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RAMON MARRERO HAISTY
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NOVEL
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LIBRERIA DOMINICANA, EDITOR
Santo Domingo, R. D.
1963
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Impreso en la Repiblica Dominicana
Printed in the Dominican Republic
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COLECCION PENSAMIENTO DOMINICANO
Julio D. Postigo, Director
PRIMERA PARTE
Heme aqui en una calle de mi pueblo Por ella he
transitado desde mi nifiez, y todo esto tan familiar, tan
amable ordinariamente, de repente se me ha tornado
extrafio.
eExtrafio? He dicho bien. Todo ha cambiado para
mi; y sin embargo, estas casas son las mismas de ayer, y
las personas que ahora veo, las mismas que me ban visto
crecer. He ahi al obeso senior AlmAnzar. Cuando yo naci
era regidor del Ayuntamiento y anm lo es. Alli se abani-
ca su brillantisima calva don Justo Morales, prestamis-
ta durante toda su vida y president del Club; alcanzo a
ver dormitando la siesta en la acera de su casa, sentado
en c6moda mecedora, al ventrudo senior Salustio, siem-
pre enfermo del higado y quejumbroso de su situaci6n.
Yo me palpo y soy el mismo. Como el primer dia me
sigo li]mando Daniel Compr6s, o mejor dicho: Daniel,
que es como me Ilaman todos. Y sin embargo, he de
reconocer que todo esto que me rodea, visto por mi a
cada amanecer hasta hacerme hombre, se ha tornado
hoy en algo que me repele; y una gran sensaci6n de
soledad se ha aduefiado de todo mi ser.
Es indudable, hoy no es ayer ni maiiana serA hoy.
Esta 16gica sencilla, pero irrebatible e inmodificable
existe, es palpable. Aqui estoy solo. INo lo puedo du-
dar! ;No me lo justifican las iltimas palabras de mi
padre? Lo dijo bien claro. Me parece oirlo. Lo oir6
siempre:
-No deseo que turbes mAs mi paz. Molestas a mi
RAMON MARRERO ARISTY
mujer, me molestas a mi; eres una sanguijuela que pre-
tende chupimme la sangre. iVete!
Si. Eso fue lo que dijo. Y mientras sus duras pala-
bras me pegaban en el rostro, mi madrastra. con cara de
Mefist6feles, sonreia desde una puerta,
Y si no fuera por el hambre que me atormenta,
creeria que todo fue un suefio, pero idemonios! aque-
lHa repleta mesa se perdi6 para siempre...
Mas, pienso a reigl6n seguido: ies esto para un
hombre joven?
Si y no; o mejor dicho: no y si .
No, porque siendo joven, natural es que se tengan
fuerzas, much orgullo y un aspect agradable. por todo
lo cual no se puede dudar que se es duefio de la vida.
Si, porque si se tiene orgullo no se pide, y hoy nadie
ofrece; porque si se busca trabajo no se halla, y ade-
mis, porque en este pueblo cualquier extrafio les roba
el alma a todos, para con los que conocemos nadie es
aquel "noble y hospitalario dominicano" que aparece en
las cr6nicas y que seg6n afirman existe en el Cibao.
El Cibao, iah, el Cibao! Pero esa rica region estA
a muchos kil6metros de aqui; endiablados kil6metros de
carretera gris, quemada por este sol tropical, que es
ideal, cantado por los poetas, pero terrible cuando se le
soporta de Ileno.
Si yo tuviera aquella limpara de Aladino en mis
manos para frotarla: jzis!... Y se abriria para mi el
alma de algin mister del central azucarero, o me caeria
del cielo una buena mesa con alg6n lechoncito ricamen-
te asado, y plates de ensaladas, y pan dorado, y...
jay! ePara que sofiar?
Cierto es que frente a mi esti el central de aveni-
das hermosas y casitas de ensuefio, pero s61o ofrece su
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"tiempo muerto" como un portazo a todo el que solicite
trabajo.
Pero, jse debe perder la calma porque su padre le
haya dicho a uno cosas como sanguijuela, y luego fal-
tara poco para que le despidiera a la francesa?
Pensemos en ello.
Es innegable que hoy no se tiene un centavo, que
se estA s6lo en el mundo -aid en este pueblo donde
se ha criado uno-, que ya los compafieritos de los dul-
ces dias de la infancia no aparecen. Unos son sefiores
licenciados, doctors, o simplemente grandes propieta-
rios: otros, herederos afortunados, por designios del des-
tino o de la vida, ila vida! Ella nos junta en la escuela
cuando somos inocentes, y alli llegamos a la intimidad,
practicamos la camaraderie, iSe necesitaria ser nifio
corrompido para tener noci6n de superioridad social en
esa 6poca! Pero despu6s... jOh, las cosas cambian!
Cada uno coge su rumbo. Unos nacieron para esto y
otros para aquello. Estos tienen dinero y aquellos no.
Cada cual toma su send, 6ste hacia arriba, aquel hacia
abajo; quien se va metido en un caj6n entire cuatro,
hacia el cementerio. De ese no se habla m6s. Y luego,
los que fueron en contrarias direcciones, se hallan un
dia en Ia vida:
-"Adi6s'.
-"Adi6s".
Al mAs diclioso le queda una duda:
-"-Nos conocimos?... Pero, ed6nde? iC6mo?...
iAh, si!... ;Fu6 en la escuela!".
Y como en su rostro se reflejara una emoci6n
pasajera, la dama que va a su lado -bien alimentada,
esbelta, bella, traje fant6stico- le pregunta mimosa-
mente:
RAMON MARRERO ARISTY
-"iTe molest ese hombre, querido?".
El responded:
-"iOh, no, mi vida! S61o me trajo un recuerdo...
Y sin decir mis, siguen... hacia una diversion,
hacia el hogar feliz.
El otro, desalifiado, envejecido antes de tiempo,
murmura:
-"iEs don fulano!".
Y tambi6n sigue, pero ,hacia d6nde?...
Me he desviado un poco de mi centro. Decia que
no se debe perder la cakma y tratar6 de conservarla.
Alli viene el senior Andljar; le ofrecer6 un saludo ama-
ble. Este senior siempre me ha distinguido, porque es
gran amigo de mi padre. Ya pasa rozAndome...
"iAdios!", le he dicho con amabilidad.
Me ha miredo a trav6s de los cristales de sus es-
pejuelos y simplemente ha inclinado la cabeza con
aparente dignidad.
iQu6 raro es esto! iQue podrA ser? iLe habri dicho
mi padre que yo una vez...? Pero no lo creo, porque
cualquier hijo dispone de unos cuantos pesos de su pa-
dre sin que esto sea motive para merecer el desprecio
pdblico, y sobre todo si el padre no es amigo de dar y
uno lo ha hecho con la idea de comprarse un traje
nuevo, prestarle algo a un amigo en apuros y asistir a
una diversion. iQu6 diablos! Esto es poca cosa.
Sin embargo, parece que le ha dicho algo, porque
ese gesto no denuncia otra cosa. Estos sefiores son harto
sensibles con sus bolsillos.
Yo reconozco que los muchachos que como yo tie-
nen pretensiones de escritores, poetas y cosas por el
estilo, son mirados como verdaderas alimafias y arro-
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jados por initiles e ilusos.
jQu6 gente tan incomprensiva! Desistir6 del senior
And(jar.
Pero pensemos en el sefor Mendez, en don Justo,
en el senior Almnnzar...
iAh, ah, querido! Ya veras que no te hallas tan
solo en la tierra. Esos L." : tienen hijos a quienes
aman, esposas, queridas. Pagan sus cuotas en el club;
estan suscritos al "Listin Diario" y a "La Opini6n; so-
tisfacen sus contribuciones al gobierno; son personas
civilizadas que comprenden que la sociedad estA inte-
grada por elements que no pueden vivir aislados entire
si, como decia mi professor de octavo grado. Ellos saben
que la perfecci6n del funcionamiento de los organismos
mas complicados, se debe a la colaboraci6n espontinea
que existe entire todos sus miembros, y mis ain, a la
que existe entire las particular vivas que forman los te-
jidos de esos miembros. iGente asi no me puede faltar!
Voy decidido a emprender la agradable tarea de pro-
porcionarles a mis semejantes una oportunidad de ser
humans, espl6ndidos, dando muestra de su comprensi6n.
*
Han pasado unas pocas horas -junas pocas horas
nada mAs!- y cuAn arrepentido estoy de haber pensado
que estas gentes eran como me las imagine.
Todo es diferente. Aqui s61o hay... iNada! Que
las cosas no son como uno las piensa.
Y yo que crei... Pero s6lo una cocinerita me son-
ri6 en una de las casas que visit. Los hijos de esos
sefiores parecian engolfados en importantes lectures,
RAMON MARRERO ARISTY
mientras yo conversaba con sus padres exponiendoles
mis sencillos planes de ayuda mutual. Ellos me presta-
rian dinero, yo trabajaria y les pagaria sus haberes;
luego yo quedaria solo, encarrilado, duefo de mi des-
tino.
Este sencillo plan revel6 unas cuantas arrugas en
las caras de algunas sefioras esposas, y los demas...
itan distraidos!
Y luego. las frases de don tal o don cual:
-"Joven, yo lo lamento, pero no me es possible;
reconozco sus buenas cualidades, pero usted compren-
dera... Yo no puedo arriesgarme... AdemAs.. ..
Ya, cuando llegaban a esa parte, yo tenia el som-
brero en las manos y me hallaba en disposici6n de mar-
charme.
;Asi es la vida!
En estos moments me hallo en la parte alta de la
ciudad. Al fondo se ven las inmensas chimeneas de las
factories del central azucarero. No despiden humo. Pa-
rece que se caerin la una sobre la otra. Tan altas son
que esta ilusi6n se produce constantemente.
La arboleda cubre las viviendas de ensueifo del
central. Alli mora gran n6mero de empleados que ante
mi se presentan como los series mis felices de la tierra.
Tienen esposas, hijitos. Son J6venes en su mayoria; vi-
ven en esas casitas tan lindas, todas pintadas de un
mismo color, con sus jardiniMos en frente, llenos de flo-
res, de vida. iY con su pan tan a la mano! Rinden sus
areas en los diversos departamentos de la compaiiia,
y cuando terminan sus jornadas, vienen a sus casas, be-
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san a sus j6venes esposas, acarician a sus nifios, toman
el baio. y luego. ponen la radio a tocar y leen un pe-
ri6dico, un iibro. .Eso es vivir feliz y humildemente!
Y segu;ra sofiando si no me atormentara tanto el
est6mago, pero... iDemonios! Esto es lo que se lla-
ma hmrnmr,.' Pues no tengo gusto en conocerla, sefiora.
Mejor quisiera aquella maravillosa lAmpara...
Pero ya vuelvo a sofiar y esto no es convenient.
Ahora recuerdo que me queda un amigo. Se trata
de un buen hombre que fue pe6n de mi casa. Se llama
Julio. Yo le defend muchas veces, le trat6 mejor que
los demas y hasta le regale alguna moneda. Al ora tie-
ne un ventorrillo; voy a ocuparle, pues por poca cosa
que tenga un ventorrillo, alli se pueden hallar guineos,
mangos y naranjas.
Cuatro zancadas y ya veo la casa. Me acerco fin-
giendo que paseo, tal como corresponde a una persona
de mi condici6n. Llego a la puerta y me detengo.
-iOh, vale Julio! -exclam6 en tono amable.
--QuB tal, don Danielito? -me responded son-
riendo-. iDichoso lo s' ojo que lo ven!
Y al instant agrega solicito:
-Epere que le limpie esa caja, caramba. Nosotro
semo probe, pero ut6 siempre aqui estA bien l.legao.
Ha dicho esto con tanta alegria, tan sencillamente,
que me ha conmovido. iSi supiera este buen hombre
que no he venido por 61, sino por sus guineos!
-No se apure, vale. Yo no soy pretensioso.
Eso le digo, y luego, como quien scaba de comerse
una gallina, pregunt6:
-gY esos guineos?
Y 61 resoonde:
-Son como n7?iuPr
RAMON MARRERO ARISTY
Y comienza a desprenderlos del racimo.
-Vayt- probandolo, -insinua.
Me lanzo sobre ellos con tal avidez que me olvido
de encubrir las apariencias y trag6 desesperadamente,
como un -oco.
-Dulces, vale Julio, dulces... -murmuro engu-
Ilendo.
A poco estoy lleno hasta la nuez.
Ahora es lo serio. Tengo que similar. cQui hacer?
Me he creado una molesta situaci6n. Pero logro domi-
nar mis nervios y permanezco durante media hora co-
mentando la sequoia o cualquier tonteria con el vale.
Hasta que por fin Ilega el moment mas oportuno para
partir. Entonces me pongo de pies, me lievo una mano
al bolsillo y exclamo:
-iAh! -y lo digo con aire de tonto-. Vale Julio
olvid6 la cartera... iQue cosa!
-No se apure. No se apure -corta mi noble
amigo-. Me lo paga luego. Eso no vale nada.
Y el buen hombre sonrie, sonrie.
--Diab!os! ePor qu4 sonreira asi? dSabr el...?
No es del todo impossible. Las cosas se comentan
much en un pueblo. No puedo soportar esta idea y me
march cuanto antes, verdaderamente avergonzado.
La noche se me ha echado encima sin ninguna ce-
remonia. Hay en las calls una profusion de vehiculos,
gentes y polvo, que me hace dafio. Creo que en el Qni-
co sitio donde se puede estar mrs c6modo es en el
parque principal del pueblo y camino hacia alli.
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Las aceras desunidas, estAn salpicadas de vecinos
que en chanclos y en mangas de camisa, leen los peri6di-
cos o comentan los chismes del dia despreocupadamente,
a la crio!la usanza, mientras toman el fresco. Los mu-
c hechs juegzn a la luz de las bombillas del alumbrado
public.
A Doco la arboleda del p-rque se destaca a mi vis-
ta. Entre las ramas juguetesn Ics rayos de la luz el6c-
trica. En los paseos se ven sefioritas vestidas lo mas
elegantemente que les ha sido possible, luciendo sus en-
cantcs a los hombres del pueblo. En alg~n banco, una
parejita integrada por los indefectibles "61" y "ella", se
enamoran como pichones. El, casi abrazindo1a, le mur-
mura cosas al oido. Ella, le oye como en un 6xtasis y
de rato en rato despierta riendo histbricamente. En
otro banco, un grupo de contratistas, colonos y otros in-
dividuos que viven del central, hablan de political in-
ternacioral o criolla, de tonelad&s de caiia, precious del
azrcar, del poder de sus equipos de trab.-io. integrados
por bueyes. cerretas y hombres. Por alli, unos mucha-
chos vociferan y corren detris de un loco mendigo.
Suena mon6tonamente el timbre del cine que esta fren-
te al parque. Las muchachas vestidas de seda, siguen
su paseo con aspect de pavos reales. Algunos mocitos
timidos, siguen tras ellas a una distancia que les deje
entrever sus intenciones, sin ocasionar protests hip6-
critas. Las hembras se solazan y sus carnes j6venes y
m6rbidas tiemblan oprimidas por los cefiidos trajes.
Yo, desde un banco los contemplo a todos, felices,
despreocupados, seguros de que esta noche hallarin
una buena cama donde dormir. Los veo. Ellos desfilan
indiferentes ante mi, como si yo no existiera.
De moment aparece una figure que me es cono-
RAMON MARRERO ARISTY
cida y que c:uza el parque a largos pasos. No me equi-
voco, se trata de mi padre, el senior Lope Compres. Ya
casi lo habia olvidado, pero al verlo pasar como un ex-
traiio cerca de mi, me siento sublevado y apenas puedo
contener el deseo de gritarle:--"Qu6 has hecho? ePor-
que me dejas asi? iDebiste darme para el camino! Yo
no estuviera en la tierra si no fuera por ti; y ahora me
dejes solo, soloo, sin profesi6n, sin oficio, isin nada!"
Pero reprimo ese deseo y a pesar de mi amargura no
digo nada. El profundo conocimiento que sobre mi pa-
dre tengo, me ha cerrado la boca. dQu6 ganaria con ha-
blarle? Nada. El viejo tiene sus ideas; no entiende esas
cosas, El hecho alarmante de haberle gastado alg6n
dinero en ciertas ocasiones y el no menor de haberle
reclamado mis derechos de hombre y de hijo delante de
mi madrastra en moments en que ella pretendia huni-
Ilarme, le han vuelto contra mi; o eso ha servido de
pretexto para que descubriese sus deseos de echarme,
porque adivino que en el fondo ya hacia tiempo que
tenia su resoluci6n hecha. Se mostraba desconfindo. Me
consideraba un sujeto peligroso para sus intereses, y
como es un hombre endurecido, jams se ha explicado
c6mo a mi edad no vivo por mi cuenta.
Ahora recuerdo una historic -la suya- que me
ha contado mis de cien veces.
Mi abuelo -su padre- no fu6 con 61 todo lo bue-
no que se debe ser con un hijo. Era hombre muy rudo
de campo, y desde pequefiin dedic6 al hijo a faenas du-
risimas. Mi padre creci6 casi a la intemperie, perdido
durante largos periods en los montes, en cortes de ma-
dera, en conucos solitarios, abiertos en el coraz6n de
montes inmensos. Los cortos dias que pasaba bajo techo,
era sufriendo el desagradable trato de una madrastra
OVER
irascible. Y asi, explotado, desconocido como ser human,
lleg6 a hombrecito. Fu6 entonces cuando el viejo le
dijo:
-Amnigo, ya lo he criado. Vaya ahora por ahi a
ver c6mo vive.
Eso ocurri6 en un campo. El muchacho se fue ca-
bizbajo, mohI-la at hcmbro, rencoroso, con gn-.: de
incendiar la tierra. Luch6 rudamente. Como tenia per-
sonalidad, se hizo dueio de una secci6n rural. Alli fu6
un verdadero cacique. No habia moza que no se le en-
tregara, porque ademis de buena presencia, buenos
caballos y dinero, posela esos arranques de macho an-
te los cuales se desmayan las hembras sin condici6n
alguna.
Los hijos abundaron, pero ninguno vivi6 con il.
Eran el product de cualquier c6pula salvaje bajo la
lujuria de los montes.
Uno de esos hijos soy yo. Y ahora, al compararme
con mis otros hermanos, y al recorder c6mo mi padre
fu6 criado y en que form vivi6, comprendo que much
ha hecho con darme comida haste hoy.
Mi indignaci6n se ha apagado ante la evidence
raz6n.
De un vag6n de los que emplea el central para el
transport de cara, he hecho mi dormitorio. Mi ameri-
cana tendida en el piso, yo sobre ella, y sobre mi, el
cielo estrellado.
Las horas van lentamente. El sueiio se me ha fu-
gado. Cerca, las grandes factories muestran mil ojos sin
20 RAMON MARRERO ARISTY
luz, mientras las ranas croan, croan, croan...
De rato en rato, un sereno lanza al espacio el grito
de su silbato. Ladra un perro. Canta un gallo. Silencio.
Las ocho de la maiiana. Me hallo en la puerta prin-
cipal de la gran bodega del central azucarero, esperan-
do la liegada del manager.
Procuro, mientras tanto, recorder algo sobre este
hombre a quien he visto muy pocas veces, a fin de di-
rigirme a l1 en una form adecuada. Pero las cosas que
he oido decir acerca de este magnate no son muy hala-
gadoras. Se llama Mr. Robinson, tiene unos cincuenta
afios que no aparenta. Es mis obeso que un tonel y
segan dicen, tiene un humor de todos los diablos. Cu-
yas son histories como esta: cuentan que hasta el asis-
tente o segundo manager -un mister latinoamericano-,
lleg6se un mozo en busca de trabajo. Segin me conta-
ron, el muchacho tuvo la fortune de obtener del se-
gundo una plaza en la tienda central. No se habia per-
catado de ello Mr. Robinson, debido a su costumbre
de no mirar ni saludar a quien no pertenezca a su
raza --costumbre que practice hasta el extreme de que
empleados que ilevan diez afios en su oficina, a su lado,
no le han oldo decir "buenos dias"-, hasta que hallin-
dose una mariana en la puerta de su despacho, asoma-
do a la tienda, mirando a la gente que Ilegaba y salia,
vi6 entrar al joven taconeando con unos zapatos muy
a la 6ltima moda. Mir6le de pies a cabeza. Hal16 que
tenia un talle muy largo, la cara lena de barros, la
camisa deportiva y muy limpia... y al instant llam6
a mister Lilo --que asi se llama el asistente-. Cuando
RAMON MARRERO ARISTY
lo tuvo frente a su escritorio -ya habia movido su hu-
manidad hasta alli-, le pregunt6 fingiendo extrafeza:
-Lilo, geste hombri largo de camisa de Jersey, tra-
bajando aqui?
-Si, Mr. Robinson-, respondi6 el subalterno.
-iOooh! -xckam6 el norteamericano como sin-
tiendo nauseas-. Sacando ese hombri muy pronto de
aqu, imuy pronto! Mi no queriendo verlo mas, ecom-
prendi?
eY qu6 hacer? Al instant el muchacho fu6 despe-
dido.
Me dijeron luego que era un excelente empleado
y una buena persona, pero bast6 con que el manager no
estuviera de acuerdo con que la naturaleza le hubiese
datado de un talle poco comrn, y que por afididura
levase camisa deportiva y zapatos con tacones de suela
Y tambi6n cuentan de 61 Io siguiente:
Cierta vez, uno de los encargados de tiendas de
campo, individuo que contaba mas de dos afios rindieln
do buena labor, tuvo la mala fortune de dirigirse al ma-
nager en solicitud de un permiso, segn su carta, para
ocuparse de su salud, no muy buena en esos dias.
Ley6 Mr. Robinson la carta, y al pie de 6sta, el
nombre del encargado de tienda. Qued6se con la vista
entornada como quien registra el pasado, mientras tam-
borileaba con los dedos sobre el cristal de su gran escri-
torio. A poco se le oy6 exclamar:
-iOh, carambal iMi cr6e que ricuelda!
Y llam6 al asistente.
Present6se 6ste. El jefe le pregunt6 sin preambulos:
-Este que firmando aqui, ano trabajando en el
plant el6ctrica del pueblo alguna vez?
El asistente se rasc6 detrAs de la oreja, forzando el
OVER
cofre de su memorial para hurgar alli lo que debia res-
ponder a su jefe; hasta que al fin, con la alegria refle)a-
da en el rostro, como si hubiera hallado un caudal, con-
test6:
-Si, Mr. Robinson; cuando 61 era pequefio sirvi6
alli de mensajero.
-iAh, ah! -exclarn6 el ventrudo rubido-. iBo-
tando ese hombri seguido! Ese hombri una vez hacien-
do para mi un cosa muy mala! iMuy mala!
"El cosa muy mala" que el empleado haciendao pa-
ra 6e" cuando niflo, fue lo siguiente:
Como se ha dicho, el chicuelo era mensajero de la
plant el6ctrica del pueblo. Mandado que fu6 a llevarle
una nota al referido personaje con instrucciones de que
esperase respuesta, el rapaz, que era bastante impa-
ciente, se dirigi6 al sefor del gran escritorio:
-Oiga, mister. Yo espero contestaci6n y hace me-
dia hora que estoy aqui.
Se volvi6 el, blanco y en tono despectivo exclam6:
-iOh, machacho! IMi no hablando con gentes de
tu tamafio!
Fu6 aquello como acercar fuego a la p6lvora. Sinti6-
se herido en su amor propio el pequeiio, y acto seguido
le espet6 la siguiente andanada de palabras de su reper-
torio:
-iBlanco del diablo! iBarriga 'e pandero! Lo que
ust6 busca e' que Ie saque a pedrA los quintales de bo-
fliga que tiene en esa panza!
El yanqui gritaba alarmado:
-iOh, diablo, diablot iSacAndomi de aqui este
diablo!
Y el chicuelo, que sabia c6mo se cumplian las 6rde-
nes de Mr. Robinson, puso pies en polvorosa diciendo
RAMON MARRERO ARISTY
horrores de la progenitora del americano y de otros
miembros de su familiar a quienes parecia conocer de
viejo.
Este desagradable recuerdo motive que diez o do-
ce afios m&s tarde un hombre perdiera su empleo.
Y como 6sta, y afn peores, del senior manager se
cuentan muchas historians.
*
Veo una especie de fardo blanco que asoma su vo-
lumen por aquella avenida. Mucho se parece a una per-
sona, y siendo una persona, no se puede dudar de su
identidad. Solo mi hombre tiene una fachada semejante.
No me he equivocado. Es el senior manager que hoy
ha querido hacer ejercicio y permiti6 que el ch6fer tra-
jera el autom6vil sin su carga. Supongo que el vehiculo
debe estar de plAcemes, y si Io viera, con todo y ser una
mgquinn y aunque la gente pusiera en tela de juicio el
equilibrio de mis facultades mentales, lo felicitaria sin-
ceramente, porque ni a los hierros les debe ser grato
echarse encima un volume como el de este senior.
Acaba de entrar. Me doy algunos paseitos mirando los
escaparates de la gran tienda en lo que el sujeto se des-
poja de su americana y toma posesi6n de su asiento. Han
pasado unos diez minutes y creo que es tiempo sobrado
para haber realizado esa operaci6n. Me encamino a ia
puerta de la oficina. Ya estoy frente al enorme senior.
No ha levantado la vista, a pesar de que sabe que al-
guien estA frente a 61; pero no hay que desanimarse, es
su costumbre.
Carraspeo un poco, y como no se da por enterado,
OVER
le hablo:
-Mr. Robinson,.. Yo deseo que usted me permi-
ta algunas palabras.
Me mira. iQu6 ojos tan azules y desconfiados! Pa-
rece que no es possible entabler relaciones cordiales con
su dueno. Se diria que teme ensuciarlos mirando a per-
sonas que no sean como 6l.
-Hablando pronto-, exige en tono poco amable.
S6 que no debo perder tiempo y digo:
-Deseo trabajar en este departamento. Tengo ex-
periencia en el oficio, porque en mi vida no he hecho
otra cosa.
Nunca habia vendido una libra de arroz, pero lo
dije con gran serenidad.
-D6nde trabajando usted anteriormente?
-En muchas parties. Yo...
-iMi pregunta que donde trabajando usted la l-
tima vez!
-lAh! Ya entiendo... iEn Barahona!
--CuAnto tiempo?
-Cinco afios.
dPor qu6 saliendo usted?
Eee... yo renunci& porque tenia aqui un pariente
enfermo. Usted comprenderi...
-iBasta! -me corta aspero.
No tengo tiempo de pensar. He dicho una porci6n
de mentiras que no habia preparado. Estoy en el aire.
El americano prime un bot6n y se present mister Lilo.
-Arreglando este hombri para mandarle al cam-
po-, ordena el jefe.
El segundo se inclina ante 61 y con la mirada me
indica que le siga los pass.
Nos trasladamos a otro departamento. Casi no pue-
RAMON MARRERO ARISTY
do explicarme lo ocurrido. iCuesta tanto trabajo obtener
un empleo de 6stos! Y sin embargo a mi, en la form
mis precipitada y extrafia, sin que yo mismo me enterase
de que se me habia aceptado, al fin de un dialogo harto
accidentado, a pesar de lo breve, acaban de recibirme
como bodeguero del central.
Tiemblo de alegria. Y no es para menos despu6s
de s61o haber comido guineos el dia anterior y haber
pasado la noche a la intemperie.
Pellizcome muslos y manos para convencerme de
que no sufro una pesadilla echado en el duro vag6n. Pe-
ro no hay duda. Estoy despierto.
Me indican que ocupe un escritorio. Un taquigrafo
me ofrece un formulario en el cual se pregunta desde
nombre del solicitante de empleo hasta cuales son sus
ideas filos6ficas, pasando, desde luego, por aquello de
si toma drogas, bebidas alcoh6licas, si es terrateniente,
cual es su temperament, y si no me equivoco, tambi6n
si el mortal que tenga la obligaci6n de contestar todo eso,
alguna vez en la calle ha tropezado con un comunista.
Lleno el formulario en el acto. Luego el taquigrafo
me pregunta en voz baja:
-dSabe usted que va a ganar ocho pesos semanales
en una bodeguita de campo?
No lo sabia, pero respond que si.
-Entonces, fire aqul.
Me extiende una hoja impress en ingl6s. Por algu-
nas palabras que mal entiendo de ese idioma, me entered
de que se trata de fianzarme, nada menos. Una com-
pafiia de seguros de allende el mar, se hace responsa-
ble de mi, sin yo conocerla... ly sin conocerme, es na-
tural!
OVER
-Espere un momento-, dice nuevamente el asis-
tente.
A poco viene un aleman colorado como un tomate
maduro a quien he oido lamar mister Baumer. No se
por que su cara me recuerda la de un sAtiro. Me exami-
na de una mirada y me lanza a quemarropa:
-eUsted es el hombge?
-Si senior.
-Espera en aquel auto. Yo va en seguida.
Se le nota que hace esfuerzos por evitar la g. Obe-
dezco -no hago otra cosa desde que entree aqui-, y ya
instalado en el vehiculo veo venir al teut6n seguido de
otro empleado. Traen un maletin, una balanza y una
cuerda para colgar dicho instrument, Ocupan el asiento
delantero. El alemAn toma el volante. Resopla el motor
mientras el autom6vil realize maniobras. Luego, se tien-
de cal!e arriba, hacia el pueblo, tragando brisa.
*
La ciudad se ha quedado detris, Ilena de indiferen-
cia. Cuando se vuelve la mirada, se ven las inmensas
chimeneas elevAndose al cielo, como robando nubes.
Frente a nosotros se arrastra la carretera gris, flexible
y larga. A nuestros lados se fugan pafios de montes,
potreros, bateyes diminutos que escapan miedosos, ca-
iaverales, bueyes.
Solo, en el asiento trasero, tirado come un fardo,ob-
servo la nuca poderosa como de toro, del alemin que
conduce la miquina. Ni una palabra, ni una mirada me
ha dirigido. Comprendo al instant que se me Ileva alli
como se lleva una cosa.
RAMON MARRERO ARISTY
Algo raro me sucede. No crei que una alegria como
la que experiments al salir del despacho del manager, co-
menzaria a desvanecerse tan pronto. Esta complete in-
diferencia hacia mi, el silencio temeroso de los emplea-
dos de aquella oficina, gentes que se mueven como som-
bras, los dependientes hablando en voz baja y como
temiendo constantemente una llamada del jefe, a quien
tienen que obedecer sin errors y sin demora; todo eso
me ha causado una desagradable impresi6n; me ha de-
jado en una especie de vacio, con un presentimiento
que no Ilego a definir.
En cambio, icon cuAnta desenvoltura hacia sonar sus
grandes botas el alemin! jQu6 duefio de si mismo el asis-
tente o segundo manager/ Y el gran nortefio, en su es-
pacioso escritorio, echado hacia atras en aquel c6modo
sill6n, luciendo su gran boca de batracio y su vientre
enorme, como un rey en su trono.
Nunca olvidar6 a esos hombres que hablan fuerte
y pisan como militares. Ni tampoco se me borrara la
vision de aquellos empleadillos --encanecidos algunos,
a pesar de ser j6venes -adosados a sus escritorios co-
mo una maquinilla u otro instrument del servicio.
El hambre y el ronquido mon6tono de la miquina
me van adormeciendo, y lo que conozco de la gran com-
pahia, pasa por mi mente como una cinta cinemato
grifica...
Veo al administrator en una especie de alcazar que
le sirve de residencia, rosado, saludable, rodeado de
unos veinticinco sirvientes, mirando abstraidamente el
OVER
mar. Quizas piense que no puede conducir a la vez sus
cinco autom6viles y que su sueldo mensual necesita cua-
tro cifras para escribirse en d6lares. Luego, cormo una
procesi6n, van desfilando !os subalternos: el sub-admi-
nistrador -hombre activisimo, cuya rigidez s61o puedo
ser comparada con la del hierro-. Tambi6n su sueldo
necesita de las cuatro cifras. Siguen los jefes de departa-
mentos, que son algo asi como los secretaries de estado
de esta reptiblica que es el central. Se denorinan su-
perintendentes, y los hay de trifico (encargado de los
trenes), de construcci6n, de cultivo, de crianza. Existe el
auditor, que maneja las finanzas y todas las oficinas, y
finalmente, el enorme manager de lo que ellos llaman
Stores Departament. Sus sueldos oscilan entire los ocho-
cientos y seiscientos d6lares al mes, ademis de mil co-
modidades y servicios que se afiaden a estos cargos que
son verdaderas canongias.
Van detras los demas empleados de trescientos, dos-
cientos, cien d6Iares mensuales, Todos --con rarisimas
excepciones- extranjeros que ocupan las mejores resi-
dencias destinadas a empleados en las avenidas del ba-
tey central. Y finalmente, los empleadillos del g6nero de
aquel'-os que parecen former parte del escritorio, a quie-
nes sospech6 tan felices en sus casitas verdes, con sus
mujeres carifiosas y sus hijitos pequefios.
La maquina ronca, ronca. El alemAn parece de plo-
mt, Su ccmpafiero contempla el paisaje que se fuga
veloz.
De moment un impact me sacude el adormeci-
miento, Ruge el motor. Es una recua de burros carga-
dos de viveres y carbon, que va hacia el pueblo. Sus
guiadores, hombres y rnujeres ennegrecidos, rotos y ma-
RAMON MARRERO ARTIST"
cilentos, miran con horror nuestra miquina, desespera-
dos porque sus animals se han dispersado. El blanco,
al moderar la march, ha lanzado una palabrota en In-
gles o en alemin, que a juzgar por tono el debe significar
algo atroz. El empleado sigue mudo.
Pasamos sin cuidarnos de los campesinos ni de sus
animals. La miquina reanuda su march. Vuelvo a dor-
mitar.
Un kil6metro mis alli, el autom6vil disminuye nue-
vamente velocidad. Cambia de direcci6n. Ahora los sal-
tos no me permiten reposo. Saco la cabeza y veo que
hemos abandonado la carretera y vamos por un carril
que semeja una cicatriz en el vientre del gran cafiaveral.
Los haitianos con quienes tropezamos se lanzan
asustados entire la caria. El vehiculo continia dando
tumbos. El aleman parece un dios que domina el motor.
A poco aparece un batey a la vista. Casitas en hile-
ras paralelas, todas blancas, menos una, que fuera de
orden, aparece negra como el carb6n, despidiendo humo
por una chimenea que le sale del techo. Es la bomba.
Detras se levantan tres barracones con los ojos abiertos.
MAs alli, la bodega, pequefiita, aplastada, se encoge en
un rinc6n.
Llevo dos meses en un batey sin nombre, porque
los fundadores de este central, en su afan de abreviar
tiempo y despersonalizar tanto a las gentes, a los sitios
como a las cosas, lo han numerado todo. Y es cierto
que he matado mi hambre, pero no s6 que hacer con es-
te hastio que me engulle dia y noche.
El batey es pequeiio. S61o tiene unas treinta casas,
y en l6 no vive persona alguna con quien pueda hablar
de Las cosas que pienso. Porque alli esta el viejo Dioni-
sio, el mayordomo del contratista, pero de ese negro si
que podria decirse que se ha tragado la lengua. Cuando
no va en su mula baya mirando las cosas como si no las
viese, dormita en el balc6n de su casita blanca despi-
diendo el tufo del ron que se ha bebido durante el dia.
El 6nico que habla por cinco y hasta por diez, es
Cleto, el policia del Central, un cibaefio colorado como
un camar6n y borrachin hasta mAs no poder. iDemonio
de hombre este! Al principio no me gustaba, pero luego,
observindolo bien, oyendo su inagotable torrente de di-
chos e histories, se me ha revelado su verdadera perso-
nalidad y ya le encuentro muy simpAtico.
Desde el amanecer monta en su mulo blanco, y co-
mo su casa esta contigua a la bodega, al instant le ten-
go apoyado en la ventana, pididndome "su maiiana", la
cual conkiste en medio vaso de ron. Y si ese dia tiene
que prestar algin servicio urgente, dice pocas cosas, to-
ma otro trago "pa' no quedarse cojo", y se march. Pe-
RAMON MARRERO ARISTY
ro si puede perder un poco de tiempo, iya voy a oir
histories de sus amores y de sus combates!
Par alli se acerca. Crei que se hallaba en el batey
vecino, hacienda la rueda a una querida que tiene alia
y por la cual la buena de Nica -la mujer de "entre-ca-
sa que tiene aqui, callada y taciturna como una figu-
ra de la desesperanza-, vive ahogada en celos.
Y no me causa extrafieza que haya dirigido el mulo
hacia aci, ya que no puede pasar cerca de la bodega
sin darse su "palo".
Despu6s de atar las bridas del mulo en una de las
delgadas columns de madera de una especie de balc6n
que tiene la bodega para que los compradores mediana-
mente escapen a las inclemencias del tiempo, se ha pa-
rado delante del mostrador, y como desde alli no se me
ve, porque estoy en el dep6sito, suena su voz inconfun-
dible:
-iBodeguero, bodeguerol Saiga d'eso rincone y ven-
ga a poneime una toma. Ut6 tA viviendo mejoi que l'ami-
nitradoi dei central.
Sonrio y voy a servirle, y no bien lo he hecho, cuan-
do ya tiene el. vaso en la diestra y levantindolo a la altu-
ra de sus ojos hacienda como que mira a trav6s del cris-
tal y del ron el paisaje que ofrecen los caliaverales, dice:
--Ay, bodeguerol iAsina e' como m6 bonita se
ven 1. cc-a!
Y bebe de un trago el espirituoso ron.
Hace un gesto de desagrado, escupe y comenta:
-Me va a cotai cambiai esa maica, poique ya tan
daftindola. . AicAnceme un chin de agua.
Le dejo escupiendo y voy por to que me ha pedido.
Cuando estoy de regreso, antes de tomar el agua, inclina
el cuerpo sobre el mostrador, y mirando hacia su casa
OVER
me pregunta en tono confidential:
-iUtd no le ha oido nf a Nica?
--A Nica? iPero qu6 le voy a oir, si ella no
habla!
-cQue no habla vale? --dice sorprendido, echan-
dose hacia atras-. Yo soy e I'dnico que le conoco la
puiga. Ute la ve asina dique callaita, con su cara de
angelito, jpero tiene la misica poi dentro!
-Sin embargo, siempre la he tenido por una mujer
inofensiva.
--jAy, vale! Asina taria ut6 en su mano. Eso lo
dice ute poique e mozo y no ha lidiao mujere. Eso son
lo pijaro ma mal enjendrao que ut6 pue jalaL iMire
que eta mia.. .! Lo 6nico, que se ha trompezao conmigo,
que no se me pu6 roncai ni andaime con periquito; que
si ella se hubiera dao co n'un pendejito ya se le hubie-
ra montao ma j'arriba e la cabeza. Pero conmigo.. .
Claramente, con un gesto, sugiere el resto de su fra-
se. Luego bebe un poco de ron, carraspea, escupe de
nuevo y mira otra vez los cafiaverales con gesto de enso-
fiaci6n.
-Bodeguero -dice entrecerrando los ojos-. Yo
le aseguro que ya lo s'ombre no son un pie sucio de lo
que eran en mi tiempo. Yo me veo dique atenio a do
mujeicita y ni an me conoco... iJai caracha!... iMire!
Le voy a contai una hitoria de lo tiempo en que yo vine
a eta finca poi primer vb...
Vuelve al ron, toma agua y se dispone a cumplir
su promesa. Sin mis preambulo comienza a hablar:
-Andaba juyendo, poique le habia paitio ei pecue-
zo a un degraciao, cuando Ilegue poi primera v6 a 'ete
Era e n'eso tiempo que se taban abriendo la tumba, y ei
dinero corria poi lo carrile ni e I'agua en caMi cuando
RAMON MARRERO ARISTY
Ilueve duro. Dende que me meti aqui me senti ni an
pueico fleco en batatai bien pario, poique ganaba dinero
en baibarida y ei dia y la noche eran coito para corre-
tiA, andai en'un caballo que ei s6lo valia un dinerai, mu-
jerii ei dao. Yo taba encaigao de abri un baibarida e
tumba, y tuve la suite de trompezame con ei maidito
hombre ma pech6 pa cogese lo ajeno que he visto en la
tierra. Era un condenao mayoidomo de lo lao dei Sau,
que me repoitaba cantida j'epeone que no esetian, poique
eran nombre faiso; y to dia je pago, cuando yo diba a
la oficina a cobrai, ino habia chivo e Neyba que saitara
la janga e papeleta!
"Jacia ei cobro, y dende que voitiaba la cara...
iahi ta ei maidito hombre ni an perro vel6n aonde matan
un pueico! Y dende que yo jacia asina y picaba pa di-
me... jahi diba ei condenao atrA de mi como ei que va
siguiendo gallina! Desimulaba jata small dei batei, pero
dende que no lo veian clavaba ei mulo y a poquito me
dada aicance, poique yo lo esperaba en cuaiquie carri.
"No j'afiangotibamo en medio de una pieza e caia,
y seguido se prencipiaba ei repaito. "Aqui tan lo de lo
peone", "aqui tan la chiripa", dipu4, itoa esa loma que
sobraba la paitiamo entire lo d6!... Vale, Iqub janga e
papeletal".
Despuds de esta exclamaci6n se detiene. Permanece
un moment extftico, como si contemplara el dinero
que cobr6 aquella vez. Se muerde el labio inferior. Luego,
corriendo su mirada sobre et aparador, dice:
-AicAnceme otro polito, que ese maidito romo me
ha dao garrapela. Voy a dejai de bebel romo e coloi
iDeme de aquei blanco!
Se to sirvo y bebe con rapidez. Toma otro poco de
agua y contin6a:
OVER
-Vale, y la cosa hubiera seguio asina, poique yo no
pensaba dejai esa vida; pero e n'eso se le ocurrio al con-
denao mayoidomo tra6 una mujeicita que tenia e n'el
Siu, y co n'lla a do heimana d'ei que todavia no se ha-
bian empliao y taban sefiorita.
"Quiso ei pecusio que de la tre la que ma me guta-
ra fuera la mujeicita. Dende que la vide me dentr6 un
revoitillo vale, que me tenia lo seso ai galope -poique
mi mayoi degracia siempre han sio la mujere--, y le
juro que me se oivid6 que ei bendito hombre y yo ra-
mo medio amigo y jata medio socio.
"Poi mr que quise contenime, 1que va!, cuando vine
a vei ya le habia maichao a la mujei --que se fiamaba
Engracia-, y de ahi p'alante ya no fu6 possible aguan-
tarse. To era brega de aqui, y brega de alli, y ella na
mA diciendo que si yo no veia que ella tenia su mario;
que me enamorara de una e la muchacha; que se yo, y
que se cuando... jata que ei dia meno pensao, ivalel,
me di6 ei suto e decime a boquejarro que si, que ella
me queria dende ei die que me vi6...
"iJ'a maidita! IAquello taba bueno, bodeguero! Yo
no he trompezao con mujei como aquella, y mire que
yo he comio laigo. Me di un emburuji, vale, que ya yo
no paraba en la tumba, sino en la casa ei mayoidomo. Y
ei condenao hombre que me topaba a toe s'ora allA, di
una v6 prencipio a supechai, a poneisene repel6, delicao
y co n'una filoieria que ya me tenia ai canto de rompele
ei bautimo. 1Y jurb que se lo hubiA rompio, poipe laj
gana j'e reguiliatnelo me tenian loco! Pero e n'eso la
condenf mujeicita, que se manijaba aguanthndome, me
se apareci6 con una salia que me dej6 con la boca
abieita..."
Unos haitianos que venian a comprar, al ver a Cle-
RAMON MARRERO ARISTY
to hablando frente at mostrador, prudentemente han se-
guido de largo. El policia, haciendo un gesto de desagra.
do, exclama:
-iJeslj iQu6 pete tiene esa genteel
Y como los peones llevaran el paso corto, les ha
sritado:
-iAcaben de pasai, jediondo j'ei diablot
Los negros obedecen temerosos, con una sonrisa
servil que solicits disculpa. Cleto escape, toma un nuc-
vo trago y continda:
-Mire bodeguero, cuando a la mujei se le mete en
la cabeza jacei una cosa, quitese de abusione poique la
j'ace. Ut6 laj ve asina que una co n'otra se tiran ai pe-
cuezo, pero en tratandose de jacei una sinveigidenceria
en socieda6, se tapan como heimanita.
"La conden6 se compuso con Tofia, la mb vieja de
la d6 s'eimana dei mario, pa que dijiera que tenia amo-
re conmigo. Y la Tofia, que que na mi andaba pelAn-
dome el diente dende que vino, di una ve dentr6 e n'e I
asunto. Y asina, como tAbamo lo tr6 compueto, la cosa
aparentaba sei lo mf natural. Ni Engracia se ponia
celosa, poique t6 lo habia compueto ella, ni ei mayoido-
mo supechaba ya ni y se habia pueto lo ma mansito.
"Pero vale, yo nunca he podio jugai con candela
sin quemaime lo deo. La muchacha tenia una pieina y
uno pechito que eso daba guto. Y eso de ta t6 lo dia sen-
tao al lao diella, ai lao d'ella... iMire! Pa no casaile ei
cuento, en meno e quince dia ya Tofia y yo no j'abiamo
dao una emburujA que na mi se veia ei plumero".
Suelta un "|j anda pai sipote!", y rie recordando su
triunfo. Vuelve a echarse un trago de ron y continda
mAs colorado que nunca:
-Pero ahi no se para e I'asunto, vale. La otra hei-
OVER
manita no era cosa dina e deprecio, y como me habia
peidio la veigiienza, ya se manijaba to ei dia na ma que
poni6ndome nombre y jata usando su jueguito e mano
conmigo. iMire vale, ya yo taba ni an muchacho jait6n
que Io ponen a com6 en demasia! Cuando me pasaba
ceica Engracia, manque tuviera ai lao de Tofia, le daba
su naiga: y dende que daba la epaida, le daba su moi-
dia a Tofia pa que no creyera que yo queria ma a la
otra. El a me se queria revoitiA, pero pa que tenia yo
eta lengua: "Critiana, no ve que hay que mantei l'apa-
riencia", le decia, "no ve que na m6 te quiero a ti". Y
to seguia lo ma bien.
"Pero ei tanto sobai y ei tanto embromA Ia pacen-
cia ya me habian pueto demasiado manituoso, vale, y
cuando vine a vei ya taba pellicando a la mi chiquita,
y a ca rato retozando co n'ella, y tomAndole ei pelo, y
cuando no me oian la s'otra le decia que ella si era
buena jembra, que era la ma bonita de toa, que que bc
nito tenia eso pechito, que que dichoso ei que se tirara
ese bocao... y poraqui, y porall, y cosa jasina que
a ella le voivian loca e la risa, iy ei veneno e la mane,
vale I Jata que un dia, compai, llegu6 ai bojio medio
taide y medio metio en mi amaigo, y me trompec6 coO
que t6 se habian dio pai pueblo a comprai lo trate j'e
nochebuena que era e n'eso diita, ,y que la inica que
taba alli, solininga, era la muchachita..."
Aqui el policia se relame de gusto, y con la boca lle-
na de risa, mirindome a los ojos, pregunta:
-Vale, iut6 se ha jallao aiguna ve con una cai-
tera con cien papeleta? Bueno; pubs si no se la ha jallao,
p6ngase a pensa e n'ei volio que daria de content. Pue
jcr6alo!, que ese dia me puse como si me hubiera en-
contrao la caja dei central abierta e n'una pieza e caia!
RAMON MARRERO ARISTY
"Enseguia me tir& dei caballo, me meti en la
casa, y sin mirai p'atr6 tan siquiera, tranqu6 la pueita e
la calle. .. La muchacha, que se taba dando cuenta, se
puso coloraita, y t6 se le diba en preguntaime que si yo
taba loco, que qu6 diba a jacei, que si me tentaba ei
diablo, que no fuera malo... Pero iqu6 va, critiano!, si
en la cara se le veia que guto no le faitaba a pesai de
la veigilenza; y dende que le laigu6 la primer tenaci6
me se qued6 paraita, temblando, con la cabeza agacht,
y de ahi p'alante.. bueno, vale... iya ut6 se pu6 ima-
gin! '.
Rie a carcajadas. Yo no puedo menos que acompa-
fiarle. Luego sigue:
-iAnda pai sipote, bodeguero! jEso era andai de-
recho! S61o poique ei diablo se econde en toa paite fu6
que me se pudo echai a peid6 aquella diveisi6n.
Sigue riendo. Empina el codo otra vez y continue:
-La cosa se decompuso, vale, poique la maiditaj
muchacha prencipiaron a vomitai y t6 ei mundo se di6
cuenta dei decalabro, y ij'ave Maria Purisima! jEnton-
ce si se aim6 la de Di6 j'e Crito! Ei mayoidomo taba
hecho un le6n y nA mA decia que me mataba, que'to,
que l'otro, que p'alli que p'aqui, jata que un dia me co-
gieron lo cuento mai confesao, me cans6 de que me hi-
cieran mi cuento, y una noche, a eso de la una, fui a su
casa y lo fame:
-"iDun! IDun!"
-"-Qui6 n'e?"
--"iYo, Cleto, que vengo a conveisai co n'ut6!"
-"(Ombe, pero eta no so n'ora "
-"Pa lo que yo quiero eta e la mejoi..."
-"Y en seguia prencipiaron La mujere a dai grito
y vociaime que poi Di6 me dejara d'eso. Y ei maidito
OVER
e decline que esa la pagaba yo, que ya se diban a acabai
la consideracione, que a l'otro dia la juticia se encaiga-
ria de mi, y qu6 se yo y qu6 se cuando... Jata que me
se prendi6 la sangre y prencipid a vociaile que saliera
pa fuera pa que supiera Ic que era hombre. Y como no
salia y hablaba mi que una docena e cotorra, me deca-
lente y pele po r'ei revoive y le cai a tiro a zin de la
casa.
*Ya a la bullet se habia alevantao to ei batei y pren-
cipio a correi la gente, y a rogaime de lejlto, que me
tuviera quieto, que no jiciera eso, que ei no se meteria
mi conmigo... Y mientra tanto ei muy pendejo no
salia.
"Vale, a mi ni me dA tanto ecr(pulo como abusai
de un hombre flojo, y le dije a to ei mundo que se aco-
taran y que yo me diba. Y asina fu6. Ya me se habia
quitao la rabia poique en consencia sabia que yo era
quien habia peijudicao ai probe hombre, y me sentia
jata medio aveigonzao. Asina a l'otro dia no jicieron
dique amigo, y quedamo en que yo mudara una de la
muchacha y que la otra se quedara en la casa. Lo hi-
cimo asina, y pa no casaile ei cuento le dire que la ma
chiquita se muri6 de paito y la otra se fui co n'ei mu-
chachito pa ei Sdu, poique la familiar ta mand6 a bucai
dende que supo ei decalabro, iy como ya yo no tenia
apuro!..."
Ha dicho esto encogi6ndose de hombros, sirve otro
trago y rApidamente se lo bebe.
-;J'ave Maria! --exclama-. iQu6 malo tan fabri-
cando ete romo!! Mire vale, pa romo bueno ei Cibao.
Escupe arrugando la cara, se enjuaga la boca y
luego se queda mirando los cafiaverales con vaguedad.
RAMON MARRERO ARISTY
Estf casi borracho. Como parece que no va a proseguir,
le interrogo:
--Y el mayordomo y su mujer?
Me responded:
-Eso sigui6 asina, bodeguero. Yo en mi teje co n'
ella y ei jaciendose ei zonzo, poique me tenia un fuA que
semiaba. E n'eso se acabaron la tumba, yo me fui pa ei
Cibao y ma nunca voivi a sab6 d'ello.
-iUsted era el diablo! comento.
Desatando las bridas de su mulo infla el pecho y
me dice:
-iYo era hombre y no tieto!
Y montado y saliendo del patio me grita:
-iJata la vueita, vale!
Y se aleja a galope, camino del otro batey. Nica,
en la puerta, lo mira con desesperanza.
iQu6 hombre, este Cleto! Para 61 no reviste impor-
tancia otra cosa que no sea batallas, gallos, mujeres y
ron. Suponiendo que cada hombre tenga una idea fija,
esa debe ser le de 6ste. Decididamente no es de mal co-
raz6n. En su casa la comida es abundante y su mayor
placer consiste en rega!.irsela a quien la necesite. El di-
nero del sueldo nunca le alcanza, porque debe tanto y
da tanto, que necesitaria ganar una suma much mayor
para vivir sin deudas. Y creo que las contraeria aunque
ganara un mill6n, porque de poder hacerlo, seguramen-
te en cada batey tendria un har6n. Qui deseo de fal-
das! Y iqu6 sed de ron!
**
El viejo Dionisio es otra cosa. Toda la vida lo re-
cordar6, tal como le vieron mis ojos el primer dia, me-
OVER
ciendo su obesa figure en la silla de su mula que siem-
pre camina con las bridas sueltas, la cabeza inclinada,
y los ojos perdidos entire las patas. Cuando mi vista lo
alcanza, s6 que viene por media botella de ron. Hay
dias en que se toma seis, y como minimo, tres; pero
eso es nada para 61. Jamis he visto otro individuo que
pueda beber tales cantidades de alcohol sin inmutarse.
iEs que sus doscientas libras resistenj
No olvidar4 nunca su voz de bajo, como ahuecada,
pididndome el ron cada mariana: "Deme mi cafecito,
bodeguero". o si no: "Danielito, deme mi amanecer". Y
todo ello dicho en un tono tan cordial. iEs un buenazo
este viejo! iTan callado como vive, pero tan oportuno
cuando habla! Este si que no refiere histories de su vida.
Lo mas que me ha dicho, estando muy bebido, es una
frase: "Bodeguero, yo soy su amigo. Y oiga un consejo
de hombre suelto y de buey suelto no se fie"... Y son-
rie como s6lo 41 sabe sonreir.
Puedo decir que le debo much, porque de no ha-
berle hallado, desde mi Ilegada al batey hubiera tenido
series tropiezos. Ignoraba yo por complete las cosas de
la finca. Me irritaba fAcilmente con cualquier pe6n y
proferia amenazas frecuentemente. Cierto dia un hai-
tiano a quien le vendi una libra de arroz, me dijo ladr6n.
Al instant salt fuera de la tienda, machete en mano,
dispuesto a ajustarle cuentas.
-iVuelve a decirlo! -le gritaba furioso-. iVuelve
a decirlo!
El viejo, que estaba por alli, me ataj6:
-No haga eso, bodeguero. iNo haga eso!
Y aunque me veia encolerizado y dispuesto a herir,
hablaba con calm, como qui6n estA seguro de que serf
obedecido.
RAMON MARRERO ARISTY
--Pero ese haitiano me ha dicho ladr6n, y yo no
tolero que nadie me insult! -fu6 mi alegato.
Sin dar importancia a mis palabras, como no se les
dA a las de un niiio, el viejo respondi6:
-Dejese de pendej6 y aprenda a vivir en la finca.
iQue le dijo ladr6n? iJ'a, carajo! iY c6mo se llama
usti?
Fue entonces cuando le dije mi nombre por prime-
ra vez. Me respondi6 con despreocupaci6n:
-Bueno, pu6 olvide su nombre. Aqui pa los do*
minicanos ust6 se llama ladr6n, y pa lo s'aitiano vold.
Ese e s'el nombre que nos dan a to lo s'empleado de la
compaiia. ;No le haga caso a esa gente!
Ya el haitiano estaba lejos y yo me sentia un poco
corrido. Luego he aprendido lo que me explic6 en tan
pocas palabras el viejo Dionisio, y comprendo que nadie
me lo hubiera dicho tan sencillamente. Porque me he
acostumbrado. Reconozco la inutilidad de encolerizarme
con estos infelices, porque ellos hablan sin ningin sen-
timiento de rencor o de maldad. Viven tan indefensos,
han sido tan exprimidos, que ya no tienen energies. Si
dicen "ladr6n', es no por ofender. Hablan por hablar y
a veces sus duras palabras encierran adulaci6n. Se han
compenetrado instintivamente -pero demasiado bien-
de lo poco que significant ante los que estan por encima
de ellos aqui. Tambi6n instintivamente, conocen a per-
fecci6n su destino, y por experiencia saben el terrible
mal que les traeria cualquier protest. De ese conven
cimiento han hecho una filosofia. Resignadamente ellos
dicen:
-En la finca t6 son ladr6n. Roba el bodeguero,
roba el pescador, roba la mayordomo, y yo ta creyendo
OVER
que la mi ladr6n de toitico son el blanco que juye en
su carro.
Y yo pienso: dse podria vivir sin robar? Y s6 que
no es possible, porque una fuerza maquiav6lica nos com-
pele a ello. En la finca el robo tiene una clasificaci6n
diferente a la ordinaria. No es una vergiienza para nadie,
porque se practice como cualquiera otra funci6n natural,
y se acepta como una condici6n ajena al empleo.
Pienso c6mo cada uno hace lo suyo. Los pesadores
de caiia usan pesas cargadas para quitarles al carretero
y al picador, desde quinientas a mil libras por carreta-
da, ademAs de doscientas que se descuentan corriente-
mente para que el peso del chucho salga aproximado
con el de la factoria. Esto le proporciona various cientos
de pesos de over al duefio del tiro de cafia, que con ese
dinero se alivia un poco las multas, errors en su con-
tra, y el precio del agua que been sus bueyes (propios
o alquilados a la compailia), agua que a veces es pura-
mente simb61ica. ya que se le cobra al colono y al
contratista aunque tengan dentro o cerca de sus colo-
nias -es decir, afin en terreno que no pertenece al cen-
tral-, algin arroyo donde su ganado mitigue la sed.
La compafiia prohibe terminantemente las pesas car-
gadas, como prohibe todo lo que a la vista signifique en-
gafio, pero no dice nada cuando aparece el over -jcomo
si fuera cosa bajada del cielo!-, porque sabe que 6ste
ira a sus manos irremisiblemente.
Los mayordomos de la casa -como se les dice a
los del central-, tambien tienen su form de robar. La
oficina del cultivo paga los trabajos sumamente bara-
RAMON MARRERO ARISTY
tos. El desavero (*) se ha Ilegado a pagar a menos de
un centavo la tarea, y su precio ordinario es un centa-
vo o centavo y medio. El desyerbo del interior de las
piezas, en terrenos abandonados, pedregosos, donde no
es possible hacer dos tareas en un dia, a veces se ha pa-
gado a cinco o seis centavos. iPero esto es un milagro!
Que los precious ordinarios son: tres, tres y medio o
cuatro centavos la tarea, suba o baje el precio del az6-
car. Los trabajadores a veces no quieren hacer los cul-
tivos, no porque tengan energies para reclamar derechos
o formular protests, sino porque sus ojos les dicen que
en dos dias de trabajo no ganarAn para comer una vez.
Y entonces el mayordomo se ve en la necesidad de obli-
garles por la fuerzo, valiendose de la policia del central
y de su propio machete, o tiene que hacer malabaris-
mos; porque cuando el mister da la orden de realizar
un trabajo a este o a aquel precio, es necesario hacerlo,
puedase o no, para conservar el empleo, pues sabido es
que los blancos son infalibles y que no rectifican 6rdenes.
En tales casos, algunos ponen dinero de sus pequefios
sueldos; pero otros, que no estAn dispuestos a ello, o
que no pueden hacerlo, se valen de trampas. Proponen
los trabajos -por su cuenta y con el riesgo tambi4n de
ser despedidos si se les descubre la maniobra- a pre-
cios mis altos que los estipulados por la oficina. Pero
como no pueden presentar modificacioness en el report
o pay-roll, para ajustar sus cuentas engaiian al ignoran-
te pe6n, y las cien tareas que ha hecho el trabajador, al
ser medidas o calculadas, son convertidas en ochenta;
las ochenta en sesenta, etc. Y entonces, icuidarse de set
(*) Desyerbo de tres o cuatro pies de ancho que se hace al-
rededor de las piezas de cafia paco antes de comenzar la zafra o
cosecha.
OVER
descubiertos!, porque la "seriedad" de la compafiia no
admite engafios.
En cuanto al bodeguero, la cosa es m6s complicada
y mis cruel. Se puede decir que ningin empleado se
hall tan impelido al robo y a la desesperaci6n como
6ste, Al bodeguero todo se le carga minuciosamente, ya
sea una onza de pimienta, una cabeza de ajos, media li-
bra de habichuelas o una nuez-moscada. El departamen-
to tiene reglamentos impresos que son verdaderas leyes;
fantAsticas y drAsticas leyes mediante las cuales queda
uno condenado, extinguido, pulverizado, sin haber sido
juzgado y sin tener opci6n a apelaci6n de ninguna es-
pecie. Con frecuencia Mr. Robinson describe diciendo:
'Debe usted cefiirse estrictamente a tal articulo de nues-
tro reglamento", o "De acuerdo con el articulo tal sir-
vase hacer esto o lo otro', como si aquel reglamento hu-
biera salido del Poder Ejeoutivo en form de decreto,
o hubiera sido elaborado en el Congreso Nacional y
convertido en ley.
Las tiendas no tiene balanzas adecuadas para com-
probar el peso de los grandes sacos que despacha el
almac6n. En los reglamentos un "articulo" dice: "Ha-
ganse reclamaciones por efectos dafiados, recibidos de
menos o rotos", pero eso es ganas de decir, porque no se
tienen los medios para comprobar faltas, y si se comprue-
ban, la experiencia ensefia que se debe pensar much
antes de hacer reclamaciones, porque eso "dafia el re-
cord", y circulan de boca en boca histories de individuos
que han sido despedidos inesperadamente, sin recibir ex-
plicaci6n, poco despues de haber reclamado una botella
de ron que lleg6 rota en una caja, o algunas diez libras
de habichuelas.
iY si fuera esto solamente! Pero hay que dar over.
RAMrON MARRERO ARISTY
Y s6pase que los precious son fijos. El almac6n despacha
a cinco para que se venda a cinco, de acuerdo con los
reglamentos y con la muy clara y visible list de precious
que hay en cada bodega; pero a fines de mes, o mejor
dicho, cuando se pasan los inventarios, las cuentas deben
aparecer como si se hubiera vendido a seis o a siete. Y
si no se trabaja en esa forma, ja la calle! Y si la com-
paiiia comprueba que el bodeguero vende incomplete,
Ia la calle tambi6n! Porque antes de todo ellos necesitan
demostrar que son personas muy rectas, honestas y me-
t6dicas.
iY dicen los curas que el infierno esti por ahi!
En una de esas encrucijadas que como a conejillos
se les tejen a los desolados empleados, estuve a punto
de caer de no hallarme oportunamente con el viejo Dio-
nisio.
Se hallaba el mayordomo en la galeria de la bode-
ga consumiendo el ron de una botella que tenia el mos-
trador, cuando me vi6 entregarle a un pe6n various pa-
quetes que acababa de comprar.
--Y asi e como ut6 vende siempre, o lo hace por-
que yo toy aqui? -me pregunt6.
Aquello me sorprendi6. Le mire fijamente, algo dis-
gustado por aquella confianza que se permitia sin mis
ni mis, y le interroguh a mi vez:
--Qub quiere decirme usted con eso?
-Que esos paquetes tan muy complete.
El viejo lo decia serenamente, pero yo me hallaba
sorprendido.
-zY c6mo se ha de vender? -pregunt6-. La
compafia asi lo exige, y ademas, yo no robo.
El negrazo se sirvi6 medio vaso de ron; con su cal-
OVER
ma habitual se lo llev6 a la boca y trag6. Con un paiiuelo
se limpi6 el espeso bigote en cuyos pelos brillaban gotas
del licor, y con esa sonrisa suya, me dijo:
-iAy, bodeguero, no sea ust4 pendejo! eY ad6nde
iri su alma si uste sigue vendiendo complete? Mire...
Cort6 la frase como si quisiera examiner el terreno
donde iba a dar el paso decisive, como hombre que
juega la vida en ello, y me mir6 intensamente, entrece-
rrando sus ojos que siempre parecen trozos de came
sangrante. Yo sostuve su mirada. Al fin sonri6 y con-
tinu6:
-Yo he visto fracasar a much jovencito como
ust6. En estas bodegas t6 los dias hay uno nuevo, por-
que aqui no e suficiente saber de niimeros para sacar
buena cuentas. Pa bregar con estos blancos hay que te-
ner navaja, bodeguero, jmuy buenas navaja! Ellos no
s'aprietan, pero e pa que nosotro apretemos pa'lante.
Aqui no se pu6 tener pena ni consideraci6n. iPr6ndale ta
manta a to el mundo, que si no se lo llevara Jda!
Y trag6 un poco de ron. Luego, bajando la voz
afin mis, me recomend6:
-Si uste ta vendiendo complete dende el principio,
pase un balance eta noche; pero tenga much cuidao,
porque en lo bateye hay much asusone y lambeojo, y
si el blanco lo sabe, lo botan.
La sorpresa no me dejaba hablar. El viejo, envol-
viendo la botella para marcharse, me dijo lo filtimo:
-iDi6 quiera que ya ut6 no ande cojo! Dbjese de
cuento e camino. Eso blanco son como gato barsino.
Ello le dicen que venda complete pa que uste crea que
le despachan complete, pero ique va! aqui complete na
mA ti ust6.
Y los hechos confirmaron sus palabras. Tan pron-
RAMON MARRERO ARISTY
to como Ileg6 la noche, cerrT la tienda, cene poco, y
comench a tomar un inventario cuidandome de no hacer
rmido. Los sacos que estaban abiertos y cuyo peso no
podia precisar a simple vista, los fui vaciando en pa-
langanas y en otros envases pequefios cuya capacidad
no excediera de treinta libras --es lo mis que soportan
algunas balanzas de las que hay en las tiendas para
vender al detalle-, y despuis de sudar como un potro
y de haber pegado cien veces el oido y el ojo a las
paredes para enterarme de si me acechaban, pude anotar
cuanto habia en existencia
Mi asombro fu6 grande cuando compare las parti-
das y comprob6 que habia una diferencia de casi siete
d6lares en mi contra.
Esa noche y los dias siguientes para mi fueron in-
fernales. No tenia un centavo ni a quien pedirselo pres-
tado, y pensaba que si me pasaban inventario, seria arro-
jado por Iadr6n. 1Y todo por no querer robarl
Las histories que me hacian me desesperaban. En
esta misma tienda fu6 despedido deshonrosamente un
bodeguero porque tuvo un deficit de cincuenta centa-
vos. El procedimiento no pudo ser mis brutal: cerraron
la tienda y lo dejaron en el batey sin mas explica-
ciones.
Fu6 entonces cuando concedi toda la raz6n a los
peones que en cada empleado de la compaiiea ven a un
pillo. Desde el dia siguiente inicib mi aprendizaje de
empleado eficiente, desollando a mis pobres clients, pa-
ra no deshonrarme y terminar fracasado.
iGran trabajo me ha costado dominar mis nervios y
acallar mi conciencia! Es duro robarles a estos infelices;
pero aqui, la lucha por la vida, como en la selva y co-
mo en el mar, es la misma. Lo que dijo viejo Dionisio
OVER
es una verdad aplastante: "Aqui no se pu6 tener pena
ni consideraci6n. Ellos no s'aprietan, pero es pa que
nosotro apretemos pa'lante'. iY no hay que decir mis
Este maldio over, qui&n lo inventaria? ZD6nde
hall6 esta gente tan diab6lica forma de exprimir? No
hubiera creido, por mAs que me lo hubieran dicho, que
con su apariencia de personas series, met6dicas, invulne-
rables, podrian ser tan cinicos. dC6mo vivir en medio
de esta injusticia, sabiendose uno instrument de tanta
iniquidad?
No hay que dudar, jel hombre hambriento vende
hasta el alma!
Alli viene viejo Dionisio. Seguramente no se deten-
drA, porque son las doce, pero al pasar me dirh ahue-
cando la voz:
-Enlieme un cafecito, que voy a mandA por'el.
Tal coma lo sospech6 sucedi6, y alli va corriendo
desnudo, el negrito hijo suyo, que vino por la botella,
con su cuerpo de 6bano brillando a los rayos del sol.
Es la hora de la canicula. Balduri, el haitiano bom-
bero, raja lefia silbando una canci6n protestante. Nica
mira el camino por donde vendra Cleto. Los haitianos,
sentados en los troncos que servirAn de combustible a
la bomba, mastican su hambre, como bueyes que se echa-
ran tranquilamrnnte a rumiar.
Los perros duermen bajo los pisos. Las casitas se
derriengan flageladas por el sol.
Domingo. Se aglomera frente al mostrador una col-
mena de trabajadores hambrientos. Como hoy la tienda
se cerrara a las doce del dia, para no abrirse hasta el
lunes, los que tienen vales o algunos centavos se apre-
suran a comprar lo indispensable, porque ya han proba-
do mis de una vez lo que son esos dias de bodega ce-
rrada, en un batey cercado de cafias que no se pueden
tocar en "tiempo muerto", con un vale en las manos
que de nada les sirve en otra tienda.
Gritan y exigen por no quedarse sin comprar. Veo
sus caras sucias, erizadas de barbas, grasientas; sus na-
rizotas deformes, sus bocas generalmente Ilenas de rai-
ces podridas y sus ojos desorbitados. iSobre todo sus
ojos y sus bocas! Se apifian en esa ventanilla que da
sobre el mostrador, y enronquecen gritando. EstAn ansio-
sos y ahora mismo no recuerdan nada, ni quieren otra
cosa que no sea adquirir sus centavos de provisions.
Maldicen y suplican, insultan y adulan; quieren que
los despache a todos a la vez. Y yo, que he pasado la
semana prisionero en esta bodega, lo que mas ansio es
que sean las doce, para salir.
Trabajo y trato de olvidarme de ellos. Primero es
como un v&rtigo. Luego me sumerjo, y los ruidos me pa-
san por encima... Recuerdo que hoy me visitarin al-
gunos bodegueros de bateyes vecinos, con quienes he
echo amistad, y pienso que debo apresurarme para
terminar cuanto antes este puerco trabajo.
RAMON MARRERO ARISTY
Alg6n grito que domina a los demas me sacude los
nervios y siento que algo se me agolpa en el pecho y
aIli se me revuelve violentamente como si fuera a aho-
garme. Se me enciende !a ira.
iC6mo son las cosas! No crei jams que a tan corta
distancia de mi casa, y despues de haber formado tan
bonitos planes sobre mi porvenir, me veria en la nece-
sidad de servir a 6stos y de obedecer a otros a quienes
he de considerar mis amos absolutes.
PC6mo son las cosas! Y por mis que lo sienta he
de hacerlo sin chistar, porque el hecho de que el aleman
6ste escriba como un patan, no le quita su omnimoda au-
toridad sobre mi; las cosas que ordene, coma l6 quiera
se habrAn de entender.
Recuerdo la tarde de ayer... "Usted es libre el do-
mingo desde que cierra -me grufiia de mala gana-,
pero el lunes la tienda debe estar limpia, con piso lava-
do y todo muy limpio. Y ademas, usted no puede aban-
donar este batey sin permiso. Yo lo explica a usted to-
do, y ahora usted tieni que comprenda. Yo habla bien
claro". Y dicho esto sali6 taconeando marcialmente, tal
como corresponde a un buen alemAn.
iTe comprendo, colorado teut6n! Puedo disponer
de medio domingo -ustedes Io dicen a viva voz-, pero
antes he de lavar pisos, limpiar botellas, sacudir telas,
matar ratas y cucarachas, volverme escoba, estropajo,
gato y perro a la vez, itodo!, menos una persona decen-
te. Y para salir del batey, llenar unos formularios por
cuadruplicado desde el sabado, en los cuales habre de
dar cuenta de las horas de salida y de regreso, y hasta
de mis lHtimos pensmrientis del dia. ;Muy bien! Todo
se hara como lo ordenas, ya que tu, el manager y sus
secuaces, son dioses tonantes a quienes debemos terer.
OVER
Pero me dirAs... d6nde aprendiste a humillar asi?...
Y como si contigo no fuera suficiente para lievar aqui
una vida de perro, jahi estin estos peones metiendo un
ruido atroz! eD6nde aprendiste? .
1Gritos! IGritos! Ojos y bocas se barajan ante mi,
iSi pudiera escapar!
*
Se ha ido un tiempo que no puedo precisar. Se ha
esfumado la algarabia infernal y me parece que he cai-
do de muy alto. El Big-Ben me mira con los pequefios
brazos de sus agujas en alto, y secretea sosegadamente
su tic-tac. He cerrado las ventanas y me dispongo a
anotar las "salidas' del dia en el libro correspondiente,
presa ain de cierto malestar, cuando oigo una voz que
viene del patio... Es la voz de Cleto, tan alegre como
si este fuera el dia de su cumpleafios.
-iBfodeguero! jBodeguero! Digame si ya ust6 se
fue...
;Qu6 pregunta! Aunque no lo quiera, he de sonreir.
Con este hombre parece que no es possible permanecer
serio.
-No saldr6 hey -le respondo-. Espero visits.
Y me dice con el acento mAs cibaefio que hall:
-Pero bueno, compai, jut6 se va a metei a viejo?
Ya yo toy cansao e dicile que la vida no se pue llevai
asina. eA ut6 como que no le gutan la muiere y ei ro-
mo?...
Se ahuyentan mis pensamientos, porque el policia lo
aleja todo con su bendito buen humor. Le digo:
-Quizis me gusten, Cleto, aunque no come a usted.
Hoy por ejemplo.. .
RAMON MARRERO ARISTY
Se entusiasma.
--iVigame Di6, critiano! Ai fin 1'oigo hablai de a
veidA. ]Le cogerA ut6 ei piso a la finca!
Le oigo y pienso que "cogerle el piso a la finca" sig-
nifica olvidarse de todo, mudar una mujer, tener nifios
enfermos y vivir borracho. Como siento que permanece
en la escalera del lado afuera, pegado a la puerta, com-
prendo que quiere entrar y le abro. Entra y una vez
frente al aparador, se queda mirando embelesado, la co-
lecci6n de botellas. Moviendo la cabeza a un lado y a
otro, exclama:
-iVigen de Aitagracia! iSi me laigan e n'un potre-
ro como ete, me tiene que sacai en litera!
Y alcanza una botella que comienza a descorchar.
Sirve el ron en dos vasos, sin preguntarme si quiero be-
ber. Ya he abandoned los formularios y estoy frente a
l mirAndole hacer, Arrastro una caja de kerosene y to-
mo asiento en ella. Le indic6 otra que ocupa al instant.
Va a decir algo cuando se oyen unos toques discretos
del lado afuera, y luego, jadeante, una voz:
-iBodeguel!... Bodeguel!... A mi me se ol-
vida el manteca. Vendeme un poquita.
Quien asi habla es el haitiano Joseph Luis. El po-
licia no me deja responderle, y abriendo la bocaza, vo-
cifera:
-iMafi dei Diablo! JTu no repeta que la gente
ta descansando, rejundio? eQuiere que te rompa ei pe-
cuezo, desgraciao?
La voz ahora dice:
-Dipensa... Mi no sabL... Dispensamue...
iTamafio susto se ha Ilevado el. haitiano! Cleto es
temido entire los peones como un Zeus, pues lo creen
capaz de matar por cualquier futileza. El vive dicien-
OVER
dolo. Todo el dia ofrece balazos. Promete romper pier-
nas y cabezas. Todo el dia suelta denuestos, escape y
bebe ron. Yo soy de los pocos que quizas he adivinado
un buen coraz6n debajo de esa corteza de injuries, ame-
nazas y palabrotas.
-Vale, a usted le teme esta gente -observo.
Y 41 responded:
-Bodeguero, e que ei que trabaja con n'eta maidi-
ta compaiia tiene que jacei de trip coraz6n pa cumpli
con su debei, poique e veidA que eto blanco son la gen-
te mi rica dei mundo, pero tienen la jambre metia en
lo seso.
Y luego, con su proverbial locuacidad va expli-
cando:
-La polecia tengamo que andai con cuatro ojo.
Por'aqui no pu6 cruzai un probe campesino con un andu-
Ilito, ni con una caiguita e maji, ni con cosa aiguna de
la que vende la compaiiia en la bodega. Si lo peone ha-
cen un pelaito por'ahi, y siembran una batatica manque
sea, o un majicito, 1di'una ve tenemo que meteile ma-
chete y picaiselo t6! Poique eso le peijudica a lo blanco,
iy riase ut6 si a uno se Ie pasa aigo deso! Que di'una
v6 le tan Iloviendo rayaso, como si uno fuera un mu-
chacho o aigin jijo d'ello. jY c6mo yo me conoco!...
ut6 me v6 que soy ei terroi de lo probe mafiese, poique
lo que soy yo no le aguanto vaina a naiden.
Lo que dice el policia es una incredible verdad. Los
trabajadores de la finca s61o pueden gastar su dinero
con facilidad en la bodega del central, porque este di-
nero generalmente no es tal, sino vales, y porque las
pocas veces que a sus manos liega una moneda, no ha-
len otro sitio donde gastarla.
S61o algfn campesino vendedor de platanos puede
RAMON MARRERO ARISTY
entrar en los bateyes con su pequefia carga, y esto, muy
vigi!ado. Luego, no se le permit ejercer otra clase de
comercio a nadie en toda el area que pertenece a la
compaiiia. A los trabajadores no se les deja utilizar una
tarea de los inmensos terrenos que ha acaparado el cen-
tral, y los cuales constituyen la envidia de esta pobre
gene, agricultora casi toda, que se extasia ante tanto
monte sin cultivo. Una rama de arbol de esos bosques
es sagrada, y quien la toque, por lo menos probarA el
lomo del machete del policia y luego la circel, si no es
que siente el filo o se Ileva un balazo. El personal de la
finca tiene que resolver todos sus problems en esta
bodeguita, donde se le vende la comida, la ropa, ar-
ticulos de ferreteria y fichas para canjearlas por la
dura y filamentosa came de buey que se consume en
los bateyes. Porque el central le saca a todo la mayor
utilidad, y el buey que trabaja various aifos, cuando ya
no sirve, es beneficiado para alimentar a estos Avidos es-
t6magos, aunque ello a los ojos de los rudos hombres
que se ganan la vida durante afios con estos animals,
parezca un crimen, porque ellos opinan que "el buey
e 'sun animal que deberia morir de viejo, decansando".
El policia ha callado. Vaciamos nuestros vasos de
un trago y el ron nos quema el gaznate. Esto Ic reanima
y sigue hablando:
-Vale, hay que vivir much pa comprendei poi
que a l'ombre se le pone duro ei coras6n... ;Mir! Cuan-
do uno ta jovencito se manija cogiendole pena jata a lo
s'animale, pero a media que uno va dentrando en edi,
se le va agriando la pifia y va cogiendo iperencia. Ei
dia se Ilega, en que ut& anda debaratao, y naide le jace
caso. Llega uno a pasai jata jambre, y no encuentra un
amigo. Antonse uno se da cuenta de que cuando jalle
OVER
aonde tenei la barriga Ilena, idebe pegaise ni an la san-
grijuela! Y por eso ut6 me vb que con lo j'asunto de mi
debei no conoco a naide, y poi ma desambrio que sean
eto blanco, yo le cumplo su s'oidene, ipoique pa eso pa-
gan lo suyo!
Lo ha dicho como irritado, por haberse compadeci-
do de alguien.
Un tropel de caballos en el patio, nos anuncia que
lleg6 gente. Nos levantamos, el policia con la botella en
la mano y yo en disposici6n de averiguar quienes son
los visitantes.
-Deben sei su j'amigose- observa, envolviendo
la botella en papel de estraza.
-Deben ser ellos -asiento--. Pero no se vaya
usted por eso.
-No vale... -responde-. A mi me guta andai
como la res mala.
Y dicho esto, arreglAndose la correa del revolver,
done luce cincuenta proyectiles nuevos, se asoma a la
puerta. Lo veo levantar la diestra al mismo tiempo que
dirigi6ndose sin duda a los que han Ilegado, exclama:
-Bueno dia, j'amiguitose... Si... Ei bodeguero
tA ah-. Yo creo que viene a recebilo.
Se lanza de la escalera, y me hiere la vista el re-
flejo de un rayo de sol que se estrella en el acero de su
revolver.
*
Me hallo entire dos bodegueros. Sentados en toscas
sillas, rodeamos una caja que hace las veces de mesa y
en la cual se yerguen una botella y tres vasos. Hablamos
RAMON MARRERO ARISTY
del iunico tema que tienen los bodegueros de la compa-
fiia: la bodega y lo que a ella concierne.
Ventas, vales, reports, el alemrn, Mr. Robinson,
Mr. Lilo... Todos desfilan por nuestra conversaci6n,
pero muy superficialmente. Se nota que cada uno teme
aventurar una palabra que mas tarde pueda compro-
meterle. Porque ning6n espionaje es tan eficaz como este
de la finca, donde el empleado, a la vez que es came de
trapiche, hace de lubricante de la maquina y de conduc-
tor de elements que alimentarin el engranaje insaciable.
Uno de los que me acompafian es Eduardo, un mu-
chacho del Sur, inteligente, de mirada muy viva, que
me ha torado gran afecto por lo 61 llamn en mi, "fran-
queza'. Es veteran entire los bodegueros y puedo decir
que me ha torado bajo su protecci6n. Por 61 he sabido
que aqui es necesario "llevar la lengua en el bolsillo", y
ha sido 61 quien me ha ensefiado a perfecci6n los tru-
cos del robo en el peso y la mejor manera de lidiar al
peonaje. A pesar de que sus afios no llegan a treinta, se
sabe de memorial la vida de los bateyes y nadie tiene un
olfato como el suyo para husmear el peligro. Mide y
pesa lo que dice, y seg6n me ha dicho fu6 aqui donde
se hizo tan zorro.
El otro es de esta misma region y creo que nadie
puede ser tan jactancioso como 61. Es el tipo representa-
tivo de una clase de bodegueros abominables. Repugna
estar a su vera. Se alaba de todo. Asegura que es el
hombre mis eficiente del departamento y tambi6n el
mas hAbil en lo que concierne al aumento de su cuenta
de ahorros a costa de los peones. Ahora mismo pro-
clama:
Yo tengo mi batey disciplinado. A mi no hay pe6n
que me forme berrinches. El que se para frente al mos-
OVER
trador de mi bodega, ime paga el baratol Casi nada...
(y falsea la voz, imprimi6ndole un tono cinico), s6lo le
arranco el quince o el veinte por ciento, sin contar el
over. iPorque lo de Pap4 Central es cosa aparte!...
Guifia un ojo y rie estrepitosamente. Goza oy6ndose
a si mismo. Ahora alardea de su amistad con los gran-
des del departamento:
-Asi sin dArmelas, yo soy hombre que jalo con
Mr. Lilo. iA mi me pusieron en este puesto sin dar
viajes! Imaginense que llegu6 recomendado al mismo
administrator del central nada menos que por el General
Beltran. EY saben ustedes qui6n es el General?... Bue-
no, pues nada menos que el gallazo que arregl6 a tole-
tazos el rebd de los muelles cuando los cocolos se rega-
ron el afio pasado.
Sin esperar comentario, como hornbre seguro de que
causa admiracion entire sus oyentes, y que da por des-
contado el gran interns que todos tienen en escucharle,
sigue:
-Yo aqui estoy muy bien. Mr. Baumer tiene mu-
cha confianza. Mr. Lilo no sabe d6nde ponerme, ipor-
que ese si es mi amigo! dNo lo han tratado a fondo uste-
des? iAh! Eso es lo que se llama un hombre simpitico.
iY lo que hay en el fondo!. iEstando bien con
Mr. Lilo, puede lover y tronar! Con ese apoyo no hay
quien se gaste fiofierias conmigo en el batey. A mi me
adula el mayordomo y me respeta el contratista, y es
porque saben que en contra mia no corren cuentos de
finca, porque yo me junto con los cabezas. Ahora mismo,
ea qu6 no me dicen a d6nde voy... Pues, a una fiesta
que le dan a Mr. Lilo en casa de T-urr6n, el bodeguero
del 322, que estf mas bien con 61 que el carAj... iA
cumbanchar con los jefes, mis amigos! A esa fiesta me
RAMON MARRERO ARISTY
invite el mismo Mr. Lilo en persona. Cuando vi su
carro ayer, me pregunte: "jA qu6 vendrb Mr. Lilo a
estas horas?", y cuando lIeg6 a mi bodega fu6 para de-
cirme: "Rodriguez. lo espero mariana donde Turr6n, que
tenemos una jaranita". jYa ustedes ven! iFu6 expresa-
mente a invitarme, el mismo Mr. Lilo!
iCon cu6nto asombro lo dice! "iEl mismo Mr. Lilol"
Es como si dijera: "iHe Ilegado al cielo! Yo era un sim-
ple ser human, un pobre diablo, como ustedes -ni mAs
ni menos- y ahora soy un bodeguero amigo del se-
gundo manager, deh? iNadie Ilega hasta ahi! iMuranse
de envidia!". Y charla, charla incansablemente hacienda
su propio panegirico y tratando de asombrar a todo ser
viviente.
iQuE asco! En verdad, no me explico c6mo se po-
dria pasar un dia can 61 sin romperle la crisma. Para
suerte nuestra, este portento dice que se march, porque
"Mr. Lilo le espera".
Cuando llega el moment de su partida, un gran
alivio nos embarga a Eduardo y a mi, y casi nos vuelve
el. humor. Riendo estrepitosamente, el Amigoo de los
grandes", sin permitirnos pronunciar palabra, ha ido
hasta su caballo, y le acompaiiamos hasta allli par cum-
plimiento. Ya se despite. Como un ser tan extraordinario
no puede marcharse de manera rutinaria, hace que el
animal realice cabriolas, apretAndole las espuelas en los
ijares y recogi6ndole las bridas, todo ello innecesaria-
mente, hasta que por fin parte a galope por el carril
del sur, hacia la vecina division.
Se pierde su silueta y afin queda en nosotros la des-
agradable impresi6n que su voz chillona, sus gestos y el
tema de su conversaci6n nos han producido.
Instalados de nuevo frente a nuestra botella, no
OVER
puedo evitar un comentario. jEs raro esto de que un bo-
deguero se atreva a celebrar fiestas en la casa de la
bodeg;, con 1o exigente que es el manager! Y mas raro
parece eso de que Mr. Lilo...
Eduardo interrumpe mi comentario y responded:
-No es tan raro cuandr las fiestas son dedicadas at
asistente por ciertos bcd,,.Lcrcs, ni es raro que l1 las
acepte.
Estoy confundido. Del asistente s6lo se, que ocupa
un cargo muy pocas veces desempefiado en estos cen-
trales por un latinoamericano, y que es uno de los prin-
cipales personajes de nuestra alta sociedad local, lo mis-
mo que todo el que tenga un empleo cuyo sueldo pase
de cien d6lares al mes. Pero mi compaiiero, que conoce
al dedillo todas las intrigas del departamento de tiendas,
me cuenta cosas asombrosas.
-Por ahi se dice -me informa-, que el segundo
tiene pisado a su jefe, porque le ha descubierto una series
de oscuros manejos que Mr. Panza realize a escondidas
de la compafiia.
iEsto si que no lo esperaba! Me olvido de reir del
mote de Mr. Panza, aplicado al manager, y se me esca-
pa una interjecci6n.
-Como lo oyes -sigue Eduardo-. Y uno de esos
manejos consiste en ciertas comisiones que recibe el
blanco de las casas a las cuales favorece con las gran-
des pedidos del departamento, contraviniendo asi las dis-
posiciones de. central que establece la forma de con-
curso para hacer sus compras. Tambi6n se asegura -y
de ello su vientre es un buen exponente-, que mis de
las tres cuartas parties del over -y quizi todo--- quearro-
jan las bodegas del campo, la tienda principal y el al-
macin, se las traga ese enorme senior. iY cuintas cosas
RAMON MARRERO ARISTY
mas que no se dirin!
Todo esto es nuevo para mi y ,lo escucho con cre-
ciente avidez. Pido a mi compafiero que me ilustre am-
pliamente sobre tales asuntos y 61 accede. Se revela
ante mi una series de cosas que no pude jams sospechar.
Eduardo sigue hablando... El manager y su se-
gundo se completan admirablemente. El mAs grande se
ocupa de los asuntos mayores. El otro, mete la mano
aIli donde las cosas, por pequefias, hieden mAs. No es
que tengan un convenido especial, como iguales. Se trata
de que el asistente conoci6 el juego de su jefe y 6ste,
sin comentarios, le dej6 hacer lo suyo por su cuenta de
ahi en adelante. El rubio es hombre de pocas palabras,
de pocas releciones. Vive en uno de los confortables
chalets que han sido fabricados por el central para los
blancos; bebe su whisky, juega golf, lee revistas america-
nas, soluciona crucigramas, siente un desprecio olimpico
por este pais y sus gentes, y oye la radio... Su vientre
crece, su cuenta bancaria crece, y el future Ie sonrie allA
en la Florida, en form de alguna quinta, cuando una
buena sums est6 colocada en acciones y se pueda termi-
nar tranquilamente como buen hijo de una gran demo-
cracia. El otro no es lo mismo. Lleg6 aqui un dia con
la americana rota, como otros tantos aventureros que
luego se convierten en personajes en nuestros miserrimos
pueblos; sabia ingl6s y contabilidad, hall trabajo en la
oficina del manager, fu4 su escribiente y luego su se-
cretario, y finalmente, el cargo de asistente fu6 creado
para 61, gracias a su oportuno descubrimiento. No suefia
con ninguna Florida, ni cree en la democracia que le
permit a los ciudadanos colocar dinero en acciones y
criar vientre sin trabajar, sino que gusta de las mujeres,
de la parranda, y le saca todo el jugo possible a su posi-
OVER
ci6n y a un poblacho miserable que vive parasitariamen-
te del central. El sueldo no permit todos esos lujosos,
pero ipara eso se tiene poder! El hombre ha ido colocan-
do bodegueros a quienes protege enviandoles a las me-
jores bodegas para luego desollarles tomandoles a pr6sta-
mo sumas que jamAs les devuelve. iEs que tiene deseos
de vivir! Bien parecido, sin escrdpulos y duefio de una
buena salud, se hace dar fiestas aqui y all&. Emana sim-
patia y se gana la confianza de sus protegidos. Estos, en-
cantados, orgullosos de la amistad de "un hombre tan
sencillo" que les trata "como si no fuera su jefe*, envian
a las hembras de sus families al pueblo con 61, "apro-
vechando la oportunidad de su autom6vil" muy orgu-
Ilosos de tratarse de igual a igual con el segundo ma-
nager, muy satisfechos de ver a sus hembras bailar con
61.
Y el hombre, ademas de con el dinero, se queda con
la honra de sus protegidos, como siempre ocurre en es-
toe casos. Mujeres, hermanas e hijas se vuelven locas
con Mr. Lilo...
-"iQu6 simpatico es Mr Lilo!"
-"iQu# buen mozo es Mr. Lilo!"
-"1Qu6 hombre tan bueno es Mr. Lilo"!
Su marido, su hermano, su padre, "se lo deben
todo a Mr. Lilo". Despu6s de una fiesta hubo un d6fict,
y -jesto es un terrible secreto!-, "lo arregl6 Mr. Lilo".
-i"Es un hombre de tan buen coraz6n!... jY tan
simpftico!... ''.
Negocio, negocio. Algunos de los que tal precio pa-
gan por un empleo no saben cuanto les cuesta, como es
natural: pero otros estAn enterados y lo simulan, porque
son muy seguros aumentos de sueldos y concesiones en
tales circunstancias.
RAMON MARRERO ARISTY
Mi compaiiero ha dicho todo esto con bastante
tranquilidad y en sus labios la ironia asoma en sonrisa.
He oido palabra por palabra, y asqueado ante tanta su-
ciedad, no puedo callar una protest:
-iEste es un asqueroso comercio de la dignidad!
iNo me e:pi:o como estos hombres no prefieren el des-
empleo a situ-ciones tan abominables!
Pero Eduardo responded:
-Es una indignidad y todo cuanto quieras, pero
es la verdad. ..
Luego dice. apretando los dientes:
-iY si eso fuera todo! iSi los que venden su honor
por una piltrafa tuvieran seguridad!. .. Pero nada de
eso. El comprador, una vez hastiado de la mujer, la hlt--
mana o la hija. y una vez deudor de una suma que n.
quiere recorder, se hastia tambi6n de los que se les ven-
den, y los deja un buen dia sin honor y sin empleo, des-
pu6s de haberse cotizado a tan bajo precio.
Creia yo que estas cosas s61o se encontraban en
novels cuyos outores tuvieran la mania de crear fan-
tasias abominables. pero los ejemplos que cita mi amigo
no me dejan dudar. Todo eso ocurre en este mundo de
la finca, Todo ello es verdl:<
ner una esperanza. interponer una apelaci6n. y trato de
ha larlas .
-Y ante todo eso -digo-, eque hace el adminis-
trador del central? En el pueblo Ie consideran tn filin-
tropo. alaban su seriedad, dicen que es instruido. .. No
es capaz de prever hasta donde conduciran mas tarde o
mrrs temprano estos abusos? NNo puede intervenir?
Entonces algo nuevo me viene a sorprender:
-Lo sabe -dice Eduardo-, pero se hace el ciego
porque el manager es hombre atado por cuerdas muy
OVER
s6lidas, cuyas amarras mantiene en buen estado
su mujer, y coma 61 y el segundo se cubren con
la misma manta... iNo hay que hablar! Si se
ordena una investigaci6n la realize el mismo Mr. Panza,
y a, fin todo queda, como dicen ellos, 0. K. dExplica-
ci6n? Sencilla. Nuestro dictador no era mAs que un car-
nicero en su pais, cuando su mujer hizo amistad con
uno de los magnates accionistas y dirigentes de esta
componia. iEsta fu6 una gran amistad! Y el descuarti-
zador de reses se convirti6 en senior del departamento
de tiendas de este central.
Quedo pasmado. eNo habrA aqui nada limpio? Sin
embargo, me aferro a una esperanza y digo:
-Pero algfin dia...
Y Eduardo corta:
-iNada sucederA!
Quiero insistir; pero 61 no me deja.
-A lo mas que todo puede Ilegar -sigue sin oir-
me-, es a que el rubio eche cualquier dia por la borda
a su socio. El asistente cada vez se extralimita mas, y ha-
ce mayors escAndalos. Roba en la tienda central y luego
se lo hace descontar a los bodegueros de su grupo. Anda
con los autom6viles del departamento llenos de mujeres
par las noches, y a veces le amanece en los caminos bo-
rracho. Un dia el rubio estarA en condiciones de formarle
un expediente, y serAn tan evidentes sus fechorias, que
se le despedirA sin permitirsele formular defense ni mu-
cho menos hacer una acusaci6n contra su jefe. Y el
m -inger quedarA tranquilo en su puesto y todo seguira
lo mismo, sin registrarse ning6n cambio fundamental,
porque siempre pondran en el cargo a una pieza de tanto
valor como el asistente. iNada hay que esperar!
Pienso: "iA qu6 estercolero he venido a parar!" Y
RAMON MARRERO ARISTY
mi compafiero sigue narrando historias... Siguen des-
filando miserables bodegueros sin honra, pequeios ca-
jeros de la tienda central desaparecidos que con su
fuga se hacen responsables de sumas que sac6 en whisky
y dinero el asistente; las partidas sospechosas descon-
tadas de los cheques de los bodegueros "por concept
de mercancias tomadas en la tienda principal"... Y
todos callados, conformes o no, sabiendo lo que ocurre,
pero dispuestos a seguir en sus empleos a cualquier
precio.
As durante afios y aios, hasta Ilegar ese estado a
ser cosa natural falta de todo interns.
Me pregunto: "dQu6 serh de mi?" IY otra vez se
me enciende un loco deseo de escapar!
*
La tarde se ha hecho fria y nos trasladamos a la
bodega. Sentados en el mostrador, con los pies colgan-
do, separados por otra botella y dos vasos, hablamos del
central, de su powder, de su organizaci6n...
-Este es un negocio cruel --dice mi compafiero-.
La compafiia lo disfraza bajo el nombre de "tiendas pa-
ra tender a las necesidades de los trabajadores en los
campos de caria', cuando en realided esto es la muerte
de la region. Al latifundio han unido el monopolio co-
mercial mas vasto del pais, abusando de sus empleados
y trabajadores, que temerosos de perder el pan, ni si-
quiera se atreven a hacer hincapi6 para obtener pro-
tecci6n, porque ello seria considerado como un crime,
y para sostenerse empleados no tienen otra garantia
que la de su servilismo. Esto que tiene e- character de
OVER
una simple industrial, ha invadido todos los rincones de
la economic regional y ha matado al pequefio comercio
native, subordinando a su interns today disposici6n que
se haya tornado para proteger a los demis.
--Pero esto no se puede denunciar? -pregunt6.
sinti6ndose dispuesto a hacerlo.
-No suefies -me responde-. Quien able aqui
de hacer denuncias, ya sea pe6n, empleado o particular,
sera calificado por la compafia de "comunista", "ele-
mento agitador", "trastornador del orden social", y no
faltarA por ahi un lider de la region, de esos que tie-
nen contratos de cafia, que Io acuse de algo peor, con
pruebas y testigos...
Esto me solivianta. No puedo callar.
-Es absurdo -digo--. No puede haber quien tome
en cuenta acusaciones tan ridiculas. iComunistas aqui?
iS61o hay miserial Nuestro pueblo sufre une economic
semi-feudal. Nuestras ideas son profundamente bur-
guesas. Ademas, como dicen los que escriben sobre esas
cosas, 'no hemos cumplido las etapas sociales" indis-
pensables para tal transformaci6n. El campesino aqui
s6lo aspira a tener conuco, potrero, animals, que desea
aumentar cada afio. El habitante de los pueblos es pro-
fundamente burgu6s. Suefia con la casita, con la mujer
y los hijos, con la vida holgada. En cuanto a los traba-
jadores de estas fincas se refiere, nadie menos capacita-
do que ellos para pensar en cosas que no conocen ni de
nombre y que de oirlas, probablemente no las enten-
derian. El native que vive en la finca es un sujeto gas-
tado, sin equlibrio moral, incapaz de reaccionar en sen-
tido alguno. Puede hablar tonterias como un niiio, cuan
do el hambre, su eterna compafiera, lo muerde muy
duro; pero tan pronto ve el pan, jcalla y rie! Y si a
RAMON MARRERO ARISTY
los trabajadores exbranjeros nos referimos, podemos
decir lo mismo y ain mas. Esas gentes vienen de Haiti y
de las islas inglesas todo los afios, con la idea de trabajar
para volver a sus casas dentro de seis meses y no pueden
-aunque no tuvieran la esclavitud de siglos en el alma,
y aun poseyeran capacidad-, pensar en reforms, por-
que no son de -;qui y la suerte del. pais no les interest.
No creo que el hecho de denunciar abuses que pueden
trastornar la vida del pais, sea interpretado como acto
subversive, cuando con ello finicamente se perseguiria
la obtenci6n de mejores condiciones de vida para los
hombres, y asi hacerlos mis tranquilos, alejindolos mis
de cualquier rebeli6n absurd.
He dicho esto como si defendiera a los miles que
sufren vejaciones y son explotados, ante alguien que
fuera lo suficientemente poderoso para corregir esta in-
justicia. Mi compafiero mueve la cabeza, se echa un
trago como para apagar la emoci6n que le domina, y co-
mo quien siente un dolor responded:
--Ves las cosas claras, hermano; y no creas que los
blancos las ven en otra forma; pero ellos aqui s6lo han
venido a hacer dinero. Crees que en su pais no hay
buenas tierras, que alli no hay d6nde hater inversio-
n'es? iSi que hay! jPero aliA no pueden tratar al hom-
bre como aqui! A nosotros nos sacan la sangre, nos qui-
tan la dignidad, nos desmoralizan, isiembran el caos con
sus m6todost Y si protestas... 1ya sabrA la compaiiia
justificar, Ilegodo el caso, hasta que no eres hijo de tu
padre!
Presiento que no se me aliviarA nunca un dolor que
me crece en el pecho. Mi angustia es una cosa grande,
y pensando que pueda haber alguien capaz de acusar de
comunistas y cosas parecidas a estos desdichados, por
OVER
mi mente desfilan escenas que ponen de relieve su des-
orientaci6n, su ignorancia --su eterna ignorancia!-,
su necesidad de que se les compadezca y se les permit
vivir como series humans, ya que produce tantos mi-
llones de d6lares para que otros los despilfarren sin sa-
ber Io que cuestan.
Recuerdo la escena de ayer tarde. Los trabajadores
hambrientos, se amontonaban en el balc6n de la bodega
y se dispersaban en el patio, en espera del mayordomo
que les daria los vales para comprar su primer comida
en dos dias. El viejo Dionisio habia ido a la oficina en
busca de talonarios de 6rdenes, y los peones sufrian cada
minute que tardaba. Como el viejo no aparecia y se acer-
caba hl hora de cerrar la tienda, las protests no esca-
seaban:
-Yo no he visto gente mfs desgracid que nosotro
-decia un carretero-. Trabajamo todo el dia como
animal y dipue no jallamo ni an siquiera maldito vale
pa comer a cuenta.
-El pe6n de la finca e j'un perro de mal amo-, re-
zong6 uno rIel cultivo.
-Eto mayordono noj tratan como a los bueyes-.
opin6 otro.
-iQu6 va, compai! -respondi6 el carretero-. El
buey vive mejor que nosotro, porque el buey s6lo nece-
sita comia pa vivir y se la dan toa la noche, adema de lo
sei mese de tiempo muerto que de chepa trabaja. Pero
a nosotro....
-iJum! Yo no quisiera set buey -cort6 alguien-.
Al buey lo matan pa dipue vender la cane a cinco la
libra.
-Pero a nosotro no j'asen peor -sigui6 el carrete-
ro-. Noj sacan el cuajo, y cuando tamo deplotao, tisico,
RAMON MARRERO ARISTY
antonce jata nos botan del batey por infetoso.
-jCompai, utea decia la beldi!-, terci6 un hai-
tiano.
1CAllate la boca, mafi& (9) del diache, que tu no
tiene que meterte en la conversaci6n de la gentej -gri-
t6 uno que trabaja en la resiembra y que por ello co-
metia la osadia de sorber un trocito de calia aprove-
chando la ausencia de Cleto.
-lLa dominicane son palejele! -gruli6 el haitia-
no, decepcionado.
-jParejero no, degraciaol iQue a utede y a eto
condenao colo (99) deberian quemarlo junto!
-iEso e verdi, carajol
--Eso e verdi! -comenz6 a oirse en el grupo.
Las palabras subian de tono y quizis haitianos y
dominicanos se hubieran ido a las manos, a no ser por
la llegada de viejo Dionisio. Al verlo, todos enmudecie-
ron, y cuando volvieron a hablar, ya las palabras de la
discusi6n se habian olvidado. jPor fin iban a comer!
-Don Dionisio, deme un vale de die chele.
-Yo quiero vente.
-Pasi mu6 cinco.
-Mire que yo quiero comprA un cachimbito.
-ijesi, critiano! tEto no me alcanzal
Y luego, cuando tuvieron las 6rdenes, se dirigian a
mi:
-Bodeguero, dep4chame pronto, que tengo jambre.
-Dejese de viveza...
Y se oia entire ellos:
(*) Nombre despectivo que se le da al haitiano.
(**) Cocolo so le dice an Santo Domingo al natural de las
isles inglesas del Caribe.
OVER
-Quitate del medio, Montero, que ya tAs de agen-
tao.
-El agentao ere tf, mojiganga.
Y el aire se pobl6 de risotadas.
Una hora despu6s, los haitianos tocaban el voudou.
Se oia mAs allA un acorde6n. Las mujeres se desgafii-
taban en La pileta, Ilenando sus latas del agua salobre
que de un pozo extra la bomba. El batey, como un
niiio harapiento, se olvidaba de todo.
Hace ratios que tomamos el ron sin hablar. Del lado
afuera, el caballo impaciente, golpea la tierra como un
sordo tambor. Eduardo, por decir algo, comenta:
-Se ha hecho de noche.
Y su mirada busca la puerta.
Como ya no tardarA en Ilegar la vieja Merc6, mi
cocinera, le invite a cenar y acepta. Hago luz. Poco des-
pues entra la vieja con una bandeja en la cual human
unos plates.
-Don Danielito, dipense que le traiga eto asi tan
pelao, pero e'que en la finca no se jaIla nada-, explica
la vieja.
Siempre dice lo mismo, y tras preguntar "si no bace
falta otra cosa", se retire para volver luego por los
plates.
Atacamos vigorosamente una gallina con abundante
raci6n de platanos y yuoa que nos sirve la vieja, y Io
acompafiamos todo con frecuentes tragos de ron.
Nos Ilegan algo atenuados por la distancia, los so-
nidos de una tambora tocada en el batey vecino, Indu-
RAMON MARRERO ARISTY
dablemente alli hay fiesta. Afuera la voz de Cleto re-
zonga:
-iQu' mujei ma bruta, carajo!
Y nadie responded. Me imagine a la pobre Nica,
arrinconada, mirando con desaliento a su marido.
Mi c-pmpfinero, ya en pie, aflojandose el cintur6n,
frente a los restos de nuestra comida, insinua:
-Vamos a esa bachata.
Le digo que no tengo caballo, pero 61 insisted:
-Es a menos de un kil6metro. Nos vamos en el
mio.
La idea no me interest gran cosa, pero la prefiero
a quedarme entire las cuatro paredes de esta bodega. To-
mo dos botellas, le alargo una a mi compainero y sepulto
la otra en uno de mis bolsillos. Clerro la puerta de sa-
lida cuidadosamente y ya fuera, desde el anca del ca-
ballo, le voceo al policia:
-iCompai Cleto! iCuideme la bodega un moment,
que voy al batey vecino!
El responded, fanfarr6n como siempre:
-iTa bien, vale! iNo se apure, que tando yo aqui
cuaiquiera no se arriega a que le rompa una patal
Salimos del patio. Una gran luna asoma su faz por
el brocal del horizonte. Las ranas saltan asustadas, hu-
yendo de nosotros. Se oye mis claro el sonido de la
tambora, y pasan volando las notas Horonas de un acor-
de6n.
El caballo resopla.
*
La fiesta arma su algazara en la enramada de ca-
rretas. Los pesados vehiculos se amontonan aIli, bajo
OVER
unas palmas, inclinados sobre sus p&rtigos, como cafio-
nes. Hay un bullicio enorme. Las mujeres, cuyos trajes
de seda artificial resplandecen a la luz de las jumia-
doras, han Ilegado del pueblo no ha much. Son tra-
ficantes de amor que recorren la finca, acompafiadas
por chulos jugadores de oficio, tras los pagos quincena-
les, y se detienen donde quiera que haya mfsioa, fri-
turas y ron.
Una mulata se me acerca pidi6ndome, sin rodeos,
que le compare algunos fritos de los que vende una vieja
negra que frie del lado afuera. Eduardo fu6 con otra a
un lugar apartado a brindarle un trago, y al ver c6mo
las caderas de su compaiiera se mueven al andar, no
puedo dejar de pensar que estas mujeres, a pesar de su
hambre y de todo lo demAs, tienen buenas carnes.
Mientras mi mujer engulle con notable avidez, al-
guien me tira de la manga y con voz ronca pide:
-jUn trago, bodeguero!
Es un hombrecillo flaco a quien le faltan algunos
dientes. Se ve claramente que es un despojo de la sifilis
y el alcohol. Las mangas de su camisa se le enrollan,
hechas jirones, en el antebrazo.
-Es pa la muisica -explica, temiendo una nega-
tiva.
Le respond:
-Dile al cantinero que te despache media botella
por mi cuenta.
Pero 61 tiene experiencia. No confia en nadie y dice
con toda franqueza:
-Venga ust6 mismo, que ese diache no sabe apre-
ciar a la gente...
iAdmirable! Marcho tras 61 y le dejo complacido.
Un centenar de miradas services me queman el rostro.
RAMON MARRERO ARISTY
El bodeguero de un batey es el personaje mAs impor-
tante en toda la jurisdicci6n, porque es el fnico que tie-
ne much comida, Por esquivar aquellas miradas me di-
rijo a un circulo de ocho hombres que lanzan dedos
sobre una mesa, en medio de la cual una jumiadora (9)
cabecea Ilen6ndoles los pulmones de humo. Acalora-
dos dicen:
-iTopo!
-is6ise!
-iParo-pintol
A poco aparece Eduardo con su compafiera. Me
llama la mulata. Gime et acorde6n y los otros instru-
mentos lo acompafian. Las notas de un merengue vienen
como una invitaci6n.
Nos mezclamos en el grupo oliente a sudor y a
esencias baratas. Un mfsico canta:
-"Dicen que me toy muriento.. .
El acorde6n responded:
-"iJ!/... iJ6L...
El mfsico sigue:
-"Y que trastornado estoy..."
--"J6... ;36d...
-"Ellos saben lo que dicen..."
-"Jd6... iJ6...
-"Porque me falta tu amor".
Con un golpe de giiiro y tambora, para la m6sica en
seco. Las parejas giran. Luego habla el acorde6n, des-
(*) L6mpara de hojalata que se alimenta con kerosene.
OVER
perdicia un reguero de notas le guitarra, Ilueven las ma-
racas. Se incendian las parejas con la mdsica montuna.
Responden dos misicos a coro:
-"Manuel mano Lao, jay!
eso si da peena...
Bailando abrazao, iay!
con mujer ajeena...
"Si viene el marido, ,ay!
iay, vilgame Diodf
con un s61o tiro, iay!
los mata a los do-6.
Por un moment se hace duefio de la noche el acor-
de6n. Se bail con frenesi. Las mujeres se muerden el
labio inferior, los ojos entrecerrados, como poseidas, y
mueven sus vientres r6pida, suave y acompasadamente a
la vez. Una mulatita que me v6 bailando y desea atraer-
me, se lleva la mano a la cintura, pasea su mirada por
todo mi cuerpo, y moviendo las caderas, entorna los ojos
y exclama:
-iPero qu6 buena es la vida!
Alguien grita entire el grupo:
-iFieta, carajo!
Se oyen nuevamente las voces:
-"Si viene el marido, lay!
ique barbaridal
Los mata a los do, lay!
de una puiala-d".
Palabras picantes y gordas sazonan la misica. Gime
el acorde6n, derrocha notas la guitarra, le suena el vien-
RAMON MARRERO ARISTY
tre al giliro, iparece que la vida cabe en un vaso de
ron!
Los mfisicos repiten:
-"Si viene el marido, lay!
iay, vdlgame Dio-61
Con un s6lo tiro, jay!
los mata a los do-6".
El calor del merengue abrasa el cerebro. La mujer
complete lo que empez6 el ron. Algunas parejas, trope-
zando, caminan abrazadas hacia las piezas de caria, o
simplemente se internal en un barrac6n pestilente.
El merengue par6 de golpe y se oy6 un "iUt6 la
paga!", dirigido a Eduardo. Hombres y mujeres quedan,
recostados de alguna parte, restregandose, borrachos de
miusica y de ron.
Tres de la madrugada. Las horas se fueron veloz-
mente. Alarch6 mi compafieiu por un carril sin nombre.
Yo voy dando traspibs entire un coro de ranas asustadas.
Diviso mi batey con sus techos de zinc brillando como
si fueran de plata. La bodega est6 alli, con frio en un
rinc6n; y la luna se ha escondido, avergonzada. Cuando
llego y trat6 de abrir el candado, me sacude, imprevista,
la pregunta del vecino:
--Qui6n ta ahi, carajo?
Es la voz de Cleto.
-Soy yo, vale, que vengo a acostarme.
-jAaaa, bueno!
OVER 77
Y me interno en la oscuridad buscando la cama.
iQub hastiol La angustia que olvid6 en la fiesta,
nuevamente se me anuda en el pecho. La bodega, indu-
dablemente, d6 vueltas, Su olor a provisions repugna.
iTodo es una pestilencial Parece que al techo le nacen
ojos que me miran airados y garras que vienen a herir-
me... Es como una pesadilla. Echado en la cama no
puedo moverme. ILa bodega se me cae encima!...
Diciembre corre con sus brisas frias. Los cafiave-
rales florecidos de espigas, inmensos como un mar, se-
ran abatidos desde mariana por la tromba humana que
oeg6 de Haiti y de las islas inglesas.
Cocolos y haitianos vinieron este afio, como siem-
pre, encerrados en las hediondas bodegas de vapores de
carga, de lentas goletas, o en camiones, apretujados co-
mo mercancias.
Por tierra o por mar, cuando llegan a los muelles
de la compafiia o a la estaci6n terrestre, estin a tal ex-
tremo deshechos que apenas se enteran de cuanto les
esta ocurriendo. Algunos que han hecho el viaje, me to
han descrito con todos sus detalles.
En el vientre de un buque de carga, meten general-
mente una cantidad de hombres dos o tres veces mayor
que Ia prudent. Alli los negros pasan dias y noches, los
unos encima de los otros, alimentindose con pan y sar-
dinas de latas que les son suministrados por los que el
central envia a reclutar hombres a Haiti y a las islas in-
glesas. Gentes no acostumbradas a navegar, vomitan
con frecuencia encima de sus compafieros. Esto les re-
vuelve los est6magos a los demAs y entonces el v6mito
se llega a generalizar, hasta quedar la bodega en condi-
clones tales, que no se encuentra lugar donde poner un
pie. A esta miseria se afiade que muchos, debido a su
estado de postraci6n y al mareo, y por falta de como-
didades -ya que no pueden salir de su circel-, reali-
RAMON MARRERO ARISTY
zan sus necesidades fisiol6gicas alli mismo. Esto es en
los barcos.
Los que viajan en camiones hacen el trayecto desde
Haiti al central en la caja de carga de los vehiculos, de
pies, imposibilitados para sentarse durante un moment.
Como el cargamento human sobrepasa la capacidad del
cami6n, y los hombres, por efectos de la inercia en las
curvas del camino son arrojados de un lado a otro, esto
provoca afio tras aio terrible volcaduras con sus natu-
rales balances de muertos y heridos que raras veces apa-
recen en las columns de alg(n periodico sin ninguns
clase de detal-les.
Cuando Ilegan al batey central, los pobres negros
no saben lo que se trata de hacer con ellos. Estin mo-
lidos, indefensos, y se dejan arrear en rebafios. Entonces
son repartidos. En un corral de alambre de pias, encerra-
dos como ganado, vigilados por los policies del central
que rondan cejijuntos, armados de revolver y machete,
son contados y apartados, pare ser remitidos a las di-
versas colonies.
Dice una voz:
-Para "El 63", icincuenta hombres!
Y otra responded:
-iYa estin!
Sigue la primera:
-Para "El 109", itreinticinco hombresl
Y ia otra repite:
-iYa estin!
Y cada grupo lleva su factura. A cada hombre se
le ata en la pretina, en la pechera de la camisa o en
el harapo que hlg, sus veces, el nimero que le servirf
de identificaci6n. Ya podri lamarse Joseph Luis, Mi-
OVER
guel Pie, Joe Brown, Peter Wilis o como mejor desee.
Aunque su nombre cambie en cada batey, cuando mis
tarde vagabundee de colonia en co:onia, su nmuero seri
siempre el mismo, para hallarlo a la hora de la recolec-
ci6n, cuando se le devuelva sin savia a su isla o al ve-
cino Haiti.
Algunos mayordomos de contratistas, o contratistas
y colonos, se encuentran en el lugar del reparto, y esco-
gen sus hombres como buenos compradores de reses.
-iNo quiero cocolos, porque discuten much! --di-
ce uno.!
Otro protest:
-A mi no me hablen de haitianos, que son muy
haraganes.
Es la selecci6n del personal.
Entre las filas, alguien descubre a un picador conoci-
do, que ha estado en el pais durante la otra zafra. Si es
"bueno", lo reclama con toda energia:
-1iDnme a Telemacol jEse hombre es mio!
Si es de "los discutidores" y se le ha incluido entire
los suyos, el senior contratista, mayordomo o colono esta-
hlara en protest:
-iSequenme este maldito, que no quiero abogadost
Generalmente los "abogados" son cocolos que saben
leer y conocen el peso de cafia.
Una enorme locomotora, en cuyas entrafias arde
la desesperaci6n del fuego, resopla a poca distancia, con
una larga cola de vagones, esperando el cargamento. Los
inmigrantes son distribuidos en los vagones de transpor-
tar cafia, y al!i realizan su viaje hasta la colonia para la
cual han sido consignados. Los policies tienen much tra-
bajo en estos dias, porque ellos son los portadores de las
listas, y son ellos quienes hacen los repartos en el campo.
RAMON MARRERO ARISTY
Cuando el monstruo de hierro echa a andar, se es-
tremece la tierra. La bestia resopla estrepitosamente. De
sus costados el vapor sale en blancos surtidores que se es-
fuman al instant; de su chimenea surge una nube ne-
gra, a borbotones. iAllA va la bestia! Los hombres se
agarran con una mano a los hierros de los vagones, y en
la otra llevan el pan largo y la pequefia lata de seis sar-
dinas que constituyen su ultima raci6n gratuita. Sus ha-
rapos flotan al viento como banderas multicolores.
Ahora e'r camino, y luego las estaciones. Los carros
de la locomotora los van vomitando de chucho en chucho.
Alli el mayordomo y el policia del batey esperan para
recibirles de acuerdo con la list que les entrega el con-
ductor. Cuentan, revisan y luego, echan la manada por
delante para alojarla donde haya lugar.
Hoy Ilegaron los de esta colonia. Son unos cien
hombres retintos como cafe tostado. Sus rostros, que se
me antojan fondos de calderos viejos, me parecen todos
iguales alin a pequefia distancia.
Viejo Dionisio y Cleto hicieron su distribucion en
los barracones y en las casitas, como mejor pudieron. Y
como me pareciera que las treinta viviendas del batey
--ocupadas en su mayoria- resultaban pocas, pregunt4
at policia sobre el destiny que se le daria al excedente.
-Vale -me dijo-. Eto negro se acomodan como
;aidina en lata. Mire: en aquei cuaitico que pa ut6 solo
de seguro no aicanza, tengo metio die mafiese.
'iSe acomodan como saidinal", dijo Cleto, iy bien
sabe lo que dijo! La zafra, cada vez que se anuncia en
Las islas inglesas, en Haiti y aqui, enciende en miles de
pechos la esperanza en tal forma, que a6n aquellos que
una vez vinieron y se gastaron en los campos de caiia,
a3 tuvieron amarguras, en seis meses de hambre y de
OVER
vagancia las olvidaron, y ellos mismos contribuyen a
deslumbrar a los bisofios, para que vengan a derretirse
bajo el sol.
Todos ven la zafra como un espejismo. Desde el
pe6n astroso hasta el colono. Y la recibe con agrado
hasta el blanco que pasea los carries en modern auto-
m6vil o en fino potro de raza.
El picador sabe que ya podri comerse cuanta cana
quiera sin temerle a la cuerda del] policia del central, y
que ademas tendra trabajo para ganar con qu6 comprar,
de tiempo en tiempo, un pantal6n.
El capataz y el carretero, que afio tras afio vienen
con la misma ilusi6n, generalmente suefian con la mesa
de juego, con el ron y las mujeres.
El contratista, el colono y el ajustero, han visto son-
reir a su acreedor, a quien le tomaron a prestamo bue-
nas sumas al veinte y al treinta por ciento mensual.
El bodeguero espera que las ventas sean mayors, y
piensa en el over que ahora serA suficiente para l6 y pa-
ra el departamento, que se toma un empefio feroz en que
cada dia la suma sea mayor.
Y el blanco, cuya vida holgada jamfis sufre cam-
bios, al contemplar las reci6n Ilegadas manadas de ne-
gros, experiment el placer que un dia embriag6 el alma
de su abuelo, mientras flagelaba las espaldas del africa-
no que compr6 en un mercado...
*
*
El batey ha despertado como de un largo suefio. El
balc6n de la bodega esta Ileno de individuos a quienes
no conocia. Son natives que harin de carreteros, de va-
RAMON MARRERO ARISTY
goneros, de capataces, y unos pocos, muy pocos, que cor-
tarin caiia entire cocolos y haitianos.
Unos trajeron bArtulos, mujeres, muchachitos de
crecidos vientres, y algoin perro flaco. Los demis llega-
ron solos, hamaca al hombro, con el pantal6n de fuerte-
azul amarrado a las piernas como si hubiesen tenido que
vadear un rio de escasa profundidad.
Alli, en las carretas empenachadas de estacas, y ya
fuera de la enramada donde se enmohecieron seis meses,
cotorrea el haitianaje. En grupo aparte, los cocolos, cha-
purreando ingles, parecen significarse como superiores.
Los bueyes pacen tranquilamente la yerba del carril
que se abre entire dos piezas de caiia, frente a la bode-
ga; los carreteros los visitan, garrocha al hombro, con sus
cuerdas de pita terciadas sobre el pecho y la espalda
como cartucheras, y mientras reconocen los nudos, los
llaman por sus nombres:
-iMameyito!
-iAy, ay, Mariposal
-iOh, oh, Carasucia!
-iTate quiet, Sangrijuela!
Y les agarran los cuernos, les acarician las ancas y
el cuello, como a viejos amigos, hablAndoles continua-
mente como a personas.
De toda la gente de la finca, ninguna tan interesante
como los natives. Los mis, afluyeron en grandes cantida-
des desde que se comenzaron las primeras tumbas, alli
por eaios en que se abria la finca. Otros que antigua-
mente fueron duefios de terrenos, quedaron como bra-
ceros, despu6s de haber sido despojados de sus peque-
fios funds. Los demas abandonaron sus conucos y vi-
OVER
nieron atraidos por la noticia de la abundancia de di-
nero, llevada por los propagandistas encargados de re-
clutar hombres. Dejaron labranzas, families, itodo!, para
internarse en esta vorAgine.
Muy pocos, ante la realidad que s61o les brindaba
trabajo y mas trabajo, a cambio de un poco de dinero
que se quedaba siempre en la bodega del central, vol-
vieron desilusionados a rehacer sus conucos perdidos.
Los mas contrajeron el mal de la finca, y soiiando que
hallarian las ganancias que un dia les deslumbraron, se
convirtieron en vagabundos trotadores de todos los ca-
rriles, en busca del vellocino.
Desde entonces cada zafra les trae una falsa esperan-
za que va muriendo a media que caen los cafiaverales.
Cuando terminal la molienda, se marchan a los campos
vecinos maldiciendo, renegando de la finca, en busca de
algin duefio de conuco que les albergue y sostenga, a
cambio de su trabajo.
-Aqui no se pue vivir.
-Na mis venimo a que noj desuellen, porque ya
no se gana ni an pa comer.
-A eta finca no vuelvo yo mA.
Eso dicen cuando van encorvados, rotos y ham-
brientos, ya cortada la iltima cafia. Mas, tan pronto lle-
gan las brisas frias de diciembre, un desgano que no les
permit continuar a la sombra de los platanales, les va
royendo el alma, y en sus mentes comienzan a surgir
pretextos:
-Ya s6lo tengo ete pantal6n...
-E n'eto dia hay que sacar la c6dula...
-Lo que soy yo no sigo asi, porque naide se va a
conformar con vivir jarto, pero sin manij un centavo.
Y un dia, el sol los sorprende camino de un batey,
RAMON MARRERO ARISTY
dispuestos a dejarse moler como calia, si ello fuera pre-
ciso para volver a la finca que los fascina como una
serpiente.
*
El stibito crecimiento de la poblaci6n del batey, ha
aumentado considerablemente mi trabajo. Desde que
lleg6 la inmigraci6n, pocas veces cesa el despacho. iCo-
mo envia 6rdenes viejo Dionisiol Alli Io veo, con las
piernas cruzadas sobre la silla -mientras su mula roe
la grama-, garrapateando en su libreta. Junto al ani-
mal, Manuela -su flaca y destefiida mujer-, le espera
con una taza y una cafeteria humeante en las manos.
Dos chiquillos, de color de su padre, se aferran a la
falda de la enclenque mujer, mientras juegan utilizando
su cuerpo como escondite. El viejo, a media que escri-
be, le grufie al haitiano que espera la orden:
-Oye, Miguel Luis; no hiciste mi que picar tre
cafiita y ya ta s'en el batey bucando vale. No quiero
que me le dd malo s'ejemplo a lo congose (9). Compra
y vete a levantar tu viaje.
El haitiano dice:
-Ui, papa, Ui, papa. Yo me va enseguila.
Y mientras extiende un brazo para coger la orden,
debajo del otro retiene la mocha.
Se encamina hacia acA, y ya frente al mostrador me
dice:
-Bodeguela, depacha mue plonto. Yo quiele dejA
la comia con la fam, pa jallalo cocina cuando viene
del cote.
(*) Cong6 se l Ilama en la finca al pe6n haitiano novato.
OVER
En su cara reluce el guarapo de cafia que le sec6 la
brisa, y sus labios resecos y gruesos, tiemblan al con-
tacto de su lengua, que saborea por anticipado el trozo
de queso blanco que ven sus ojos en el aparador.
Es cerca de medio dia. Le despacho, y tras l6 viene
otro, y otro, y otro mis.. hasta formarse un grupo
que no me dejarA reposar por buen rato. Ya llega del
corte la falange que se fu6 esta mariana a comenzar la
zafra. Viejo Dionisio esta ahora pegado a una ventana
de la bodega. Alli, del lado adentro, en el extreme del
mostrador, le he puesto una botella de ron y una taza
de las que se usan para tomar chocolate. En ella le
sirvo, y cuando se la Ileva los 1abios, simula que bebe
el espeso liquid, pero todos saben que traga su ron y
el inico que se engafia es 61. Cuando realize esta ope-
raci6n sigue expidiendo vales y mas vales, interrum-
pi6ndose solamente para repetir la maniobra.
iQu6 algazara terrible! Pero hoy no me enloquece,
porque pongo todos mis sentidos en el trabajo, para
sacar el mayor beneficio. Oigo pedidos en tres idiomas,
sumo partidas de niimeros que voy anotando al
respakdo de los vales; robo onzas con rapidez asombrosa;
aplaco protests, principalmente de cocolos que conocen
eI peso; envio requiebros a las pobres mujeres, elogio a
los haitianos que sonrien halagados, y a todos les Ilevo
el cinco, el ocho y el diez por ciento, mas algunos cen-
tavos que les enredo en las cuentas, iQu4 v6rtigol
Por aquella ventana aparece la cabeza de Nice, des-
grefiada, enarbolando una botella y gritando con voz
destemplada:
-iBodeguero, depicheme un aceite, que Cleto tA
al ilegarl
--Pcr Dios, Nicn! -le dijo-. iQu6 hora! IVenga
RAMON MARRERO ARISTY
temprano, que este moment es para los peones!
-Dip6nseme, mafiana no me se olvida.
Todos los dias le digo lo mismo, y siempre me da
igual respuesta.
-iUn chele de sal, bodeguero, que me se debara-
tan la j'abichuela!
Es Manuela, por otra ventana.
-iManuela, compare temprano! -le grito en mal
tono.
-iPero si ahora fuW que me acord61- dice con
voz que parece un lamento.
Y la maltrata una preocupaci6n que se dibuja en su
cara destefiida y seca.
-iUna libra de arr6 criollooo!
-iMedia libra de harina e maiii!
-iDe cob di sell
-iTri cents red bin!
jQu6 es esto! Creo que en Babel no hubo mayor
confusion. Y jcuinta exigencia! Heme aqui, saltando,
multiplicandome, por servir lo mejor y mis pronto que
me sea possible, y ellos, como si no me moviera, igrita
que grita!
Se vaci6 aquel granero, debo abrir un saco de arroz,
otro de azficar, una caja de arenques, otra de jab6n, iy
el grajo no me deja respirarl
Despacho dos y Ilegan cuatro. Ahi estan en la ven-
tanilla todas sus cars; sus ojos y sus bocas, y todos sus
brazos extendiendo vales, como una gusanera, Gritos,
gritos. S61o quieren una cosa: comer!
Despubs de doce horas de trabajo estoy molido. Se-
OVER
gfin el reglamento, hace noventa minutes que debi cerrar,
pero iquien entiende a esta gente! iDicen las cosas en
una forma...!
Exigen que se cierre puntualmente a la hora que
han establecido, pero jay de aquel que por hacerlo, deje
de vender!
Su orden se puede interpreter asi: cerrar la tienda
a la hora que indica el reglamento, pero no dejar a un
solo pe6n sin provisions. Si el tiempo no alcanza...
ino dejar a un s6lo pe6n sin provisions! Y si el pe6n
se ha quedado sin comprar y la tienda esti cerrada...
jmucho cuidado con el reglamento, porque Io principal
es la discipline y despu6s de haber cerrado, no se puede
vender! En fin, hay que hacer las cosas como se debe
y como no se debe. Unas veces al derecho y otras al
rev6s. Pero a veces, cuando se hacen al derecho debi6
ser al rev6s, y cuando se hacen al rev6s. les lo de
nunca acabar!
Ejemplo de un caso ordinario: un dia me dijo el
alemin:
-"Quita ese putella de ahi. P6nlo mis arriba, que
se v6 muy feo".
Porque su debilidad es la "estetica" de la bodega.
Obedeci su orden y respir6 tranquilo. Pasaron unos
dias, volvi6 con mas whisky que de ordinario en la ca-
beza, y por desgracia para mi, repar6 en la botella, que
se encontraba en el lugar que Bl mismo le seiial6.
-"[Oh, oh! -exclam6 contrariado-. eQu6 pensan-
do used? CC6mo se le ocurre poner un putella de vino
donde esta el ron?"
Quise defenderme:
-"Recuerde, Mr. Baumer, que usted me mand6".
Pero trepid6 al instant:
RAMON MARRERO ARISTY
-'iNooo! jNo digame 6sa! eQui6n puede crea que
yo manda 6sa? iQuita! iQuita pronto!'
Y no me qued6 otro remedio que obedecer, y lo que
fue el mal humor y el deseo de dare una lecci6n...
guardarlos por ahi.
**
Es ya de noche. Se fu6 el peonaje y estoy solo en
la bodega, arreglando cuentas antes de cenar. Acaricio
la perspective de ocho horas de noche que prometen ser
otras tantas de paz. En eso Ilega el alemrn. Viene mis
rojo que de ordinario. eQuB le haria restrasarse hasta
el extreme de que ain se encuentre en el campo? jAh!
Claro se vb que hoy perdi6 la cuenta del whisky. A pesar
de que al entrar tuvo que rozarme, pas6 sin saludar. Es
la costumbre de la gente "superior" que vive sobre nos-
otros aqui. Ahora, ya en la tienda, sin percatarse de
que existo, lo registra todo con insolencia sin igual. Abre
el caj6n del dinero, registra los libros, porque puede ser
que no est6n en regla; arroja por ahi las 6rdenes sin pe-
dirme permiso ni much menos darme explicaci6n, y...
ain no estA conforme. Examina los graneros porque pue-
de haber sido mezclado el caf6 o el arroz; dirige miradas
escrutadoras a mi dormitorio. IPuede haber alli algfin
andullo! Estos ladrones de bodegueros suelen comprarlos
a ochenta centavos para ponerlos en inventario envuel-
tos en la yagua que traen los que envia el central a tres
d6lares cincuenta, ganindose asi $2.80 a los cuales s6lo
tiene derecho la compafila. Descubrir esas cosas en su
especialidad.
Veo sus procedimientos, indignado, pero resuelto a
soportar. Esto es lo normaL Para eso se es bodeguero.
OVER
Por fin ha recordado que estoy en la tierra y entonces,
encar6ndoseme. pregunta:
--Cubnto vendiendo usted hoy?
-Sesenta d6lares y centavos.
Parece que le ha picado un bicho. Sus musculos
faciales se contraen y pone la cara como un bull-dog.
Grufie:
-eNada mis eso?
Porque ese es el m6todo. Hay que protester.
-Creo que es bastante -le digo-. Hoy es el pri-
mer dia de zafra y me parece que no se podia esperar
mis. En tiempo muerto s6lo vendia cinco y seis d6lares
diariamente. ..
Pero he cometido una falta terrible eQuien es un
bodeguero para opinar sobre estas cosas? Le oigo decir:
-Usted no conoce el negocio. jUsted no sabi!
iTampoco se apura!
Para esto s6lo hay una respuesta y yo no la puedo
dar. Le veo pasearse a lo largo del mostrador. Sus ade-
manes son bruscos. Esta borracho de importancia y visto
asi, se le puede tomar como la mejor figure simb6lica
del poder. Trajo los pies Ilenos de lodo y ensucia el pi-
so. Inmediatamente tendre que limpiarlo. Ve que en el
mostrador y en alguna parte hay granos y papeles, y
no pierde la ocasi6n de protester:
-1Muy sucio todo esto! jMuy suciol
Otro hubiera pensado que despuis de haberse tra-
bajado por espacio de doce horas en esta tienda, y ha-
biendo cerrado las ventanas hace apenas unos minutes,
nada tendria de extraordinario que hubiera basuras y
papel en alguna parte. Pero 6ste no. Y tiene sus razo-
nes. Hoy ha sido larga la jornada. El autom6vil se le
atasc6 en alguna part. Ha bebido much whisky, y
RAMON MARRERO ARISTY
ipara algo estin los bodegueros!
-He tenido much trabajo Mr. Baumer -digo-.
Los iltimos peones se acaban de narchar. Pens6...
Interrumpe:
-iYa, ya! Los dominicanos hablan much y hacen
poco. Siempre estin "pensando", siempre tengan raz6n.
todo lo dejan para luego. Usted ahora quieremi decir
que trabaja mAs que otros. Es damansiada iAh!
-He hablado claro -respondo-. No quise decir
eso. Yo. ..
-iBien, bien, bien! -corta-. Aqui si alguien no
quiere hacer el trabajo porque se cansa, no tiene mAs
que avisar. Nosotros siempre hall quien no se cansa.
iLa compafia no necesita nunca a ninguna persona!
Lo dice balanceindose, con una mano en la cintura
y la otra apoyada en el mostrador. Nuestras siluetas se
recortan gigantescas en la pared y agitadas por el par-
padeo de la luz, parece que se van a acometer para ma-
gullarse con sus grandes miembros deformes. Pero no
es asi en la realidad. iPor que hay una diferencia tan
grande? PPor qu6 no es la sombra una copia fiel de la
actitud? Aqui estA este hombre que en su pais no fu6
nadie y que Ileg6 al, mio como pe6n de una factoria, con-
vertido en senior, manejindome a su antojo; y yo dis-
puesto a acatar. iPor qu6 la sombra me sugiere lo que
deberia ser mi verdadera actitud? dPor qu6 la sombra...?
Soy un bodeguero. Naci en este pais y este otro vie-
ne de mis allA del mar. Soy un cero y 61 es una palan-
ca con un gran punto de apoyo. El esta autorizado a
dar 6rdenes y yo y todos los mios tenemos que obedecer.
Por eso digo:
-Arreglar6 eso, Mr. Baumer. Yo... (me tiembla la
voz). Yo...
OVER
El hombre se ha marchado sin dejarme terminal.
iEs una humillaci6n!
Sin embargo, para nosotros, equ6 es una humilla-
ci6n? iEl sustento! No soportarla significa: las calls del
pueblo, vagar sin trabajo, sin protecci6n, sin amigos y
caer en algo peor. Mientras que soportando se puede
hacer alguna economic, juntar unos pesos y luego mar-
charse lejos de esta asquerosidad; decirle adi6s a esta
vida de perro y volver a ser lo que se era: una persona
decent, un hombre orgulloso; si, senior, jun hombre or-
gulloso!...
Este constant representar lo que no se es, obede-
ciendo 6rdenes de gentes a quienes no deseariamos ja-
mis conocer, y oprimiendo a otros a quienes querriamos
por siempre olvidar, itendra que pasar! Y entonces la
vida sera de un color mAs grato y tendrA mejor sabor.
La vida. Si, ila vida! ePor qu6 algunos sufriran pruebas
tan rudas en ella sin ser Cristos ni nada que valga la
pena, sino pobres series ansiosos de no estorbar ni ser
estorbados? iY pensar que hay tantos que quisieran es-
tar en sus puestos!! Por ejemplo, miles se desviven por
estos trabajos. Todos los dias los encuentro, y ellos no
ignoran c6mo tendrian que vivir.
El domingo, en uno de los bateyes de la carretera,
un jovencito de esos cuyas families viven acomodadas,
me dijo suspirando:
-"iQu6 suerte has tenidol jLo que daria yo por
una bhdega!"
Y de todos los pueblos de la Repfiblica, inclusive
de la capital, vienen gentes recomendadas por altos fun-
cionarios pablicos, cubriendo las distancias a veces a
pie, para recibir una negative grosera del manager, que
RAMON MARRERO ARISTY
tira en un cesto solicitudes y recomendaciones sin dig-
narse leerlas.
Y luego, me lo dicen aqui los trabajadores todos los
dias:
-"Tu ere rico".
-'Tu son gente grande, porque tu come t6 lo dia,
compai".
Y tienen un hambre y un deseo de star en mi
puesto, no es possible dudar de su sinceridad. 1Es deso-
lador!
*
Una lamparita, desde un clavo, mira con poca luz
la bodega. Mi escoba rasca el vientre del piso. Afuera, el
haitianaje suena un tamboril. Algdn ingl6s mortifica a
su guitarra. Cleto maldice a su mujer.
Pican los mosquitos. Una botella que refleja la luz,
me hace guiios. Mi escoba rasca...
La zafra tiene mas de cien dias. Los trabajadores
que la vieron Ilegar, Ilenos de alegria, se van convirtien-
do en sujetos indiferentes que realizan su trabajo sin
esperanzas. Todas las mafianas, antes de satir el sol, des-
fila la turba harapienta, maloliente -con un hambre que
no se le aparta jamAs-, camino del corte, como una pro-
cesi6n de series sin alma.
Algunos suben a la plataforma de la bodega y se
acercan al mostrador, tiritando, semidesnudos, cubiertos
en parte por sus eternos harapos. Traen la mocha de-
bajo del brazo y los pufios unidos, junto a la barba, co-
mo en ademAn de rogar, tratando asi de abrigarse. Piden
"un chele de suca", o "un chinchin de bacalao p'arre-
glase la boca". Yo s6 que con eso pasarin el dia y se
lo vendo. Entonces bajan y marchan hacia las piezas de
cafia. La procesi6n sigue desfilando...
Los dias pasan, ilos dias han pasado!, y las econo-
mias con que habia sofiado para liberarme, se han tro-
cado en humo; y ilo que es peor!, el dia de mi salida
de aqui, se me present cada vez mis impreciso, entire
brumas.
La finca tiene una fuerza de abismo, y fascina. Se
traga a cuantos vienen aqui. Despues que been su virus
no pueden marchar. A los que el central despite, les
ocurre que se quedan dando vueltas, tratando de "arre-
g!ar su asunto", para conseguir nuevamente trabajo. Los
que no han obtenido trabajo, pululan por bateyes y ca-
RAMON MARRERO ARISTY
rriles esperando "un chance'. Este afio, cuando se dijo
que la tonelada de cafia se le pagaria al picador a dieci-
siete, todo el mundo -haitianos, cocolos, dominicanos-
dijo que no trabajaria; pero al dia siguiente todos fue-
ron al corte, callados. Y seguiran yendo.
Yo no quiero pensar que voy a ser press del male-
ficio, y realize. esfuerzo desesperados por no abandonar-
me a esa fuerza oculta que a todos retiene en estos ba-
teyes. Pero es dificil mantenerse optimist en medio de
tanto desa!;ento. Estos hombres, que envejecen y mue-
ren sin otra visi6n que la de estos campos de caria, arras-
trados por un fatalismo que se les filtra hasta la medula,
no son personas que ayuden a nadie a reaccionar.
Durante estos meses he conocido a muchos que ya
no recuerdan !a existencia de otro mundo. Hace afios que
no van al. pueblo (que se encuentra s61o a unos veinte
kil6metros de aqui) y ya no recuerdan nada de cuanto
les ocurriera en otro tiempo. Sus planes ahora se con-
cretan exclusivamente a "la zafra que viene', a "si este
afio la comparia no rebaja los sueldos". a "si mister tal
me ayuda". Esos, son came de la finca, y creo que fuera
de aqui ya no podrian adaptarse. Cuando son totalmente
ignorante-. su .ida es una vida como hay tantas en cual-
quier parte, pero si tienen alguna noci6n de cuanto les
ocurre, son press de cruel angustia.
A esta tdtima clase pertenecen casi todos mis ami-
gos. Por ejemplo don Martin, el mayordomo de la com-
paniia, el hombre que le hace todo el trabajo al superin-
tende americano. Es un puertorriqueiio a quien conoci
despugs de empezada la zafra. Este hombrach6n, simpa-
tico, de un character apacible -que en otra parte hubie-
ra sido dulce, pero que aqui se ha metamorfoseado en
barrera de astucia vestida de calma-, este hombre, ata-
OVER
viado de una gran mansedumbre exterior, me ha contado
su vida.
Cuando lleg6 aqui, era muy joven. Lo acompaiiaba
su mujer, una linda paisanita que le sigui6 al salir de
su tierra. Llenos de ilusiones, sofiaron que en este pais
de promesas ganarian dinero y tendrian hijos que luego
educarian convenientemente, en un buen colegio de su
tierra, mientras disfrutasen de una vida apacible, con el
product de las ganancias que de aqui Ilevaran.
Y vinieron y tuvieron los hijos... ipero no han po-
dido volver!
Sobre esto me decia el mayordomo una tarde, mien-
tras nos abandonibamos a merced de una botella de ron:
-He trabajado rudamente muchos afios, hacienda
por distinguirme coma hombre honrado y eficiente ante
la ccmpafiia, y aunque he dado pruebas de mi capacidad,
de empleado perfect, nunca he visto colmada mi espe-
ranza de ser apreciado. Al cabo de todo ese tiempo s6lo
tengo, como premio, nueve muchachos semi-salvajes,
criados en estos carries; mi pobre mujer, vieja y flaca
como una bruja; yo inutilizado para todo, porque he
olvidado hasta como se Ileva la ropa, y por afiadidura,
casi ciego, a causa del humo que he cogido quemando
barbojo, apagando fuegos, ocupando siempre el sitio
mAs peligroso, para asi defender el pan de mis hijos.
Y luego, en un tono que muy pocos le han oido,
agarrAndome por un brazo, mirindome a los ojos, ha
roncado:
-Compr6s: cuando vine aqui yo era un hombre
honrado, y por conservar el empleo, ya ni siquiera soy
eso. He aprendido a engafiar y a mentir con tanta na-
turalidad, para servirle a este capital y serle grato a
sus administradores, que ya no me seria possible vivir en
RAMON MARRERO ARISTY
un ambiente donde no tuviera que estar constantemente
engafiado, en actitud de acechanza, como se esta siem-
pre aqui.
Y como yo duera, horrorizado, casi con panico, que
dentro de unos meses me iria muy lejos, para no pensar
mis en la finca ni en sus cosas, me ha dicho con de.s
aliento:
-Asi vienen todos, por un afio, por una zafra; pero
se quedan hasta que los botan o se mueren. Usted no se
irA por iniciativa propia. No sueiie con eso. Mejor es
que se vaya acostumbrando. Aprenda a callar sus cosas,
porque aqui es peligroso habler con cualquiera; no piense
en su destine; sea buen empleado... idejese Ilevar! Ya
Ilegara el dia de partir, Icuando no sirva para nadal
Dicho esto, se levant de su asiento, se ech6 un
gran trago, y como quien se deshace debajo de un gran
peso, musit6 con voz torpe:
-A mi pronto me darn un pasaje, porque ya me
queda poca vista. Me enviaran a casa, por consideraci6n
a morirme de hambre, ";a descansarj" -como dicen
ellos-, y sup6ngase que serh de mi entonces... Ya no
s6 done esta lo que me rest de familiar. Al principio
nos escriblamos, formabamos planes sobre un viaje que
haria a mi tierra, para ensefiarles mis hijos. Aun nos te-
niamos afecto. Pero el tiempo fuW pasando; murieron
mis viejos. y el viaje nunca se realize. Como todos los
afios mi sueldo era menor y los hijos eran mis, no pude
seguir enviindoles ayuda a unas tias viejas que me que-
daban, y la correspondencia se fue hacienda escasa, hasta
que a] fin dejamos de escribirnos. iVeinte afios es mu-
cho tiempo!
Ya tenia un pie en el estribo. No me volvia la cara
y yo adivinaba el motivo.
OVER
-Bueno, amigo -dijo, volviendo la cabeza hacia
otra parte ya montado, levantando una mano-. Nos
volveremos a ver.
Y se fuN inclinado sobre el pescuezo del mulo, ca-
beceando, verdaderamente borracho.
Desde entonces nos vemos todos los dias. Hablamos
del tiempo, de la zafra, de vagones, de cualquier cosa,
menos de aquello. Parece que se ha arrepentido de haber
dicho tanto.
*
Mi bodega se ha hecho la meca de la gente que vive
inconforme. Domingo tras domingo, recibo la visit de
Eduardo y de nuevos amigos. Entre ellos figuran el bo-
deguero Valerio, hombrecito regordete, de voz aguda,
chistoso a fuerza de ser amargo, y el inglesito Brown
-George Brown-, que tambien es un sujeto intere-
sante.
Valerio es de la Capital, tiene unos cuarenta aios,
dos hijos y una mujer de quien dice:
-Ella cree que es mi sefiora, y yo se que es la
piedra de molino que el destiny me ha atado al cuello,
para anegarme en lo profundo de esta vida.
Cuando esti bebido hasta querer llorar, domina el
grupo con su voz, se pone en pie, y comienza a bor-
botar:
-No hablen de libertad. No hablen de derechos.
No hablen de nada. iQu6 no hay libertad en la vida!
Si no te esclaviza la mujer, te esclavizan los hijos; si
no los hijos, la miseria, el trabajo, alguna enfermedad,
jel destiny! No hay libertad en la vida.
Se lleva el vaso a la boca, traga el ron como si se
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