la reputaci6n.
Algunas ponderan la tacafieria de su
que siendo tan rica le regatea un centavo al precio de la
docena de ropa, y si por desgracia chamuscan alguna pieza,
o algun burro le come un corpifio en la maya en donde lo
han tendido, tienen que reparar el dafio.
Todo lo saben y lo dicen. El rio es testigo del relate
de todo lo que ocurre en el onden privado. Dirfase que
quieren, no s6lo redimir de impurezas la ropa, sino lavar
tambidn las vidas ajenas en el agua viva de su lengua impla-
cable. Esto es un desquite por la eterna humillaci6n en
que viven, soportando el peso de su inferioridad social.
Otras veces cantan la vieja copla que aprendieron de
nifias:
en lo romero tendiendo,
los angelito jugando
y ei rio siempre corriendo>.
Y no miente la copla, porque casi siempre esta heroica
mujer es madre de muchos hijos y se leva al rio los meno-
res, los cuales pasan las horas dentro del agua, pescando
camarones debajo de las piedras o jugando zamos>, el
fruto de una leguminosa de frigil corteza de color pardo
oscuro, que sobrenada en el liquid y les sirve de
para divertirse haciendo apuestas, o bien recogiendo, por
via de selecci6n, los pintados guijarros para el
chinas>.
La necesidad de ganarse la vida (pues muchas de ellas
mantienen a los hombres con quienes viven), la obliga a ir
al rio en los uiltimos meses del embarazo, y no pocas veces
R. EMILIO JIMENEZ
han tenido que deponer sobre un lecho de hojas a manera
de cuna, el nuevo fruto de su amor.
Y cuando haya transcurrido la cuarentena sistemitica
que sigue al alumbramiento, la buena mujer volveri a lavar,
con un peso mas sobre sus hombros, d6bil y pilida aun,
con el nifio a la sombra de un arbol, sobre un que
hubo de la misericordia de una palma, educindolo desde
temprano en la dura escuela del sufrimiento.
Y cuando los gritos del inocente se mezclan al coro de
la naturaleza, la pobre mujer, sin tiempo para acariciarlo, le
soltari desde la orilla la popular canci6n de cuna:
que tu madre no ta aquf,
ella t. en la cocina
haci6ndote un .
EL CARGADOR DE AGUA
Por mis que el acueducto haya reaccionado contra la
costumbre de vender agua en burros, que fu6, hasta hace
poco, una de las mas tfpicas, especialmente en Santiago
donde alcanz6 su mis firme colorido, persiste con bastante
fuerza de emoci6n el cuadro del muchacho vendedor de
agua.
Hoy hay pocos de este oficio. Apenas se oye, como aver,
su canturreo por las calls de la ciudad a tiempo en que sa-
liamos a su encuentro, ya fregada la tinaja con hojas de
guayabo o estropajo de guano, en espera del chorro miseri-
cordioso.
Desde la madrugada, confundido su canto con el de los
serenos, solfamos escucharlo, vociferando mejor que can-
tando su alegre tonada callejera:
lo vidone con el agua,
que se coje y no se bota;
que se vende y no se acaba>.
Y al oirlo, en noches de baja temperature, a esas horas
en que el frio alcanza su maximum de intensidad, nos com-
padecfamos del pobre muchacho del pueblo, descalzo y
R. EMILIO JIMENEZ
astroso, luchando contra la crueldad de la intemperie, en
medio de sus cuatro bidones de hojalata en los cuales ponia
su caricia blanca la luna.
Tenia que levantarse temprano y tender a su clientele
madrugadora que esperaba el sol con la frente santificada
por el trabajo.
Desde que en la vieja plaza de armas sonaban las ba-
terias dianeras, muchas sabanas quedaban sin calor, mu-
chos lechos vacfos. Lo aguardaba la humilde planchadora
que debia entregar docenas de ropa antes de las seis de la
tarde, ropa ingrata llena de arandelas que son la torture
de la pobre hija del barrio.
Queria agua en esa hora la vendutera o crevendona2,
muy dada a corretear desde la madrugada en acecho del
vendedor rural que se encamina a la feria, a quien le com-
pra barato para vender doblando el precio del articulo.
Queria agua asimismo el mercader ambulante que ma-
fianeaba para dirigirse al campo a venderles a sus mis re-
gateadores parroquianos; y las (placeraso, alma del mer-
cado, para el cafe que servian en jarro de hojalata. Todos
necesitaban henchir de agua la burda tinaja o el pesado Xca-
narf~ adonde acuden atraidos por la humedad del barro,
a altas horas del dia, las avispas sedientas.
Al cercado, falto de hierba generalmente, se encami-
naba el pobre cargador de agua, con Ia xjaiquiman al hom-
bro, lavado por la hierba el pie descalzo, en donde le aguar-
daba, mohino y trist6n, el manso burro.
Conducialo al rancho abatido de aperos ordinarios, to-
maba la esterilla o sudadero pajizo, hecho de corteza fibro-
sa del plitano, asida la pleita con hilos de cabuya, sobre la
cual ponia el aparejo de fuerte ataharre de jeniquen que
en ocasiones pelaba los ijares y ancas del sufrido bruto.
Afirmaba con la cincha, tambikn de cabuya, los aperos, y
AL AMOR DEL BOHIO
completaba el cuadro con las pardas aguaderas de bejuco,
depositarias de las cuatro vasijas relucientes, y despu6s de
embozalado a dos vueltas con la burda
hocico, montaba su pollino, provisto de un garrote, lucio
por el roce de las manos, en uno de cuyos extremes mostra-
ba su agudeza dramitica una puya.
El tipo del muchacho, que todavia le vemos por las ca-
lies, es bien curioso: viste camisa de listado, pantal6n de
fuerte azul maltratado por el uso y roto casi siempre en
las asentaderas, que provoca m.s risa que listima por la
clase de care que public; sombrero de cana, de ordinario
roto en la copa, dejando ver el pelo selvitico no amansado
por el peine; de cara sucia, dientes amarillos por el cigarro,
largas ufias para refiir como felinos; embustero, picaro,
pendenciero y malhablado.
Con todo esto, mueve a compasi6n. Es un hijo del pue-
blo, sin escuela, sin protecci6n, sin esperanza de dicha, a
quien le aguarda la circel, viendo s61o el antro del vicio
abridndose amenazador a sus pies.
iY c6mo le vefamos en otto tiempo!: unease a sus com-
paiieros para vadear el rio en busca de la verde cafia de
Castilla que alzaba sus pendones airosos, con que l hacia su
pajaro o achichigua>, cuando no los vendia al pirotecni-
co, que los compraba durante todo el afio para montantes
que habian de ser quemados en las fiestas religiosas o en
los clasicos dias de la patria.
No conocia el miedo. Pasaba de noche por los lugares
mas grimosos. Cuando terminaba su faena, su entretenci6n
favorite era jugar los centavos ssaldados* en la venta, o
cazar pajaros con el atirador> que haca con dos franjas de
goma elastica asidas por sus respectivos extremes con cuer-
das de caliamo, a una horquetilla de madera y a una piel
R. EMILIO JIMENEZ
flexible en done introducia el guijarro que era arrojado
con violencia al soltar de repente las gomas estiradas.
A la hora del bochorno no habia xechado el dia#, y
era penoso verle en esa hora: soberbio, maldiciente, cansado
el burro, pesada la venta, diciendo a cuantos vela en las
puertas por done pasaba:
tando al pobre burro, que corcoveaba de impaciencia cuan-
do sentia que le halaban los pelos o lo herian con la puya o
las espinas de maya.
Es el iltimo viaje, el del saldo#, y el animal quiere
verse libre de aquella torture, arrojarse al suelo a revolcarse
en su ccpelaow, vueltas al cielo, las patas, pujando mientras
lucha por cdar la vuelta*, para levantarse seguido, sacu-
dirse el polvo y olfatear la cascara de platano que recoge
con los belfos hinchados en los cuales se advierte la huella
ingrata del bozal.
La costumbre acabara por desaparecer del todo, pero
nos quedara este recuerdo del vendedor de agua, que bebia
en la misma tapa de los bidones, antes de flenarlos para la
venta, y echaba en ellos el dinero y las golosinas que com-
praba.
El cuadro persistira en la memorial de cuantos lo han
visto, y pasara por via de relate de una generaci6n a otra,
como un recuerdo bello y a la vez triste, porque estan inti-
mamente unidos al poema del rio poblado de cafias y enfies-
tado de pendones lucientes, la desgracia del pobre mucha-
cho, descalzo y astroso, y el dolor resignado del burro que
compensa sus horas de martirio estirando sus miembros al
amor de un pelado y concentrado en sus pujidos todo el
martirio del dia, desde la lluvia de palos que soportaba en
su largo pescuezo hasta la torcedura del rabo que sufria
en horas de laxitud y de cansancio.
El campesino nuestro tiene que ser cantador. Vive en
AL AMOR DEL BOHIO
un eterno canto, el de esta naturaleza tropical, jocunda, pr6-
diga en ritmos, y recargada de incentives armoniosos. Por
dondequiera recita su blanca estrofa el manantial; suefia una
espiga, tiembla una flor, vibra un orgullo de pAjaro, se em-
pina una enredadera, arcada de nervios que florecen sen-
sibles al mis ligero 6sculo de brisa, o a la mis leve inquietud
de lagarto.
Esa multiflorida extension que verdea por sf misma,
sin la cura del terreno, cordoneada de arroyos, trenzada de
lluvias o empelucada de neblinas al amanecer, hace sueltos
de lengua a pAjaros y hombres.
El indio aborigen fue de suyo cantor. Anacaona rim6
deliciosos areitos. jQuidn sabe cuinto secret po6tico anda
por ahi en tanto guijarro disperse en donde el alma del
primitive habitador quisqueyano puso el sell de su vivir
ignorado, pero libre.
Cuanto mas bello es un lugar mis lfrico es. El palo
seco es un jubilado de canciones y de nidos. Acaso por eso
mismo nuestro campesino canta en el trabajo, en el amor,
en la fe. Cantando enamora, cantando aborrece. Cuando no
canta, silba. Con una canci6n disipa la grimosidad nocturna,
y hasta las aves de corral acuden a la consigna de un silbato,
con agil vuelo sobre los pajones guardadores de nidos, para
corresponder a una demand rubia de mafz.
Asi con una ddcima empata el hilo roto del amor,
con otra echa a volar a medianoche la flecha de una decla-
racion amorosa. Tiene cuatro classes de decimas que 61 mis-
mo denomina: ,
Y nos parece oirlo, bajo la luna, entonar en el vecinda-
rio de la amada, ya entrada la noche, estas d6cimas vi-
brantes:
R. EMILIO JIMENEZ
<
me gutaban la mujere,
y botaba en lo placere
todo lo que consumia;
media cosecha en un dia
la jugaba a cuaiquiei gallo;
no me apiaba de un caballo
ni en ei llano ni en la cueta,
no faitaba en una fieta
y era ma guapo que un rayo.
Y cuando te conocf
abandon lo placere
y todita la mujere
no exiten fuera de ti.
Ya no soy lo que ante fui,
con mi guapeza me callo,
casi no monto a caballo,
trabajo, dueimo la sieta,
nadie me ve en una fieta,
ni bebo, ni juego gallo>>.
La amada escuch6 las decimas y las compare a otras que
oyera dias antes de labios de otro enamorado que priva en
cantar bien:
en mi no ha de habei mudanza,
puede tai en la confianza
que poi otra no te oivido;
yo me he de casai contigo
segun tu compoitaci6n,
sabe que mi pretension
AL AMOR DEL BOHIO
he de legaite a cumplf,
y te cumplo como un hombre
la palabra que te di*.
Ella, como la hembra de ciertos pajaros, que elige al
mejor cantor, ha de decidirse por el que mejor entone sus
querencias al amparo de la noche estrellada o bajo la luna
que pone un motive de suefio en todas las cosas. Ella esta-
blecera la comparaci6n entire sus dos rivals. Pensara acaso
en que uno de ellos es en vestir bien; que usa
casimir, camisa blanca con botonadura de oro y gemelos
tambien de oro, hechos de un par de piecesitas americanas
de a cinco pesos, gruesa leontina de oro y espuelas de
plata, caballero sobre un elegant
paoo, .
O pensara quizas que el otro, menos acaso,
canta mas dulce y es < en el trabajo, y aun
cuando triunfe sobre ella la tirania de la voluntad paterna,
obligandola a elegir al que su coraz6n no ha elegido, su
predilecci6n instintiva ira en favor del que le llegue mis
hondo con el canto, aunque no se imponga su deseo. Es una
artist sin saberlo y la emoci6n de la decima que sofoc6
por un instant el alma invisible del silencio, la domina por
sobre cualquier otro interns que osara encadenarla sin el
asentimiento de las flores, ni la simpatia de las aves, ni la
complicidad de los astros.
Pero a veces el canto va por otro camino. La requebra-
da moza esquiva todo contact con el hombre que la adora
sin darle jams esperanza, y entonces el desdefiado amante
le canta por este otro tenor:
ai que habla de mi hablo dei,
R. EMILIO JIMINEZ
ai que no me puede vei
yo tampoco veilo puedo;
si me deseden desedo
poique es asf mi cotumbre;
veo con la lu que alumbre
pero no con la apagi;
que si no quien mi amita
no me asite pesadumbre>.
Mas a veces el despecho se convierte en odio cuando la
amada abandon al que habia elegido. La decima reviste
entonces una mordacidad insufrible, como la siguiente:
mi vida mai te desea:
Uena de Uaga te vea
de lo pie a la cabeza;
y para mayoi triteza
te vea Ulena de piojo,
sin hallai entire un depojo
siquiera un pan pa comei,
y para ma padecei
cueivo te saquen los ojo*.
Asi, rimando amores, quejas y desdenes, y entonando
dicimas ca lo divino>, que son las de asuntos religiosos,
se desenvuelve la vida afectiva de nuestros hombres rura-
les, para quienes el canto es disipador como el cigarro, em-
briagador como el vino, vengador como el pufial y amigo
inseparable como el perro...
LA MEDIATUNA
Ya en anteriores pinceladas de costumbres nativas hi-
cimos notar la predilecci6n que siente por el canto nuestro
hombre rustico. Hasta en su burda forma de expresi6n se
advierte esa particularidad. Cierra los pirrafos con una in-
flexion muy tipica caracterizada por el empleo del calder6n
al final del ultimo termino. El maestro rural sufre en su
afan de desterrar en sus alumnos el tonillo para ellos dulz6n
con que se expresan, el
decir.
De esta acentuada predilecci6n al canto nace, en nues-
tra gente rural, el orgullo de cantar bien, tan privativo como
el de ser guapo. Cantador y guapo son los titulos mas fir-
mes para las conquistas amorosas.
Esta preocupaci6n, trasmitida de padre a hijo en la
sangre, se afianza en el ambiente que rodea al hombre de
campo desde que nace. De ahi La mediatuna o canto a
porfia, verdadero reto entire dos cantadores de oficio.
Se caracteriza la
con que son cantadas las dcimas, y el nombre puede ha-
berlo sugerido la voz castiza
bre y vagabunda, pues los cantadores de mediatuna solfan
ir de una region a otra, atraidos por su fama para
la manow como los mejores prestigious de su clase.
R. EMILIO JIMENEZ
IBella y sana costumbre esta de medir sus fuerzas Ii-
ricas dos hombres, tenidos por los mejores cantores de
sus respectivos lugares!
Querido y admirado entire los suyos como la personali-
dad artistic de su vecindario, este heroe de las cruzadas
decimeras, gran senior entire su gente, es consentido como el
pedineo, amado como el cura, agasajado como el compare,
visitado como el consejero patriarcal de la comarca y lle-
vado y trafdo como la buena moza que repiquetea un
chosos de una .1
En las
tas, el alma; indispensable en las ; insustituible en
los crosarios*; un a modo de seto en las enredaderas de
cabellos de oro de las lindas muchachas que buscan para
sus goces el apoyo feliz de un cantador.
Ver4adero torneo sin arena para arrastrar al vencido.
Su arma es el canto. En su victoria no hay sangre, ni odio
en sus luchas, sino alegria sana, satisfacciones puras y pla-
ceres muy intimos. Dormidas quidanse las crueldades de
los otros juegos, en legando a este. Se respira en esta lucha
un ambiente de serenidad y mansedumbre porque todos los
espectadores estin dulcificados por el interns sentimental
de la belleza.
La frescura de la noche agrega suavidad a esta costum-
bre a la cual presta la sombra hospitalidad bonancible. La
noche es toda coraz6n y se adapta mejor que el dia, cerebral
y ruidoso, a este febril encuentro de dos almas debatidndose
en la arena viva de la palabra hecha canto.
Los dos liricos hillanse frente a frente. En torno de
ellos curiosea la gente campesina. Han echado en el fondo
1. Baile ristico de figures.
AL AMOR DEL BOHIO
del sombrero de cana, himedo por el serenoo, una
cai de tabaco viejo, del mejor candullo> de la sierra, y
se cubren de nuevo, la cabeza. Carraspean, y uno de ellos,
sentado en el centro de aquel cfrculo human, rompe el
silencio de la hora con este canto
<
en grande aigumento un dia
diputando entire lo do
cuai n6mero ma valia.
Dijo ei Cuatro: cuatro son
lo divinos evangelio
y cuatro son lo miterio
de la Santa Encainaci6n;
cuatro la Consagraci6n;
cuatro semana es un me,
y de cuatro equina e
la torre dei Nacimiento;
dicutiendo ete aigumento
taban ei Cuatro y ei Tre.
Dijo ei Tre con seriedi:
yo me llevo la corona
poique tre son la peisona
de la Santa Trinida;
Treinta y tre afio de eda
tuvo Jesu a su mueite;
tre hora llor6 Maria
viendo a Jes6 con ei yugo,
Con ese aigumento etuvo
ei Tre con ei Cuatro un dia>.
R. EMILIO JIMENEZ
Las d&cimas siguen entonadas por uno de los justado-
res, y no bien terminal agarra el otro la tonada con estas
otras d6cimas:
no le muetre tu nobleza,
de negro viten la iglesia
ei Jueve y ei Vieine Santo;
de negro ponen ei manto
en aquei sagrado aitai
poique de negro ha de tai
jata ei sibado a su hora,
y para entrai a la gloria
todo semo de un iguai,.
Y esta lucha se prolong a veces hasta la madrugada,
hora en que parecen hacer lo mismo los gallos del lugar,
en las ramas frondosas, entire el amor de sus gallinas, mien-
tras en el cielo una brocha oculta parece complacida en
ir borrando estrellas.
Uno ha quedado vencedor en medio a las aclamaciones
jubilosas de los asistentes; pero no hay rencilla ni tibieza,
y mientras la taza de cafr humeante conforta las gargan-
tas abatidas, todo concluye bien, y son dos triunfos en
aquella hora: el de la luz, celebrado por el clarin de los
gallos, y el de un poeta ristico que se va camino abajo,
saboreando otra vez la macai de tabaco viejo, del mejor
En todo el dia no se hablard de otra cosa que de
aquel encuentro lirico, en la casa, en el conuco o a la
vera del rio. Todo sera vibraci6n recordatoria de aquella
escena nocturna, y los versos nuevos, que hizo suyos el
AL AMOR DEL BOHIO
oido atento, los reproducir la voz en el conuco, al amor
del machete, o la voz fina de la moza, restregando en la
batea o golpeando la ropa en la dura piedra coronada
de espumas, que el eco repite mientras va y viene la .pa-
leta*.
LAS
Interesante costumbre es esta de las <. Cons-
tituyen una original manera de cooperaci6n mutua, reali-
zada en un dia, previa invitaci6n del interesado a sus ve-
cinos. Aun conservamos, con toda su viveza de coloraci6n,
lujo de pormenores y suma de atractivos poeticos, la
iltima junta que observamos en uno de los mis bellos
rincones de la rusticidad florida de este suelo, de cuya
enorme cantera poetica no han extraido los artifices del
verso las gemas preciosas con que edificar un lirismo tier-
no, pastoril y cindido, con frescor de hierba mojada, par-
lero chorro saltarin y ebriedad de frutas maduras.
Veamos el cuadro. Se trata de la
te para hacer un conuco. Desde las seis de la mariana co-
mienzan a 11egar los invitados, unos provistos de hachas
de buen mango de baitoa, otros de afilados machetes en
cuyas hojas comidas por la piedra de amolar el sol hace
ofensas a los ojos, y todos con la vision del buen guiso
en que pondrin las guapas mozas de la casa la habilidad
de unas manos hechas lo mismo para sembrar claveles
que para aderezar un buen plato.
El monte, ignorante de la suerte que le aguarda, ofre-
ce su cabellera en desorden al galanteo de la primera bri-
sa. La feroz hacha va a iniciar su implacable ansia de
AL AMOR DEL BOHIO
ruinas. Al filo del arma irresponsible de tanto destrozo
de hermosura, van a caer exinimes las mas airosas copas
sobre las cuales salud6 a la aurora la ternura de algiin
pdjaro que buscard en frondas mas felices plaza de amor
para su pico...
Conviene en cierto modo la ignorancia de estos gro-
seros trabajadores. Ellos no piensan en los nidos que se
van a perder, en las crias que no tienen alas para buscar
refugio en otros Arboles. Ni comprenderan el valor de un
tronco antiguo respetado por los huracanes, bajo cuya ver-
de misericordia discurri6 la infancia de varias generacio-
nes, ni oyen en las floridas ramas la oraci6n musical de
las abejas.
Ha Ilegado el moment decisive. El osado machete
desnuda el tronco del ropaje que le tendieron los bejucos.
A cada tronco se enfrentan dos fornidos hombres. Lo mi-
den con la vista, el hacha asciende, tirada a dos manos
para caer implacable sobre la dura corteza. Los golpes
en direcci6n opuesta forman angulo, y a cada dos heridas
el martirio arranca una astilla que se escapa silbadora
como una queja. Y mientras una y otra hacha alternan en
la tragica obra, se escucha esta tonada:
Compadre mio,
jo jo
suba la vo,
jo jo
que cuatro jacha
jo jo
son ma que do.
Al pie de otro drbol otros dos braceros cantan, va-
riando la letra, la misma tonada:
R. EMILIO JIMENEZ
4Jo jo
Subi la loma
jo jo
voivi y baji
jo jo
me echin lo perro,
jo jo
en case Andre*.
Los golpes se suceden con uniformidad. De pronto
cesa el canto. Vencido por el hacha, se desplom6 un Arbol
dejando un claro que sorprende con la amargura de un
vacio que se lena de luz y azul de cielo. En otro sitio de
la escena lucha todavfa con la muerte una caoba centena-
ria. Los hacheros, sudorosos, necesitan descanso. Se es-
cupen las manos para vencer el calor del roce de la came
con el mango del hacha, enfiebrecida por el largo ejerci-
cio, y repuestos de la fatiga emprenden de nuevo la tarea.
Una nifia como de doce afios, en cuyos grandes ojos
morenos la picardia del sexo duerme como en espera de
una revelaci6n, trae en su gentil cabeza, sobre el rodete
de trapo denominado babonuco*, el bid6n de agua fres-
ca tapado con hojas de guayabo que, al no cerrar del todo
el agujero de la vasija, toleran el paso del liquid que bro-
ta con el movimiento de la march y da a la frente una
sensaci6n de perlas que se rompen... La ve legar un
moreno joven que otala* una parcel y le arroja, como
flores, estas primicias rimadas:
cQuisiera veite y no veite,
quisiera hablaite y no hablaite,
quisiera encontraite sola,
y no quisiera encontraite.
AL AMOR DEL BOHIO
La sombra de un arbol marca las doce sobre el musgo.
En cada est6mago son tambidn las doce. , cla-
ma una voz certera como una flecha, y el ej&rcito del tra-
bajo se encamina a la enramada en done esplende, sobre
improvisada barbacoa, dispuestos en yaguas que hacen
mas incitante la comida, un guiso de lech6n, olfateado
por mds de veinte perros; el blanco arroz y el pr6digo
cazabe; trina excelencia de aquella fatigada tropa que a
poco de comer se inclina a la piedra de amolar y devuelve
su gastado filo a los machetes.
La lucha ha comenzado de nuevo. El sol aprieta y la
bondad del agua aprisionada en los calabazos se agota en
las vasijas rusticas, y esta fiebre, esta implacable desolaci6n
de arboles, dura hasta que el sol decline, hora en que salen
todos, satisfechos y alegres, entonando Ia decima amorosa,
del monte en cuya desolada brefia ya no dormirin las pa-
lomas, en tanto que bandadas de t6rtolas viajeras manchan
el cielo cardeno buscando el lejano retire en donde reco-
gerse en las intimidades de la noche.
EL CAMPESINO NEGOCIANTE
Dijimos, en anteriores trabajos de esta indole, que el
campesino dominicano es interesado, y por lo mismo, ser-
vicial por cAlculo y conveniencia propia, cualidad resal-
tante de su caracter, manifestada con mayor relieve en
su vida de negocios. Aguza su inteligencia en el modo
de tratar. La ley de la oferta y la demand no la ha es-
tudiado en los libros, sino en los hombres con quienes
trata, y como sabe por experiencia personal que el ofrecer
reduce el valor de lo vendible, disfraza habilmente la
oferta con rodeos de palabras aparentando interest de
comprar cuando la intenci6n que Ieva es de vender.
Generalmente, lo que menos desea conservar es lo que
dice tener en mayor estima, y cuando sabe que hay quien
lo interest, asegura que s6lo en caso de apuros podria des-
prenderse de aquello. Cuando se percata de que esta frente
a otro igualmente hibil en manejos de esta clase, contra
quien no valen las argucias de la invenci6n, esquiva el
negocio diciindole entire chanza y agudeza: <(Filo con filo
no se coitanr.
En sus relaciones comerciales con el hombre de pueblo,
hay algo mas que el interns de salir bien librado en el nego-
cio: la prevenci6n traditional que siente contra aquel, pues
desde muy temprano aprende a tenerle desconfianza supo-
ni6ndole un element preparado para <.armarle una tram-
AL AMOR DEL BOHIO
pa. El fundamento deesta prevenci6n es 16gico: el campe-
sino fue victima muchas veces de la industrial de nuestros
comerciantes. En las cosechas de tabaco dejaba siempre,
seg6in frase muy tipica, <.
El comerciante preparaba de tal,modo la romana en que
pesaba el tabaco, que cinco quintales venian a quedar redu-
cidos a cuatro. La treta fue advertida por un ladino cose-
chero, como se verai por la siguiente relaci6n. Una casa
commercial de Santiago compr6 una vez cierta cantidad de
tabaco y, al ser interrogado el vendedor acerca del nombre
del lugar en que se habia cosechado el fruto, respondi6:
.
Pocos dias despues, al ser extraido el fruto de los sero-
nes para Ilevarlo a la <, se descubri6 el engafio. Lla-
mado el principal para que observara las piedras que ha-
bian sido depositadas hibilmente entire las sartas, este no
pudo menos que celebrar la ocurrencia diciendo:
mente, el me declare que el tabaco era de piedra adentro,
expresi6n que yo tome por el nombre del lugar en donde
fue cosechado.
Hay, pues, entire el habitante del pueblo y el del cam-
po, una tendencia disimulada, pero decisive, a defenders
el uno del otro; y como el campesino reconoce que no es,
como e1 dice,
al de muchas letras, sino al apenas alfabetizado, su descon-
fianza es mayor, de donde proviene su extremada habilidad
en no dejarse engafiar por e1 en sus inevitable relaciones
comerciales.
Asi, cuando trata de venderle algo, adopta una actitud
simulada de hombre simple y bobo que le permit estudial
mejor la posici6n del contrario, y cuando se despite va di-
ciendo para sf: <
otro s61o le rest repetir filos6ficamente la conocida mule-
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